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Lo impensable, de Jamie B. Raskin

Lo impensable, de Jamie B. Raskin

El día 6 de enero de 2021 el Congresista Jaime B. Raskin acudía al Capitolio en Washington D.C para proceder a la certificación de los resultados electorales y la proclamación formal de Joe Biden como ganador de las elecciones presidenciales de 2020. Mientras se procedía al escrutinio, una turba alentada por el presidente Trump trató de interrumpir el proceso asaltando el Capitolio. Dos días antes, Raskin había enterrado a su hijo de 25 años Tommy Bloom Raskin. Lo impensable es una propuesta de concordia y esperanza, pero también de lucha frenética por la fraternidad y la verdad en defensa de los valores democráticos, además de una proclama de amor a su hijo.

Zenda adelanta el texto introductor al libro, firmado por Joaquín González Ibáñez.

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Jamie Raskin: los abismos de la pérdida, el amor y la imaginación de la esperanza

«La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose.»

JULIO CORTÁZAR

Existen ocasiones en la vida en las que uno se encuentra en la obligación moral de realizar una labor ineludible, algo que resultaba inimaginable días atrás y sobre todo algo que uno no desearía realizar nunca. Primo Levi escribió el prólogo a las memorias póstumas de un autor que nunca hubiera querido escribir. Decidió hacerlo motivado por la trascendencia histórica de la obra que conminaba a portar memoria en nombre de las víctimas e instar a la verdad y su defensa. Creo que jamás se me ocurrió pensar en un posible escenario que me condujera a escribir sobre la muerte del hijo de un amigo, envuelto además en la pesadumbre histórica y jurídica que se cernía en un momento político tan insólito y perturbador como el intento de toma del Congreso de Estados Unidos por una turba el 6 de enero de 2021.

Estas letras imprecisas, pero legitimadas por el amor a mi amigo son un intento de cumplir con mi responsabilidad y devoción por la familia Raskin, y también con la intención de compartir con el lector que este libro es una fuerza vital que traslada el optimismo que provoca la devoción y amor por Tommy Bloom Raskin, el hijo venerado que a la edad de 25 años se suicidó, lleno de vida y aspiraciones de justicia. Y, simultáneamente, son la fotografía de un país en un proceso trágico de exclusión y violencia, pero que puede convocar un espacio de oportunidad para la libertad y la justicia, si se luchan y defienden los valores de la humanidad y la democracia de la manera que concitó Jamie Raskin en el Senado de Estados Unidos en su calidad de responsable del segundo proceso de impeachment al Presidente Trump.

El gigante del compromiso y la solidaridad Jamie B. Raskin, quebrado por un trauma, nos porta consigo en su viaje de lucha, espoleado por su inteligencia, su amor y su sentido de responsabilidad y logra inspirarnos en este entorno de desvarío y tristeza, pero también de oportunidad para la esperanza.

La primera vez que supe de la existencia de Jamie Raskin fue en una circunstancia que estaba ilustrada por los mismos valores y principios del extraordinario relato contenido en este libro de memorias: el amor sin tregua por su familia y un hondo sentido de la democracia participativa que se realiza con la práctica ejemplar cotidiana.

En febrero de 2002 viajó a Madrid un grupo de profesores de American University – Washington College of Law (AU-WCL) y a la cabeza del grupo el decano de la Facultad Claudio Grossman —un gigante de los derechos humanos que luego se convertiría en un imprescindible maestro y en un amigo generoso—. Le acompañaban los profesores Anne Shalleck, Andrew Popper y Elliott Milstein. El propósito del viaje era la creación de un programa jurídico académico entre Estados Unidos y España, en el que luego tuve la oportunidad de trabajar con la profesora Macarena Sáez, quien se convertiría en otra amiga irremplazable.

Recuerdo que Elliot Milstein y Claudio Grossman me hablaron con devoción de Jamie Raskin. Percibí en sus comentarios una admiración humana e intelectual hacia él. Me explicaron que el profesor de Derecho Constitucional Jamie Raskin no había podido viajar a Madrid con el grupo. El motivo era una decisión adoptada por la familia Raskin en pleno: Jamie, su esposa Sarah y sus hijos Hannah, Tommy y Tabitha habían votado, en el contexto del trauma de los atentados del 11 de septiembre de 2001, que preferían por seguridad que el padre y esposo no viajara a Madrid: amor, compromiso, responsabilidad y una veraz práctica democrática.

Y fue dos años más tarde, en 2004, cuando la familia Raskin llegó a nuestras vidas. Durante el año sabático de Jamie, los cinco miembros de la familia Raskin se mudaron a París. Vinieron a Madrid a conocernos, a Iris, a mí y a nuestro hijo primogénito Gabriel y descubrimos a una familia generosa, genuina y vibrante. Luego con el transcurso de los años fui disfrutando de la amistad de Jamie, de las ausencias prolongadas, y de la alegría sosegada de disfrutar con el amigo en las oportunidades que nuestras vidas nos lo permitían y hacer del tiempo escaso un momento de calidad íntima humana. Jamie me ayudaba académicamente siempre que podía y revisaba alguno de mis textos jurídicos publicados en inglés. Le metí en un lío al pedirle que escribiéramos conjuntamente un artículo académico con un profesor de derecho islámico de Chicago sobre los principios de la democracia en un texto publicado en 2007 titulado The Arab Garden and Ground Zero (El jardín árabe y la Zona Cero). Jamie con maestría, actitud sosegada y competencia medió en este diálogo de imposibles, y nos permitió comprender los escenarios que abocarían a la Primavera Árabe cuatro años después por la ausencia de libertades, del Estado de derecho y de los principios mínimos de gobernanza política.

Descubrí a su lado, que fuera cual fuera su actividad académica intelectual, Jamie pensaba que las ideas podían contribuir a inducir cambios sociales de impacto, inspirados en una visión de justicia integral. Comprendí esa faceta vocacional de Jamie para la vida política, que le condujo con naturalidad a una carrera pública de senador del estado de Maryland y como cuenta en Lo impensable, de la mano de su «jefe de campaña» de 11 años, Tommy Bloom Raskin. Y si un niño de 11 años como Tommy podía tener la inteligencia y la visión para ser el mejor asesor político de su padre, al leer las muchas anécdotas y conversaciones entre padre e hijo, a veces su hilaridad e inteligencia me hacían recordar a Sancho y Quijote, aunque nunca quedaba definido con claridad quién era Sancho y quién Quijote.

Jamie Raskin me mostró en qué consiste ser una persona que tiene ideales, capacidad, y una fuerza inagotable para luchar por ellos. Y, además, ser y vivir como un intelectual, solidario, humilde y, también, abrumador. Todavía sigo sonriéndome por mi sorpresa y maravilla cuando me contó una de las actividades de las campañas para la Asamblea de Maryland. El acto político consistía en una jornada educativa en un High School (instituto de bachillerato): el «mitin electoral» consistía en varias rondas de 20 partidas de ajedrez simultáneas con alumnos y profesores y en las que Jamie no perdió ninguna vez, y siempre concentrado y sonriendo saludaba con un «¡Gracias por apoyar mi campaña!».

Jamie representa una imagen sui generis del ilustrado intelectual del nuevo mundo, de un mejor mundo a mis ojos. El ilustrado jurista, pianista, curioso natural, lector y con la vocación febril de disfrutar y compartir su humanidad: un ilustrado vocacional.

En Europa pensamos en la Ilustración y creemos que fue un producto genuino y exclusivo europeo. Y, sin embargo, el primer lugar en el planeta donde se aplicaron estas ideas liberales fue en la Revolución americana de 1776. Luego, veintitrés años después se materializaron en Europa en la Revolución francesa y sus diversas etapas. Y casi noventa años más tarde, como parte de esa misma revolución ilustrada, en la III República francesa se materializaron los anhelos más importantes como el derecho a la educación gratuita y obligatoria. Jamie pareciera que fuera el legatario y promotor de la Ilustración, que él define como el compromiso con la verdad y la libertad, que son los pilares estructurales de la democracia. La contradicción de la experiencia americana y la Ilustración es la paradoja de un esfuerzo intelectual para combinar un sentido de justicia, igualdad y libertad, con la distopía del racismo y el supremacismo blanco en Estados Unidos. El propio redactor de la Declaración de Independencia, Jefferson, era propietario de esclavos, e incluso vendió a los hijos fruto de una relación con Sally Hemings, una esclava de Monticello, su hacienda ilustrada (de esclavos) que imitaba a las villas de Palladio en Vicenza. Monticello fue diseñada y construida por Jefferson, y su estancia principal aparece presidida por el busto de Condorcet, flanqueado por las esculturas de Voltaire y Rousseau.

De Jamie, junto con su generosidad y alegría, aprendí y he tratado de imitar la manera de confrontar ideas y de afrontar los conflictos, siempre esforzándose por comprender y superarlos con respeto al adversario, mano tendida y muestras de humanidad empática. Recuerdo que con cierta ingenuidad le compartí un texto del periodista de The New York Times, Thomas L. Friedman, titulado «Medal of Honor», en el que se refería a la injusticia del fallo del Tribunal Supremo presidido por el magistrado Rehnquist, que de manera partidista había entregado las elecciones del año 2000 al candidato George W. Bush. Al Gore de una manera generosa y como hombre de Estado había concedido en su discurso de aceptación la victoria del oponente (Concession Speech). Y Jamie me dijo con una sonrisa: «¡No. Es injusto, y no debe permitirse que esto ocurra y hay que lucharlo, pues los principios del Estado de derecho han sido desautorizados y anulados por la sentencia del Tribunal Rehnquist!».

Desconocía que Jamie en ese breve espacio de tiempo entre la sentencia y nuestra conversación ya tenía pergeñado su libro Overruling Democray: The Supreme Court against the American People (La negación de la democracia: el Tribunal Supremo contra el pueblo estadounidense) en el que esgrime con solventes y apasionados argumentos de Derecho Constitucional la ilegitimidad e ilegalidad del mandato Bush-Cheney.

En 2008 gracias a una beca Fulbright nos trasladamos la familia al completo a vivir a Washington D.C, y trabajé en un programa de investigación sobre el sistema de torturas creado en Abu Ghraib y Guantánamo. Jamie nos ayudó con varias cuestiones logísticas, entre ellas la de encontrar un colegio para Gabriel y Daniela. Se inscribieron en el mismo que habían estudiado sus hijos Tommy, Hannah y Tabitha. Me maravilló cómo los profesores de la Escuela Infantil Child Developmente Center de American University eran, literalmente, fans de Jamie: adoraban a Jamie; le pedían consejo y ayuda para múltiples cuestiones del centro, pero también de sus respectivos proyectos personales y profesionales. Nos invitaron Sarah y Jamie a celebrar el día de Acción de Gracias (Thanks Giving) con la familia Raskin en casa de su hermana Erika en Charlottesville, Virginia. Conocí allí a su padre Markus Raskin, y no pude dejar de pensar en Orlando Letelier, a quien Marcus acogió en el centro de pensamiento Institute for Policy Analysis de Washington fundado en los años 60, y que tiempo después sería asesinado por orden de Pinochet. Más tarde otro gigante a quien admiro, Joan Garcés, pasó un tiempo realizando una estancia de investigación en el mismo centro y pude conversar años después con él sobre Markus y Jamie Raskin y su activismo social. Y transcurrió el tiempo, los viajes, visitas y tiempo limitado de calidad, y llamadas de teléfono discontinuas y la alegría de saber que Jamie había sido elegido en noviembre de 2017 miembro de la Cámara de Representantes de Estados Unidos.

Luego, llegó la pandemia de la COVID y el confinamiento. La última vez que hablé por teléfono con Jamie fue en septiembre de 2020; Jamie me contó lleno de orgullo y alegría que Tommy estaba cursando el segundo año en la Facultad de Derecho de Harvard y que era asistente del curso que impartía el profesor Michael Sandel.

Poco tiempo después se produjo la noticia devastadora. La llamada pavorosa e inesperada de la noticia luctuosa. El día 3 de enero de 2021 Macarena me llamó para saber si conocía la tragedia. Tommy se había suicidado en la madrugada del 31 de diciembre. Y quedamos aturdidos, sumergidos en una «Zona Cero», un lugar emocional sin resortes a los que habían sido arrojados nuestros amigos Sarah y Jamie, y sus hijas Hannah y Tabitha, y toda su familia y sus amigos. Sentí desasosiego y dolor al pensar en la expresión alemana Stunde Nulle, la «Hora Cero», porque en ese momento el tiempo se detiene, y el dolor provoca desorientación de tu realidad, pues desaparece repentinamente tu universo y sus premisas y lo demás se torna innecesario y también invivible. Y la búsqueda de los inicios, la «Hora Cero», comienza cuando uno asume y comprende la tragedia y la nueva realidad. Y decide asumir que el trascurso del tiempo puede reanudarse, pero sin el ser querido.

Debido a las restricciones de viaje por la pandemia, hasta agosto de 2021 no pudimos viajar a Washington y abrazar a nuestros amigos. Recuerdo que estaba nervioso e inseguro esperando encontrar a Jamie. Nos invitó a su despacho en el edificio Rayburn del Capitolio. Me sentía vulnerable porque al abrazarle no sabría cómo trasladarle nuestro dolor, empatía y amistad para él, Sarah y sus hijas, sin romper a llorar de una manera desconsolada. Su asistente nos había guiado a su despacho y mientras esperábamos les mostré a mis hijos algunas de las cartas enmarcadas en cuadros colgados en la pared, cartas que los electores de Takoma Park habían enviado a su representante. Entre los muchos dibujos, fotografías de familia y notas había una tela con un texto tricotado que conocía de boca de Jamie, pero que me pareció perfecto para instruir a mis hijos. Era Jamie al 100%.

Jamie había participado como responsable en la Asamblea del Estado de Maryland en Baltimore en la aprobación de leyes estatales sobre la abolición de la pena de muerte, la despenalización del aborto, el uso terapéutico de la marihuana y el matrimonio del mismo sexo. En marzo de 2006, en la sesión en la Asamblea de Maryland en Baltimore sobre la propuesta de Enmienda Constitucional que prohibía el matrimonio homosexual, se solicitó el testimonio de Jamie Raskin en su condición de profesor de Derecho Constitucional y ponente de la reforma. Al concluir su testimonio, la senadora republicana Nancy Jacobs replicó: «Sr. Raskin, mi Biblia dice que el matrimonio es sólo entre un hombre y una mujer. ¿Qué tiene que decir al respecto?»

Jamie respondió con la frase que aparecía bordada en el cuadro de su despacho en Capitol Hill: «Senadora, cuando juró su cargo, puso su mano sobre la Biblia y juró defender la Constitución. Usted no puso su mano sobre la Constitución y juró defender la Biblia» («Senator, when you took your oath of office, you placed your hand on the Bible and swore to uphold the Constitution. You did not place your hand on the Constitution and swear to uphold the Bible»).

Años después, tras su primer año en la Cámara de Representantes fue criticado por su discurso radical democrático y le sugirieron que para tener futuro en la política nacional del Partido Demócrata virase hacia el centro y dejara de lado lo que algunos percibían como posturas extremistas sobre igualdad, migración, y derechos de las personas homosexuales. Frente a estas insinuaciones despectivas sobre sus ideales y sermones sobre su idóneo futuro político, Jamie respondió en una entrevista en el año 2018 en el diario británico The Guardian:

«Mi ambición no es estar en el centro político, que se mueve con el viento. Mi ambición es estar en el centro moral y por eso me llamo progresista» («It’s not my ambition to be in the political centre, which blows around with the wind. It’s my ambition to be in the moral centre and that’s why I call myself a progressive»).

En una ocasión Jamie me presentó en Washington a su mejor amigo de la Universidad, Michael Anderson. Era tan jovial e ingenioso como Jamie; tras estrechar su mano, hizo un gesto en tono burlón con el dedo índice apuntando a Jamie y dijo: «I made him!»: «¡Yo lo creé! (a este tipo excepcional)». Y ahora con el dolor y la inspiración con la que te envuelve el libro Lo impensable, me he dado cuenta de que ha sido Jamie, con su humanidad expansiva y su amistad, quien nos ha creado, moldeado como mejores personas a todos los afortunados que hemos pasado a su lado. Y todos tenemos un sentimiento de gratitud y veneración por alguien excepcionalmente íntegro, solidario e inabarcable. Este libro es un destello de esperanza, ingenio y profundo amor por la vida.

Parafraseando a su admirado Martin Luther King, la familia Raskin debe saber que la pérdida de Tommy y el legado de amor y todo el dolor narrado en este libro no han sido en vano, pues muchas personas han abrazado y descubierto una nueva esperanza formulada en sus anhelos colmados de inteligencia y humanidad. Como la hermosa canción de Jorge Drexler, Jamie Raskin proclama que «el amor es el plan maestro». Probablemente Jamie no conoce a Antonio Machado, pero este libro es un manifiesto irracional de amor, de esperanza y de lucha frenética por los principios de fraternidad y solidaridad común que nos dan la mano para unirnos al espacio de lucha por la concordia y los valores democráticos. Jamie haría suyo los versos de Machado:

«Hoy es siempre todavía. Toda la vida es ahora». ¡Gracias Jamie!

                                   Joaquín González Ibáñez

Madrid, 8 de noviembre de 2022

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Autora: Jamie B. Raskin. Traductora: Rosa María Bautista Cordero. TítuloLo impensable. Editorial: Fundación Berg Oceana Aufklarung. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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