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Ana Martínez Muñoz: «Aunque la novela tiene pasajes duros, la realidad no se queda atrás»

Ana Martínez Muñoz: «Aunque la novela tiene pasajes duros, la realidad no se queda atrás»

Que vea la luz un proyecto en el que se ha invertido la máxima ilusión e incontables horas de trabajo solitario, en ocasiones angustioso, es el anhelo supremo de todo creador. Y si se trata de un principiante que todavía no ha pisado la palestra, un sueño practicamente imposible. Un sueño convertido en realidad para Ana Martínez Muñoz (1982) cuya primera novela, Valencia Roja ha sido publicada por Alfaguara, además de vender sus derechos a Francia en Italia. Martínez Muñoz inventa historia desde pequeña, aunque fue su otra pasión, la informática, por la que optó profesionalmente. Trabajó en el Instituto de Economía Internacional de la Universidad de Valencia y, tras aprobar las oposiciones para el área TIC de un ayuntamiento, decidió embarcarse en su primer proyecto literario, un thriller ambientado en su ciudad con el trasfondo de la pornografía. Martínez Muñoz ha compuesto un relato limpio, diáfano, de capítulos cortos y ritmo vivo, que aborda un tema escabroso con tacto y sin moralinas. Bukkakes, gagging, glory hole, pole dance, fiestas blancas Los términos propios del argot porno que salpican las páginas acreditan su inmersión en un mundo sórdido que mueve miles millones en todo el mundo.

En vísperas del primer festival de cine porno que se anuncia en Valencia, bajo el polémico lema «el porno es cultura», el cadáver de su promotor, Miguel Murillo, también conocido como Mike Moore, aparece en El Casino del Americano, un palacete ruinoso en la zona norte de la ciudad con una grotesca puesta en escena. Nela Ferrer, una inspectora que acaba de regresar de Madrid escapando de una relación traumática, se encarga del caso. Distintos barrios de la capital del Turia son los escenarios de la búsqueda que emprende Ferrer de unos asesinos a los que deberá enfrentarse mental y fisicamente, al tiempo que salda cuentas pendientes con su pasado.

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—¿Qué impresión te causa ver tu nombre en la misma colección en la que aparecen los de Alicia Giménez Bartlett, Rosa Montero o Benjamin Black?

—La verdad es que impresiona mucho. Alfaguara es una excelente editorial que cuenta con un catálogo magnífico. Nunca imaginé poder encontrarme entre esos nombres, y aún hoy me cuesta hacerme a la idea.

—¿Por que has preferido debutar con una novela negra en vez de con un relato de autoficción?

"Lo tuve claro desde el principio: debía ser una novela negra"

—La novela negra me ha atraído siempre porque permite profundizar en los temas que nos preocupan desde la libertad de la ficción. Al plantearme escribir mi primera novela, la principal pretensión fue divertirme y, aunque suene a tópico, escribir el libro que a mí me gustaría leer. Por tanto, lo tuve claro desde el principio: debía ser una novela negra.

—Muchos dirán que elegiste la pornografía como trasfondo para enganchar y vender, pero después de leer la novela queda claro que contiene una intención educadora. ¿Cuáles fueron tus motivaciones para explorar ese tema?

—Elegí este tema de trasfondo con la única intención de investigar sobre él. Primero pensé en tratar alguno relacionado con la mercantilización del cuerpo de las mujeres, y enseguida emergió el de la violencia sexual. En los últimos años no paraba de escuchar en las noticias cada vez más casos de violaciones grupales, agresiones sexuales a menores, a chicas borrachas o a las que habían drogado previamente para perpetrar la agresión. Sin embargo, al comentarlo con personas de mi entorno, observé que no se estaban relacionando estos casos con algunos patrones de agresividad, de degradación de la mujer y de conductas violentas en el ámbito sexual que se dan en la pornografía que se consume mayoritariamente en internet a edades cada vez más tempranas, ni con la deficiente educación sexual que están recibiendo los más jóvenes. Aunque si se sacaba el tema, sí que existía un dilema moral en el que cada cual exponía su visión y que generaba cierta polémica o rechazo. La curiosidad por indagar en estas cuestiones fue lo que me llevó a escribir esta historia y no otra.

—¿Hablas de sexo con tus hijos, como aconseja uno de tus personajes?

—Sí, creo que es un ámbito más de la educación que han de recibir. De la misma forma que les enseñamos a relacionarse con otras personas desde el respeto al otro y a uno mismo, el sexo es una faceta más de nuestras relaciones interpersonales y, por tanto, susceptible de ser tratado con ellos siempre que se adapte a la edad en la que se encuentren.

—En cierto momento de la historia el narrador da a entender que se puede hablar de porno malo y porno bueno. ¿Qué opinas al respecto? ¿Es cierto que la edad de iniciación son los once años?

"La media de edad de inicio en el consumo de pornografía se sitúa en torno a los doce años"

—He puesto especial cuidado para que el narrador no emita juicios de valor. Son los personajes los que dan sus distintos puntos de vista, en forma de diálogo o a través de sus pensamientos. Tengo mi propia opinión, por supuesto, pero creo que debe ser el lector quien saque sus propias conclusiones. En cuanto a tu pregunta sobre la edad de iniciación, según el informe «(Des)información sexual: pornografía y adolescencia» elaborado por Save the Children, la media de edad de inicio en el consumo de pornografía se sitúa en torno a los doce años (antes de los doce años para los chicos y a los doce años y medio para las chicas). Y un 8,7 % lo hace antes de los diez años.

—¿Existen en Valencia u otras ciudades asociaciones como la que aparece en la novela, Fair Sex, para tratar a los adictos al porno?

—Documentándome para la novela di con la asociación Dale Una Vuelta, en la que ayudan a personas que deseen abandonar el consumo perjudicial de pornografía, y en cuya web encontré un montón de información, que me ha servido de inspiración y de fuente para la documentación.

—¿Resultó duro ahondar en la industria pornográfica y sus ramificaciones en la prostitución y trata de blancas?

—Sí, en algunos aspectos sí. Leí algunos ensayos que no fui capaz de terminar. Aunque la novela tiene pasajes duros, la realidad no se queda atrás.

—¿Adentrarte en el trabajo policial/judicial te resultó farragoso o interesante? Se nota que eres concienzuda y detallista. ¿Tal vez por tu familiaridad con los ordenadores?

—Siempre he leído mucha novela negra y me gustan especialmente las historias de true crime, por lo que con algunos términos ya estaba familiarizada. Como me atrae tanto este género, documentarme sobre el trabajo policial y judicial me ha resultado muy interesante. En cuanto a la minuciosidad o detalle que indicas, no creo que se deba a mi profesión, aunque debo reconocer que los que nos dedicamos a la informática solemos tener la mente bastante analítica. Sin embargo, pienso que es algo que va más con cada persona. En mi caso, trato de esforzarme por hacer las cosas de la mejor manera que sé, poniendo atención a los detalles.

—¿Como compusiste el personaje de Nela? ¿La figura de la inspectora traumatizada no resulta ya un poco cliché?

"Existen muchas personas frustradas con sus vidas, que se dejan llevar por la corriente y no hacen nada por cambiarlo"

—Cuando creé el personaje de Nela quise que fuera una mujer fuerte, pero emocionalmente exhausta por un doloroso capítulo de su vida. Aunque da la sensación de ser una persona seca y cortante, en realidad es sensible y empática. Después de aquella experiencia traumática vuelve a Valencia para refugiarse en sus raíces y recuperar su vida. Retoma su faceta de clarinetista en la banda de jazz Butoni, cuyos integrantes son su pandilla de toda la vida, y continúa remando en el puerto de Valencia, como hacía con su padre. El caso la hará ponerse a prueba a sí misma para ganarse la confianza de su nuevo equipo. Emprenderá dos búsquedas: la del asesino y la de su propio instinto, que cree haber perdido. Quizá pueda parecer un cliché, pero sin embargo creo que todos, a lo largo de nuestras vidas, pasamos por diferentes situaciones o problemas que nos hacen crecer como personas. Son precisamente esas vivencias y cualidades las que hacen que el personaje tome forma, que sea humano.

—El amargado subinspector y padre de dos adolescentes es uno de los personajes más auténticos. ¿Hay muchos Andrés Valbuena por el mundo?

—Sí, creo que existen muchas personas frustradas con sus vidas, que se dejan llevar por la corriente y no hacen nada por cambiarlo. A veces nos centramos en las obligaciones, en el día a día, y luego nos damos cuenta de que la vida no es del todo como habíamos imaginado.

—¿Nela se convertirá en una saga?

—Esta novela es autoconclusiva y, de momento, vamos a ver cómo evoluciona. Algo tengo en mente, pero aún es pronto.

—¿Cómo se consigue publicar una primera novela en una prestigiosa editorial y vender previamente sus derechos a Francia e Italia?

—Lo cierto es que no lo sé. Ni en mis sueños más ambiciosos habría imaginado un escenario así. Cuando comencé con la escritura de la novela me puse a ahorrar pensando en una posible autopublicación porque no creí que una editorial de la talla de Alfaguara pudiera interesarse por ella. Traspasar las fronteras, ver traducido el texto a otros idiomas y con unas editoriales tan importantes me parece absolutamente increíble.

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