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Los pájaros que guardan la memoria

Los pájaros que guardan la memoria

La poesía es esa estación solitaria en la que, mientras esperas algo que no sabes si va a llegar, miras hacia tu propia profundidad y logras reencontrarte con aquellos que ya no viven del mismo modo, que ahora forman parte de tu ser. Quevedo defendió en su día que el amor es una dimensión más allá de la muerte, lo único que puede salvarnos de ella, además de la literatura. Porque en la literatura, y más aún en la poesía, continúan respirando quienes se marcharon, dialogando con nuestra alma.

El nuevo poemario de Jorge de Arco incide en esta idea, erigiéndose no solo como un homenaje a su madre, “cielo en la tierra”, sino también como una reflexión acerca de la muerte, de la memoria y el desamparo, de las raíces y del lugar de uno mismo en el mundo, cuando esas raíces son arrancadas. Es una obra dura, como todas aquellas que florecen del dolor, pero no por ello exenta de belleza; al contrario.

"Especialmente estremecedor es el poema en el que recuerda ese tránsito físico de la vida a la muerte, cuando se ve obligado a elegir un ataúd"

Después de ti (Balduque, 2023) se divide en tres secciones. La primera es la más atada a la realidad, en la que rememora los acontecimientos en torno a la muerte, una muerte prevista y, no obstante, inconcebible, que convierte al hijo huérfano en un espacio vacío: “y soy abismo, aciago mirto. / Porque avistar tu muerte / no / fue suficiente para hacerle hueco”. Una muerte que sí parecía asumida por la madre: “tus ojos, / sin hambre y sin mañana me decían, / muy en silencio, / que fuera yo quien te cerrase / la herida más hermosa / y última de tus párpados”. Brota una perplejidad natural —“que no es más que asombro, / condena”— y se actualiza el tópico latino del Ubi sunt cuando la voz lírica se pregunta: “¿Adónde fueron tus canciones, / a dónde / la pulpa de tu sol, / la yema de tu aliento?”.

Especialmente estremecedor es el poema en el que recuerda ese tránsito físico de la vida a la muerte, cuando se ve obligado a elegir un ataúd: “mientras mi madre / iba perdiendo / su semblante penúltimo, / y su humano azafrán se convertía en mármol, / en un cuerpo de luna negra y fría”. O aquel otro en que los nietos, “hijos para siempre de tu orfandad”, deben despedirse de su abuela. La ausencia de la madre —“la larga cabellera / que nos despeina”— supone el final de la luz: “cuando amanece, no es de mañana”. Por ello, el hijo se resiste a esa muerte y sigue invocándola, como a aquel “compañero del alma” hernandiano, para hablar de tantas cosas: “No, madre, no te vayas. / Hablemos de la vida, / de su mortal rencor, / del péndulo que arranca los olvidos / de esa mudanza frágil que es la dicha”.

"Al final, el poeta busca lo que permanece, la parte espiritual que no muere"

La segunda sección de la obra se aleja más de la cruel realidad para rememorar esa luz perdida que convierte la historia de la voz poética en “hueco oscuro”. La emoción predominante es la del desamparo, la de la soledad en medio del mundo, que hace que el poeta se contemple a sí mismo como una figura ajena —“alguien que me recuerda / a mí”— que no comprende lo que está sucediendo. Hay dos símbolos recurrentes: la playa y los pájaros. El primero siempre se relaciona con la madre, que “nunca le tuvo miedo al mar”, donde, “como una niña, mojaba / sus manos y sus pies”. Por eso, el poeta ve reflejada la ausencia en esta parte de la naturaleza: “vengo a decirte, madre / qué triste está la orilla sin tus ojos, / qué oscura está la playa con tu hueco”. Por otra parte, el pájaro simboliza la alegría de la juventud —“Cientos de pájaros / quisieron amparar mi juventud”—, un tiempo en el que la luz de la madre existía. Por eso, es un pájaro que vive aún dentro del poeta el que “guarda todavía aquella canción nuestra, / y cuida tu memoria entre sus plumas”.

Al final, el poeta busca lo que permanece, la parte espiritual que no muere: “trato de alzar aún / la tierra, / también el corazón. / Lo que nunca de ti será ceniza”, “un lugar muy cercano / a lo que en tanta muerte vive después de ti”. La tercera sección, compuesta de un solo poema, dibuja el presente como una barca a la deriva en la que viaja la voz lírica con un solo rumbo: “el sol de tu memoria”. Halla así la luz perdida en el recuerdo, que sí permanece: “contigo, madre, eternamente”.

Nos encontramos ante una obra de realidad despiadada, pero plagada también de ternura y de música, de pájaros que guardan la memoria. La poética de Jorge de Arco, con esa fragilidad melancólica desbordante y tan elaborada, centrada en la metáfora y en la luz —porque es posible hablar de luz en poesía—, alcanza en este libro las más altas cotas de lirismo y emoción, para llegar, quizá, a ese otro mundo en el que la muerte jamás podrá entrar.

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Autor: Jorge de Arco. Título: Después de ti. Editorial: Balduque. Venta: Todostuslibros

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