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Leyes físicas degradantes

Leyes físicas degradantes

He decidido imponerme la disciplina de escribir algo todos los días. Eso significa que cuando golpean las 5 de la tarde, abro un espacio en blanco y empiezo a teclear maquinalmente una seguidilla de caracteres con la esperanza de que se desencadene un proceso estocástico que dé sentido al arrebato.

"Ahora que vuelvo a escribir, me preguntaba si debería anunciarlo públicamente: proclamar que he vuelto. Pero la realidad es que nunca me fui. Siempre estuve ahí"

Ahora que vuelvo a escribir, me preguntaba si debería anunciarlo públicamente: proclamar que he vuelto. Pero la realidad es que nunca me fui. Siempre estuve ahí. Las tardes de lluvia me siguieron inspirando textos melancólicos; las mañanas de rocío, grandes disertaciones filosóficas; las noches estrelladas, emocionantes relatos de aventuras. Mis textos merodearon las páginas en blanco, flirteando con la insoportable inmensidad de la hoja en blanco, pero sin dejarse atrapar. ¡Faltaría más! Si no, qué fácil sería todo. Un simple tender trampas para capturar y plasmar esas ideas fugaces en textos brillantes, rebosantes de epítetos y hallazgos verbales. Al dejarlos escapar, les di la libertad de poder ser todavía mejores, de vivir con mayor plenitud sin sujetarse a leyes físicas degradantes.

Todo venía fantástico en este ejercicio aleatorio hasta que llegué a este párrafo. Aquí se atascó. No entiendo por qué los textos tienen que estar «rebosantes de epítetos», ni de dónde sale eso de «hallazgos verbales», ni a qué viene lo de “leyes físicas degradantes”, así que voy a tener que dejarlo aquí, sin un final redondo.

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