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Nido de piratas, no todo va a ser follar

Nido de piratas, no todo va a ser follar

Con Nido de piratas (Debate, 2023), Jesús Fernández Úbeda (Ciudad Real, 1989) muestra las entrañas del perro mientras éste sigue ladrando; narra y cuenta el periodista —de la mano de los protagonistas y otros actores de reparto— con mucho tino la historia del diario Pueblo, que en realidad es la del periodismo patrio con todas sus costumbres y vicios. Una muestra se encuentra en el recuerdo de Rosa Villacastín de Pueblo como «la mejor escuela de periodismo que ha habido» y en las alabanzas a Emilio Romero como director, pero no pasa por alto sus debilidades con la carne, mencionando de paso a Juan Carlos I: «En la puerta del despacho [de Romero] había una luz. Si la luz estaba roja, no podía pasar nadie, porque estaba con alguna; si estaba verde, la secretaria te decía que podías pasar. Con él acaba una mujer. Ahora que lo estoy pensando, ¡es que el tema de las tías ha acabado con todos!». Villacastín, continúa, le recuerda a Jesús que Emilio Romero se había enamorado de la bailaora Sara Lezana. Se ve que al director de Pueblo le gustaba liarse con artistas. «Si tú querías triunfar en el teatro, te ibas una noche con él y tenías páginas y páginas en el periódico. Le gustaban mucho las folclóricas», rubrica Villacastín.

Además del nepotismo, la endogamia ha sido muy debatida. Aquí, en Nido de piratas, se toca el asunto de los privilegios y prebendas de los llamados nepobabies, descubriendo que también se obtienen enemigos por consanguinidad… a veces. Javier Ors, hijo de Miguel Ors y nieto del corresponsal de guerra Fernando Ors, le explica a Jesús en las páginas del octavo episodio, El rey sol, cómo Emilio Romero le dio trabajo a Miguel Ors, descendiente del hombre que le había cruzado la cara en Alicante años antes.

Si David Jiménez en El director (Libros del K.O., 2019) utilizaba motes para referirse a sus compañeros de El Mundo, Jesús Úbeda va a «pijo sacao». No se va el autor —permita la broma fácil— por «los cerros de Úbeda»; es tenaz, por actitud y escritura, y pocos escondites quedan para quienes hubieran preferido quedarse en el anonimato, bien por ser una fuente o por vergüenza torera.

"Pueblo se movía en unos códigos que hoy espantarían al más purista que se la coge con papel de fumar"

Mención especial merece la tropa de la Pelagra. Andrés Aberasturi explica quiénes la formaban, él incluido: aquellos que, en el mejor de los casos, tenían un sueldo de cinco o seis mil pesetas al mes: «No teníamos Seguridad Social. Éramos como los becarios de ahora. Yo vivía en una pensión cerca del periódico y, prácticamente, el sueldo se me iba en ella. En la Pelagra éramos muchos. No sé cuándo me dieron de alta en la Seguridad Social pero, vamos, tardé bastante tiempo en estar en nómina. Tampoco es que no te subieran el sueldo, ibas ganando poco a poco un poco más… pero no tenías ningún derecho, no constaba que estabas trabajando allí». Más rácanos, subraya Úbeda, fueron con Arturo Pérez-Reverte, que no cobró durante el periodo en el que le tuvieron a prueba, ni después: «De hecho, estuve sin cobrar cinco o seis meses. Una vez, llegó un tío de Murcia nuevo, nadie le conocía y le preguntaron: “¿Tú eres pelagra?”. Y él, muy solemne, dijo: “No, yo soy Manuel Adolfo Martínez Pujalte”. Imagina el cachondeo».

Pueblo se movía en unos códigos que hoy espantarían al más purista que se la coge con papel de fumar. Sirva de ejemplo el caso de Felipe Navarro, conocido como Yale, que pertenecía al batallón de los buscones de Pueblo, tipos que —describe Úbeda— trabajaban en redacciones que apestaban a tabaco negro, whisky y desinfectante. Arturo Pérez-Reverte llega a desvelar que había un sofá en el que dormir, y se podía beber y fumar para que el reportero se sintiera como en casa.

En aquel 18 de septiembre de 1968, Yale pensaba en la noticia del transplante de corazón que había de realizar «el yernísimo» de Francisco Franco, Cristobal Martínez–Bordiú, el marqués de Villaverde, «con quien el reportero se juega la pasta al mus, y con quien el reportero la pierde siempre». Es tal la leyenda de Yale, que él mismo publicó sus memorias bajo el título Un reportero a la pata coja (Planeta, 1980).

Como apuntaba hace bien poco Iker Jiménez, el 70% de las exclusivas de Pueblo serían hoy impublicables. «El transplante de ayer ha muerto» es el primer capítulo de Nido de piratas. Jesús empieza fuerte el menú y Raúl Cancio sirve el vino.

VENENO

Quienes hayan leído con anterioridad a Jesús Fernández Úbeda, tanto en esta casa (Zenda) como en Libertad Digital (con sus crónicas parlamentarias), sabrán del decoro en sus palabras, perlado de homenajes a Los Simpson (guiño, guiño). Canta Andrés Calamaro en «Sexy y barrigón» que es una buena combinación de Homer Simpson con Rolling Stones, y tal cual es Jesús, sólo que en lugar de los Stones sería Joaquín Sabina.

El nuevo libro de Úbeda, Nido de piratas, viene precedido de los poemarios Aterrizaje forzoso (CLV libros, 2017) y Estado incivil/Concierto de alcaudones (Huerga & Fierro, 2021), pero sobre todo, por su estilo y temática, de No le des más whisky a la perrita (La Esfera de los Libros, 2020), con Julio Valdeón y acerca de la vida y milagros de Raúl del Pozo.

"Arturo Pérez–Reverte remata su parlamento con la «palabra perfecta» que utilizaba el crítico taurino Manolo Molés para definir el oficio: veneno"

Este pacífico criminal de guerra manchego se ha ganado el respeto de los veteranos con Nido de piratas. Es, de hecho, Arturo Pérez–Reverte quien prologa el generoso volumen de un poco más de 300 páginas. «Llegué siendo un chico muy bien educado, tímido, y salí siendo un tiburón de redacción gracias a todos estos hijos de puta, que fueron mis maestros», le cuenta Pérez–Reverte a Jesús. «Lo aprendí todo. Aprendí a no respetar a nadie, el valor de una firma en primera, a convencer a alguien para que te contara las cosas, a manipular a las fuentes, a obtener secretos de las fuentes que había que proteger y, sobre todo, aprendí la felicidad enorme de vivir una aventura diaria. Ibas en el metro, veías a la gente leyendo el periódico y veías que estaba tu foto ahí, en primera. Eso era el trofeo, el premio. Había un legítimo orgullo en ello. Un orgullo de casta. Eran periodistas especiales. No eran los más honrados ni los más escrupulosos, ni los más veraces tampoco, pero eran brillantísimos. Eran capaces de hacer que el lector se quedara enganchado, que comprara el periódico. Gente con una brillantez enorme. Profesionalmente, fue la época más feliz de mi vida».

Arturo Pérez–Reverte remata su parlamento con la «palabra perfecta» que utilizaba el crítico taurino Manolo Molés para definir el oficio: veneno. Y Miguel Ors, según palabras de su hijo Javier, repetía siempre el lema de Pueblo: «Sorprender al lector y desazonar a la competencia». Jesús Fernández Úbeda, como heredero —por derecho— de esta materia lo sabe y lo mantiene; nadie como él para contarnos la fascinante historia del diario Pueblo, con todos sus tejemanejes. A los futuros estudiantes de Periodismo: cultiven las relaciones y trabajen. No todo va a ser follar, que diría Javier Krahe.

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Autor: Jesús Fernández Úbeda. Título: Nido de piratas. Editorial: Debate. Venta: Todostuslibros

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Me lo callo
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11 meses hace

Faltan testimonios de otras personas que guardan todavîa muchos secretos……ja ja ja