El zombie o muerto viviente es una metáfora, aunque no sabemos de qué. En principio, hay elitismo, sociopatía y misantropía en el mundo zombie. Una mayoría repugnante trata de hacerte de los suyos y tú matas a todos los que puedes. En las películas de zombies, nadie se siente identificado con los zombies, sino con esa minoría sana y asesina que tiene carta blanca para cualquier cosa, como robar en el supermercado de la gasolinera.
Contar como zombie es contar como una persona prescindible, peligrosa y muy fea. El origen del término nos lleva a Haití y la práctica del vudú. Esto ya está olvidado y preferimos zombies en Londres o Nueva York. El vudú (me lo invento) resucitaba muertos, y el muerto entonces pasaba a ser un zombie. Por precisión necromántica, algunas películas y expertos en zombies prefieren llamarlos “infectados”, toda vez que no han vuelto a la vida. Esto nos parece mal, pues instaura un clase social más baja dentro de la clase social más baja de todos.
Además, un infectado surge cuando una persona de la élite es atrapada por los zombies, que normalmente le muerden en el cuello de forma irreparable. Según cada película, uno se convierte en zombie instantáneamente o después de mucho sufrir y sudar. En todo caso, que te muerdan en el cuello o te saquen las vísceras te sitúa muy cerca de la muerte, seguramente muerto por completo, de modo que no es exagerado considerar zombie, y no infectado, al que cae en las manos de los zombies.
Una cosa que no se entiende del zombismo es por qué los zombies comen personas, pero sólo un poco. Por qué no comen, y se sacian, con animales, como todo el mundo. Un cerdo, un caballo, una ardilla. Los zombies quieren comerte, pero luego no te mondan los huesos ni te devoran la cabeza o te dejan sin brazos ni piernas. Te comen lo justito para que seas uno de ellos, algo que se parece demasiado a una dieta llevada contra los demás.
El atractivo de las películas de zombies es que no se puede confiar en nadie. En cuanto te descuidas, tu madre te quiere comer. Quizá el zombie es una metáfora hobbesiana, y el hombre es un zombie para el hombre.
Por muchas películas que hagan de zombies, siempre las vemos. Son, en cierta medida, películas de superhéroes. La historia desplaza el listón a partir del cual eres un superhéroe, y ya sólo con no ser un zombie eres una persona mejor que la mayoría, con poderes. En un mundo zombie, donde casi todas las personas están infectadas, ser zombie es lo normal. De ahí que matar zombies sea una forma de matar gente normal, aunque no nos demos cuenta. Matar a la gente según la vemos por la calle (sociopatía, ya decimos) es uno de los sueños oscuros de cualquier persona. En estas películas, vemos cumplido ese sueño, se asesina a cualquiera porque nos cae mal, porque es zombie.
Que los zombies sean malas personas está en discusión. Alguna película última de George A. Romero proponía un giro sin sentido al mundo zombie. ¿Y si los zombies fueran personas con sentimientos, pudiera pactarse con ellos y cesar en la matanza mutua? Narrativamente, esto es muy interesante, pero, al cabo, queremos matar zombies. Queremos que nos quieran comer. No necesitamos nuevos amigos.
En 28 años después (Danny Boyle, 2025), se desliza alguna piedad por los zombies. Ha pasado tanto tiempo desde que Reino Unido fue infectado que los zombies han progresado un poco. Siguen siendo tontos, pero unos son más tontos que otros. La película es un disparate que funciona, lo que quizá tiene algo que ver con que en un mundo zombie pasarían cosas que no podemos imaginar. Boyle mezcla Apocalipse Now con La naranja mecánica, trazando una línea moral de cierto escalofrío: a las personas las puedas matar alegremente si son zombies, mucho más alegremente que a los animales.
Lo que más me gusta de las películas de zombies es que no hace falta comprar nada y todo lo puedes robar. Creo que no estoy solo en esto. Da mucho gusto ver a gente desesperada, la minoría sana y asesina, recorrer una ciudad y apropiarse de todo lo que se cruza en su camino, desde alimentos a automóviles, pasando por ropa y medicinas. Con los zombies, llega la anarquía, como cuando cortan una calle grande en Madrid porque hay una maratón y, antes de que pase la maratón, puedes pasearte libremente por el medio de la calle. Es esa sensación de libertad y trasgresión la que retrata gozosamente la película de zombies.
Quizá por eso mi película de zombies favorita es Amanecer de los muertos (Zack Snyder, 2004), que se desarrolla casi íntegramente en un centro comercial. Los zombies son como señoras locas que acuden a las rebajas. Los no zombies, ricos que no necesitan mirar el precio de las cosas.




Totalmente en desacuerdo contigo.
Hablando de zombies, habia una serie inglesa, dead set, que se deja ver muy bien, y es innovadora. Black summer tambien era entretenida con gran variedad de ambientes y varias lineas intersantes… Pero yo vine por aqui para buscar alguna referencia de “Dura una eternidad y en un instante se acaba”, de Anne de Marcken… pero en otra vida será. De momento sigo con su analisis de la cutrez.. muy refrescante.
Lo leí hace poco y me encantó. Nunca habría pensado que mezclar zombies y existencialismo funcionaría. Cuando lo acabas, te quedas con la sensación de tener un cuervo alojado en el pecho.
En realidad, como proponía las genial “Shaun of the dead”, todos somos ya un poco zombies.
Alberto no te zombizes. Piedra hay que picar dado que estás infectado de clarividencia. Con perdón.