Armas bajo el altar: Clérigos homicidas en España (1870–1929) es la sexta entrega de la serie de investigación histórica sobre Clérigos homicidas, con la que sus autores enriquecen la galería de personajes manchados de sangre que pertenecían a la sacrosanta institución eclesiástica.
En este making of Salvador Daza y María Regla Prieto relatan la gestación de esta sexta entrega de Clérigos homicidas (Espuela de Plata).
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Hace unos treinta años, llegó casualmente a nuestras manos un libro, las Cartas de España, de José María Blanco White. En él se mencionaba un atroz asesinato: en 1774, una joven fue apuñalada hasta la muerte por un fraile carmelita descalzo en la ciudad de Sanlúcar de Barrameda, en la misma puerta de su iglesia, tras la misa del domingo, y en presencia de su madre. Este terrible acontecimiento conmocionó a la sociedad de su época y Blanco lo recogió como ejemplo de la arbitrariedad de la justicia durante el reinado de Carlos III, pues muchos clérigos que cometieron crímenes cruentos, protegidos y amparados por la Iglesia, se libraron del castigo estipulado por la ley. A nosotros esta lectura nos sobrecogió sobremanera, además de por el hecho en sí, porque vivíamos en la ciudad gaditana citada y —según las indicaciones de Blanco White— en la misma casa de la víctima.
Como apuntamos al principio, llevamos ya treinta años con esta fascinante investigación y esta ha dado como resultado dos monografías, publicadas por la Universidad de Sevilla, Proceso criminal contra fray Pablo de San Benito en Sanlúcar de Barrameda (1774) y Proceso criminal contra fray Alonso Díaz (1714), además de otros cuatro volúmenes, publicados por la Editorial Renacimiento, De la santidad al crimen, Lucifer con hábito y sotana, Sangre en la sotana y este que nos ocupa, Armas bajo el altar, libros en los que se dan a conocer más de doscientos casos de delitos de sangre cometidos por miembros del clero español desde el siglo XVI al XX, en España y en la América colonial, y la reacción de la sociedad de las distintas épocas ante estos delitos atroces.
En Armas bajo el altar nos situamos en un periodo temporal que va de 1870 a 1927. En este volumen, en principio, nos dedicamos a los feroces curas carlistas que abandonaron su misión pastoral para combatir a sangre y fuego al liberalismo, y que, con su crueldad, aterrorizaron todo el territorio español. Una galería de hombres de Dios, de nefasta memoria, en los que se aunaba el fanatismo y la violencia. En un segundo apartado, de título bastante explícito: “Un ser que inspira profunda compasión: el cura”, recogemos el interesante el debate que se produjo en esa época, en la que empezaron a despuntar los estudios de psiquiatría, entre los juristas y los mentalistas ante los delincuentes, a los que intentaban que se tratasen como enfermos y no como criminales. En el caso de los clérigos que cometían delitos de sangre, la cuestión se volvió bastante peliaguda. Ya despojados, en teoría, al menos, de la protección del fuero privilegiado desde 1868, los eclesiásticos recurrieron con bastante frecuencia a esta nueva manera de escabullirse de la justicia, haciéndose pasar por dementes. Aunque, si eso no funcionaba, siempre les quedaba la excomunión con la que los obispos amenazaban a los jueces que juzgaban a sus súbditos y los indultos reales que aparecían a última hora cuando la sentencia era condenatoria para el cura en cuestión.
En el siguiente apartado, titulado “Que no te mire un cura”, ponemos la lupa en el ser que más ha sufrido la violencia ejercida por estos hombres “ungidos por Dios”: la mujer. Esta frase, que puede provocar cierta sorna, encierra una realidad absolutamente desoladora y terrible, pues cualquier mujer, si era el objeto del deseo libidinoso del presbítero, estaba ciertamente condenada. No podemos olvidar que la mujer carecía de derechos fundamentales en estas épocas de la historia. Así pues, solían ser víctimas de la lascivia del cura, y, a la vez, del rechazo social por ello; también, de la ira y violencia del sacerdote y, en muchas ocasiones, si había habido embarazo y no habían funcionado los remedios abortivos, seguía el infanticidio, del que siempre se consideraba cómplice a la mujer. Como un homenaje a esas desgraciadas víctimas femeninas, decidimos darles visibilidad y poner sus nombres al frente de los capítulos en los que se detallan sus casos.
En la segunda parte de Armas bajo el altar, titulada “Hombres venerados como dioses”, comprobamos cómo la justicia se mostró muy remisa a condenar a muerte a ningún sacerdote. Pero lo que podría parecer un avance hacia una justicia compasiva con el delincuente no lo era, pues mientras los hombres de la Iglesia se beneficiaban de esa aparente magnanimidad, se seguían llevando a cabo gran cantidad de ejecuciones en el cadalso o en el garrote vil de ciudadanos que no contaban con el escudo protector de la religión. En esta parte vemos también cómo funcionaron los jurados populares, creados en estos mismos años, y la postura de la prensa, que ha sido y es un excelente medidor social y un impagable espejo de la tensión y el discurrir de la vida política y social.
Nuestra serie sobre Clérigos homicidas analiza y estudia, ante todo, la lucha, las dificultades y las trabas que ha habido que solventar a lo largo de los siglos para conseguir la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. En muchos lugares del mundo se batalla aún para ello y, en estos momentos, bastantes de esos derechos que creíamos conseguidos para siempre se tambalean peligrosamente. Pero también hay que resaltar que siempre hubo hombres y mujeres valientes y visionarios, a los que también, junto a las víctimas, destacamos en nuestra obra, que se afanaron para que dejara de ser una utopía un mundo —citando a Rosa Luxemburgo— donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres. A esos hombres y mujeres va dedicado nuestro nuevo libro, Armas bajo el altar.
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Autores: Salvador Daza y María Prieto. Título: Armas bajo el altar: Clérigos homicidas en España (1870-1927). Editorial: Espuela de Plata. Venta: Todos tus libros.
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