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Pedro Ruiz: “Mi destino está donde me quieren y con la gente buena”

Pedro Ruiz: “Mi destino está donde me quieren y con la gente buena”

Aunque esta conversación aparecerá una vez publicado el libro ¡Paren el mundo, que me bajo! (Almuzara), tuve la suerte de entrevistar a Pedro Ruiz un poco antes de que saliera a la venta. Con el libro en la mano pude conversar con calma con el autor sobre su contenido y sobre lo que rodea al libro, el mundo de Pedro Ruiz y el mundo en general, nuestro mundo.

El autor no se considera escritor pero va a todas partes con un cuaderno y un bolígrafo, y escribe todos los días: “Escribo porque me apetece hacerlo, cuando me apetece, y me apetece todos los días”. Ya ha publicado 18 libros, si no llevo mal la cuenta, y tal vez no se considera escritor porque hace muchas otras cosas y huye de toda etiqueta. Pero práctica no le falta. Tampoco ingenio.

De hecho, hay dos calificativos que acepta de mucho mejor grado, “artista” y “poeta”, quizá también por la amplitud que tienen estos conceptos. Y por la libertad que se supone al artista, así como el talento inherente al poeta… pero esto es añadido del entrevistador.

Sin embargo, es muy probable que todo esto haya tenido mucho que ver en la creación de su nuevo libro, de toda la vida de Pedro Ruiz, todos sus días.

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¡Paren el mundo, que me bajo! ¿Por qué el título?

—Porque es una frase de Quino, que puso en boca de Mafalda, reconociéndolo en la primera página del libro, y agradeciéndolo. Hace un ramillete de pequeñas cosas que a mí personalmente me van molestando un poco más, y creo que también a otra gente, en el sentido de que nos van cambiando la vida, de que nos van presionando, de que nos obligan a más gestiones, de que estamos más controlados, y que en mi inmodesta opinión somos cada día un poquito más estúpidos. Es una especie de pataleo.

—¿Tú te sientes en este mundo un poco preso?

—Yo me he sentido siempre así, siempre sin excesos, pero no me he sentido nunca perteneciente a nada. Cuando me dicen “tú eres de aquí” o “de allá”, yo contesto: “Yo soy de mi padre y de mi madre, y el resto no me interesa mucho”. Procuro ser solidario pero no milito en nada. Me parece un error.

—¿Este es un libro que tú crees que te representa mucho?

"Es un libro que a mí me ha ayudado escribirlo y que creo que al lector le divertirá"

—Es un libro que a mí me ha ayudado escribirlo y que creo que al lector le divertirá. Algunas veces estará de acuerdo, otras no tanto. Pero de eso va el asunto, de provocar, “cariñosamente”, para que cada uno saque sus propias conclusiones de lo que hacemos a propósito de los temas que aparecen en el prólogo y en la proposición.

—Lo escribiste en Semana Santa, ¿verdad?

—Sí, en quince días de Semana Santa. A mano. Gasté doce o trece rotuladores con los que escribo siempre, que tú conoces. Me lo pasé bien; escribí cuatro o cinco horas días. Hay 38 capítulos. Cada día me hacía dos capítulos y luego añadía unos poemas, algunos que ya tenía escritos y otros que escribí para el momento. Ya sabes que yo soy muy epigramático; me gusta hacer pensamientos cortos, que no son siempre ciertos, pero por lo menos son un primer esculpido de una piedra.

—¿A quién crees que le gustará este libro sobre todo?

—No quisiera pecar de comercial, porque no fue la intención hacer una cosa comercial, pero creo que éste es un libro entretenido. Como diría Forrest Gump, es una caja de bombones: no sabes nunca lo que va a salir. Y entonces, ese zapping interno que tiene el trabajo hace que la gente no esté mucho rato aburrida o entretenida en lo mismo, y va saltando de matorral en matorral, y yo creo que puede divertirse como un conejo en la montaña.

—El libro tiene bastante poesía.

—Al final de cada capítulo, algunos ya escritos, otros nuevos, otros más serios que incluyo para compensar la aparente gamberrada que hago, y que yo creo que queda mejor el capítulo con ese poema. Por ejemplo el de la patria.

—Para ti la poesía es algo muy serio.

"Para mí la poesía es un modo de respirar, sin ningún modo de pretensión ni de petulancia"

—Para mí la poesía es un modo de respirar, sin ningún modo de pretensión ni de petulancia. Yo creo que el que escribe poemas, o poemitas pequeños, respira. Mi madre me contaba que mi abuelo escribía poemas. Mi abuelo era pescador, pescatero, en Garrucha, y decía cosas muy pequeñas como: “De mi trabajico vengo, con la ropica en la mano, y no tengo quien me diga si llego tarde o temprano”. Y luego he sabido con el tiempo que el padre de mi padre, que era pastelero, los domingos envolvía los pasteles con poesías. Nunca lo conocí.

—Si no recuerdo mal, un pastelero de Cyrano de Bergerac hacía lo mismo, o parecido.

—Sí, lo recuerdo, sí. Creo incluso que viendo la película pensé: “Qué pena no haber conocido a mi abuelo paterno”. Y además no sé si habría fotocopias entonces, porque para envolver con poemas cien pasteles necesitaría cien papeles.

—Has hablado hace poco de la patria. Tú con la patria tienes una relación…

—A mí la patria oficial no me interesa. Yo creo con Rilke que la patria es la infancia, y pugno por no salir de la infancia de un modo más mesurado con la edad que tengo. Como dice el poeta Félix Grande, “las fronteras son cicatrices en la tierra”. Hay que administrarnos, nos tienen que controlar, etc. Pero yo no soy muy partidario de este montaje en el que creo, y lo creo yo nada más, que los humanos somos una infección que padece el planeta.

—Tú has dicho alguna vez que la patria está donde te quieren.

—Más que eso quiero decir que mi destino está donde me quieren, y con la gente buena. Yo no distingo entre razas ni entre dineros. Yo no creo en la aristocracia, por ejemplo. Yo creo que la nobleza es una actitud, no es un papel. Y lo mismo ocurre con las cosas. Y uno quiere ir donde lo quieren, no hay más.

—Me gustaría preguntarte, ahora que estamos hablando de este libro, qué piensas de los libros hoy en día. ¿Crees que interesan menos a la gente?

"Cuando la gente se canse de lo digital, o de lo cuántico que vendrá después, es posible que le apetezca tener un objeto en la mano para pasar las páginas"

—Tengo la sensación de que en nuestro brevísimo paso por la Tierra, de todos, de la humanidad entera… y ten en cuenta que esto empezó hace 4500 millones de años y la humanidad llevará 6000, o 10 000 años, o los que sean… tengo la sensación que esto funciona con las tres cosas que te he dicho alguna vez: hambre, atracón y diarrea; hambre, atracón y diarrea… Y vuelta a empezar. Cuando la gente se canse de lo digital, o de lo cuántico que vendrá después, es posible que le apetezca tener un objeto en la mano para pasar las páginas. Pero claro, no estoy en el futuro y no te lo puedo asegurar.

—Dicen por ejemplo que los libros se venden menos ahora que antes, que hace unos años.

—Bueno, ahora se los meten en unos cascos si les gustan a través de un podcast. Yo creo que la esencia del libro no está sólo en el papel, la esencia, digo, de la obra literaria, de la obra poética, o de la novela. Puede estar muy bien dicha en un podcast. Si pudiera y me lo pagaran, yo este libro lo leería para un podcast. La cuestión es que la gente se acerque al pensamiento de una manera cercana. En lo que no creo es en la información, el espectáculo o el entretenimiento hiper-atomizado de diez segundos de prestar atención y luego marcharte. Yo creo que eso convierte a la humanidad en una colonia de microbios manejados por riego por aspersión.

—Cuando escribías este libro supongo que eras muy consciente del mundo en el que vivíamos.

—Pero me divertía escribiéndolo. De alguna manera me estaba tomando un recreo de lo que hago fuera, de lo que no me gusta, de lo que no le gusta a mucha gente, y con una ironía a veces un tanto exagerada preveo que viene un mundo que naturalmente no podré yo conocer, porque vienen avances que no nos imaginamos. Estaremos en otros cuerpos, viviremos en otras vidas, lo que quieras… Yo ya no estaré.

—¿Qué piensas de nuestro mundo?

"El peor dictador que ha pasado por la humanidad no sabe ni el uno por ciento de lo que ahora saben de todos nosotros gratis"

—Creo que esta velocidad tiene muy poco de reflexión, y mi intuición, que no es femenina, que es masculina, es que la finalidad de todo esto es controlarnos gratis —ya lo estamos viendo—, cosa que ningún dictador de los que han pasado por la humanidad ha conseguido. El peor dictador que ha pasado por la humanidad no sabe ni el uno por ciento de lo que ahora saben de todos nosotros gratis. Sin embargo, el personal está muy contento de poder masturbarse viendo la cara de su novia en el teléfono. Y debido a eso regala el resto de los datos.

—Y en el fondo la literatura, y yo diría que aún más la poesía, es todo lo contrario.

—Es más relajante. Te obliga a un acto interior. Te obliga a un silencio. Ya sabes que te he dicho más de una vez que en el libro, de las muchas cosas que hago, buenas o malas o regulares, hay un camino recorrido por ti y un camino recorrido por el lector. Yo escribo el libro, o lo escribes tú, y el lector tiene que hacer el esfuerzo de pasar la página, ponerse las gafas y estar contigo, en tanto que en la televisión estás en casa, lo ves, no lo ves, te gusta o no te gusta, pero tú no haces un esfuerzo; el esfuerzo lo haces leyendo el libro. Es un esfuerzo a mitad de camino. Eso otras cosas no lo dan.

—¿Y aquí el lector tiene que esforzarse mucho?

—Yo creo que no. No he cargado mucho las tintas. Es ocurrente, aunque alguna cosa de más entidad sí la digo. Lo que pretendo es que la gente haga un zapping a través de las mismas cosas que le molestan a él y a mí. En algunas cosas no coincidirá, porque por ejemplo a mucha gente le gustará mucho la cocina de ahora (a mí no me gusta nada). Hay un capítulo que se llama “A las órdenes del cocinero jefe”, donde pongo en divertida competencia el guiso de mi madre, de mi tía y el de mi abuela con lo que ahora te dice un tipo con un gorro blanco dándote un discurso en una mesa.

—Dices que te has divertido mucho escribiéndolo.

—Sí.

—Yo creo que hay una fuerte relación entre lo que siente el escritor al escribir su libro y lo que siente el lector al leerlo. Si tú te has divertido mucho al escribirlo no sería raro que el lector se divirtiera mucho.

—Es posible. Voy a decir una barbaridad: no sé si al lector le gustaría ver la masturbación del escritor. Pero toda escritura tiene un grado de autosatisfacción.

—Yo diría que mucho. Es muy gratificante escribir.

—Hablábamos antes de tener esta conversación que el hecho de escribir te libera de una pequeña presión que antes tenías dentro, y eso es curativo. Si no escribes barbaridades de que quieres matar a alguien, si te liberas, es muy curativo.

—¿Y le recomendarías este libro a alguien especial? A algún personaje conocido, quizá.

"Un libro es un acto de amor. Si se venden 700 000, estupendo; si se venden 17, pues también. Qué vas a hacerle"

—No, yo no soy de recomendar. Que lo lea el que quiera. Yo trabajo lo mismo en el teatro que en el cine, en la canción que en la televisión, cuando me dejan… Que lo lea el que quiera leerlo. Yo no soy partidario de forzar a nadie. Si se extiende el rumor de que es divertido y lo compran, encantado. Un libro es un acto de amor. Si se venden 700 000, estupendo; si se venden 17, pues también. Qué vas a hacerle.

—¿Esperas que este libro vaya a tener éxito?

—No lo sé. Nunca se sabe. A veces los libros que escribes con más gusto son los que menos se leen, y al revés. El Estado y la madre que lo parió es un libro que se vendió muchísimo, y lo escribí en un golpe de contestación al Estado, pero divirtiéndome. Y se vendió mucho, porque yo estaba en la prensa todos los días en aquel momento.

—Hoy más bien, digamos, estás en el teatro y estás en Internet.

—He descubierto las redes. Hace mucho tiempo me aconsejaron que lo hiciera. A mí no me gusta, ya sabes el teléfono que tengo… (Pedro Ruiz tiene un teléfono muy básico que sólo sirve para llamar y recibir llamadas.) Pero, entendido que no me van a dar mucha voz en los medios oficiales, porque yo soy un tipo que no se deja etiquetar, he empezado a hacer comentarios en las redes, y ante mi sorpresa lo que hago se ha convertido en una cosa muy escuchada.

—¿Puedes poner algún ejemplo?

—Por ejemplo, pequeños vídeos que hago han obtenido catorce millones de reproducciones, que eso me viene muy bien para anunciar que hago un libro, que trabajo en el teatro o que compongo una canción. Es mi defensa frente al sistema. También estoy en el sistema de Google, de Apple y de la gente que mangonea el asunto, pero por lo menos tengo mi ventanita.

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