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Lepisma y el armario

Teníamos 17 años y era un sábado a las cinco de la tarde cuando mi mejor amigo me confesó que era homosexual, y me enfadé muchísimo: porque mi reloj marcaba las cuatro, así que ya se me había vuelto a parar, y el relojero me había cobrado mil pesetas por un arreglo que no había durado ni cuarenta y ocho horas (cuarenta y siete según mi reloj marca Klaiber, regalo estrella de mi primera comunión).

—¿Te lo imaginabas?

—Bueno, no es que me lo imaginara, pero tampoco es que me haya llevado la sorpresa de mi vida —respondí pensando en la manera un tanto robótica que Jordi tenía al hablar de chicas. Pero también pensé en nuestro humor tan cafre—. Joder, seguro que alguna vez he dicho alguna burrada que te ha dolido, ¿no?

—A ver, tío, que nos conocemos y ya sabemos de qué palo va cada uno, y además hay una cosa que se llama contexto —entonces no sabíamos lo ignorado que sería ese término en un futuro cercano: el de las redes sociales—. Y sabes cuál es el contexto de esta conversación, ¿verdad?

— No —no sabía a qué diablos se estaba refiriendo.

—Pues el contexto es que son las cinco, así que agáchate que te la…

—¡Cabrito, he vuelto a caer! Jajajajaja

Han pasado muchos años desde entonces, y aunque ya no nos veamos tanto, es reencontrarnos y la confianza sigue intacta, el tiempo no ha pasado y seguimos siendo esos dos chavales que le sacan punta a todo.

Me acaban de enviar un mensaje explicándome que alguien ha roto los cristales del negocio de Jordi, y hecho unas pintadas con el logo de cierta opción política ascendente y lindezas tales como Maricón, Orgullo Etero (sic), El culo es sólo para cagar o Dejad de vivir de los chiringuitos. Miserables… ¿por qué motivo Jordi debería dejar de gestionar ese pequeño establecimiento a pie de playa donde despachaba esas bebidas que en verano nos salvaban de la deshidratación? Me visto y cojo el bonobús para ir a ayudarle a arreglar el desaguisado y darle ánimos. Pongo una alarma en el móvil para que me avise de aquí a cuatro horas…

…porque entonces serán las cinco y aún se la debo.

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