Foto de portada: Marco Mas
Con su primera novela, Comerás flores (Libros del Asteroide), una historia sobre el maltrato psicológico y el duelo, la escritora gallega Lucía Solla Sobral ha conquistado a crítica y lectores, va por la decimotercera edición —más de 25.000 ejemplares vendidos— y todo apunta a que será uno de los libros de estas navidades.
Comerás flores cuenta la historia de Marina, una veinteañera recién graduada que se enamora de Jaime, un hombre de 45 años que irrumpe en su vida colmándola de atenciones y planes. Deslumbrada por su vida adulta y su capacidad de seducción, la protagonista se va sumergiendo poco a poco en su mundo y olvidando quién es ella. A través de una sugerente, poética y visceral voz narrativa en primera persona, la novela desgrana los enrevesados mecanismos de la violencia que no se ve, la que combina los halagos con los silencios deliberados, la que aísla poco a poco a la víctima de su entorno y se aprovecha de su lado más vulnerable desde “el disfraz del amor”.
“Marina está cegada por una idea de amor romántico que nos enseñan y que tenemos referenciada en la cultura, el entretenimiento y la familia”, sostiene la autora. “Para ella ese amor es un objetivo y la solución a sus problemas, pero ni el amor ni nada es la solución a tus problemas, salvo que te los trabajes tú misma y vayas recolocándolos”.
Personalmente dice creer en un amor “romántico” construido desde “la igualdad, los límites y la comunicación” pero al mismo tiempo está convencida de que la jerarquía de vínculos que pone ese amor por encima de todo no tiene por qué ser así. “A veces puede que lo más alto sean tus amigas o tu madre”.
La necesidad de escribir esta novela surgió después de leer La casa de los sueños, de Carmen María Machado, un libro que habla de maltrato entre dos mujeres y que le dejó pensando sobre las violencias menos obvias y más allá de lo físico. “En los medios nos enseñan el número de asesinadas, las palizas, las amenazas, pero de todo lo previo a la violencia física, de la psicológica, se habla muy poco y me pareció un reto importante abordarlo”. Solla escribió dos párrafos y los dejó en un archivo aparcados hasta que un año después rescató ese texto para un taller literario con la escritora Marta Jiménez Serrano, que vio que en ese bosquejo había una novela y le ayudó a “tirar de los hilos”. Sobre la autora de Los nombres propios dice que le ha influido mucho en lo literario y también en entender el mundo editorial, en tener paciencia y asumir que “puedes escribir un buen libro y que no funcione o que hay libros más o menos regulares y que funcionan”.
A la hora de crear, a Marina lo que más le ayudó fue sentarse a hablar con sus amigas de comportamientos de maltrato y tóxicos que habían vivido ellas mismas y que habían pasado por alto, por normalizarlos o por vergüenza. “Nos pasa mucho más de lo que parece que se dice que nos puede pasar siendo feministas o siendo veinteañeras o cuarentañeras, en realidad da igual la edad y la clase, no hay un perfil de víctima, cualquiera puede serlo porque todos tenemos momentos vulnerables“.
Desde que la novela se publicó en septiembre, Solla percibió que algo estaba pasando con ella. Dice que al principio estaba “algo disociada” pero ahora comienza a disfrutarlo y a agradecer los mensajes que recibe de mujeres que atravesaron situaciones similares a la de Marina y que a raíz de leer la novela, “se perdonaron y entendieron que no había sido culpa de ellas”.



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