Dije alguna vez, y si no, lo digo ahora, que un escritor es lo que lee, lo que vive y lo que imagina. Por lo menos tal es mi caso, y con esos ingredientes —en lo de leer pueden incluir el cine y sus derivados— escribo novelas. Pero nada pasa en crudo al libro, y por esto señalo con frecuencia que es un error buscar con exactitud a un autor en sus relatos y personajes, en lo que éstos hacen o dicen. La escritura, buena o mala, es una ficción donde lo real, a menos que sea autobiográfico —y en ese caso, desconfíen todavía más—, suele ser sólo unas gotas de vida propia mezcladas con otros elementos, diluidas en la trama, refundado todo en el resultado final que conocemos como literatura.
Tuve el privilegio de vivir infancia y primera juventud en un lugar extraordinario: se llamaba Poblado del Valle de Escombreras, había allí una refinería de petróleo —todavía existe, aunque el poblado desapareció hace mucho—, y junto a ella, para sus empleados, se desarrollaba un experimento social único en la España de los años 50: trabajadores de distintos niveles, jefes y obreros, vivían en el mismo lugar y compartían con equidad los servicios: comercios, escuela, iglesia, casino, cine, transporte, piscina, instalaciones deportivas. Había diferencias sociales a la hora de relacionarse —como las hay ahora—, pero los mayores convivían con respeto y los niños nos criábamos juntos, jugábamos juntos, correteábamos en pandilla por aquellos campos, montes y orilla del mar, e íbamos al mismo colegio de primaria. Ahora que somos mayores, quienes seguimos vivos recordamos el lugar como un paraíso: primeros juegos, primeros amores, primeras aventuras. Primeras experiencias de la vida.
Mis tres recuerdos precoces de niñez son diáfanos. Uno es el mar y su sonido en las rocas. Otro, a los tres años de edad, cuando en una cuna junto a la cama de mis padres apareció mágicamente un intruso —pedacito de carne con ojos grandes y mucho pelo negro— que me destronaba como centro de atención y rey de la casa. Y el tercero, un año más tarde en la escuela de parvulitos, cuando escribía las primeras letras, a lápiz, en uno de aquellos cuadernos rayados que usábamos antes de pasar a la caligrafía con tinta, palillero y plumín. A los dos o tres días de empezado el curso, doña Micaela, la maestra, nos puso deberes para casa, y el primero fue una plana de escritura. Yo tenía ligera ventaja en eso, pues antes de ingresar en la escuela mi madre me había enseñado los rudimentos básicos y lo hacía con cierta soltura. Aun así pasé parte de la tarde y la noche, antes de acostarme, haciendo y rehaciendo mi plana con lápiz y goma de borrar, resuelto a que fuera la mejor de la clase. Y al día siguiente, orgulloso y feliz, con mi babi, mi cartera a la espalda, recién lavado y peinado, fui al cole de la mano de mi madre y, una vez en clase, le entregué mis deberes a la maestra.
Han pasado sesenta y nueve años —yo tenía cuatro—, pero parece que hubiera ocurrido ayer. Doña Micaela miró mi trabajo y dijo: «Esto no lo has escrito tú». Y para mi estupefacción, rompió la plana ante mis ojos y la tiró a la papelera. Recuerdo perfectamente que me quedé paralizado, con la boca abierta, incapaz de pronunciar palabra. Por primera vez el mundo me caía encima. Tuve vergüenza de que me vieran llorar, así que fui a mi pupitre y estuve el resto de la clase inmóvil, baja la mirada. Mi madre me esperaba a la salida y preguntó qué tal mi plana. Conté lo que había ocurrido; y ella, sin decir nada, me dejó con una vecina y su hijo y fue a ver a la maestra. Nunca supe de qué hablaron, pero desde aquel día doña Micaela fue encantadora conmigo, me sentó en la primera fila y recuerdo que a veces me acariciaba la cabeza. Olía agradable, a colonia. En realidad era una buena maestra. Tanto, que de ella obtuve la primera lección importante de mi vida.
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Publicado el 20 de diciembre de 2024 en XL Semanal.
Voy a titular mis pobres líneas de hoy.
Una sociedad de micaelas.
Don Arturo, su lector, el de la crítica (injusta, por cierto), quizás me equivoque, es un tanto, o un mucho, buenista. Lo cierto es que para quien haya vivido, sin estar a las espaldas ideológicas y sectarias de la realidad, sabe que, en la vida real, la justicia no sale casi nunca bien parada. Es lo real, es la experiencia que da navegar por las procelosas aguas de la sociedad que vivimos.
Casi todos hemos tenido, a no ser que a nuestro nombre lo acompañaran rimbombantes apellidos y los tratos de favor que a ellos iban parejos, nuestas micaelas y micaelos, omnipresentes en toda nuesrra sociedad y oliendo bien a colonia. Desde pequeños, a la mayoría nos enseña la realidad que la idealizada justicia que la sociedad pretende inculcarnos, no existe. Y su carencia nos acompañará, por desgracia, toda la vida, en nosotros, en nuestros hijos y a nuestro alrededor. ¿Justicia? Entelequia, utopía, películas de super héroes, Star Wars.
A mí me encanta el halo de realidad que está intrínseco en sus novelas, don Arturo. Y es satisfactorio muchas veces.
Quizás sus experiencias y su vida estén reflejados en sus novelas. Hay una que para mí es una de las mejores y que creo que se relaciona con este artículo: «El asedio». Su final es jurídicamente apoteòsico. El comisario Tizón sabe muy bien dónde encontrar justicia realmente. Si somos sinceros y no buenistas, el desenlace de esta novela nos causará un profundo placer, un interno regodeo a quienes tenemos los pies en el suelo.
Estos últimos tiempos estamos asistiendo a una verdadera clase de cómo realmente es el interno mundillo de la justicia. Cómo se manipula, se manosea, se incumple, se viola y se adapta a manejos espúreos. Cómo se pueden echar abajo decretos anteriores e inventarse nuevas leyes que beneficien o perjudiquen a sectores concretos. Cómo, incluso los jueces, pueden ser acusados y procesados oor ni adecuarse a los dogmas políticos imperantes.
¿Cómo puede todavìa haber ilusos que piensen en la justicia idealista de las novelas cuando en la realidad las instituciones estàn tan en decadencia, son tan líqidas que hasta conceden cum laudes a tesis falsas?
Nada hay que indique más la decadencia de toda una sociedad que la decadencia y la degradación de la justicia. Símbolo máximo es la Costitución. Tergiversada, manoseada, interpretada, humillada, despreciada e incumplida, se puede resumir actuamente en la frase: esta es mi Constitución y la del país, si no te gusta, te consigo otra.
No sé si la Micaela era buena maestra o no, me da igual, don Arturo. Yo, por mi parte, odio profundamente a las micaelas y micaelos (cabrones) que he tenido que sufrir. Un buenista le diría a usted que la primera lección que aprendió fue que es de sabios cambiar de opinión. Yo, don Arturo, le digo que su primera lección fue que la justicia no existe en esta sociedad.
Micaelas. Justicia. Pedir melones a una conífera.
Feliz Navidad a todos.
«Nada hay que indique más la decadencia de toda una sociedad que la decadencia y la degradación de la justicia». Muy bueno, qué razón tiene!
No me fio de los buenistas. 79 dan para mucho. Soy lector empedernido, desde muy niño y leia EL DIARIO DE CADIZ, cuando mi padre venia de trabajar, a veces, despues de las 0,00 horas.
Buenos días Sr Reverte , me imagino que esa primera lección de vida es ahora agradable de recordar ,más aún si tiene el final de estar su madre a su lado.
No leo demasiado y no me atrevo a darle a usted excusas , si fuera usted un buen amigo y supiera que no soy demasiado buen lector, que tres libros me recomendaría a estas alturas de mi vida teniendo en cuenta que le acabo de dar la vuelta al jamón , tengo dos hijos , estoy separado hace tres y vivo un segundo amor después de mi separación.
Los clásicos son lecturas esenciales. Atemporales y profundos, resuenan de manera única con cada uno de nosotros, haciéndonos encontrar justo lo que necesitamos aprender, como si hablasen directamente al alma.
En 6° de Bachiller, el profesor de literatura, Sr. Colodrón, Instituto San Isidro de Madrid, en el que yo cursaba ese curso, convocó un concurso de poesía.
El día que comunicó, que poema era el mejor de los presentados, dijo: el premio es para tal, aunque el de Fulanito es perfecto, por lo que creo que no es de él.
La justicia, por ser cosa de humanos, es imperfecta.
Si se equivocan los expertos. Que será, si nos la tomamos de propia mano.
Sr Pérez Reverte:
Ha escrito un magnífico relato, como siempre.
Le mando esta carta, escrita para mi Narciso, que usted sabrá interpretar.
Querido Narciso: Soy una persona exageradamente agradecida y como te debo haber pasado un tiempito agradable, en parte gracias a ti, me voy a permitir hacerte una oferta.
Sé que eres narcisista de libro, que nunca podrás cambiar aunque con la edad se pueda haber mitigado un poco dicho trastorno .
Todos los seres humanos tenemos ego en mayor o menor medida, yo soy según decía Unamuno, egotista. También tengo una buena dosis de soberbia, no acepto y me rebelo contra el ninguneo.
Creo en mi inteligencia racional y lógica, lo que no me impide amar a mis seres queridos por encima de todo, sin que ello signifique obviar sus errores.
Analizo mi comportamiento diariamente y me arrepiento si algo no hice como debiera porque significa tener que disculparme.
Mi fortaleza es inexpugnable, no permito que alguien indeseable penetre en su interior. Incluso en los momentos más duros de mi vida nadie pudo entrar.
Me enamoré una vez, pero nadie puede conquistarme si yo no valoro su personalidad y sus valores. Y tú, lo siento de veras, careces de ellos.
Nunca pido ayuda, no me sirve de nada, soy como Juan Palomo y me recupero mediante mis pensamientos en soledad.
No soy sensible a la crítica ni al halago. Me molestan las alabanzas inmerecidas, soy consciente de mi valía. Mis defectos son míos( trato de remediarlos a veces con poco éxito), y no admito cuestiones sobre ellos.
También es cierto que soy empática y compasiva, me ha parecido que sufres aunque no puedas remediar tu forma de ser.
Quizás por agradecimiento o por el poder que creo poseer siento deseos de ayudarte, a pesar de que todos los estudios sobre el narcisismo reflejan la imposibilidad de cambio, aunque hablan de la terapia de conversación
Esta es mi oferta, sé mi amigo. Podrás contarme cómo te sientes, tus deseos, anhelos, éxitos, errores ( ya sé que no te gusta reconocerlos) y tal vez puedas sentir durante el rato de amistad compartida, que alguien te entiende y empatiza con tu dolor. Y pasar momentos agradables de risas y debates interesantes e inteligentes.
Te enamorarás de mí, pero yo de ti no, aunque podría llegar a sentir afecto por ti.
No podrás mentir, procrastinar o cualquier treta para darme celos o discusiones absurdas porque no los sentiría, pero provocarías mi ira.
Y créeme, puedo ser amable, alegre y queredeira, pero mi ira es terrible. No tiro cosas y no agredo a nadie, sin embargo mis palabras pueden hundir en la miseria al cualquier soberbio o narcisista.
Trato de vivir la vida siendo la mejor persona que puedo ser, respeto a mis semejantes, no me gusta humillarlos, no me siento superior, sólo diferente, y exijo lo mismo.
Buenos días. Habría que ser un miserable para despreciar la amistad de Palas Atenea. Confío que su eventual Narciso no lo sea. ¡Feliz Navidad!
Cómo es la infancia, ¿eh?. Yo también me acuerdo de la maestra que me enseñó a escribir y leer. De niño le tenía algo de pánico, porque yo era un niño asustadizo, introvertido, y tendente a conversar con las musarañas. Un día le dijo a un primo mío que venía a clase conmigo, que le dijera a mi padre que fuera hablar con ella. Recuerdo que el día que fue mi padre; yo estaba castigado a salir una hora más tarde, imagino que por haber conversado aquel día excesivamente con las musarañas. De repente vi allí frente a ella a mi padre, grande, torpe, con sus enormes manos de labriego, encallecidas y negruzcas, recibiendo una retahíla de quejas de la señorita: «Es muy vago, se queda distraído con cualquier cosa, a veces cómo hoy, lo tengo que castigar a quedarse una hora más, porque va más retrasado que los demás; y es por eso que le he mandado llamar». Mi padre, allí, frente a la señorita, recién venido del campo, de trabajar, tan grande de estatura, pero frente a aquella mujer, tan pequeño, le pregunta: «¿pero se porta mal?».
«No, eso no. Es muy bueno. Pero me gustaría saber si tienen ustedes algún problema en casa, no sé, para saber cómo hacer con él» . Mi padre le cuenta que hace tres años ha muerto mi madre, que es él sólo con la ayuda de mi abuela materna para sacar adelante a tres críos pequeños. Le cuenta el trauma que ha supuesto para todos la ausencia de la madre muerta, y que él no puede estar encima mía cómo, quisiera, como está una madre, y que se hiciera cargo…
Recuerdo volver a casa de la mano de mi padre; esa mano grande, rugosa del trabajo del campo, que olía tanto a tabaco. «Tienes que ser bueno; tienes que prestar más atención, que ya sabes como estamos….»
Recuerdo que a partir de entonces la señorita cambió el pescozon o el castigo, por la caricia.
La última vez que vi a la señorita Ana, fue un día que vino a visitarnos. Habia estado de baja, pues había tenido un niño. Recuerdo ir pasando los niños de la clase, uno por uno, e ir besando a aquel niño tan pequeño, nosotros, niños del campo, cual pastorcillos de un Belén viviente, frente a la señorita Ana, su marido y aquel niño tan pequeño. Recuerdo que cuando llegue a ellos me revolvió el pelo con la mano. «Cómo has crecido, casi ni te conozco», me dijo dulcemente, mientras dejaba que me acercara a dar un beso a su niño.
Después de aquella tarde no la volví a ver más., pero es curioso; de todos mis profesores es la que casi con más cariño recuerdo. Me enseñó a leer y escribir, nada menos.
Calcado a lo que me pasó a los siete con un profesor de Castellano -Ahora le llaman «Comunicación» y lo que menos enseñan es gramática-, que no reconoció que m labor en dictado era correcta: según él, era imposible que un niño de mi edad conociera la palabra «saltimbanqui»… Para entonces, ya leía yo a Dumas («Los cuarenta y cinco» fue mi bautismo de letras con él).
Nada que ver: acabo de ver «20 días en Mariúpol» y no pude dejar de recordar al Maestro, con «Territorio Comanche» y sus reportes desde zonas de guerra…
Los que tenemos algunos años recordamos casi mejor el pasado y lo que nos sucedió de niños. Hay momentos que algo nos ilumina esos recuerdos un olor, un comentario, una imagen…..Ese momento que nos cuenta me ha llevado de vuelta a uno muy similar que me pasó, ahora “los modernos” dirían que tengo un trauma. Le felicito por sus artículos, muchos de los cuales suscribiría sin duda, aunque no todos y esto me lleva a un comentario reciente sobre nuestros textos en las felicitaciones; durante años hemos usado Feliz Navidad y Prospero año xxxx, Felices Fiestas y el (incomprensible) Felices Pascuas, según nos cavia en nuestros tarjetones. Este año todo se ha revolucionado, hasta el extremo de utilizar esa palabra que tanto usamos los españoles, la mayoría de las veces sin pensarlo mucho. Creo que Vd. que tanto sabe observar ese “carácter” que nos arrebata a veces estará de acuerdo conmigo en que en esta ocasión se ha engrandecido el tema sin ser necesario. Aun así le reitero que muchas de sus opiniones me gustan, quizás por ese “carácter” que ha todos nos domina.
£@ P$#€
Don Arturo incluye al cine entre las experiencias que un escritor registra en su bagaje a la hora de imaginar la obra obra en su mente, yo sólo añado una reflexión personal e intransferible:
El cine americano es como el papel higiénico barato, se salva gracias al doblaje.
Por desgracia el español lleva décadas sin salvación posible, ya que suele representar lo que se adhiere a ese papel.
Dedicado a Doña Francina «Armengolpe» y sus titiriteros.
£@ P$#€ y sus «paseitos»
Paradojas y «malicias»
Suelen darse en el país,
No sé si son «injusticias»
Pero muy mezquinas sí.
Asaltaban las haciendas,
Y los bancos de Madrid,
Un grupo de sinvergüenzas
En plena guerra civil.
Asesinando a la gente,
Torturándola en sus » checas»,
Con actitud insolente
Solían robar a espuertas.
Se gastaron los dineros
En México o en París,
Mientras andaban en cueros
Los españoles aquí.
Y en ese «sufrido» exilio
La caterva de ladrones
Vivió dorados idilios
Con mangantes y masones.
Luego, tras un «movimiento»
De ingenuos inmovilistas,
Volvieron a meter dentro
A estos tunantes cuentistas.
Dicen que si fue la CIA,
Con ayuda del SECED,
cierto es que la porquería
Campa ahora a su merced.
Porque después de un Felipe,
Que comenzó desde cero,
Encabezaba el desfile
Un funesto zapatero.
Impuso a los «expañoles»
Qué había que recordar,
Camuflado entre esas coles
Más lechugas que berzal.
Los españoles pusieron
Al remendón en la calle
Pero nunca consiguieron
Que ese capullo se calle.
Después de que un juez falsario
Introduzca una morcilla
Cierto felón tabernario
Se ha colado en la tortilla.
El tipo es bastante fatuo
Y de talante amoral,
Lo cual define los rasgos
De un gran cretino integral.
Para el 2025
Quiere celebrar la muerte
De ese militar bajito
Que un día nos cayó en «suerte».
Baraka, según los moros,
Al general no faltaba…
Actualmente jode a todos
Un gafe tonto del haba.
Cincuenta años después
Va a conseguir este necio
Que se recuerde el ayer
Y eso no va a tener precio.
PD:
La señora Micaela
No «creyó» que un parvulito
Apenas yendo a la escuela
Pudiera escribir bonito.
La susodicha señora
Se postraría ante Cristo
Viendo quién preside ahora
El consejo de «ninistros»
Prefiero la poesía de Rafael Alberti, la de García Lorca (fusilado por estar contra ese «militar «bajito»,), las grageas de Gomez de la Serna, en fin, las enseñanzas en mi Facultad de Jimenez de Asua. En mi país un ilustre compatriota lanzó alguna vez esta frase «BARBAROS, LAS IDEAS NO SE MATAN»
Tiene usted buen gusto poético, enhorabuena.
Sólo decirle que ese militar bajito poco o nada tuvo que ver en el asesinato de Federico, que no murió por estar contra nadie, simplemente por estar donde no debía en el momento equivocado.
Le recuerdo que se escondía en casa de don Luis Rosales y ni siquiera ser un invitado de un falangista pudo salvarle la vida.
A diferencia de José María Hinojosa, que sí fue asesinado por pertenecer al Partido Agrario, Lorca murió por una venganza familiar por el contenido de su obra literaria.
Respecto a don Rafael Alberti, muy buen poeta, lástima no poder decir lo mismo respecto a su persona, junto a su señora se dedicó a apuntar en EL MONO AZUL para que otros dispararan después del paseíto, le informo que don Federico García Lorca de haber permanecido en Madrid y no viajar a su Granada natal no tenía asegurada su supervivencia puesto que apareció reflejado también en tan ilustre revista.
Los casos de don Pedro Muñoz Seca y de don Ramiro de Maeztu entre otros dan fé de la veracidad de lo que le digo.
Un saludo desde España.
Sr. Pérez Reverte: soy una mujer de 59 años que desde los 22 años padezco una Esclerosis Múltiple y he sido rechazada por algunas personas por padecer esta enfermedad. Para suerte mía me encuentro bien, aunque la fatiga crónica me deja un poco mermada. Vivo muy cerca del mar y me gusta la lectura, a la cual dedico casi todo el tiempo. Perdí mi trabajo, mi primer matrimonio y algunas amistades. He tenido que oír como me llamaron Esclerótica de Mierda, pero seguí adelante con mi vida, tengo un hijo y volví a casarme. De siempre quise escribir un libro, UNI el Unicornio, pero no se como hacerlo. Podría enseñarme como hacerlo? Muchas gracias por su tiempo en leer estas líneas. Kiss.
Señora Clara, si me permite usted, para escribir un libro, se necesita en primer lugar tener un tema; usted ya lo tiene, un Unicornio, algo que nadie pudo ver jamás, pero seguramente existe, en nuestra imaginación seguramente que sí. Yo si fuera usted empresaria el libro diciendo:
Cuando el unicornio me miró, comprendí todo aquello que existía, y yo, por mi apresuramiento estupido, no podía llegar a ver. Me estaba perdiendo lo mejor de mi vida…
Cordial saludo
El señor Pérez Reverte se lo diría mejor que yo, pues el es del oficio, y, estará de acuerdo conmigo, seria un fenomenal maestro. Yo se lo puedo decir cómo lector: con que contase usted su historia, ya tendría la mitad del camino andado.
Le deseo tenga una muy feliz Navidad, y que el 2025 le traiga el ánimo suficiente para enfrentarse al folio en blanco.
Un abrazo.
Sencillo. Como ya expresó alguien: «Tenìa algo que decir y lo dijo».
Buena singladura, buena musa y Feliz Navidad.
Le puedo recomendar, si me permite, un par de libros de ensayos sobre cómo iniciarse en la escritura: «Para ser novelista» y «El arte de la ficción», ambos de John Gardner. Quiero pensar que a D. Arturo no le parecería mala elección para romper el hielo ¡Ánimo, escritura y reescritura por doquier! Si lo logra hagásnolo saber. Feliz 2025.
“Dije alguna vez, y si no, lo digo ahora, que un escritor es lo que lee, lo que vive y lo que imagina”
Perfecta interpretación del señor Pérez Reverte sobre que es un escritor.
Después de haber sufrido un derrumbe emocional o mental, o no se qué (en el que nada había quedado en pie), del cual no podía salir de ningún modo; con 35 años, una psicóloga me dijo:
—¿Por qué no escribe, y me cuenta que le sucede?.
Así lo hice y esto me permitió abrir las compuertas de una represa en donde muchas cosas ocultas en mi mente comenzaron a salir y pude salir a flote; evidentemente cuando escribimos, volcamos en esas páginas en blanco muchas más cosas de las que imaginamos: frustraciones, alegrías, desencantos, sufrimientos, malos entendidos, revisamos muchas cosas de nuestra vida que nos permiten alivianar esa mochila que todos llevamos sin darnos cuenta.
Escribir no profesionalmente, o profesionalmente, deja allí en esas historias, en esos personajes, sin lugar a dudas, jirones de la vida de ese escritor ocasional o profesional; seguramente también surgen otros personajes o situaciones, que nos han marcado, o lastimado, y aparecen en la creación literaria.
Muchos no creen que el psicoanálisis sea algo comprobado científicamente y lo comparan quizás con un procedimiento con más dudas que certezas; en mi opinión todo aquello que tenga que ver con nuestra mente ingresa en una zona gris; esto tiene que ver con el hecho de entender que si la mente no funciona en forma racional y precisa ingresamos en el desconocido mundo, enfermedad o situación de la locura, tema que aterra.
Abro aquí un paréntesis y realizo esta pregunta: ¿somos todos cuerdos, realmente cuerdos, o tenemos algún grado de locura que no llega a ser de atar?.
Sin ir más lejos, asumir ser presidente de un país latinoamericano…creo yo, que es necesario tener un grado de locura para asumir tal responsabilidad, o por ejemplo Hitler y Putin, ¿son o fueron personas cuerdas?.
Quiero decir con esto que poder definir con certeza quién posee una mente normal, no es tan simple, y todos podemos tener, sin darnos cuenta, pequeñas cuestiones que no hemos podido resolver correctamente y allí están acompañándonos, modelando nuestro carácter, nuestras costumbres, nuestros hábitos.
Por último digo, que la mente humana es el único órgano de nuestro cuerpo que trata de comprenderse a sí mismo, y todavía no sabe bien cómo funciona.
Cordial saludo
Buenos días estimado señor Brun. Le contesto: según mi opinión nadie está completamente cuerdo; de lo contrario el suicidio sería la única forma de vida minimamente soportable ante la realidad que nos abruma.
La guerra, el hambre, el desaliento, las catástrofes naturales y artificiales la falta de control natural de la lascivia y la natalidad en entornos desfavorables, la impermeabilidad ante el dolor y el daño ajeno, la riqueza desmesurada sin término ni límite, la mentira como forma de vida, el beneficio por encima de todo. Ya sólo con eso…
Tenía yo casi preparado mentalmente contar por aquí hoy, en relación al tema planteado, una situación que viví de parvulito y que, para mi, fue también una gran injusticia. Luego lo he pensado mejor y como el suceso (que creo que sería bastante cómico para posibles lectores si acertase a contarlo con gracejo) es de carácter tan intimo y escatológico que he valorado que mejor lo dejo para otra ocasión. Así que hoy voy a intentar (como licenciado en leyes y tras superar dos oposiciones al respecto en la administración pública y tras más de venticinco años de servicio y trato con políticos) desterrar cierto tabú o idea popular con la denominada «justicia»:
Cuando estudias derecho piensas que mientras cursas la carrera, en algún momento, adquirirás la ciencia, el método y la sabiduría del tal rey Salomón para saber diferencia lo justo de lo injusto, sin errar y sin duda alguna. No es cierto, no te lo enseñan ni hay másteres para aprenderlo. Te suministran teorías, historia, doctrinas y hermenéutica (ya el tal Kelsen es un jarro de agua fría al respecto) para apreciar que la norma es el sujeto supremo del derecho. El positivismo júrídico y su interpretación es la estructura básica de la forma y
organización en que se pretende cristalizar y alcanzar la justicia en una sociedad. Sí, los supuestos valores y creencias se intentaban tocar tangencialmente en asignaturas como el derecho natural, el derecho político, la histora del derecho y la filosofía del derecho. Pero nada te indica fuera de la norma donde está el límite de lo justo y lo injusto. Y la historia, como la nuestra por ejemplo, te enseña que las normas (contemplemos el presente para verlo en vivo y en directo) lo pueden sustentar todo, hasta las mayores aberraciones y las mayores ruindades y componendas del poder (político, o económico, o social, o de opinión, o de todos ellos juntos y revueltos al tres bolillo).
Al final te das cuenta con los años que la noción de justicia sólo existe en tu cabeza y tu conciencia, y que un buen jurista, conocedor de todas las técnicas, recursos y trapicheos, lo mismo puede defender magníficamente una cosa y la contraria. La noción de justicia nunca estará meridianamente clara. Sólo existiran interpretaciones, convenios o argumentos para entender una situación y un hecho de una forma u otra. Así que, al final, bien por conciencia, moral, intereses diversos o por simple jerarquía y obediencia para subsistir en tu esfera, lo que se hace es inventar y/o aplicar argumentos de todo tipo, en especial normativos y jurisprudenciales, para justificar la postura que consideras o que te hacen considerar que debe prevalecer. Una mera interpretación de las cosas en plan Matrix. Así que, don Arturo, la justicia es inexistente y no se puede defender, salvo a título personal, que se haya sufrido o padecido una situación justa o injusta como usted pretende. Sólo, en su caso, existía el poder de una maestra que tuvo a bien tomar en consideración, probablemente, la postura y la interpretación de una parte interesada, la maravillosa madre de usted, la auténtica abogada de su caso. Una buena abogada, añado. Por eso esa oración, la Salve, dice lo que dice y es la que más me gusta del repertorio católico. ¡Feliz Navidad!
Usted también me ha enseñado muchísimas lecciones y no deja de hacerlo. Tanto, que otra vez tengo una lágrima que quiere salir. Gracias, amigo.
Lo que refiere al principio, sobre los campos residenciales petroleros, que fueron muy comunes en mi país, Venezuela. Su establecimiento se debe a un ensayo en los recursos humanos de los norteamericanos, ya finalizando la segunda revolución industrial, que se basaba en el teoría humanista de Elton Mayo; en contraposición a las teorías de Frederic Taylor, Henry Fayol (europeo) y el Fordismo, de la producción en cadena, altamente alienantes. Al trabajar el obrero, con la certeza, fiabilidad y seguridad que él y su familia estaría protegido y resguardado en sus necesidades, su productividad individual sería mucha más alta y comprometida, como de hecho era. El trabajo se ofrecía de por vida, con jubilaciones adecuadas al retiro. Esos campos residenciales eran un edén. Tuve la oportunidad de vivir y criar a mis primeros hijos en algunos.
Sr Pérez Reverte.
El otro día no comenté su artículo, sólo dije: magnífico, como siempre.
Además de eso, sentí indignación pensando en el niño que entregó su bonito ejercicio, hecho con toda la ilusión del mundo, a una juez y esta lo destrozó en su cara.
El dolor de ese pequeño sin entender por qué lo humillaban de esa manera debió ser enorme.
La actuación de la maestra, aunque hay que considerar la época en que sucedió, es de nula sensibilidad.
Si no creía que lo había hecho usted, debía haberle dicho: Le preguntaré a tu madre a ver si dijiste la verdad. Romper un escrito es una agresión. antes y ahora.
También le enseñé una carta escrita para mi Narciso.
Hoy he leído un tuit de alguien que no le gustaban los abrazos porque
de niño no los había recibido; bueno, a mí tampoco. Me gustan los que doy y me dan mis seres queridos, y acepto los que me dan otras personas que me aprecian.
En la carta estaba mi parte mala, ahora le voy a decir mi parte buena y pareceré prepotente( un poco sí lo soy).
Mi fortaleza inexpugnable también sirve para acoger, sujetar y no soltar de la mano a aquellos que quiero y me necesitan.
Defiendo a alguien cuando es atacado injustamente, pero si se trata de una persona querida me convierto en un basilisco.
Aunque ya sé que no soy omnipotente, en mi interior tengo mucha fuerza para comprender y no desfallecer, ayudando a alguien que quiere mejorar.
El esfuerzo que pretenden realizar algunas personas para conseguir modificar algo, es una hazaña tan grande que me produce admiración, emoción y ternura increíbles (fundamentales para mí).
Nos deja, o mejor dicho, me deja en el suspense absoluto. Que lección aprendió,señor Reverte??.
La acción de Doña Micaela me parece muy fuerte para un niño que intenta perfeccionar su trabajo….
Bueno a parte de ese detalle ,sus recuerdos me son muy familiares pues aunque no vivi en ese añorado poblado del Valle de Escombreras, lo frecuenté muchísimo . Compré en su economato.
Socialice’ con familias que allí vivían y mis dos hijos mayores acudieron a su colegio e instituto. Y frecuentaron su iglesia pues mi marido trabajaba en esa refinería ,concretamente en el departamento de FLOTA.
AÑOS PARA EL RECUERDO.
Wow! La vida nos enseña, indiscutiblemente, y cada acto humano se convertirá, tarde o temprano, en esas experiencias de lo que en definitiva somos. Gracias Maestro!
Don Arturo, buenas tardes. Gracias por su claridad. Me he vuelto un fanático de sus novelas, escritos y artículos. Sus palabras son francas, sanas y justas.
¡Qué texto tan diáfano (sólo por robarte una palabra) y hermoso! Me ha hecho llorar. Mi esposa y yo somos maestros. He empezado a leer algunos textos del autor, ahora mismo termino El club Dumas, y me gustan de verdad. Escribir bien es decir algo en las palabras justas y Reverte lo pone en práctica.
No he podido encontrar, aunque me esfuerce, una injusticia que me haya marcado de chico. Tal vez tuve la fortuna de haber sido guiado por personas, más allá de mis padres, que me brindaron cariño y guía.
Esta situación es lo contrario del infortunio que han sufrido y sufren chicos que vienen al mundo para recibir golpes y frustraciones de todo tipo.
Se dice que aquel que pueda superar un entorno hostil se convierte en una persona más fuerte; son chicos que maduran muy rápido, justamente por ese entorno dramático. No puedo asegurar algo así, deberíamos hacer un estudio de todos los que cumplen una condena, y saber cómo fue el entorno familiar; tal vez nos llevemos una sorpresa.
Pero en mi opinión, seguramente en los primeros años de vida y en la escuela primaria se forja una persona o mejor dicho una futura mente adulta.
Quizás los males del mundo actual tengan una causa notoria, que nos obligaría a reconsiderar la educación.
Reitero una idea que siempre digo, la noción del éxito. Si en una comunidad, cien jóvenes estudiantes de ingeniería deben competir mediante un examen para ingresar a la única empresa que hay en el pueblo, sabiendo que los que no aprueben se tienen que dedicar a las tareas del campo con un ingreso bajo, ¿qué solución le brindamos a los noventa que no han podido llegar a la meta?.
Si trasladamos esto a un país, estamos hablando de millones de vidas frustradas.
Por supuesto que el mérito es importante y valioso, pero si el 90% de los jóvenes quedan a la deriva, algo hay que cambiar; a esto se suma el impacto de la inteligencia artificial y la robótica.
Se dice que la humanidad se ajusta a momentos difíciles, y de algún modo se las arregla para superar todos los obstáculos, pero siempre son muchos los únicos que tienen que pagar la fiesta con sufrimiento, dolor y penurias; calamidades, que no se si quedan registradas fielmente en los libros de historia.
En fin, estamos en vísperas de comenzar un nuevo año, al que siempre esperamos con renovadas expectativas. Si pudiera pedir un deseo este sería que al menos se terminaran las guerras y el odio entre los pueblos; guerras y pueblos que están lejos de mi tierra, pero compartimos el mismo planeta y también las aguas del mismo océano.
Cordial saludo
Es una suerte, sr. Brun, no haber sufrido injusticias de niño en las generaciones en las que ya está empezando a periclitar la vida.
Yo he sufrido muchas en aquellos últimos años agónicos del, como dice otro de nuestros contertulios, militar enano. Ahora se califica fácilmente de fascista a cualquiera. Ni repajolera idea de lo que realmente es un fascista. En aquellos años sí que los había. Muchos. Viviendo del pesebre.
Tenìamos, en el bachillerato, una clase obligatoria, la FEN (Formación del Éspìritu Nacional), que la daban unos sujetos, enchufados por el règimen, que pertenecìan a la Falange. Hacîan exàmenes y ponìan nota. Los alumnos les teníamos mucha manía. Quizás odio intenso. A todos ellos les llamábamos pajaritos. Eran fanáticos y odiosos. Fascistas, de los de verdad. Parásitos.
Teniendo yo unos trece años, ante una medida arbitraria del pajarito de turno, no sé si en relaciòn a un examen, al final de la clase, cuando se marchaba, se produjo una algarada general con chillos y golpeteo de las sillas de los pupitres. Todos, sin excepciòn participamos. Pero, el hijo de puta, por manîa personal o por conocer mi pertenencia a familia antifascista, se fijó en mí y dió parte a un cura fascista y malnacido, maldito sea por siempre, que me condenò como único cabeza de turco del desaguisado. Pasé meses castigado, presentando por escrito miles de declinaciones de verbos en latín. Madito sea por siempre… odiarè siempre el latín… estuve a punto de ser expulsado.
En aquella época, era común el pagar justos por pecadores. En una ocasiòn, a un compañero mío, loco de atar, como una cabra, se le ocurrió escribir con tiza en la pizarra «vivan los rusos». La mala suerte es que pasó el rector, un cura fanàtico que habîa combatido en el frente del Ebro, en la guerra civil. Como en esta ocasiòn no fue capaz de dar con el culpable, toda la clase fuimos condenados a ser castigados.
En aquella época, los castigos colectivos eran la norma. Así, les podrìa contar a ustedes, cientos de anécdoras de este tipo, vivencias en las que, a los de nuestra generaciòn, se nos enseñaba que la justicia es inexistente.
Pero, bueno, al final alguna cosa aprendes. Como que una cosa es la doctrina del Maestro y otra muy diferente son los hechos de los eclesiásticos. No tienen nada que ver.
Un abrazo sr. Brun.
Es martes noche, día 31, es fin de año, y el bar de Zenda está cerrado. Lo cierran los martes y los mièrcoles. Estoy solo y voy a pasar esta horrenda noche de fin de nada y de principio de ninguna cosa, en soledad, conmigo mismo, con mis recuerdos, mis traumas y sin uvas. ¡Qué chorrada!
Y… con mis libros…
Y escribo esto porque estoy pensando que se presta demasiada atención al escritor y poca al lector. Y hay que decir algunas palabras sobre el buen lector. Esta noche, especialmente, es necesario, ya que la lectura me ha salvado de este horrendo dìa.
Y es buen lector el que se regodea con las palabras, pronunciadas en su cabeza y las historias reconstruidas en su mente, y acepta un nuevo libro que despierta en él sensaciones y le hace vivir con placer otras vidas. Escuchar los copos de nieve caer sobre las páginas o escuchar las olas del mar golpear sobre la proa del lomo abierto del libro o mirar a los ojos a esa persona triste que nos observa entre las páginas y a la que quisiéramos consolar.
Tambièn es rechazar aquella lectura que te deja frío, insatisfecho y vacío y que su prosa no enlaza con tu idiosincrasia. Porque hay libros que nos rechazan y otros que, sin embargo, comprenden nuestra aflicción.
Hoy, en mi desesperaciòn solitaria, he comenzado tres libros. He tenido suerte. He conectado con el alma de los tres desde la primera página. Porque los libros tienen alma. Tienen un espíritu propio que se adueña de tí y te posee. Han sido la salvación de un dîa funesto.
Porque, un lector es lo que imagina, lo que ha vivido y… lo que lee. Todos somos parte de los libros, de las historias, y de los libros; las historias son parte de nosotros, de nuestra vida.
Feliz Navidad.
El lector; un tema para desarrollar señor Ricarrob, bien dice usted que los libros recrean, acompañan y nos dejan un mensaje, una idea, un sentimiento placentero.
Sin lectores señor Ricarrob, no habría tampoco libros, ni escritores.
¿Cómo sería un mundo así?, los indios americanos tengo entendido que no escribían, solo relataban historias, lo hacía el cacique o jefe; debía de entretener y enseñar a su pueblo.
Existen personas que poseen el don de la palabra, y hablan sobre cualquier tema y uno lo escucharía todo un día.
Pero la escritura, marca nada más ni nada menos que el comienzo de la historia; no obstante volvemos al punto, sin lectores, no habría historia, todo sería un sin número de anécdotas que van cambiando con el humor del que las dice.
Usted señor Ricarrob, no cabe duda alguna, que es un gran lector, de esos que leen en profundidad y pueden con autoridad brindar opiniones certeras.
Lo acompaño a la distancia estimado señor y brindo por usted.
¡Un fuerte abrazo! de otro lector, no tan amplio como usted.
Gracias por sus palabras don Francisco, en este primer día de ninguna cosa y en este inicio de un conteo artificial. Inicio de propósitos que no se cumplirán y de voluntades que se romperán antes de pasar un mes, quizás incluso una semana.
La verdadera Navidad es la Nochebuena y el día veinticinco; son nuestras tradiciones incluso para quien quiera verlas desde el inicio de los tiempos. Intimidad, familia, cena y comida en común… recordando.
Sus palabras me han hecho recordar que, ya desde las cavernas, nos reuníamos alrededor del fuego contando historias, contando vivencias reales o imaginadas. Contando. Felicidad sencilla y a la vez sutil, en torno al fuego, observando las maravillosas puestas de sol en el horizonte y los ansiosos ojos del resto de la tribu.
No había escritura pero en lo profundo de las cuevas se volvía a rememorar estas historias pintándolas en las paredes con un arte todavía inigualable. La imagen también es escritura… para quien sea capaz de entenderla.
Un brindis y un fuerte abrazo también para usted.
A mí me ocurrió algo similar. En la ciudad donde vivía, la montaña cercana se cubría de unas plantas con espigas de color púrpura, que movidas por la brisa, parecían un mar muy colorido. En la clase de educación artística pinté todo el lienzo de púrpura, y traté de dar relieve para simular las olas de ese mar. La maestra, sin duda poco sensible para el arte, me preguntó a gritos qué había hecho, descalificando mi interpretación.