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La zona sin luz, de Andreu Navarra

La zona sin luz, de Andreu Navarra

Esta novela culmina la historia de Franz, el filósofo húngaro que Andreu Navarra presentó en Hojas (2017) y acompañó en Una especie de aventura (2019). En el cierre de la trilogía, su agente literaria continúa el retrato mientras viaja desde París a Barcelona para encontrarse con su representado.

En Zenda reproducimos el arranque de La zona sin luz (Sloper), de Andreu Navarra.

***

EN VIDA DE FRANZ

Pierre: ¿un hombre ha de abrazar el lado oscuro de una mujer?

Abres la puerta, dejas la bolsa deportiva en el suelo. Me abrazas, pero yo no tengo ganas. Yo no quiero que hoy estés aquí. Lo notas. Te vas. Pero entonces te necesito. Me dejas conmigo, con el jarro de las flores, en mi casa amarilla. Amarilla como los dientes de Ferenk.

No entiendo exactamente qué es lo que necesito. Que se vaya el vacío. Pero eres tú quien se va. En realidad, tanto si te vas como si te quedas, el vacío se queda aquí. Pero si estoy sola tiene menos púas.

Tu bolsa del gimnasio me produce náuseas.

Me dejas con este libro. Me dejas mordiéndome las uñas. Pero hagamos un ejercicio de empatía. Ali: ¿una mujer ha de abrazar la nada que hay detrás del hombre? Las miradas aburridas, la abstracción. Pierre se mueve por mi piso como un oso que espantara moscas. Los hombres son la excusa que toma el vacío. Le van pequeños este techo, esta habitación. Está hecho para la aventura, no para un apartamento de París. Derriba montañas de libros, pero sabe cocinar. De lo contrario, sin sus ensaladas, yo no hubiera permitido que volviera. La cantidad exacta de nueces y de miel resultan decisivas. Las palabras que no vienen a cuento: el desinterés. Te vas y te morderás las uñas. Te queda el recurso de seguir moldeando tus músculos. Eres un saco de ellos. Sin duda, piensas, pero yo a veces dudo de ello. ¿Qué haría Franz? Nada: es hombre. Miraría por la ventana. Garrapatearía unas líneas. Buscaría tarjetas, agendas, libros. Frank, Ferenk, Frank. Él ya no tiene amantes. Solo me tiene a mí, y su cuidada colección de fantasmas. Deambularía por su pajarera. Abriría algún libro viejo, indecente. Alguna cosa infumable del siglo XVIII. La última vez que os fuisteis estaba obsesionado con los aforismos de Lichtenberg. Yo ya no sé sonreír. Ya no sé retenerte, Pierre. ¿Y si no le estoy poniendo suficientes ganas? ¿Por qué somos tan honradas? Yo no quería verte, tú no querías molestar. Pero estás aquí, con tus pectorales. Te palpo pero me pones muy nerviosa. Ya no sé lo que quiero. Condenados a desentendernos, a deshacer el tapiz. El dibujo que formamos se borra. No haremos el amor ante el espejo. Conseguiré no encender el cigarrillo que estoy encendiendo. No exploraré tu piel ni la mía. Flotaré una noche más por un desierto doméstico. Liberada de todo y de todos menos de mí misma.

A veces nos invade una ola expansiva que nos obliga a empujar y desprendernos de las personas que se nos han acercado. Estoy hablando de amantes, a veces hasta de amigos. Los hombres nos ahorcan en su impaciencia. Resulta difícil vivir aquí. Las situaciones no son equiparables, el tedio es vecino de la explosión y de la exclusión, sobrevive únicamente el que posee una cintura como un junco. Llega cierta edad y una no tiene claro en ningún momento dónde están los amantes y dónde los amigos. Las figuras se han fusionado. Y lo peor es que ha dejado de importarnos. Somos como un roedor a quien le costara alejarse de su madriguera. Está bien: es como jugar a cartas. A veces sale el as, a veces sale la sota. Supongo que eso es algo positivo. Quizá tenga que ver con el hecho de que, sin hijos, todo carece de importancia. Pierre no fue nunca muy dinámico. No sobrevive a las olas, no se encuentra nunca entre el universo y mi expansión. Sin embargo, lleva sobreviviendo algunos meses.

Frankie lo ha conseguido durante décadas.

*

¿Qué es una pareja?

Me han llamado por teléfono hace cuatro horas, y me he llenado de confusión. Al parecer, una bici cleta ha atropellado a Frankie en Barcelona y él no se encuentra bien. Está en un hospital, inconsciente. En su teléfono han encontrado mi número, y han creído que debía ser yo quien acompañara a Frankie. Si ellos lo han creído quizás yo también pueda llegar a creerlo. A decir verdad, no hay nadie más. Que no fuera yo a Barcelona dejaría al pobre Ferenk completamente solo. Pero yo hace más de dos años que no lo veo. Viajar hasta Barcelona es sumamente fácil. Además, hasta me apetecía. No he tenido que hacer otra cosa que entrar en la web de la compañía de trenes y tomar un billete de última hora. He cogido la maleta grande. A saber cuánto tiempo tendré que pasar allí. He llamado a la oficina y les he dicho que no se hagan preguntas. He contado la verdad: nuestro principal autor ha tenido un percance. Un accidente grave, en el que podía haber muerto. En la puerta de la agencia hay un retrato de Ferenk de tamaño natural. Desde ese tercer piso mantenemos viva y en circulación toda la obra de Horváth Ferenk, pero él no ha estado nunca en la oficina. Es un lugar anodino, un lugar inútil, solo un espacio adonde ir, para buscar sonrisas o café, porque no solemos aceptar a más autores en cartera, la administrativa es agradable, y a veces cito a mis amigos allí.

Cuando empezamos a despegar, Horváth Ferenk se marchó y no ha vuelto más por París.

Me acomodo en mi asiento azul y observo a las personas que hay a mi alrededor. Me doy cuenta de que llevo mucho tiempo sin pararme a no hacer nada. Me arreglo, trabajo, y acudo a citas. Pero en realidad ni es cucho ni me intereso por nada. Desde que se marchó Ferenk soy un alma deshabitada. Sin embargo, ahora dispondré de seis horas para dedicármelas a mí. Pondré música por primera vez en años. Me han dado unos auriculares. Por eso me gustan los trayectos en tren. Es como si estuviera flotando, es como un spa seco y en movimiento, con paisajes cambiantes. Pondré música en el teléfono y dormitaré. Durante meses he tenido miedo de pensar en mí, de pararme y de ver cómo eran las cerámicas que habitan mi cerebro. Lo he puesto en modo avión para que Pierre no me moleste. Tiene la maldita costumbre de agobiar por chat. Él es como un globo y yo necesito mantener cerrada la mano con el cordel. Pero para nada más. ¿O seré yo el globo? Nunca me han interesado los paisajes, pero estos de este trayecto sí me están interesando. Yo no conozco Francia. Soy una francesa ignorante. Siempre me ha interesado mucho más España. Mi entorno me ha aburrido siempre. Por eso he preferido amantes grises antes que amantes que me deslumbraran. O igual es que soy difícil de deslumbrar. O bien es que he pedido la capacidad de asombro. Entre un señor con traje bastante normal y un joven embriagador me quedaría con el señor más bien tímido. ¿O seré yo, la tímida? Sin embargo, me he rodeado de jóvenes. He hecho exactamente lo contrario de lo que me convenía. Entregar mi corazón a un idiota. Provocar situaciones inadecuadas, buscarme la ruina. Dar vueltas alrededor de mi vida sin cogerla nunca por los cuernos. Sin hijos, con amores fantasmáticos. Teniéndome solo a mí.

[…]

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Autor: Andreu Navarra. Título: La zona sin luz. Editoriales: Sloper. Venta: Todos tus libros.

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