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Teoría del camarero

No hay camareros, le decía el dueño del bar a su amigo. No los encuentras, no hay manera. Me sorprendió esa conversación, habida cuenta de que en España ves un bar o cafetería cada vez que doblas una esquina. Así que pegué la oreja, advirtiendo que no se referían a empleados en general, sino a gente especializada, profesional. A camareros capaces de hacer con eficacia su trabajo en un momento en el que aquí, como en el resto del parque temático en que se ha convertido Europa, los bares, los cafés, los restaurantes, están que les crujen las costuras.

Esa conversación sorprendida al azar me tuvo un rato comparando recuerdos con el presente. Pasando revista a lugares que conocí y conozco: locales a los que sigo yendo porque conservan el personal que los hace acogedores, y otros que dejé de frecuentar porque, aunque parecen los mismos, sus camareros nada tienen que ver con los que aprecié en otro tiempo. Porque un lugar abierto al público, bar, café, restaurante, hotel, depende siempre del personal que le da vida.

La conclusión fue triste: hay sitios que gracias a quienes los atienden se mantienen agradables; pero muchos derivan hacia la improvisación y el descuido. Lo que antes era oficio serio desempeñado por profesionales —España tuvo y sigue teniendo, con Italia, los mejores camareros del mundo— ronda hoy la improvisación y la chapuza. El camarero de toda la vida, veterano de ambos sexos que entiende a los clientes y se mueve entre ellos con la eficacia y el respeto propios de su digno oficio, es especie en extinción. Ocupan su lugar trabajadores accidentales que no sólo ignoran las reglas básicas, sino que parecen —y son— gente que va a estar allí un rato antes de irse a otro lugar y otro trabajo.

Sobre el respeto y la atención debidos al cliente, que es quien paga la cuenta, ustedes conocen tantos ejemplos como yo: desde el que tutea a bocajarro a abuelos septuagenarios, al torpe de buena voluntad o el que se conduce con maneras desabridas o groseras. Y no siempre es su culpa, pues muchos llegan a ese trabajo sin preparación ninguna, a falta de otra cosa, y lo dejan antes de aprender el oficio. Hace poco, en presencia de amigos, me vi en la embarazosa tarea de ser yo quien abriera una botella de vino, pues el muchacho que la servía, en su primer día de trabajo, no era capaz de utilizar correctamente un sacacorchos.

¿Qué está ocurriendo? Pues que un camarero no se improvisa. Hasta no hace mucho, un profesional de la hostelería podía pasar la vida haciendo eso y mantener a su familia —recuerdo al imponente Antonio, con su porte aristocrático, en el café Mastia de Cartagena—. Pero ahora las cosas no son así, o lo son cada vez menos. El de camarero es un trabajo durísimo, ingrato, con horarios terribles, que requiere nervios templados, buen golpe de vista, educación extrema y conocimientos adecuados. Eso hay que pagarlo bien, naturalmente; pero ocurre que ya no se paga, o se paga cada vez menos. Los empleadores prefieren mano de obra barata, jóvenes sin cualificar a los que puedan quitarse de encima cuando quieran. Y de otra parte, el personal idóneo, en vista del panorama, prefiere moverse a salto de mata: temporada de verano para ganar algún dinero y luego ya veremos. Y así pasa lo que pasa. He dejado de ir a restaurantes o cafés que antes adoraba porque cada vez, de mes en mes y hasta de semana en semana, encuentro camareros nuevos que, pese a su buena voluntad, no duran hasta asentarse en el trabajo.

También el cliente es culpable: ni exige lo adecuado, ni a veces se encuentra a la altura de lo que exige, cuando lo hace. La grosería y la falta de educación son contagiosas y acaban yendo en ambas direcciones. Y está, además, lo de las propinas, que son para los camareros estímulo y sobresueldo. Ahora pocos clientes las dejan, y hay locales donde no se permite incluirlas en los pagos con tarjeta. Pregúntense ustedes por qué.

Por supuesto que el dueño de un establecimiento debe ganar dinero; para eso lo abrió. Pero si quiere que el cliente esté satisfecho y vuelva, no puede pretenderlo pagando una miseria a los empleados. Si no es posible vivir de ese trabajo no habrá profesionales, sino eventuales que ni satisfarán a nadie ni se beneficiarán ellos. Y ya que España, cuya industria nacional desmantelaron hace tiempo unos políticos torpes e irresponsables, parece sentenciada a lugar de servicios y pasto de turistas, sería bueno que esa sufrida infantería de primera línea, los camareros y demás personal de hostelería, pudiera desempeñar con dignidad un oficio del que tantas familias dependen y van a depender en el futuro.

____________

Publicado el 17 de noviembre de 2023 en XL Semanal.

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Ricarrob
Ricarrob
4 meses hace

Bueno, don Arturo, nos fijamos en la digna profesión de camerero porque está muy a la vista, está muy expuesta y muy presente por toda la geografía. Además, nos empeñamos en acudir a lugares ya abarrotados donde el sufriente personal, además de cobrar poco, es escaso y no da a basto.

La situación quizás cambia al visitar otros paises. En lugares como Italia el parecido es evidente sobre todo en lugares abarrotados de turismo. En paises emergentes quizás falte oficio pero la voluntad de agradar es evidente e importante.

Pero a lo que iba, realmente todo esto ocurre en cualquier profesión, hoy en día, de cara al público. No vayas a ningún sitio con una queja. La máxima no expresada, pero muy presente es: «el cliente nunca lleva la razón». Alguna de las gestiones que hoy hacemos es tremendamente frustrante. Pocos comercios o instituciones conservan los viejos hábitos de dejar al cliente satisfecho. Eso si, las sonrisas e incluso carcajadas, sin venir a cuento, están a la orden del día. Nada es serio, todo es ji-ji y ja-ja.

Sin mencionar la frustrante y escatológica atención al cliente telefónica. Eso, ya es otro mundo… si es que consigues contactar con un humano…

Dicen que, sobre todo ante la falta de camareros profesionales, van a sustituir a los humanos por robots. Sin trato personal, sin interacción humana, será el fin de la hostelería. Pero los empresarios del sector habrán conseguido no pagar nada, ideal magnífico de cualquier empresario. Y, como siempre cuando algunos tienen que cerrar, se preguntarán absurdamente por qué.

Camarero es una de las pocas profesiones que quedan que dan empleo abundante, de las poquitas. Y se la están cargando…

Juan Antonio
Juan Antonio
4 meses hace
Responder a  Ricarrob

Dar abasto es la manera adecuada de escribir la expresión que significa “bastar, rendir lo suficiente”; la forma dar a basto, en tres palabras, es incorrecta.

Ricarrob
Ricarrob
4 meses hace
Responder a  Juan Antonio

Lleva usted razón. Se me fue el teclado de la tableta… disculpas.

Ricarrob
Ricarrob
4 meses hace

Por cierto, se me olvidaba. En esta corriente generalizada y estúpida de tratar mal a los clientes, la del trato hacia los mayores no es solamente, como dice don Arturo, la falta del obligadísimo usted hasta no permitir lo contrario, sino la chocante y meliflua jerga con la que muchos hablan a alguien de edad, como si fuéramos niños o deficientes mentales. No hay nada que siente peor, a alguien en sus plenas facultades mentales, que te traten de tú a la primera de cambio y que te hablen como si fueras subnormal.

¡No, por Dios! ¡Los mayores no somos deficientes mentales y debemos ser tratados como personas!

Además, en un chascar de dedos, pués eso es la vida, un chascar de dedos, el que ahora se pavonea en su juventud o madurez, estará en la misma situación. Algunos actúan y viven como si los procesos biológicos no fueran con ellos.

Trulymay
Trulymay
4 meses hace

El Evangelio, señor Reverte. Ni hay camareros, ni carpinteros, ni soladores, ni albañiles, ni casi nada que signifique oficio profesional. Ni esta pagado, ni está considerado, hace ya muchos años, que en nuestro estimado país, se desprecia al currito, por eso, por currito. Todo el personal en edad de formación quiere título., de lo que sea, de la uní que sea, para vivir lo que se dice, bien, en la yema de la capital, y «currar» en la planta 17 de la torre Picasso. La industria nacional es la del guiri, que nos visita, y aquí el personal al mando sigue ignorándolo, pero eso sí, chupando del bote… de los camareros. Una más.

Ramón
4 meses hace

Trabajo en Hosteleria como Recepcionista y soy hijo de camarero ya jubilado que ha ejercido su profesión durante 49 años, desde que cumplió 14 hasta que ha podido jubilarse. Me ha gustado mucho la columna del Sr. Pérez-Reverte sobre la falta de profesionalidad que está existiendo en el sector hostelero (imagino que también sucederá en otros muchos, pero aquí el que se cita es ese). Personalmente el problema radica, como bien expone el autor, no sólo en un personal con falta de experiencia sino en unos empleadores que quieren resultados rápidos y mal pagados y en unos clientes que en muchas ocasiones han perdido la educación hacia quienes les atienden/sirven. Antes, a la llegada a un hotel se trataba con respecto al camarero, recepcionista, botones, hoy se llega exigiendo y si no consiguen lo que quieren (no lo que merecen) plantan su reseña en el portal de internet que sea, conllevando la futura bronca (cuando no, despido) hacia el/la trabajador/a que les ha atendido. Quizás porque vivamos en un mundo cada vez más individualizado y egoísta en que se piensa cada vez menos en el daño que se puede provocar expulsando la bilis en un hueco que puede ser leído por miles de personas.

Un saludo y disculpas por la extensión de mi opinión.

Basurillas
Basurillas
4 meses hace

En este tema de la profesión, dignidad y futuro del servicio y empleo de camareros, como en otros muchos aspectos (cordialidad, respeto, abuso de la inteligencia artificial, medios escasos e inadecuados…), la Administración Pública debería dar ejemplo. Faltan inspecciones de las autoridades turísticas para el número de locales existentes en nuestro país, faltan inspecciones de trabajo y seguridad social para verificar que las horas extras se pagan y que los contratos de trabajo no son un burdo tapujo de ilegalidad y oscurantismo casi esclavista. Y falta, en especial, voluntad política para dignificar un sector y unas profesiones que, como bien se ha dicho ya, no sólo es uno de los puntales del producto interior bruto del país, también es la imágen y el escaparate de España ante el exterior y ante los millones y millones de turistas que nos visitan.
Recuerdo cuando esto del turismo cobró pujanza y peso económico, con un Ministerio de Información y Turismo dirigido por uno de los mejores ministros de aquella época franquista. De eso a lo de ahora va un abismo, con trasvase de competencias a Comunidades Autónomas (legislacion variada, dispersa, contradictoria e ineficiente muchas veces), reducción de efectivos humanos de gestión e inspección, y predominio del funcionamiento burocrático que pretende verificar más que controlar, apoyar y promocionar.
Los camareros no son más que otro aspecto de este barco a la deriva que es nuestro turismo, en el que no caemos en la cuenta (o no queremos caer), de la absoluta dependencia del sector, de sus empleados y de sus empresarios, que son muchísimos, de accidentes naturales, epidemias, modas, empresas de otros países, climatología, competencia de precios atroz, interior y exterior, etc.
Demasiado nos sirven a los clientes para lo que les pagan y las horas que echan en una jornada los camareros, por lo que muchas veces la profesión se nutre con personas de otros países, en especial de centro y sudamérica, que trabajan en eso por ser casi su única posibilidad laboral. Merecen mi agradecimiento y mi respeto.

Ricarrob
Ricarrob
4 meses hace
Responder a  Basurillas

Tiempos ha que no hay un ministerio de turismo como tal y el sector se degrada al depender de Industria, por cierto ya degradada también. Ahora están de moda los asuntos sociales, la igualdad. Y, mientras nos dedicamos a las chorrrrrradas, los demás nos comen el tarro. Pásense ustedes por la costa del Adriático, por ejemplo, y verán cómo están espabilando y cómo nos van a adelantar dentro de poco con mejores ofertas de todo tipo.

Mientras, otros adelantados intentando convencernos de que vamos a vivir todos de la I+D o de la IA. ¡Ni de coña, vamos!

Diego González
Diego González
4 meses hace

Ayer asistí atónito a como uno de mis vecinos de mesa en una cafetería, todos ellos abogados de un bufete próximo, le faltaba el respeto a una camarera venezolana mofándose de su nombre «Rose Mary» y le decía que «qué es eso de Rose, será Rosa». En fin, me dio mucha vergüenza ajena y me pareció una falta de respeto enorme. La camarera lógicamente no se mostró muy contenta con el comentario. Si ya las condiciones de la profesión de camarero son demenciales, hay que sumarles la falta de educación y respeto de cierta calaña de clientes.

Mick
Mick
4 meses hace
Responder a  Diego González

Puedo imaginarlo típico patán españolista (no español más bien castellano cerrado porque España es algo más que Valladolid) que te viene con mierdas de no eres Jordi sino José ni Xabier si no Javier pero luego dan patadas al diccionario.

Alfonso
Alfonso
4 meses hace
Responder a  Mick

Patanes los hay en todas partes. Españolistas, catalanistas, de Villarriba, y de Villabajo. Incluso respondiendo en este blog con los típicos clichés del castellano-cerrado-de-Valladolid-, como si en el país de los Jordis o los Xabieres o los Micks la gente fuera abierta -no sólo de piernas-, y la polla en verso de la urbanidad o la pera limonera del respeto…

Vicent
Vicent
4 meses hace

Una descripción muy ajustada a la realidad. No hace mucho tiempo me encontré en la misma situación que usted, tuve que abrir la botella de vino que nos íbamos a tomar porque el camarero, totalmente azorado y nervioso era incapaz de hacerlo por falta de conocimientos.

Mitopl
Mitopl
4 meses hace

En mi humilde opinión, el servicio que dan los camareros en Portugal es mucho mejor que el de España o Italia

Francisco Brun
4 meses hace

Es notorio como a los trabajos que denominamos de servicios, se transforman en otra cosa, yo diría que se está perdiendo calidad, por cantidad; dando como resultado un engendro de situaciones contradictorias y ridículas. De este modo podemos observar que la “modernidad”, nos presenta a los locales de comidas rápidas en donde el cliente primero debe hacer una cola para pagar por anticipado su consumición, después llevar el mismo su pedido a una mesa, y si la hamburguesa llegara a estar cruda, o las papas quemadas, solo queda el reclamo… La devolución del dinero es otro capítulo. Si bien esto no es frecuente, por lo general la hamburguesa siempre llega a punto, si se ha cambiado la forma: pagar antes de consumir, en lugar de que el pago sea en retribución de un buen servicio; y el servicio concluye cuando retiramos del mostrador nuestro pedido, e incluso al terminar de comer, nuestra obligación es tirar las sobras a un contenedor dispuesto, en donde dejamos la bandeja; en este tipo de locales el mozo/camarero ha desaparecido.
Tengo entendido que en contraposición a este sistema, aún perduran los locales gastronómicos en donde se hace hincapié en comer sin prisa, con el tiempo suficiente para disfrutar, incluso de una sobremesa prolongada.
Los locales de comidas rápidas en cambio, funcionan muy bien a la vera rutas, en donde se come de prisa, para continuar lo antes posible con el viaje.
La tendencia pareciera ser, hacer las cosas rápido para ganar tiempo, entonces, todo, incluso comer, se transforma en una pérdida de tiempo, hablar también, esperar, meditar, y podemos seguir con una lista de cosas.
Una característica de estos tiempos, son los mensajes o mensajitos:
Hola, no, si, mañana, necesito plata, no puede ser, chau, nos encontramos todos, le daremos una sorpresa, jajajaja jajajaja, uff, ah, dale, seguidos de un emoticon simpático que se ríe, llora, guiña un ojo, o saca la lengua…
Se me ocurrió hace unos días hacer una especie de cruzada o rebelión, para que la humanidad volviera a utilizar la correspondencia, si, nuevamente las cartas, estampillas y los viejos buzones, en donde se dejaba depositada un largo mensaje por escrito a un ser lejano y querido, o un compromiso laboral, o solo por el placer de escribir a alguien y esperar su respuesta después de transcurridos algunos días. Si ejercitamos nuevamente la escritura, nuestra mente comenzaría a volcar en un papel, sentimientos, planes, ideas, miedos. Pienso que nos merecemos acomodar nuestras ideas, y transmitirlas, se abriría un nuevo mundo de posibilidades inimaginables.
Existen muchas cosas que es conveniente realizarlas sin prisa, doy un ejemplo: hablar con un amigo, con un padre, o una madre, o una esposa, o esposo.
Quizás, si nos detuviéramos un instante para contemplar todo lo que nos rodea, veríamos muchas cosas que antes no las registramos; por estar muy apurados e impacientes, para que transcurra la vida; cuanto antes.

Cordial saludo.

Ricarrob
Ricarrob
4 meses hace
Responder a  Francisco Brun

Ha puesto usted, sr. Brun, ejemplos de cosas que conviene hacer sin prisas. Estoy de acuerdo con ellas, por supuesto. Pero estoy pensando sobre ello e intentando encontrar algo que no sea conveniente hacer despacio y no lo encuentro. Quizás haya situaciones extremas en las que las prisas sean adecuadas, no lo sé.

Comer, por supuesto (lo de los sitios de comida rápida es orweliano; solo les falta, lo están estudiando, que el cliente se prepare la propia hamburguesa). Y hablar. Hacer el amor. Leer. Mirar sin prisas un atardecer…

Estoy convencido que viviendo más rápido se vive menos. Hay gente que hasta ha acortado las horas de sueño ya que no se puede, que yo sepa, dormir más rápido. Hasta el tiempo pasa más lento con lentitud, pausa, tranquilidad y meditación. Es un error intentar ganarle al tiempo. La tortuga es más sabia que Aquiles; Zenón llevaba razón, Aquiles nunca alcanzará a la tortuga, a vivir tanto como ella y tan intensamente: la tortuga disfruta del paisaje, de la vida y Aquiles no. Las prisas son un sinvivir. Vivamos… hasta que el tiempo nos encuentre…

Saludos.

Basurillas
Basurillas
4 meses hace
Responder a  Ricarrob

Buenas tardes, señor Ricarrob. Yo si le voy a poner un ejemplo de algo que, en mi opinión, se debe hacer y terminar rápido: las obras de reparación en vías públicas. Así lo hacen en muchos países europeos…del norte, y en algunos países asiáticos. Allí se prima más que el servicio público (ejemplo típico una carretera en obras) para el uso ciudadano se vea entorpecido y limitado lo menos posible en el tiempo…aunque salga más caro, y así se valora y establece en los pliegos de condiciones de los contratos administrativos. Aquí, sin embargo, unas obras pueden tardar no semanas ni meses, no, semestres o incluso años, con tal de que salga más barato (total para que ese dinero que se ahorra, los políticos lo gasten en las inmensas tonterias y bazofias a las que nos tienen acostumbrados con sus decisiones. Es una falta de respeto absoluto por los ciudadanos que sufren atascos, retrasos, incomodidades, ansiedad, accidentes e incluso desgracias personales por esas demoras interminables en acabar la obra. Seguro que se pone en mi lugar fácilmente al haber padecido en bastantes ocasiones esas obras casi eternas.
En otro orden de cosas, contestando al señor Francisco Brun, y como paso previo a volver a disfrutar de la escritura y tramitación de correspondencia, que apoyo, le(s) dejo una herramienta informática que a mi me gusta mucho y suelo emplear, de vez en cuando, con mis amistades para su regocijo. Espero que la disfruten. Un cordial saludo:

https://www.yeray.com/generadorcartas/

Ricarrob
Ricarrob
4 meses hace
Responder a  Basurillas

De nuevo ha dado usted en el clavo, sr. B. No se me había ocurrido que lo único que de verdad hay eterno en esta Españaporpocotiempo, son las obras públicas. Como me contaba un amigo Alemán que tuvo que vivir un tiempo aquí, es el único pais del mundo en el que abren y cierran siete veces seguidas una misma zanja para meter siete servicios diferentes. No hay obra nueva o asfaltado nuevo que, a la semana de estar terminado, ya han abierto zanjas.

Saludos.

PaCr
PaCr
4 meses hace
Responder a  Ricarrob

Estimado Sr. Ricarrob,

Fíjese qué curioso. Eso mismo que afirma su amigo alemán es justo lo que yo opino de Alemania, país donde tengo el disgusto de verme obligado a residir desde hace ya una década y pico.

Y es que entre los innumerables mitos ampliamente extendidos sobre esta nación está sin duda el de su supuesta eficiencia. Nada más lejos de la realidad. Quizá su amigo lleve una larga temporada fuera de su país y no sea consciente de ello, pero le aseguro que a diario sufro aperturas y reaperturas de las mismas zanjas, no ya para diferentes servicios, que también, sino para exactamente los mismos, lo cual tiene bastante más delito, pues la nueva molestia solamente es para de corregir la chapuza anterior. Puede decírselo a su amigo de mi parte.

Si tuviera ocasión, también estaría encantado de hablarle sobre la penosa situación de la sanidad teutona, donde los contribuyentes no somos pacientes sino clientes y, a pesar de las astronómicas cuotas que pagamos, se nos dispensa un servicio rácano, escaso e interesado, que sólo busca la beneficio económico en lugar del bienestar de las personas, y que establece diferencias clasistas flagrantes entre quien tiene seguro privado y el pobre diablo que sólo puede permitirse uno público.

De paso, también le mencionaría la vergonzosa precariedad de la educación alemana, que se manifiesta en la escasez alarmante de profesores, origen de constantes cancelaciones de clases, consiguiente reducción del número de horas lectivas y descenso general de la calidad de la enseñanza. No es de extrañar, por tanto, que el rendimiento escolar esté en niveles paupérrimos, que deberían hacer sonrojar a cualquier país rico.

Y ya que estamos, menciónele asimismo lo huraños, malencarados e hipócritas que son la mayoría de sus compatriotas. Gente que come bazofia porque juzga la comida por cantidad y no por calidad; que goza amargando la vida del prójimo con normas absurdas sólo por el placer de someterlo y mangonearlo a su antojo; que gasta a espuertas en coches y casas de lujo u otras cosas superficiales para presumir, pero no en lo realmente esencial (véase educación, sanidad, alimentación…); que no se relaciona con otros seres humanos ni aunque pase siglos encontrándoselos a diario en su propia calle o en su barrio, sobre todo si no son de aquí, ya que desconfían de todo lo que huela a extranjero, y en particular de «esos sucios del sur»; que se las da de ecologista y solidaria porque instala cuatro bombillas de bajo consumo y dona un par de zapatos viejos a las víctimas del conflicto bélico de moda, mientras mantienen un parque móvil de media docena de vehículos de gran cilindrada y desechan juguetes, ropa, muebles, alimentos y otras cosas porque ya no les hacen gracia…

Robinhood
Robinhood
3 meses hace
Responder a  PaCr

También tengo la desgracia de vivir en tierras germanas y suscribo palabra por palabra lo comentado por el señor PACR.

Por no hablar del internet y su red móvil, totalmente decadente.

Saludos.

Francisco
Francisco
4 meses hace

Buenos días, estando de acuerdo en todo, añadiría algún factor más. Como en caso de la política, donde tenemos lo que votamos, aquí tenemos lo que pagamos y con la actual máxima generalizada de valorar el precio ante todo, el resultado es el comentado. También se dice en algún comentario que los camareros son un especie en extinción, a lo que añadiré que los empresarios (pequeños y medianos) también, puesto que actualmente y especialmente en restauración podíamos definirlos como inversores ya que una amplia cantidad de locales son franquicias que poco dejan a la creatividad del emprendedor.
Y lo más triste es que esto sirve para otros tantos gremios de servicios como de la poca industria que nos queda.
Teniendo en cuenta que somos un país de servicios deberíamos desde las instituciones fomentar y formar profesionales capacitados y adecuados y como ciudadanos saber valorar e invertir nuestro dinero teniendo más en cuenta la calidad…. quizá deberíamos empezar por leer algo más.
Saludos

Ricarrob
Ricarrob
4 meses hace
Responder a  Francisco

Sobre la frase de que tenemos lo que votamos, en desacuerdo total. Como si además de soportar los desastres políticos, ademàs nos los mereciéramos, por imbéciles. Yo no lo acepto. Quizàs la frase al revés podrîa entenderse mejor.

Algunos votan lo que tienen. Tienen media neurona y votan en consecuencia. Otros tienen mala leche o bien desconfianza en la manipulaciòn del voto o bien no creen en la injusta ley D’ont y no votan o lo hacen en blanco. Otros votan exactamente lo que tienen, o sea, que la cosa no da para más.

Y otros, en lugar de votar, botan, botan de verguenza, de asco, de insatisfacción, de enfado, de frustración, ante una democracia que no lo es.

Desacuerdo. Total.

Joaquín
Joaquín
4 meses hace

Muchísimas gracias, D. Arturo, por la parte que me toca.
Mi padre fue camarero del Hotel Cristina de Sevilla, hasta que lo cerraron, al final de la década de 1970 (A veces pienso que sería un escenario ideal para alguna de sus magníficas novelas protagonizas por Falcó).
Recuerdo que él contaba con unos ayudantes, llamados comis que, realmente, eran aprendices del oficio de camareros.
Yo soy de su misma «quinta», D. Arturo, y otro recuerdo de mi niñez cuando, en verano, mi madre nos llevaba a esperar la salida de mi padre (sobre las 11.00 de la noche) en los jardines frente al hotel (aún existen dichos jardines), las esposas comentaban lo guapos que eran todos con sus uniformes.
No sé si Vd. leerá este comentario, pero yo le reitero mi agradecimiento.

Carlos
Carlos
4 meses hace

Muy bien dicho. Sólo una cosa q quizás se le escape: lo q ha desaparecido tb es el cliente, en su sentido habitual.
Ya no se pretende fidelizar; les basta y sobra con el cliente ocasional.
Por lo q no se trataría de una carencia.
Incluso se podría ir un poco más allá y tener en cuenta q el beneficio de un negocio ha pasado a ser rápido, o dejar de serlo e invertir en otro.
Detalle bastante importante, a mi parecer.
Gracias

Raulmanny
Raulmanny
4 meses hace

No se me olvida un camarero en el restaurnate Santiago-Habana en al ciudad de Colon, Cuba: A primeras horas de la mañana me dio una ponencia sobre la ciudad de Praga mientras esperaba que estuviera listo mi desayuno, lo hizo calmadamente moviendose de un lugar a otro del local.

Ana
Ana
4 meses hace

Pues sí, a veces ya nos vamos contentos con que no nos molesten demasiado. Otras veces son chicos y chicas muy amables, que suplen su falta de preparación con el interés que le ponen a hacerlo bien.

Lo malo es cuando además de camareros son «preparadores calentadores» de una franquicia porque entonces se dejan la comida fría o no ponen todo el contenido del plástico o cosas así.

Por favor, franquiciadores, poned una clave a los hornos para que los trabajadores no modifiquen los temporizadores.

Pelayo Granda Ramos
Pelayo Granda Ramos
4 meses hace

Me encanta ver los comentarios de las columnas de Don Arturo. Son todos discipulos de sus excelsas formas y de parecido caracter y comentarios. Un club de narcisistas que creen que el mundo al que pertenecen ellos mismos se va al garete pero ellos no son los culpables, los culpables son «la gente» ellos no son gente son seres superiores como Don Arturo, son los fugados de la caverna de Platón. Es tan sencillo de entender el mundo en el que vivimos que el PIB global ha crecido y las desigualdades entre clases mas.

Basurillas
Basurillas
4 meses hace
Responder a  Pelayo Granda Ramos

No se de donde saca usted esa conclusión y, por ella, el insulto y el desprecio. Enterese usted, TODOS SOMOS CULPABLES de este mundo tan maravilloso (oiga usted la sorna entre líneas) que vivimos. Todos y Todas, por si le va lo del lenguaje inclusivo y que muchas veces parece exclusivo. Y quien diga lo contrario que tire la primera piedra.
Lo que ocurre es que siempre hay unos y unas más culpables que otros y otras. Los que mandan sin escrúpulos, los que se enriquecen sin importarle las formas y los medios, los que creen que mintiendo no empobrecen su alma ni hacen daño, los que callan pudiendo, al menos, alzar la voz y clamar contra las injusticias o los cambios innecesarios o la falta de educación y empatía de los sujetos, los que impiden que concilien las familias, los que maltratan a las mujeres y a los niños y a los ancianos, y las que maltratan a los hombres a los niños y a los ancianos, los que matan, los que…
A todos estos últimos seguro que no pertenecemos los que aquí escribimos y que nos preciamos, como usted dice, de querer fugarnos de la caverna de Platón. Le invito: deje de dar la espalda en esa caverna y mire, don Pelayo, de vez en cuando, a la luz. Juro que no deslumbra. Buenas noches.

Ricarrob
Ricarrob
4 meses hace
Responder a  Pelayo Granda Ramos

Perdóneme, sr. Mío, pero usted no sabe lo que es un narcisista. No le contesto para defenderme de nada, no merece la pena, no ha lugar. A alguien que observa la realidad, la decadencia, que es crítico con la sociedad y con el país en los que vive, atacado de nostalgia y de frustración, no se le puede tachar precisamente de narcisista. Repase usted, por favor las caracterìsticas de un ser narcisista.

Narcisista es, nunca mejor dicho, aquel que, como Narciso, se ahogan en su propia imagen, de tan bellos y perfectos que son. Es narcisista aquel que cree que sus deducciones, sus juicios de valor y sus calificativos, son los únicos válidos, los únicos pertinentes. Es narcisista el que cree estar en posesión de la verdad absoluta. Hacer crítica social y autocrítica nunca han sido narcisistas.

Eso sí, a los narcisistas, para los que todo a su alrededor es perfecto, les molestan las moscas cojoneras que van recordando los defectos de una sociedad degradante.

Me lo inagino a usted, perdóneme si me equivoco, leyendo únicamente El País y viendo La Primera, aprendiéndose de memoria el programa electoral del Psoe y estudiando la tesis doctoral de Sánchez, el narcisista por excelencia. Y… siento de nuevo decírselo, llevando un espejo de mano en su bolso o billetera.

Para contrarrestar su insulto, señor, me ha venido a la mente la palabra de mediocridad. Pero no se lo voy a decir a usted, que conste.

Saludos, señor mío.

Javi
Javi
4 meses hace

Maspalomas, Gran Canaria, hora taurina invernal, 17.00. Ayer, españoles tardíos comiendo y guiris pidiendo la cena sin ponerse el sol. Todos los camareros son sublimes, gente canaria, vasca y castellana de confianza, curtidos y con callos en las yemas de llevar bandejas ee alumonio petadas de pintas de Heineken , con el polo color pardo con el logo del restaurante. Gente, al final, que ya le dieron la vuelta al jamón hace tiempo. Gente en fin que te llama por tu nombre y te abraza al llegar, que te da su confianza. Con la misma con la que pide el cuerpo invitarle a un chupito cuando te sirve el de cortesía. Yo hasta las once de la noche soy trabajador, me dice. Si me echo un piti o un chupito contigo ya no sería un camarero, sino un colega y no me pagan para fumar fortunas para los clientes, me pagan para trabajar.

Si es que no es tan complicado

Florencio Pacheco Pereira
Florencio Pacheco Pereira
4 meses hace

Patente de corso

Daniel
Daniel
4 meses hace

Bueno, yo solo quería realizar un apunte.
Mi profesión, es cocinero, pero antes de dedicarme al mundo de los fogones y freidoras, trabajé de camarero en varios restaurantes, yo fui un camarero temporal, joven inexperto y mal pagado. De mi poca inexperiencia se aprovecharon varios «jefazos», perros viejos, como se les llama en este mundillo. Pero no sólo es culpa de los dueños, también es culpa de la falta de interés, y la poca capacidad de estos camareros, sería de obligado interés que se hiciesen cursos de formación, para por lo menos, saber trabajar el protocolo que requiere un cliente, desde que entra por la puerta hasta que sale por ella. Por qué recordemos que esos clientes, pagan nuestros sueldos, nos permiten poner la calefacción en nuestras casas, y llenar la nevera entre otras.

Florencio Pacheco Pereira
Florencio Pacheco Pereira
4 meses hace

Teoria del camarero

Florencio Pacheco Pereira
Florencio Pacheco Pereira
4 meses hace

Hubo un abandono de profesionales dentro de esta profesión, entre los años de 1990 hasta 2005, llamados por el boom de la construcción donde un peón de albañil ganaba casi el doble que ese camarero profesional y encima a las cinco de la tarde estaba en casa y tenía el fin de semana libre.
También sucedió que desaparecieron los hoteles-escuelas, que florecieron en nuestra geografía turística a partir de 1965-80, dónde se formaba al futuro profesional de hostelería trabajando directamente con el cliente en esos hoteles, al lado de grandes profesionales. Por ejemplo el camarero que salía del Hotel-Éscuela Bellamar en Marbella un día en el que el Menú llevaba Chateaubriand, podía haber trinchado 25 solomillos. Ocurría lo mismo con un Lenguado Meuniére. Si estaba de pasa-vinos, abría 30 botellas en un servicio.
Dependían del PPO y en ellos, en seis meses, adquirías una experiencia laboral importante.
Recuerdo en el parador de Ojén, atender durante siete días en 1969 a Charles de Gaulle y su esposa, ya que en esa época yo ya hablaba bien francés, que nos felicitó al equipo por nuestro servicio.
Hoy día se recurre a los clásicos master o trabajos de becario de dónde salen con una titulación y una experiencia mínima, por no decir nula. Realmente son unos «ineptos» titulados. Los he sufrido.
En nuestro sector ha hecho mucho daño a la cocina profesional, los programas televisivos donde un aficionado o un famoso, elaboraba una serie de platos, haciéndonos creer que eso que elaboraban, guardaba alguna relación con la cocina profesional.
Ocurre lo mismo con la carrera iniciada por conseguir una estrella Michelin. La mayoría de estos restaurante se dedican a trabajar «el Menu de degustación». Y la mayoría de ellos son incapaces de trabajar una carta.
La Administración, por desgracia, presenta planes que solo se encaminan hacia la tecnificación de ese personal, tanto de cocina como de sala, pero no hay programas dedicados, por ejemplo, al perfeccionamiento del profesional que favorezca el trato con el cliente. He asistido a alguno de ellos para valorarlos y son decepcionantes.
Tengo la suerte de trabajar en familia. Ya que dentro de las 12 personas que compone nuestra plantilla, entre todos nosotros hay alguna relación familiar. Eso sí, nunca seremos millonarios. Y esto es muy importante.

Basurillas
Basurillas
4 meses hace

Le felicito, una magnífica aportación a los comentarios.

Manuel
Manuel
4 meses hace

Obsérvese que ahora a todos los camareros y camareras se les llama por el mismo nombre: Perdone. Nadie les llama camareros. En los setenta, se les llamaba incluso, dando palmadas. Estás tendencias actuales denotan temor, cierta cautela: «cuando pueda» se dice, no sé vayan a molestar y no te atiendan, aunque ellos están ahí para servirte.

Jose
Jose
4 meses hace
Responder a  Manuel

Yo creo que el, cuando pueda, no está mal; muchas veces están muy liados y agobiados. Y en vez de, perdone, debería ser un, por favor, que es educación.

Jose
Jose
4 meses hace

«España, cuya industria nacional desmantelaron hace tiempo uno políticos torpes e irresponsables». Porque no era competitiva. Además, la industria de un país no tiene que estar en manos de los políticos, tiene que estar en manos de empresarios. Los políticos sólo tienen que crear las condiciones para estimular a empresarios a crear empresas. Y eso aquí no ocurre.

Jose
Jose
4 meses hace

Y qué hacen los tres millones de parados que hay en España?

Franz. J.
Franz. J.
3 meses hace

Su relato, Don Arturo, describe a la perfección la situación. Precisamente yo mismo trabajé de camarero durante un tiempo en los meses de verano. Trabajar con público es una tarea complicada, pero si encima el cliente es un grosero arrogante «hijo de la…» sin modales, pues es cuando a uno se le hace insoportable la profesión ganando una miseria a base de demasiadas carreras y el poco dinero ofrecido. Tema aparte tambien es la gentuza que trabajan en el sector de la hostelería y que son perfectos mierdas sin consideración alguna con otros camareros o clientes. Por eso trabaje desde entonces en el sector de la construcción y ahora en el industrial. Al menos, el horario de trabajo se puede soportar; el del camarero para mí fue insufrible y sin horizonte alguno.