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Patria, dos años después: una conversación entre Fernando Aramburu y Juan Cerezo

Patria, dos años después: una conversación entre Fernando Aramburu y Juan Cerezo

Sobre el escenario de un auditorio abarrotado de gente, un escritor y un editor conversan. Dos periodistas jalonan con preguntas —dirigidas al autor unas, al editor otras—. La conversación que esta tarde tiene lugar en Bilbao como acto inaugural de unas jornadas literarias lleva años gestándose. Es fruto del lento alumbramiento que une a quienes escriben una historia y a los que hacen posible su publicación. El escritor es Fernando Aramburu. El editor es Juan Cerezo, el director de Tusquets, el hombre que publicó aquella primera Fuegos con limón, en 1996, y que en 2016 decidió tirar cien mil ejemplares de la más reciente novela de Aramburu: Patria. Desde entonces, han transcurrido dos años, más de ochocientos mil ejemplares vendidos y varios premios literarios, entre ellos el Nacional y el de la Crítica en lengua castellana. Hay mucho de qué hablar esta tarde. Mucho.

─¿Se puede ser amigo de un editor? —la pregunta del periodista Roberto Herrero parece dirigida a Aramburu, pero Juan Cerezo la atrapa en el aire.

—Se puede ser socio y se puede ser leal. La amistad puede que exista, pero no basta. Si el libro no llega a tiempo, no valdrá sólo la amistad. Un editor tiene obligaciones con sus autores –responde Cerezo, contundente, ante la risa de Aramburu.

—Yo pensé que me querías… —remata el escritor donostiarra, que carcajea como suelen hacerlo los tímidos cuando en lugar de dejar salir la risa, la expectoraran.

"Que Patria se haya transformado en un fenómeno es uno de los temas que se repiten esta tarde. Aclamada como la mejor novela de 2016, marca un antes y un después editorial y literario"

Cuando Aramburu habla de Tusquets emplea el tono de quienes se refieren a su familia o un amigo. Algo de eso hay en este hilo que une sus voces, las de escritor y editor: un estambre que viene desde muy lejos y traspasa la tela del tiempo uniendo con sus costuras a dos personas. “El primer libro que me publicó Tusquets era un tocho. Lo envié a tres editoriales: Seix Barral, Anagrama y Tusquets, que aceptó y confió en mí. Ver mis libros en la colección Andanzas ha sido el regalo más grande que me han dado. Sigo en mi fase de agradecimiento hacia Tusquets y siento que Patria formó parte de ese agradecimiento”, cuenta Aramburu, recortado por una iluminación que lo hace lucir severo, a pesar de que el novelista conserva ese estilo despreocupado y poco solemne de siempre. Viste americana y unas zapatillas Hamburg rojas que brillan sobre el escenario como lo hace en la primera página de Patria la maceta de geranios que Bittori coloca en su ventana el día en que ETA anuncia el fin de su actividad y decide, entonces sí, volver a su pueblo.

Que Patria se haya transformado en un fenómeno es uno de los temas que se repiten esta tarde. Aclamada como la mejor novela de 2016, marca un antes y un después editorial y literario. A lo largo de más de 500 páginas, Fernando Aramburu cuenta la vida de dos familias de Guipúzcoa separadas por la enorme grieta que ETA ocasiona en sus vidas. Una novela coral, incluso incómoda, un espejo en el que algunos lectores dicen no sentirse reflejados y en el que otros, sencillamente, preferirían no verse retratados. Un libro que, sin pretenderlo, se ha erigido como un relato casi total de una tragedia que permanecía latente, aún demasiado fresca en su memoria de sangre y pólvora. Después de dos años, Patria es el libro más solicitado por el sistema de bibliotecas públicas de Vizcaya; lo dice el propio Aramburu esta tarde de viernes.

"Aramburu tiene una cosa muy clara: Patria ya tiene su punto y final. No volverá sobre ella"

Yo lo que quería era escribir una buena novela. Y creo que si ha tenido éxito es porque interpela. Que se convierta en un superventas depende de mucha gente y no sólo del autor. A veces ayudan los hechos, las circunstancias. Que se disolviera ETA ayudó, porque la gente quería tener su vivencia sobre lo que pasó (…). En los otros países donde se ha publicado, en especial en Italia o en Argentina, y donde el dolor, la memoria, el perdón y el olvido están presentes, Patria ha sido leída como un relato común. Hay mucho dolor en esos países. Por eso tengo la sensación de que este libro reaviva las historias propias de otros que no están en el libro”. Aramburu habla de Patria como quien examina un artefacto autónomo, una especie de reloj que manda sobre sí mismo y en la relación que entabla con los lectores. Eso sí, Aramburu tiene una cosa muy clara: Patria ya tiene su punto y final. No volverá sobre ella.

Cuando leí Patria, me entró el calambrazo que tienen que producir los libros, como decía Nabokov. Dije: «Tenemos que conseguir vender 100 mil ejemplares». Y hemos vendido 800 mil —explica Juan Cerezo, que le ha quitado la palabra a Aramburu—. Un libro acaba tocando un nervio de una época de manera involuntaria. Patria es una obra contundente que se impone por sí misma, que descubre una vivencia que no se quería ver o que se ignoraba, y que cuajó en un público que estaba deseoso de que le contaran ese conflicto del que todos reuhían. Se dijo mucho que ETA era veneno para la taquilla de cine. Pero la novela tiene un mecanismo que vence a cualquier lector. No sólo gustaba a lectores poco exigentes sino a los muy exigentes. Era la novela que necesitábamos, y el hecho de que tocara ese nervio quiere decir que hace lo que sólo consiguen hacer las obras maestras”, redondea el editor.

Hay recuerdos propios y cuitas viejas. Que Fernando Aramburu entrega los manuscritos cincelados es algo que Juan Cerezo deja más que claro, aunque no sin risas. En 1996, cuando Aramburu estaba por publicar Fuegos con limón, Cerezo le sugirió que cambiara el título. Era confuso, quizá habría que darle la vuelta a algunas opciones alternativas. «Piénsalas y házmelas llegar», le dijo. Fernando Aramburu le tomó la palabra y envió una lista de diez posibles títulos alternativos. Escribió Aramburu su lista: la primera opción era Fuegos con limón; la segunda, Fuegos con limón; la tercera, Fuegos con limón y así hasta completar la decena. Remató con una frase: “Y por cierto, la que más me gusta es la tercera: Fuegos con limón”, cuenta Aramburu soltando, ahora sí, una sonora carcajada.

"Quien escucha a autor y editor en su conversación de esta tarde ve aparecer ante sus ojos una secreta operación que sobrepasa al libro y anticipa lo que este hará con las personas"

Insiste Fernando Aramburu en que los lectores acudimos a los libros guiados por nuestras preferencias, convicciones y vivencias. También por nuestros prejuicios y odios. Sin embargo, quien escucha a autor y editor en su conversación de esta tarde ve aparecer ante sus ojos una secreta operación que sobrepasa al libro y anticipa lo que este hará con las personas: relacionarlas y acercarlas, ya sea porque en el proceso de su factura se imprimen muchas otras vidas o porque el solo encuentro con un lector convierte la publicación en un segundo acto creativo. Recibir, editar y publicar un libro le añade a las historias un latido que muchos ignoran, una electricidad que se sobreimprime en sus páginas y la biografía de quienes hablan entre sí como lo hacen Aramburu y Cerezo esta tarde, con la naturalidad de quienes comparten el largo estambre de algo vivo.

(*) Esta conversación tuvo lugar en Bilbao, como acto inaugural de la quinta edición de las jornadas El autor en el nuevo mundo de la edición, un encuentro de editores, libreros, periodistas y escritores organizado por la Asociación de Escritores de Euskadi / Euskadiko Idazleen Elkartea (AEE/ EIE).

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