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Memento Mori (y II)

Segunda parte de Memento Mori

Su biblioteca ha de convertirse en una Ítaca para los que de ella estén sedientos. Posiblemente la mayor parte de los que acudan al auditorio dejarán escurrir por sus almas los versos que escuchen, pero está convencida de que a algunos les calarán, de que naufragarán en ellos y que hallarán un leño al que aferrarse para su zozobra en los libros de la biblioteca.

Prosigue leyendo la selección:

ROMANCE DEL ENAMORADO Y LA MUERTE

Un sueño soñaba anoche,

soñito del alma mía,

soñaba con mis amores

que en mis brazos los tenía.

Vi entrar señora tan blanca

muy más que la nieve fría.

―¿Por dónde has entrado, amor?

¿Cómo has entrado, mi vida?

Las puertas están cerradas,

ventanas y celosías.

―No soy el amor, amante:

la Muerte que Dios te envía.

―¡Ay, Muerte tan rigurosa,

déjame vivir un día!

―Un día no puede ser,

una hora tienes de vida.

Muy de prisa se calzaba,

más de prisa se vestía;

ya se va para la calle,

en donde su amor vivía.

―¡Ábreme la puerta, blanca,

ábreme la puerta niña!

―¿Cómo te podré yo abrir

si la ocasión no es venida?

Mi padre no fue al palacio,

mi madre no está dormida.

―Si no me abres esta noche,

ya no me abrirás querida;

la Muerte me está buscando,

junto a ti vida sería.

―Vete bajo la ventana

donde labraba y cosía,

te echaré cordón de seda

para que subas arriba,

y si el cordón no alcanzare

mis trenzas añadiría.

La fina seda se rompe;

la Muerte que allí venía:

―Vamos, el enamorado,

que la hora ya está cumplida.

(ANÓNIMO)

Busca en YouTube. Sabe que Amancio Prada ha musicado este romance inmortal, pero cree recordar que también Víctor Jara lo hizo antes. Tiene razón. Se sorprende de otros autores menos consagrados que le han puesto música. Los anota para compartirlos en clase.

Alguien de su equipo propuso la lectura de las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique, pero no le encontraron cabida en el recital porque se iba a extender demasiado. Piensa hablar con los de Lengua que, seguro, habrán pensado leerlo como motivación para estas fechas

Fuera es noche profunda. La Loca grita insultando a sus hijos mayores, que empiezan a plantar cara a sus continuos denuestos. Se levanta a cerrar la ventana: los berridos de la pobre Loca la sacan de sus casillas. Busca amparo en las estrofas de un paisano suyo: 

LA INTRUSA

Hace años ―recuerdo―, de improviso,

penetró en mi heredad. Era una tarde

de finales de agosto. La cosecha

había sido buena y los graneros

rebosaban de trigo. No quedaba ninguna

faena por hacer. 

Caía lenta

la noche sobre el predio, y a lo lejos, de pronto,

advertí su figura. Comenzaron

los perros a ladrar y un viento frío

se levantó de súbito.

Pero no me inquieté. Me dije: «Será alguien

que ha querido atajar y va de paso».

Y entré a mi casa y me olvidé enseguida

de esa presencia extraña.

Al día siguiente

me levanté temprano y como de costumbre

salí a dar un paseo.

De repente

la vi de nuevo. Y me sobrecogió

verla andar por mis tierras como dueña y señora.

Sin ocultarse iba

caminando despacio por los cerros lejanos

en que el enebro crece y las encinas rumian

sin prisa alguna su ensimismamiento.

Nunca he hablado con ella: me evita y yo la evito.

Se mantiene a distancia.

Y desde que llegó en ningún momento

se ha ausentado de aquí.

Vino para quedarse.

Nadie quiere

labrar ahora estos campos. No dan fruto

las hazas ni los árboles. Por doquier han crecido

malas hierbas. Y el aire

no mece como antaño, cuando el verano llega,

los trigales maduros.

No sé qué pueda hacerse. En cierto modo tengo

ya el hábito de verla,

aunque siempre que encuentran mis ojos su figura

sienta un escalofrío.

Me acecha a cualquier hora; ronda mi casa. A veces

canta mientras me observa

una canción dulcísima, y entretejen sus labios

mi nombre con la música.

Un día, fatalmente, no sé cuándo

―acaso cuando deje su mirada

de infundirme temor y esté dispuesto

 a hacer lo que ella quiera, a ser suyo, a seguirla―,

vendrá a buscarme al fin.

Yo la estaré esperando. Y emprenderemos juntos

el más largo viaje.

ELOY SÁNCHEZ ROSILLO, Autorretratos.

La literatura inglesa va a estar representada en primer lugar por Emily Dickinson.

(718)

 I meant to find Her when I came—

Death—had the same design—

But the Success—was His—it seems—

And the Surrender—Mine—

I meant to tell Her how I longed

For just this single time—

But Death had told Her so the first—

And she had past, with Him—

To wander—now—is my Repose—

To rest—To rest would be

A privilege of Hurricane

To Memory—and Me.

 

718

Pensé encontrarla allí cuando llegué.

La muerte tuvo idéntico propósito.

Pero suyo fue el éxito ―parece―

y la renuncia mía.

Pensé decirle cuánto la añoraba,

al menos una vez,

mas la muerte le dijo antes que yo eso mismo

y ella siguió sus pasos.

Vagar ahora es mi único reposo.

Descansar, descansar, eso sería

un honor de huracán

para mí y mi memoria.

 

(1654)

Beauty crowds me till I die

Beauty mercy have on me

But if I expire today

Let it be in sight of thee—

1654

La belleza me ahoga, hasta matarme.

Oh, sí, belleza, ten piedad de mí.

Aunque, si muero hoy,

deja que sea viéndote.

y exijamos el rango de morirnos.

EMILY DICKINSON (Traducción de Lorenzo Oliván)

Víctor Hugo traerá el francés al auditorio:

Demain, dès l’aube…

Demain, dès l’aube, à l’heure où blanchit la campagne,

Je partirai. Vois-tu, je sais que tu m’attends.

J’irai par la forêt, j’irai par la montagne.

Je ne puis demeurer loin de toi plus longtemps.

Je marcherai les yeux fixés sur mes pensées,

Sans rien voir au dehors, sans entendre aucun bruit,

Seul, inconnu, le dos courbé, les mains croisées,

Triste, et le jour pour moi sera comme la nuit.

Je ne regarderai ni l’or du soir qui tombe,

Ni les voiles au loin descendant vers Harfleur,

Et quand j’arriverai, je mettrai sur ta tombe

Un bouquet de houx vert et de bruyère en fleur.

Mañana, al alba…

Mañana, al alba, al tiempo que en los campos aclara,

partiré. Ya lo ves, yo sé que tú me esperas.

Caminaré los bosques, las montañas severas.

Ya no resisto el tiempo que de ti me separa.

 Andaré, pensativo, puesta en ti la mirada,

sin oír lo que llama, sin ver lo que fulgura, 

solo, oscuro, encorvado, con las manos cruzadas,

triste, y para mí el día será la noche oscura.

 No miraré ni el oro que la tarde derrumba

ni las velas que al puerto van con lejano amor.

Y cuando haya llegado pondré sobre tu tumba

ramos verdes de acebo y de brezos en flor.

VÍCTOR HUGO, Les Contemplations (traducción de Alejandro Bekes)

El Soneto X de Garcilaso de la Vega, el que comienza con ¡Oh dulces prendas! retornará al público la poesía en español.

(,,,)

llevadme junto el mal que me dejasteis;

si no, sospecharé que me pusisteis

en tantos bienes, porque deseasteis

verme morir entre memorias tristes.

Como especialista en Latín y en Griego propuso varias composiciones que ella considera cruciales en la historia de la literatura occidental, pero sólo le encontraron hueco a tres. No importa. Ya leerán las excluidas en sus lecciones para regalar a sus zagales. Le han dejado introducir la fábula de Esopo titulada “El anciano y la muerte”:

ὁ γέρων  καὶ ὁ Θάνατος

γέρων ποτὲ ξύλα κόψας καὶ ταῦτα φέρων πολλὴν ὁδὸν ἐβάδιζε. διὰ δὲ τὸν κόπον τῆς ὁδοῦ ἀποθέμενος τὸ φορτίον τὸν Θάνατον ἐπεκαλεῖτο. τοῦ δὲ Θανάτου φανέντος καὶ πυθομένου, δι’ ἣν αἰτίαν αὐτὸν ἐπεκαλεῖτο, ἔφη· «ἵνα τὸ φορτίον ἄρῃς.» 

ὁ λόγος δηλοῖ, ὅτι πᾶς ἄνθρωπος φιλοζωεῖ, κἂν δυστυχῇ λίαν.

EL VIEJO Y LA MUERTE

En cierta ocasión, un viejo que había ido a cortar leña recorría un largo camino cargado con ella. Tras dejar la carga en el suelo a causa de la fatiga de la caminata, llamó a la Muerte. Cuando se le apareció ésta y le preguntó por qué la llamaba, el viejo dijo: “Para que me lleves la carga”.

La fábula muestra que cualquiera ama la vida, aunque sea desgraciado en ella.

ESOPO, Fábulas.

A éste le seguirán los versos de Catulo dedicados al óbito del gorrioncillo de su amada. 

CARMEN III

Lugete, o Veneres Cupidinesque,

et quantum est hominum venustiorum:

passer mortuus est meae puellae,

passer, deliciae meae puellae,

quem plus illa oculis suis amabat.

(,,,);

qui nunc it per iter tenebricosum

illud, unde negant redire quemquam.

At vobis male sit, malae tenebrae

Orci, quae omnia bella devoratis:

tam bellum mihi passerem abstulistis.

O factum male! O miselle passer!

Tua nunc opera meae puellae

                                        flendo turgiduli rubent ocelli.

 

POEMA III

Llorad Venus y Cupidos,

y cuantos hombres seáis sensibles a la belleza.

el gorrión de mi amiga ha muerto,

el gorrión, delicias de mi amiga,

al que amaba más que a sus ojos;

(,,,)

Ahora él va por un camino tenebroso,

al lugar de donde dicen que nadie vuelve.

Pero malditas seáis, malditas tinieblas

del Orco, que devoráis todo lo bello;

tan bello gorrión me habéis arrebatado.

¡Oh qué desgracia! ¡Oh pobrecillo gorrión!

Ahora, por tu causa, los ojitos de mi amiga

enrojecen hinchados por el llanto.

CATULO, Poesías

El valenciano debutará en el recital con

DOLÇ ÀNGEL DE LA MORT…

 Dolç àngel de la Mort, si has de venir, més val 

que vinguis ara. 

Ara no temo gens el teu bes glacial, 

i hi ha una veu que em crida en la tenebra clara 

de més enllà del gual.

Dels sofriments passats tinc l’ànima madura 

per ben morir. 

Tot allò que he estimat únicament perdura 

en el meu cor, com una despulla de l’ahir, 

freda, de tan pura.

Del llim d’aquesta terra amarada de plors 

el meu anhel es desarrela. 

Morir deu ésser bell, com lliscar sense esforç 

en una nau sense timó, ni rems, ni vela, 

ni llast de records! 

I tot el meu futur està sembrat de sal! 

Tinc peresa de viure demà encara… 

Més que el dolor sofert, el dolor que es prepara, 

el dolor que m’espera em fa mal…

I gairebé donaria, per morir ara 

—morir per sempre—, una ànima immortal.

 

DULCE ÁNGEL DE LA MUERTE…

Dulce ángel de la muerte, si has de venir, mejor 

que vengas ahora. 

Ahora ya no temo tu beso helado, 

y una voz me llama en la tiniebla clara 

de más allá de los cauces.

Del sufrimiento pasado tengo el alma madura 

para bien morir. 

Todo aquello que he amado solamente perdura 

en mi corazón como un despojo del ayer, 

frío, de tan puro.

Del limo de esta tierra, empapada de llantos 

mi anhelo se desarraiga. 

Acaso es hermoso morir, como deslizarse sin esfuerzo 

en una nave sin timón, sin remos ni velas, 

ni lastre de recuerdos.

¡Y todo mi futuro sembrado está de sal! 

Me da pereza vivir aún mañana… 

Y más que el dolor sufrido, me hace daño 

el dolor que aún que se prepara y que me espera. 

Y casi ofrecería, por morir ahora 

―morir para siempre― un alma inmortal.

MÀRIUS TORRES, Poesies i altres escrits

Golpea el verbo de Màrius Torres. Sin solución de transición hojea en busca de la siguiente composición. Será de María Victoria Atencia:  

EPITAFIO PARA UNA MUCHACHA

Porque te fue negado el tiempo de la dicha 

tu corazón descansa tan ajeno a las rosas. 

Tu sangre y carne fueron tu vestido más rico 

y la tierra no supo lo firme de tu paso. 

 Aquí empieza tu siembra y acaba juntamente 

―tal se entierra a un vencido al final del combate―, 

donde el agua en noviembre calará tu ternura 

y el ladrido de un perro tenga voz de presagio. 

Quieta tu vida toda al tacto de la muerte, 

que a las semillas puede y cercena los brotes, 

te quedaste en capullo sin abrir, y ya nunca 

sabrás el estallido floral de primavera. 

MARÍA VICTORIA ATENCIA, Arte y parte.

Da un salto en la silla. Ese epitafio le ha traído a la memoria otro de alguno de sus clásicos. Se encamina a su biblioteca. Siente a su musa azuzarla. Intenta recordar al autor mientras acaricia con su mirada a sus Venerables, como llama a su colección de Clásicos Grecolatinos. Su diosa no le falla: ¡es Propercio! La Elegía XIX de su Libro Primero. Pasa con ansia las páginas de su preciada edición del C.S.I.C. debida a Antonio Tovar y María T. Belfiore.

Ahora no temo yo, Cintia mía, los lúgubres Manes, ni retardo el tributo que se debe a la postrera hoguera; pero que mis exequias acaso carezcan de tu amor, esto es un temor más cruel que los funerales; el niño Amor no tan levemente se posó en mis ojos como para que mis cenizas estén libres de tu amor por haberlo olvidado. (…) Allá (en las tenebrosas regiones) sea yo lo que sea, siempre seré llamado espectro tuyo: mi gran amor habrá traspasado las riberas del destino… 

Toma aire. Los versos de Propercio la emocionan a la vez que le recuerdan a don Francisco de Quevedo. Busca en la red el soneto de Quevedo. Lo halla:

Cerrar podrá mis ojos la postrera

sombra, que me llevare  el blanco día;

y podrá desatar esta alma mía

hora, a su afán ansioso lisonjera;

 

mas no de esotra parte en la ribera

dejará la memoria en donde ardía;

nadar sabe mi llama la agua fría,

y perder el respeto a ley severa:

 

Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,

venas que humor a tanto fuego han dado,

medulas que han gloriosamente ardido,

 

su cuerpo dejarán, no su cuidado;

serán ceniza, mas tendrán sentido.

Polvo serán, mas polvo enamorado.

Don Francisco leyó a Propercio: es meridiano. Pero ella sigue sintiendo un runrún dentro. Cree recordar que el elegíaco nacido en Asís tiene otra elegía dedicada a Cintia con un tono más lúgubre. Pasa las páginas. Ahí está: la Séptima del Libro IV:

Algo queda de las almas: la muerte no lo acaba todo, y la sombra amarillenta se escapa de la pira vencida. Así me pareció ver a Cintia apoyándose en la cabecera de mi lecho, un murmullo de la que poco antes había sido sepultada a la vera del camino, (…) Tenía el mismo peinado con el que fue llevada, los mismos ojos, su vestido consumido por el fuego sobre su costado, (…), el agua del Leteo había marchitado sus labios.

Exhalaba vivo aliento y voz, pero en los pulgares crujían sus manos quebradizas. (…)  (así me habló) “Que ahora te posean otras, luego (cuando hayas muerto) te tendré yo sola: conmigo estarás y desharé, mezclados, contra tus huesos los míos”. Después de que quejumbrosa terminó de decirme esto entre reproches, su sombra se desvaneció en mis brazos.

Casi febril, vuelve al ordenador. Estos versos le traen a la memoria a un clásico de la literatura norteamericana. No yerra. Su búsqueda le lleva a Edgar Allan Poe.

Annabel Lee

Fue hace muchos y muchos años,

     en un reino junto al mar,

habitó una señorita a quien puedes conocer

     por el nombre de Annabel Lee;

y esta señorita no vivía con otro pensamiento

     que amar y ser amada por mí.

 

Yo era un niño y ella era una niña

     en este reino junto al mar

pero nos amábamos con un amor que era más que amor

     —yo y mi Annabel Lee—

con un amor que los ángeles sublimes del Paraíso

     nos envidiaban a ella y a mí.

 

Y esa fue la razón que, hace muchos años,

     en este reino junto al mar,

un viento partió de una oscura nube aquella noche

     helando a mi Annabel Lee;

así que su noble parentela vinieron

     y me la arrebataron,

para silenciarla en una tumba

     en este reino junto al mar.

 

Lo ángeles, que no eran siquiera medio felices en el Paraíso,

     nos cogieron envidia a ella y a mí:—

¡Sí!, esa fue la razón (como todos los hombres saben)

     en este reino junto al mar)

que el viento salió de una nube, helando

     y matando mi Annabel Lee.

 

Pero nuestro amor era más fuerte que el amor

     de aquellos que eran mayores que nosotros—

     de muchos más sabios que nosotros—

y ni los ángeles in el Paraíso encima

     ni los demonios debajo del mar

separarán jamás mi alma del alma

     de la hermosa Annabel Lee:—

 

Porque la luna no luce sin traerme sueños

     de la hermosa Annabel Lee;

ni brilla una estrella sin que vea los ojos brillantes

     de la hermosa Annabel Lee;

y así paso la noche acostado al lado

de mi querida, mi querida, mi vida, mi novia,

     en su sepulcro junto al mar—

     en su tumba a orillas del mar.

Propercio y Poe no caben ya en el recital: se eternizaría. Anota en su cuaderno pedir a los de Inglés que les pasen a sus estudiantes la composición de Poe en su lengua original. Recuerda que Radio Futura versionó este poema. Lo escribe. Apunta también que proyectar otro año La novia cadáver de Tim Burton puede ser una buena alternativa.

Levanta la vista de su mesa de trabajo. Horrorizada, constata que el reloj marca las 11. Aún no ha cenado. Todavía le quedan por repasar las poesías de Valente, Zerdoumi, Horacio, Colinas, García Martín, Whitman, Brines, Sánchez Robayna y Salvat-Papasseit relacionadas con la muerte y seleccionadas por sus compañeros. Le bailan las letras cuando intenta seguir leyendo. A su pesar, necesita dar tregua a sus exhaustas neuronas. Aún halla energía para volver a Horacio en sus Epístolas’: “Piensa que cada día es el último que luce para ti, vivirás con gratitud la hora que ya no esperabas”. “No pongas gran esperanza en el breve espacio de la vida. Mientras hablamos habrá huido, envidioso, el tiempo. Goza el hoy; mínimamente fiable es el mañana.”

Entre tanta muerte un soplo de carpe diem vivifica su alma.

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