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Michael Caine no se acaba nunca

Michael Caine no se acaba nunca

En una reseña que escribió Anthony Burgess poco después de la aparición de Viajes con mi tía, de Graham Greene, fue bastante fino al desmontar desde el estilo hasta la mayoría de los temas de la novela. Según él, Greene no era un escritor dotado para la parodia porque la parodia, cuando es excelsa, siempre es muy superior estilística y conceptualmente al género u obra que está parodiando. Y aquella era una novela paródica y burlona, a 180º de las fortalezas narrativas de su autor. Después de decir esto, nos recordaba cómo hay autores proteicos, capaces de tocar todos los géneros y todos los tonos, sin desmerecer en ninguno de ellos. Recordaba, además, que en general este último tipo de autores era consciente de su capacidad, a veces tanto como para incluso lanzarse a escribir versos y luego publicar un poemario o varios. No importa si los versos y los poemarios eran horrendos, porque la capacidad proteica de esos autores para adaptarse a cualquier tipo de libro en prosa seguía siendo intocable y eso disculpaba sus posibles deslices con la poesía. Greene —pensaba Burgess— había tenido la decencia de no haber intentado escribir versos jamás, aunque yo he encontrado varios poemas suyos en una antología de 1924 y sé de una autoedición de 25 ejemplares de un libro titulado After Two Years, compuesto por ocho poemas para conmemorar el segundo aniversario de su relación adúltera con Catherine Walston, un libro que ha alcanzado precios prohibitivos en algunas subastas. Pero adonde iba es a la conclusión de aquella malvada y brillante reseña de Anthony Burgess, cuando después de haber desmontado la novela de Graham Greene y añadir que al menos estaba escrita con cierta profesionalidad, decía que Graham Greene era un escritor tan grande que nada de lo que se pudiera escribir contra él o contra cualquiera de sus libros disminuiría su importancia en la literatura británica del siglo XX.

"Un trabajador, tal cual se ha considerado él toda su vida, es alguien que acaba sus días en el campo de batalla, hasta que ya no puede más o hasta que cae el telón"

He comenzado así para recordarme y de paso recordaros que, si bien el final de la carrera de Michael Caine ha sido básicamente una sucesión de papeles secundarios con poco margen para que mostrase sus extraordinarias dotes interpretativas, incluso en él ha sido capaz de encontrar papeles a su altura, como el promotor de boxeo de Shiner (2000, John Irvin), El americano tranquilo (The Quiet American, 2002, Philip Noyce) o Harry Brown (2009, Daniel Barber), y eso sin contar algunos de esos papeles secundarios, como los de las películas de Christopher Nolan, que son gloriosos. No hay que olvidar que en su filmografía hay 130 títulos y que, además de actor, se ha dedicado al mundo de la jardinería, al de la restauración, al de la cocina y al de la literatura. Casi nada. De todo esto nos ofrece pinceladas en No mires atrás, tropezarás, donde se describe a sí mismo como un conservador, pero uno que siempre estuvo a la vanguardia del mundo donde le tocó vivir, porque para él nunca existieron barreras entre hombres y mujeres, entre blancos y negros o entre americanos y británicos. Su desafío siempre fue el trabajo: mantenerse activo y hacer lo que tuviese que hacer lo mejor que pudiese o supiese. Sin envidia ni ambiciones superfluas. Y siempre con curiosidad, aunque su grado de preocupación por los jóvenes en el mundo moderno es palpable a lo largo de las páginas de este libro.

No mires atrás, tropezarás no es un libro de memorias al uso, eso ya lo escribió tiempo atrás, en la década de los 1990, cuando creyó haber cumplido con el mundo del mundo del cine y decidió jubilarse, un tanto precipitadamente, como él mismo descubrió poco después, al darse cuenta de que vivir sin obligaciones ni objetivos no era para él. Un trabajador, tal cual se ha considerado él toda su vida, es alguien que acaba sus días en el campo de batalla, hasta que ya no puede más o hasta que cae el telón. Es preciso que la llama que ha estado encendida en torno a un actor como Michael Caine durante los últimos sesenta años no se apague del todo nunca. No estamos hablando de una estrella que haya ganado cantidades astronómicas, estamos hablando de un actor que ante todo ha trabajado en producciones británicas. Sus interpretaciones en películas de alto presupuesto han sido escasas y casi siempre en papeles secundarios, porque se trataba de proyectos corales. Pero incluso en intervenciones diminutas es fácil darse cuenta de que Michael Caine no afloja jamás, no hay papel que no se haya tomado en serio. Seguramente eso explica que sus dos Oscars los haya ganado como actor secundario, por Hannah y sus hermanas (Hannah and Her Sisters, 1986, Woody Allen) y Las normas de la casa de la sidra (The Cider House Rules, 1999, Lasse Halström).

"El homenaje que le dedicaron recientemente en el Festival de Cine del Mar Rojo, adonde acudió en silla de ruedas acompañado por su amigo Vin Diesel, demuestra que no es alguien que se rinda fácilmente"

En este caso no hablamos de un libro sobre interpretación o sobre la filmografía de uno de los actores más importantes de los últimos sesenta años. Para empezar, este no es un libro como tal, sino la transcripción de unas cuantas horas de diálogo con el periodista Matthew D’Ancona. Hay quien lo catalogaría como libro-entrevista, cosa que yo no haría porque una entrevista se desarrolla con un plan previo, en manos del entrevistador. No es el caso. Aquí es Caine quien tiene el poder, aunque salte a la vista que nunca habla más allá de lo deseable, con lo cual la lectura de No mires atrás, tropezarás puede resultar cualquier cosa menos aburrida. Tampoco irritante. Caine no es un divo, para nada. Y no es de los que cree que sus opiniones vayan a misa. Es solo alguien cuya presencia hace que una película ya sea apetecible y cuyas ocurrencias y recuerdos hacen que la lectura de un libro resulte placentera. Si alguien, por curiosidad, consulta la página Goodreads en internet, verá que hay treinta y seis libros cuya autoría o coautoría se debe a Michael Caine. Algunos son volúmenes de memorias, otros se parecen al que es objeto de estas líneas, hechos a partir de conversaciones, e incluso hay algunos libros de cocina escritos, dictados o sugeridos por él. Llevo un año en un tira y afloja para echarle un vistazo a una novela de misterio que publicó en 2024 y que, en sus propias palabras, demuestra que a los noventa todavía se pueden hacer cosas. Por supuesto, el homenaje que le dedicaron recientemente en el Festival de Cine del Mar Rojo, adonde acudió en silla de ruedas acompañado por su amigo Vin Diesel, demuestra que no es alguien que se rinda fácilmente.

"Puede leerse con sumo placer, aunque a quienes deleitará de verdad es a fans como yo, que con Michael Caine iríamos al fin del mundo"

Muy a menudo me asombro y me preguntó cómo es posible que Nicolas Cage haga tanto cine que haya inspirado un genial cómic de Paco Alcázar y Torïo García titulado Las cien primeras películas de Nicolas Cage. Si habéis visto alguna, ya sabéis que las hay mejores y peores, malísimas y hasta alguna obra maestra. Lo que más me sorprende de la mayoría, que son de entre lo malo lo peor, es quién las paga, para qué se hacen (dado que muchísimas ni siquiera llegan a los cines) y, en especial, quiénes las ven. ¿Hay, además de Paco Alcázar y Torïo García, alguien más que las haya visto todas, teniendo en cuenta que ahora ya no son cien sino ciento veinticuatro? También me pregunto qué efecto tienen en la carrera de Cage, me refiero a si sigue siendo un actor respetado como lo fue entre la década de los 1990 y los primeros años de los 2000. ¿Qué opinarán de él Steven Spielberg, Martin Scorsese, George Lucas, Christopher Nolan, James Cameron, Quentin Tarantino o Paul Thomas Anderson? Todo lo que sé es que no conozco a casi ninguno de los cineastas con quienes ha trabajado en los últimos diez años: Lorcan Finnegan, Ben Brewer, Tim Brown, Chris MacKay, Brett Donowho… Lo que sí sé es que Nicolas Cage hace todas esas películas porque necesita pasta, por los divorcios y las locuras que le llevaron a la ruina en la primera década de este siglo y que desde entonces le han obligado a trabajar de manera estajanovista, no sé si para pagar deudas y facturas o si para mantener su enloquecida vida de antaño.

No mires atrás, tropezarás, por su parte, no es en ningún momento un libro enloquecido o absurdo. Puede leerse con sumo placer, aunque a quienes deleitará de verdad es a fans como yo, que con Michael Caine iríamos al fin del mundo. En sus páginas reconoce que la secuela de Tiburón en la que intervino, sin ir más lejos, le parecía tan mala mientras la estaba haciendo que ni siquiera llegó a verla jamás en cine ni en televisión, y añade que lo único que le importó en aquel momento fue la casa que se compró gracias a haber trabajado en ella. Dice, asimismo, que incluso en la peor película del mundo él habría dado lo mejor de sí mismo, como en este libro, porque eso es lo que le dicta su carácter, el carácter de un cockney (que sería algo así como un paleto de Londres) convertido gracias a su extraordinario trabajo en el mundo del cine en un embajador de la cultura británica y en Lord.

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Autor: Michael Caine & Matthew D’Ancona. Título: No mires atrás, tropezarás. Traducción: Carlos Ezquerra. Editorial: Erasmus. Venta: Todos tus libros.

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