Ana Naranjo, Linda Mirada, ha regresado. Por fin. Doce años después de su último trabajo, lanza Qué largo es el verano, una fiesta de pop con ritmos ochenteros. Una celebración incrustada en un vinilo con portada de ese dibujante gigante, Javier Rodríguez.
—Doce años creo que ha sido. Se me ha echado el tiempo encima, pero como digo siempre, no he planeado nada, no he planeado sacar disco ni no sacarlo. Fue una cosa que llevó a la otra. Al final me puse a hacerlo: no es que me diera pereza, es que no veía el momento. Y al final fue también una llamada de teléfono y fue, como siempre, alguien impulsándome a hacerlo, porque si parte de mí, me quedo en casa.
—¿Quién fue?
—En principio, tira mucho de mí Borja, de Love Monk, y fue una llamada de un productor, un tío que tiene un proyecto que se llama The Phenomenal Clap Band, Daniel Collás. Lo conozco hace tiempo, es un grupo que me gusta mucho, y él como productor me parece que es buenísimo, tiene un buen gusto… Y esto fue Borja, que me llamó un día y me dijo: «Oye, él quiere hacer algo contigo, tiene muchas ganas». Y entonces fue como: «Bueno, yo tengo algo por ahí guardado que no acabo de sacar porque no me acaba de gustar las veces que he intentado producirlo con otra gente». Y fue así, empezamos a hablar, estos temas salieron adelante y yo me puse a escribir otras cosas. Supongo que me picó el gusanillo.
—De las siete, ¿cuántas tenía y cuántas surgieron?
—Las que hice con Daniel fueron dos. Esas eran maquetas que tenía ya desde hace tiempo, además. Y luego tengo que pensar… Básicamente dos antiguas y el resto nuevas.
—Lo emocionante del disco es que suena como si lo hubiese grabado al día siguiente de la anterior. ¿Es consciente de eso?
—Pues no lo sé, porque hay gente que me dice que la voz está diferente. No lo sé, no lo he escuchado de seguido y no lo he pensado, Pero supongo que… Es que no lo puedo decir yo: «Es que yo tengo un sonido único» (se ríe). Es verdad que Bart Davenport está ahí también. Y con Bart llevo trabajando mucho tiempo. Todas las canciones las he escrito yo. Todas las hago en casa. La mayoría están prácticamente definidas una vez que las he hecho en casa, en cuanto a arreglos y demás. Excepto “Morena del Apóstol”. Con “Morena del Apóstol”, yo tenía una base mucho más housera, quería hacer un rollo muy primitivo, muy house de los ochenta, pero se la di a Eugene, porque en una conversación que hablamos de hacer algo juntos le pareció que era algo muy interesante. ¿Quién es Eugene? Eugene Tamborine tiene un proyecto que se llama North Satellite. Eugene es de Nueva York. Y fue el disco que más escuché, según Spotify, en el 2024. Entonces nos conocíamos muy poco, pero hablábamos mucho en las redes y era una persona con la que tenía muchas cosas en común. Y hablamos de por qué no hacemos algo. Entonces, en vez de empezar desde cero, yo le pasé esta maqueta. Y él la adaptó a su rollo, un rollo como muy lo que llaman ahora Balearic. Luego están los dos temas que hizo, que produjo Daniel, que además los mezcló él. Otra canción es “Starlink“: me fui a grabar con Paco Loco, y Paco me ayudó a producir esa y otras tres, pero luego las mezcló Bart Davenport. Ahora trabaja en un estudio en Los Ángeles.
—El disco en general es una alegría: lo pongo sin parar. Una pregunta ya de fan del disco: ¿por qué escogió “Starlink” de single y no “Siempre”?
—Cuando ya tenía la maqueta, me di cuenta de que “Siempre” era un single, clarísimo. Lo quería dejar para cuando sacara el disco. Por cosas de la vida, al final salí primero con “Obstáculo” y luego salió “Morena del Apóstol”, porque me apetecía darle el empuje, y además ya venía el verano. Y luego pensé: «Voy a bajar el ritmo y me voy a ir con “Starlink”, porque no deja de ser un tema totalmente distinto tanto a lo que yo vengo haciendo como lo que había en el disco». Y me gustaba mucho la historia y era una historia que había pasado en verano y dije: pues “Starlink”. Ha sido como lo que llaman los guiris, el focus track de la salida del disco. Hay un término para todo (se ríe).
—Hábleme de “Siempre” y de su compromiso con la música pop.
—La música pop como yo la entiendo, porque no tiene nada que ver con el pop actual, yo creo. Ni para bien, ni para mal, pero es un concepto totalmente distinto al pop actual. Mi concepto de pop es un concepto muy clásico y muy FM de una época determinada, porque yo crecí escuchando la radio.
—En efecto, quizá el pop actual esté comprometido con ritmos latinos, con la urban music. Su pop es completamente de finales de los 70 y 80, ese rollo de Los Goonies, ¿no?
—Los Goonies es del 85. Pues ya estaría. Más que lo que dices de los ritmos latinos y demás, yo estaba pensando en las estrellas americanas tipo Taylor Swift y demás, que es lo que ahora se define como música pop. Y yo no lo concibo así. Para mí el pop es una cosa mucho más clásica, mucho más melódica, mucho más compleja, basada tanto en arreglos como en armonía y en cosas que pueden tener una repercusión menor y no necesariamente grande, como en el caso de estas artistas, que si no existe esa repercusión tan grande no existen. O sea, no hay un artista como Taylor Swift con tres mil oyentes en Spotify.
—En cuanto a temáticas, también son temáticas completamente pop. Se acaba el verano, el amor. En su voz y en su escritura suenan todas a verdad. No digo que parezca una chica de veinte años hablando de esto, pero me las creo todas. ¿De dónde saca esa frescura?
—No lo sé. Creo que son problemas que pueden pasarle a una chica de veinte años o a un chico de veinte años como a una persona de cuarenta y cinco, en líneas generales. Quizá conciba la música como un relato y una historia con un principio y un desenlace. Es cierto que yo me doy cuenta que tiendo a hacer dramones, y yo creo que es una carencia, porque a mí me gustaría hacer canciones. Tú dices: “Es un disco feliz”. Sí. Bueno, las letras no lo son. Las letras son un drama, pero porque soy incapaz. “Siempre” iba a ser una canción de amor casi fraternal, no de amor romántico. Y no ha sido así. Al final, siempre hay un drama de por medio, y soy incapaz… Alguna canción tendré con una historia más alegre (se ríe). Pero bueno, intento que las letras tengan una coherencia y que tengan una línea argumental. No es todo lo que me ha pasado a mí, que me pregunta mucha gente, pero bueno, pones un poco de experiencia, me baso un poco en lo que he leído.
—Un recurso que usted utiliza mucho y que no creo que se utilice tanto: el recitado. Es un recurso arriesgado y suele quedarle bien. Siento mucho ser tan fan (nos reímos).
—A veces suena ridículo. A veces lo he tenido que grabar en varias tomas, pero bueno, eso sí que es un ejercicio de estilo. Porque si piensas en cantantes de soul, tipo, yo que sé, Marvin Gaye o Al Green…
—O Barry White, ese hombre (nos reímos) que decía: «Ven aquí, morena», luego cantaba y dudo que la morena no fuese.
—Si tuviera las Santas Narices, yo rapearía, pero no rapearía como el trap, rapearía como super old school, como Grandmaster Flash o como Neil Tennant de los Pet Shop Boys. Me encantaría, pero me da un poquito de vergüenza. Alguna vez he hecho algo parecido, pero me da pudor.
—Le iba a preguntar si después de estos años, va a recuperar también los directos.
—Me lo está preguntando todo el mundo, pero no lo sé. No quiero decir que no, porque nunca digo que no a nada. No lo sé. Por ahora no. Es que no me da la vida. No sé ni cómo he hecho el disco, sinceramente, en cuanto a tiempo.
—Usted lleva diez años trabajando en la industria musical española. Si es que existe, esto sería otro tema. La pregunta: ¿es usted más benevolente con los músicos y músicas siendo usted misma una de ellos?
—Soy muy sincera. A veces soy muy quisquillosa y en mi oficina, como trabajo con gente joven, y tienen un… no sé cómo explicarlo, como un margen mucho menor de aceptación de queja, por decirlo suavemente, me llaman hater, porque muchas veces entran cosas y a lo mejor estoy estresada y grito: «Pero esto, ¿cómo le puede gustar a alguien?» y tal. Pero también hago muchas celebraciones con lo que me gusta. Son muchos años y hay gente que me dice que me he vuelto muy cínica sobre todo con la industria.
—¿Qué artistas te gustan y qué artistas no puede aguantar?
—A ver, estoy al día, pero tengo el disco duro muy lleno y no me acuerdo de muchas cosas. Hay un grupo que ha sacado un disco este año y me parece lo mejor que se ha hecho: Night Moves, me encanta. No quiero decir el nombre del género con el que lo denominan porque me da mucha rabia, pero hay mucha gente haciendo rock clásico, costa oeste y un poco más amplio. Este grupo lo hacen muy bien.
—Usted vuelve a la música pop de los 80, clásica, melódica. Creo que sin nostalgia, porque parece nueva, parece recién estrenada. Nosotros tenemos más o menos la misma edad, lo que pasa es que me parezco a su padre. ¿Cómo ve este retorno, o este eterno retorno, este encallarse en esa nostalgia que de pronto la gente de nuestra generación se ve yendo a ver a Oasis, por ejemplo, y no informándose o no dedicando tiempo a grupos nuevos. ¿Es usted nostálgica?
—A ver, vuelvo a decir, el disco duro está lleno. Entonces es normal que yo tenga menos espacio para cosas que suenan nuevas. Yo he oído cosas de no reguetón, e incluso de reguetón, que me han gustado. Hay cosas de reguetón que no me gustan. Siempre he tenido una aversión por los sonidos balcánicos o incluso los orientales, o sea, me cuesta un poco. Pero por ejemplo, en reguetón, Mike Towers me parece que hace cosas chulísimas. Luego hay gente joven que está haciendo cosas alucinantes. Hay gente joven de aquí, como por ejemplo el hijo de Jesús Trueba, Tristán!, que acaba de sacar un disco. No lo escuché entero, pero tiene un tema en italiano que me parece buenísimo. Italians Do It Better es un sello que está bien, que tiene un par de grupos que están bien, pero también hay gente que pone el plugin y que todo suena igual. No sé: hay que ir mucho mucho más allá, y lo que me parece es que hay mucha gente joven que no indaga, teniéndolo todo a la mano. Por ejemplo, el otro día vi a un grupo chulísimo de rollo funky, que hacía una versión de Earth, Wind & Fire, y decía: «Mis máximas referencias son Daft Punk», y dices: “Ayyy”. Hay que tener curiosidad. Es que empiezo y tiro del hilo y es que no paro y me llena, y te lo juro, me muero de emoción. Me sigo muriendo de emoción cuando escucho cosas nuevas: he descubierto a Boz Scaggs, que hace jazz, pero en los 80 o finales de los 70 hacía lo que llaman ahora jazz rock, y que no lo querría etiquetar, pero que me encanta.
—Lo que antes se conocía como la clase media en la industria musical, ahora ha desaparecido. ¿Cree que esto tiene solución o con el actual sistema no?
—Yo no lo creo. Y de hecho, por ejemplo, el hecho de que mucha gente me pregunte si se va a tocar mi disco en directo me enfada, porque pienso: «¿Concebir la música como música en directo?». Para mí la música era ir a bailar, la radio, estar en casa escuchando música. Son dos negocios, no es que sean diferentes, es que deberían estar siempre separados. Un manager que te saca bolos no debería ser tu manager que te enseñara a firmar un contrato editorial. Entonces, ¿por qué la gente asocia toda la música a la música en directo, a los festivales? No es donde disfruto la música, a mí no me gusta ir a conciertos. Voy a algo que me gusta mucho y hay algunas cosas que sí que disfruto. Quiero decir que parece que ahora sólo puedes vivir si estás preso y al servicio del negocio del directo, y es muy complicado. Y como no seas alguien que sea muy popular y tengas muchas escuchas en Spotify y muchos amigos en Instagram, no vas a ir a, por ejemplo, Bilbao y conseguir que vayan más de veinte personas, que ya es.
—Me acuerdo mucho de Harry Nilsson, que no tocó casi en directo porque odiaba tocar en directo. Un Harry Nilsson hoy día no podría existir. Alguien que profesionalmente solo hiciese álbumes sólo podría existir si fuese el hijo de la rica marquesa de Chinchón.
—La música es una cosa que hago en mi tiempo libre, y con el poco tiempo que tengo me gustaría hacer más cosas, pero no puedo, no me puedo ni plantear hacer un directo. Y yo soy una persona que me dedico a otra cosa, tengo un trabajo, soy totalmente una outsider en la música. Conozco poca gente como yo que no quiera tocar en directo, que solamente quiera producir música y ya está. No conozco a nadie, de hecho, yo creo, ahora mismo.
—Yo tampoco conozco a nadie: es que usted es única (se ríe). Fin de la entrevista.





Lleva toda la razón esta chica. La música de verdad, el disfrute y el hechizo de la música es en privado.