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Lepisma en directo… en el corazón de la ciudad

Lepisma en directo… en el corazón de la ciudad

Los pececillos de plata no sólo se alimentan de libros sino también de discos, consumiendo tanto literatura como música por vía oral, disfrutando del contenido mientras devoran el continente. Por eso no son amantes de espotifais ni emepetreses: para ellos la música en streaming es como cuando en el psiquiátrico nos aseguraban que nos iríamos de viaje pero en vez de en un autobús nos sentaban en las sillas de imaginar (como ya expliqué en Lepisma, pasillo o ventanilla).

Pienso que quien afirma, casi siempre por parecer abierto de mente, que se deleita con todo tipo de música, es porque en realidad no se apasiona con nada; lo cual no significa que te entusiasmes por un solo estilo, ya que a cada momento de la vida podemos ponerle su banda sonora, comportándonos como un Morricone de nuestra propia existencia: nuestra será la decisión de acompañar nuestros días más tristes con música tan melancólica que nos dé ganas de cortarnos las venas, o con una tan animada que nos haga recuperar las ganas de dejárnoslas largas. Pero si hay algo que me apasiona de verdad, rozando la sensación de tener nostalgia de lo no vivido, es el rock de los 70, así que podéis imaginaros mi cara de horror cuando vi a Lepisma Saccharina zampándose mi copia de Live… in the Heart of the City de Whitesnake. Como ya sabréis, cuando un pececillo de plata se come un libro, éste empieza a formar parte de su esencia, y lo mismo cuando acaba de digerir un LP, aunque con el incómodo añadido para quien conviva con él de que el insecto se pasará un mes tarareándolo: como en su caso se trataba de un doble en directo, más de una vez se me cayó la bandeja o me atraganté con el café cuando, en una perfecta imitación de David Coverdale, súbitamente gritaba cosas como HERE’S A SONG FOR YA!!! o ARE YOU READY, ARE YOU READY???!!!

Poco después fue cuando me ingresaron en San Humbértigo, y mucho después cuando me dieron de alta. Sin embargo, al volver a casa empecé a creer que el psiquiatra se había precipitado, porque estaba escuchando voces que decían cosas extrañas como Se la llevó el tiburón, no pares, sigue sigue, Si bailas cachete con cachete pechito con pechito y ombligo con ombligo, Follow the leader, leader, leader o Y que no me digan en la esquina el venao, el venao

Pronto me percaté de lo que había sucedido: durante mi ausencia, Lepisma se había comido toda mi colección de discos, llegando hasta esa recóndita zona donde escondía los álbumes de los que yo mismo me avergonzaba o que ni siquiera sabía cómo habían llegado a mis manos. Escucharla ahora cantando esos estribillos me hizo, por un lado, demostrarme que no estaba enloqueciendo pero, por otro, que se tambaleara una de mis convicciones más arraigadas: que toda la música de antes era mejor que la de ahora.

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Iván
Iván
2 años hace

Me quedo con la música de los 80 y 90; lo de ahora, no tiene magia, alma. Cualquier mediocre o, hasta comemierda, ya puede ser considerado un gran artista en esta era.