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Mikel Ayestaran: «Si las historias no te afectan eres un cínico»

Mikel Ayestaran: «Si las historias no te afectan eres un cínico»

Una breve cronología extraída de las primeras páginas de Las cenizas del califato (Ed. Península):

En 2003 Estados Unidos invadió Irak y derrocó a Sadam Huseín. En 2006 Al Qaeda pasó a llamarse Estado Islámico de Irak. En 2010 Abu Bakr al Bagdadi es nombrado líder del Estado Islámico de Irak. En 2011 estalla la Primavera Árabe. En 2013 se anuncia la creación del Estado Islámico de Irak y el Levante. El año siguiente se escinden ambas divisiones del Estado Islámico. Ese mismo año (2014) se establece el califato entre Siria e Irak. Obama inicia un ataque aéreo contra el califato. Se retransmite el asesinato del periodista James Foley. También en 2014 asesinaron al periodista Steven Sotloff y a los cooperantes David Haines y Alan Henning. Occidente veía el fútbol.

Después llegarían Charlie Hebdo, París, San Bernardino, Orlando, Bangladesh, el aeropuerto de Estambul, Bagdad, Niza, Berlín, Palmira, Kabul, las Ramblas de Barcelona, Mosul y tantos otros. 

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A veces lo que nos separa es cómo nos vestimos los pies. Por eso llama la atención la imagen de portada de su última obra: dos niños felices que levantan una roca ruinosa sobre zapatos improvisados de plástico. Por eso sorprende que el periodista Mikel Ayestaran se descalce para las fotografías de Zenda.

Consciente del terreno que pisa, Ayestaran se presta a esta variedad en los posados. Es vasco, disciplinado y de risa difícil, pero cuando sonríe, ese rictus de tensión que le acompaña desaparece barrido por una luminosa tranquilidad.

En la portada de su obra, Las cenizas del califato (Ediciones Península, 2018), dos niños reconstruyen su vida a partir de los escombros, dan alas a un futuro que hasta hace poco les parecía minado.

Pocos periodistas hablan de esos niños. Muy pocos les ponen nombres y apellidos, dibujándoles una vida al margen de la guerra. Pocos son quienes vuelven al terreno tras el conflicto y desarrollan su trabajo, una vez que el foco de la atención internacional se ha desvanecido de los restos de esta humareda. El periodismo es el termómetro que mide la temperatura a la sociedad. Una sociedad febril es una sociedad en la que la labor del periodista ha sufrido un menoscabo.

Mikel Ayestaran publica un libro plagado de voces, de las víctimas, de los supervivientes del califato, de la gente que conserva esperanzas, que mantiene proyectos con los que alimentar el futuro. En Las cenizas del califato hay nombres y apellidos, hay sueños, vínculos familiares y recuerdos.

Mientras el califato se apaga y los tentáculos del Estado Islámico abrazan diversas formas (alejadas de la guerra tradicional y de las fronteras que hasta ahora les eran conocidas), Ayestaran vuelve sobre sus pasos, siempre lo hace, y entrevista a los auténticos protagonistas, quienes aún caminan sobre las huellas olvidadas del Estado Islámico.

Ayestaran está inmerso en la promoción de su libro. Nos atiende en el hotel que le hospeda poco antes de dirigirse a firmar ejemplares en la Feria del Retiro. Durante la entrevista sobrevuela el legado periodístico de Manuel Leguineche. Comenzamos.

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¿Siempre quiso ir a la guerra? 

Buenos días. 

Buenos días. 

(Risas) La verdad es que… creo que es una de las cosas más idealizadas que tenemos los estudiantes de periodismo. Cuando estás estudiando una carrera, todo lo que es el periodismo de conflictos, las coberturas bélicas… las tienes mitificadas. Y no sé si en mi caso también tendría ese sueño en la cabeza. Pero en mi caso, yo no fui a la guerra, la guerra me cayó encima, me cayó en la cabeza. Estaba en Beirut en el año 2006 haciendo un trabajo y de repente empezó el conflicto entre Israel y Hezbolá. Los israelíes bombardearon el aeropuerto y me dijeron que no podía salir de Líbano. Y bueno, esto es lo que llevaba esperando desde que estudié periodismo. Y ahí me metí en una rueda, fueron 33 días de trabajo, y no me he bajado. Yo creo que sí.

¿Qué le atrae de Oriente Próximo?

Antes que periodista, he sido viajero, mochilero. Ahora ya no, ahora con la edad ya viajo con trolley. Me atraen… creo que son dos cosas: en primer lugar que sigue habiendo sitios vírgenes, alejados de esa uniformidad que se ha apoderado de las ciudades de Occidente. En segundo lugar me atrae ese equilibrio tan complejo que hay entre sectas, etnias, esa multiculturalidad que se vive en toda la región y que, por desgracia, está saltando por los aires debido a todos los conflictos que tienen. Oriente Medio es un auténtico crisol.

"Todos necesitamos espejos en los que mirarnos para formarnos"

Un periodista, ¿nace o se hace?

Creo que las dos cosas. Yo soy un periodista vocacional. Pero a la vez la formación me parece indispensable. Y la formación tiene dos vertientes claras. Una es la académica, que me parece imprescindible y reivindico la importancia de los estudios de periodismo y demás. Pero luego tiene otra vertiente, que es la práctica. Y para eso necesitamos ejemplos, necesitamos modelos. Por desgracia, en el sistema actual, debido a los diferentes cambios que se han producido en el sector, que una persona con 40 años ya se convierta en referente, cuando yo todavía estoy aprendiendo… Necesito tener gente en la que mirarme, un espejo. Todos necesitamos espejos en los que mirarnos para formarnos.

¿Es el periodismo una droga?

Para mí el periodismo es un trabajo. Vamos a dejarnos de mitificar la profesión y de estar siempre mirándonos el ombligo. Lo que sí ocurre es que en el trabajo que yo hago hay situaciones que las personas normales no las ven ni en el cine. Y hay cosas que… ¡Poder ser testigo de la Historia en directo! Esas cosas son adictivas, te llenan de energía. No sé si generan adicción, pero sí te llenan de fuerza.

"La Historia ahora mismo se está escribiendo en Twitter: de una forma inmediata, en 140 caracteres y, como hemos visto, con mucho peligro por las fake news y todos los rumores"

Antes se decía que la Historia la escriben los vencedores, y usted ha manifestado en alguna ocasión escribir desde el lado de los vencidos… ¿Son los periodistas de hoy quienes escriben la Historia?

Yo creo que los periodistas pensamos que tenemos más poder que el que realmente tenemos. Eso para empezar. Además la Historia ahora mismo se está escribiendo en Twitter: de una forma inmediata, en 140 caracteres y, como hemos visto, con mucho peligro por las fake news y todos los rumores. Eso es lo que estamos construyendo ahora. Por eso es tan importante trabajar en tener una credibilidad, ya sea en 140 caracteres o en un ensayo como el que yo he escrito sobre Oriente Medio. Lo importante es que la gente te crea. No somos tan importantes como creemos.

¿Cuáles son las cualidades imprescindibles que debe tener un corresponsal? 

La figura del corresponsal ha cambiado mucho con el paso de los años. Y ahora mismo creo que es imprescindible, si quieres sobrevivir en este mundo y no eres el corresponsal estrella de un súper medio, si eres una persona normal, como yo, trabajar en multimedia y en multiformato. Una cosa fundamental es la sinceridad contigo mismo, saber cuáles son tus límites para no caer en el “multimierda”.

¿Alguna vez ha dicho que no a un reportaje?

Sí, más que no… Sí, sí, vamos. Siempre he intentado torearlo. Es muy difícil decir que no. Aprender a decir no es una de las cosas que más me ha costado. Pero es importante. Saber decir no, es importante.

"Si estamos hablando de sueños, la verdad es que no me importaría nada anunciar la apertura de fronteras en todo Oriente Medio, que se pudiera viajar en bicicleta desde Jerusalén hasta Damasco"

¿Qué noticia sueña con dar?

Soy poco soñador y bastante realista. Si estamos hablando de sueños, la verdad es que no me importaría nada anunciar la apertura de fronteras en todo Oriente Medio, que se pudiera viajar en bicicleta desde Jerusalén hasta Damasco, o que pudieras irte de Tel Aviv a Beirut a visitar a tus amigos. Un Oriente Medio sin fronteras.

¿Quién o qué está abonando esta guerra?

En el caso de Siria yo creo que la guerra tiene dos niveles: un nivel político y un nivel religioso. Y en cada nivel hay diferentes intereses detrás, diferentes potencias que hacen su guerra: por un lado tenemos estadounidenses y rusos, en otro nivel tenemos a iraníes, saudíes e israelíes. Esos son los dos niveles con los principales actores. Y ellos son los que, cada uno, están dirimiendo sus diferencias en un tablero como el sirio. Y al final Siria se ha convertido en un simple tablero: pone los muertos, pone la destrucción… Pero estos actores externos son, sin duda, los más importantes, sin olvidarnos de otro vecino como Turquía.

Hemos comentado antes ese halo de misticismo o de romanticismo en torno a la figura del corresponsal. ¿Dónde guarda, o esconde, Mikel Ayestaran el heroísmo cuando va a trabajar?

Soy una persona muy segurola, como decimos los del País Vasco (Nota: «Segurola» es un apellido vasco, pero también se emplea como adjetivo para calificar a alguien de ser muy prevenido y de encastillarse). No soy ningún héroe, ni soy Supermán, ni nada parecido… Al final… Quizá los compañeros gráficos sí que, en cada cobertura, cada día que salen, tienen que ir a buscar la primera línea para tener esa foto, ese disparo, ese momento… La gente que nos dedicamos a contar historias muchas veces nos quedamos en una segunda línea, que es donde tenemos los hospitales, tenemos a las familias que están enterrando a los suyos, tenemos a los civiles que están siendo desplazados por el conflicto… Mikel Ayestaran no es un héroe, sino un trabajador del periodismo. Y no quiero ser un héroe de nada.

¿Qué hacía Occidente en 2014 mientras se estaba formando el Estado Islámico?

Estaba viendo la Copa del Mundo de Fútbol (y yo también). El día que se proclama el califato, el día que el Califa sube a la mezquita de Al Nuri (Mosul) y proclama el califato al mundo, Occidente en vez de ver una amenaza, en lo que se está fijando es en el reloj del religioso. Y al día siguiente el debate era si el reloj era un Sekonda o era un Omega. Ese fue el nivel que tuvimos a la hora de recibir a este grupo. Y no hay más que mirar a la hemeroteca, que una semana antes, ¡un día antes!, a nadie se le pasaba por la cabeza que pudieran instaurar un califato. ¿Dónde estaban los expertos? ¿Dónde estaban los servicios de inteligencia? ¿Dónde está esa gente que sabe tanto? Igual no saben tanto.

"Ahora realmente es cuando podemos saber la auténtica dimensión del Estado Islámico"

¿Qué fuentes tiene un periodista que trabaja en territorio del Estado Islámico? 

Creo que con el Estado Islámico nos ha pasado como con los talibanes en Afganistán. Hemos estado tres años y medio, casi cuatro, hablando del Estado Islámico, pero nadie trabajaba en el califato, como nadie trabajaba en el Afganistán talibán. Básicamente porque te secuestraban o te cortaban la cabeza. Las fuentes que hemos manejado han sido la propaganda del propio grupo o la propaganda de los servicios de información. Y ahora, cuando ha caído físicamente ese califato, sí que tenemos acceso por fin a las verdaderas fuentes de información: las víctimas del califato. El problema es que ahora se han apagado los focos informativos, parece que ya no interesa y nos olvidamos de ellos. Pero ahora realmente es cuando podemos saber la auténtica dimensión de este grupo.

Todas las guerras deberían ser noticia, pero según su aparato propagandístico, unas guerras son más “vendibles” que otras. ¿Qué elementos tiene una guerra para que la opinión internacional se vuelque sobre ella?

Esa es una de las preguntas que me hago siempre: ¿Por qué hay guerras con titulares y guerras sin titulares? Creo que en las guerras que tienen titulares se repiten varios aspectos. En primer lugar, por ejemplo, si es una operación en la que interviene la OTAN… Al final necesitas buscar dos cosas: un grado de proximidad con el conflicto y en segundo lugar un grado de implicación con este conflicto, aunque te salpique, directa o indirectamente. Esos son los dos factores que hacen que, por ejemplo, una guerra como la de Siria entre en los informativos o lo que está pasando en Yemen no entre. Los muertos no valen igual en todo el mundo.

Las cenizas del califato tiene parte de crónica, tiene parte de entrevista… Incluso a ratos se le notan vestigios de diario personal. ¿Cómo definiría esta obra? 

Es una especie de “crónica de la crónica”, “crónica de todas las crónicas”. Es un trabajo que arranca en 2014 (precisamente esa tarde que estábamos viendo el Mundial y se autoproclamó el califato), y entonces fue cuando empecé el proyecto. Pero tenía claro que no podría ir al califato, por tema de seguridad. He estado esperando a poder ir y cada vez que se iba liberando una plaza yo iba. Pero estamos hablando de una situación lejana para la gente de a pie y a la vez cercana, porque el Estado Islámico ha golpeado en Europa. Pero el gran reto es acercarlo, acercar lo de allí al lector medio. Para ello, la figura que he utilizado es la primera persona y el presente, lo que estamos utilizando tú y yo ahora. Creo que es la forma de comunicarte con una persona cuando te juntas a hablar con ella, pero para nosotros (periodistas) es la más difícil. Un periodista siempre trabaja en tercera persona y en pasado. He construido el relato a través de pequeñas escenas cotidianas, puro costumbrismo. Y de ahí he ido ampliando el foco hasta intentar dar una imagen más general. El único objetivo es dar claves a la gente, que tengan claves para intentar entender, darles herramientas para entender lo que pasa. Mi gran dilema es que yo al final tengo más preguntas que respuestas. Y la gente busca respuestas a todo. Y fáciles. Quiere saber quiénes son los buenos, los malos, nos van a atacar, no nos van a atacar… No lo sé.

"Nuestra profesión es una profesión con egos que no entran en el Santiago Bernabéu"

¿Cómo ha aprendido a escribir en primera persona? 

Nuestra profesión es una profesión con egos que no entran en el Santiago Bernabéu. El control del yo y el uso del yo me dan mucho respeto. He aprendido a escribir en primera persona desde la soledad. Siempre he viajado solo, siempre he trabajado solo. Y ese yo (como siempre estoy solo, pero muy bien acompañado en todos los sitios), al final utilizas el yo como un vehículo para que las demás voces entren a través de ti. No creo que en este caso Mikel Ayestaran eclipse a los protagonistas de este libro, que son todas las voces que me he ido encontrando y los fixers con los que trabajo sobre el terreno en Siria y en Irak en el caso de este libro. Esto lo empecé a trabajar con el libro anterior (Oriente Medio, Oriente roto) y esta vez he intentado dar un paso más. Lo que decías antes del diario: al final los últimos capítulos he intentado que fueran como una especie de road movie. La gente al final sólo ve tu minuto de tele, tus 30 segundos de boleto en la radio o las 2000 palabras en el periódico, pero al final es tu vida. Estás ahí moviéndote. He intentado reflejarlo sin dar una tesis doctoral.

En el prólogo asegura que el califato volverá. ¿Bajo qué forma, con qué herramientas o brazo armado?

¡Me encantaría saberlo! Si lo supiera… Este grupo, el Estado Islámico, es la última consecuencia que hemos visto, tangible, de la invasión de Irak. Es el grupo del trío de las Azores. Es lo último que hemos visto. Pero si este grupo nos ha demostrado algo desde 2003 es que ha sido capaz de irse transformando, adaptándose a las circunstancias. Ha ido cambiando de líderes, cambiando de nombres, pero no desaparece. Y en este caso también: hemos visto que desaparece su califato, su proyecto de tener un espacio físico, pero estoy seguro de que va a emerger, con otro nombre quizás. No te olvides que todavía no sabemos dónde está su líder. El califa sigue desaparecido. Le hemos dado por muerto 15 o 20 veces, no recuerdo muy bien… Con los datos en la mano, siendo realistas, nada me invita a pensar que no vayan a reaparecer. Incluso con más fuerza, como han hecho siempre. Al final las secuelas son más peligrosas, cada vez son más peligrosas.

¿Cómo consigue mantener la distancia para que la noticia, el tema o las historias que le cuentan los protagonistas no le afecten emocionalmente?

Si las historias no te afectan eres un cínico. En mi caso me afectan de lleno, y lloras. Yo lloro mucho, me emociono. Compartes momentos… Estamos hablando de sitios donde el periodismo está virgen. Esa sensación yo sólo la tuve en Libia. Gente que nunca ha visto a un periodista. Hay pueblos que han sido más mediáticos como Mosul o Palmira, son lugares que han salido más en los medios.

"Esta gente vivía con jaulas, en las plazas de su pueblo, donde metían a la gente, los torturaban, los asesinaban, los colgaban"

Yo he llegado a aldeas en el centro de Hama, en la llanura de Siria, donde ahí no ha pasado un periodista en su vida. Las cosas que te cuentan son auténticas. La gente te habla de todo corazón. ¡Claro que te emocionas! Las cosas que les han pasado a estas personas en los últimos 4 años… Esta gente vivía con jaulas, en las plazas de su pueblo, donde metían a la gente, los torturaban, los asesinaban, los colgaban. Y han convivido con eso día a día. ¡Todavía están las jaulas! La gente te habla con una entereza que… Desde luego mantener esa línea es complicado, pero estás trabajando. Y eso sí que te lo da la experiencia. Perdona que me extienda en la respuesta, pero es un poco como… ya sé que no os gustará el fútbol, pero el símil futbolístico es que con el paso de los años en nuestro trabajo no es que te creas una coraza, es casi como los futbolistas que cada vez corren menos pero controlan mejor el juego. Tú quizás tienes menos ansiedad que cuando empezabas y ahora tienes una visión general, una mejor visión de las cosas y sobre todo sabes tratar mejor a la gente. Mucha gente hace periodismo de clínex. Tú vas, entrevistas y te piras. Y ya no vuelves. Tienes el testimonio más fuerte. El problema es que yo vuelvo, vuelvo, vuelvo a los sitios. Entonces, tienes que cuidar a la gente.

¿Qué libros lleva en su mochila un corresponsal de guerra?

En el libro lo cuento. Siempre suelo hablar de los libros. En el caso de… para escribir este libro, en el transcurso de este tiempo he leído muchas cosas: Limónov, de Carrère, los libros de Plàcid García-Planas. Pero si tengo que recomendar algún libro sobre esta temática a alguien, sin duda alguna elegiría El camino más corto, de Manu Leguineche. Ése es el libro que no me falta nunca. Y tendría que ser un libro de lectura obligatoria en todas las facultades. Ese libro es el que realmente te mete el gusanillo. ¡Qué maravilla ese libro! Si no lo conocéis… ¡el libro es tan bueno! ¡Y encima era de Bilbao!

¿Qué caminos le han llevado al periodismo? ¿Quiénes fueron sus primeros referentes? 

Leguineche ha sido una figura que hemos tenido siempre presente en casa.  Escribía en el periódico que leíamos. Siempre estaba viajando y se apellidaba Leguineche. Si este hombre, que era un hombre de un pueblo de Vizcaya lo ha hecho, ¿por qué no lo voy a hacer yo? Una vez que he empezado me he ido encontrando con figuras a las cuales no esperaba conocer, por ejemplo John Lee Anderson. Me encuentro con él, periodista de The New Yorker, en la Guerra de Libia. Me acerqué a él, le di la mano y me preguntó “¿quién eres?” y respondí “yo no soy nadie”. ¿Qué le vas a decir a John Lee Anderson? He leído todo de John Lee Anderson. ¡Que le pase eso a uno de Beasain! Todos tenemos mitos.

Las voces de su libro no son políticos ni expertos. ¿Por qué este enfoque?

Porque esos sobran. En la información de todos los días nos sobran. Nos sobran los políticos, nos sobran analíticos, expertos… Son voces que tenemos todos los días en los medios de comunicación y, como te he dicho antes en el tema específico del califato, hemos estado cuatro años utilizando voces de expertos, la propaganda del grupo, las voces del Daesh y no hemos escuchado a la gente más interesante. Este enfoque es premeditado. Aunque sí que… por ejemplo, hay una voz que me parece fundamental, que es un analista, un asesor del primer ministro israelí, Netanyahu, un hombre que da muchísimas claves.

"La guerra contra el califato, la guerra en sí, ha terminado"

¿Qué papel cree que debería tener Occidente en esta “Guerra Santa”? 

La guerra contra el califato, la guerra en sí, ha terminado. El papel que tiene que tener Occidente ahora, en la posguerra, es fundamental. Tendría que invertir una mínima cantidad de lo que se ha gastado en gasto militar (¡una mínima!) en reconstruir los lugares bombardeados para impedir que se convierta en un caldo de cultivo, para impedir que estos grupos puedan volver y reclutar a gente que combata por un plato de arroz. Es lo que ha pasado sobre todo en Siria. En Siria la gente no comulgaba con el postulado de Daesh, la gente tenía hambre.

¿Por qué cree que tantos extranjeros se unen a las filas del Estado Islámico? 

Al final los cuadros de mando, la gente más radical, eran los grupos extranjeros. No era un tío, no era un combatiente de Tikrit, de Faluya o de Raqqa. Los que estaban manejando aquello eran de Londres, de Ceuta, de Túnez, de Chechenia o de Arabia Saudí. Yo creo que uno de los motivos fundamentales que les ha llevado a enrolarse ha sido la fabulosa maquinaria de propaganda que ha tenido este grupo y esa autopista que han sido las redes sociales para expandir su mensaje. Los motivos de cada persona son diferentes pero creo que hay, por un lado, esa desilusión o esa inadaptación a las sociedades donde han crecido, se han sentido excluidos, y en segundo lugar, esa fascinación por el caramelo que les ofrecía el califato. Así lo creían.

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Se cumplen este verano cuatro años desde el último Mundial de Fútbol. El 13 de julio de 2014 Alemania se imponía a Argentina con un gol en la prórroga, dándole al país germano su cuarto Mundial. En el otro lado del mundo: inteligencia, financiación, rearme. Esperábamos, sin saberlo, a las sombras. Cuatro años después se anuncia el final de esas sombras. Atrás dejaron pobreza, una grave crisis humanitaria, la de los refugiados, y un mundo desolado y cubierto por cenizas. Cuatro años después la calma podría ser sólo (como lo fue entonces) una ilusión.

Mikel Ayestaran volverá, siempre lo hace, a contarnos lo que hay detrás del conflicto y tras él, como aquellas vidas minadas de Gervasio Sánchez o las historias que trajo Ramón Lobo desde Kabul.

Mikel Ayestaran volverá, siempre lo hace, a explicar la realidad desde el otro prisma. Desde el prisma en el que la vida adquiere su verdadera dimensión, sin el filtro de la rapidez o la economía de palabras.

Las buenas historias se cuentan despacio. Las de Ayestaran se cuecen lento para convertirse en auténticas.

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