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Los cuatro planetas del sistema Milena Jerenská

Los cuatro planetas del sistema Milena Jerenská

Nos podemos plantear este 2024 de tres formas diferentes: admitiendo que nuestro mundo se está volviendo ciertamente kafkiano, sintiéndonos kafkosos en este su Centenario, o de la forma tan necesaria y original como lo ha encarado Monika Zgustova escribiendo esta novela magnífica que se zambulle en la vida y la escritura de la persona más importante en la vida del gran escritor checo.

Lo primero de lo que se da uno cuenta cuando empieza a transitar por Soy Milena de Praga (Galaxia Gutenberg) es la habilidad con la que la autora reconstruye mundos intelectuales y ambientes urbanos con una riqueza de detalles que no altera en absoluto la espontaneidad aparente, es decir, la economía de su escritura. Y digo aparente porque Zgustova (tendremos que subrayarlo) logra lo que muy pocos narradores consiguen: la difícil sencillez, la naturalidad trabajada sin piedad, sin tópicos, sin condescendencias. La verdad desnuda, solo la verdad, en crudo, como se la observaba Milena a su interlocutor cuando conversaba con Kafka.

"La estructura de Soy Milena de Praga, pues, es cuatripartita, aunque Milena es el centro gravitatorio de la novela y los demás, satélites que nos ayudan a entender en toda su riqueza a una personalidad histórica única"

La prueba es la estructura perfecta con la que ha organizado el material biográfico de Milena Jerenská: un primer capítulo (“La extranjera”) en el que Milena gravita, para su desgracia, en torno a la figura vigorosa de su marido Ernst Polak, crítico acerado, en la ciudad de Viena; un segundo (“La traductora”) en el que se relata la iluminación que significó para la escritora el descubrimiento del relato “El fogonero” de Kafka, su trabajo con la lengua checa, su recuperación y reinvención espiritual a través de las narraciones de su corresponsal incendiado, al que va traduciendo, y que le sirven para trascender su existencia eclipsada, y sus encuentros y conversaciones milagrosas con el milagroso Kafka, al que quizás se idealiza un pelín demasiado, y que se convierte en el anverso del lúgubre y cruel Polak; un tercero (“La periodista”) que gira en torno al regreso a Praga y el matrimonio con el arquitecto Jaromír Krejcar y una última (“La prisionera”) que se centra en su actividad en la Resistencia antinazi y su posterior cautiverio y muerte en el campo de Ravensbrück, junto a Margarete Buber-Neumann.

Esta última amante milenia, su futura biógrafa, merece un comentario aparte, porque su historia es la de los infortunados alemanes y austríacos partidarios de la Komintern que cayeron en las purgas enloquecidas. Tras regresar convocados a Moscú, fueron triturados por Stalin, enviados a campos de trabajo de Siberia o Kazajstán, y luego fatalmente repatriados, es decir, entregados de pies y manos a las autoridades nazis, en virtud del pacto germano-soviético suscrito por Ribbentrop y Molotov en 1939. La historia de los doblemente parias a quienes todos se negaban a creer por el deseo de mantener intacta la fe en la URSS.

"Milena ve en Kafka a un hombre puro, luminoso, casi un niño, capaz de atravesar espíritus con la mera observación de una mirada o un gesto, una criatura terriblemente vulnerable que ha llegado más lejos que nadie en su breve lucidez"

La estructura de Soy Milena de Praga, pues, es cuatripartita, aunque Milena es el centro gravitatorio de la novela y los demás, satélites que nos ayudan a entender en toda su riqueza a una personalidad histórica única. El libro me ha recordado, tanto por el tema o el fondo como por la forma, dos libros recientes. Uno, una biografía, publicada por Tusquets hace tres años: Dora y Walter Benjamin, de Eva Weissweiler, traducido por Lorena Silos y otro, el segundo, una novela de 2023 publicada en la misma colección que Soy Milena de Praga, y que explora los mismos años, heroicidades y problemas parecidos: Maddi y las fronteras, de Edurne Portela, y además con un tono contenido muy similar.

El Walter Benjamin que rescató Weissweiler se parece mucho a este Ernst Polak sibilino, magnético e inhumano. Tanto Benjamin como Polak, humanísticamente brillantes e irresistibles considerados como cerebros pensantes, fueron tremendamente torpes en sus vidas personales. Llama la atención. En cambio, Milena ve en Kafka a un hombre puro, luminoso, casi un niño, capaz de atravesar espíritus con la mera observación de una mirada o un gesto, una criatura terriblemente vulnerable que ha llegado más lejos que nadie en su breve lucidez. Pasma la facilidad (aparente) con la que Zgustova consigue narrar esta historia de amor tan intensa, tan poblada de palabras desesperadas, sin caer en ningún momento en ningún tipo de exceso o estridencia.

"Milena, abandonada en Praga junto a su hija, fue una intelectual más de las que pasaron del entusiasmo a la decepción respecto al comunismo soviético"

Tras un breve esplendor laboral en la capital checa, Milena empezó a oscurecerse, como la Humanidad occidental entera, a mediados de los años 30, cuando se cayó estando embarazada durante una excursión campestre, se lesionó la rodilla, tuvo un parto difícil, se enganchó a la morfina para sobrevivir, su prosa se ensombreció, su marido (tampoco un hombre de fiar) le contagió una enfermedad venérea y se marchó a la URSS en 1934, entrampado en intrigas comunistas. Milena, abandonada en Praga junto a su hija, fue una intelectual más de las que pasaron del entusiasmo a la decepción respecto al comunismo soviético.

En 1939, a las puertas de la invasión nazi, Milena ya era una persona baqueteada por las dificultades, que ya no podía andar sin su bastón. Y, sin embargo, conservaba toda la elegancia y la mundanidad que había adquirido en la Viena decadentista. En su casa, las familias judías se escondían a la espera de poder adquirir un visado y escapar de los nazis. Conservaba incluso la amistad con Polak, que había tenido que huir del antisemitismo vienés, y a quien ayudó a escapar a Inglaterra. Lo que Greta en Ravensbrück no pudo entender es por qué no escapó entonces, conociendo como conocía Milena las redes clandestinas hacia Londres o Estados Unidos, por mucho que se lo explicara. Sencillamente se quedó por coherencia, para plantar cara al invasor, para mantener viva la Resistencia tanto tiempo como le fuera posible.

"Antes de que la encerraran para matarla, Milena había conseguido su objetivo vital principal: escribir columnas sobre pensamiento y política"

Así es como recoge su final el libro: “Milena murió el 17 de mayo de 1944. Permaneció varios días en un sencillo ataúd sin caja, con flores a su cabecera. Sus amigas más íntimas de Ravensbrück acudían a despedirse de ella. Luego las autoridades arrojaron su cadáver al horno crematorio y esparcieron sus cenizas, como las de muchas otras, según el reglamento, en el lago Schwedtsee”. Pero antes de que la encerraran para matarla, Milena había conseguido su objetivo vital principal: escribir columnas sobre pensamiento y política, y no sólo textos relegados a las secciones femeninas de los periódicos.

Civilización, emotividad, libertad, responsabilidad y la quiebra moral del nazismo. Sexualidades complejas, admitidas y trabajadas como artesanías sin las alharacas de hoy. Excelentes libros que recuperan voces olvidadas y círculos que se llevó el viento del tiempo, como las tertulias de café a las que acudían personajes clave como Hermann Broch o Robert Musil, y que tuvieron una gran importancia (para bien y para mal) en la formación de Milena, meticulosamente reconstruida por una novelista que está en plena forma.

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Autora: Monika Zgustova. Título: Soy Milena de Praga. Editorial: Galaxia Gutenberg. Venta: Todos tus libros.

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