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Pintar el cuadro de mi padre

Pintar el cuadro de mi padre

Mi padre tenía un álbum que, ya de niño, vi siempre como algo muy viejo. Atado con una fina cuerda, guardaba entre hojas de papel cebolla unas fotografías que me llamaban la atención: aviones sobre la arena, militares jugando al fútbol, jaimas, dromedarios… Cuando le preguntaba, me decía que él había estado allí desde 1934 a 1937, el mismo lugar donde Antoine de Saint-Exupéry había sido jefe de escala. Me lo contaba como una aventura (supongo que con 90 años todo pasado se recuerda como una aventura). Me dijo que vio aterrizar el Dragon Rapide, el avión que llevó a Franco de las Islas Canarias a Tetuán. Me dijo también que cuando estalló la Guerra Civil, los militares se vieron forzados a escoger un bando. Cuando llegábamos a este punto, su relato parecía perder su estructura. Me hablaba de pelotones de fusilamiento, de establecimientos penitenciarios, de ajustes de cuentas dentro del cuartel. Añadía recuerdos de su vida en Tánger, de que su madre cosía uniformes para los comunistas, de que su tío fue asesinado por los anarquistas, de que su padre y él no estaban en el mismo bando. Su narración era una narración desordenada, en el espacio y en el tiempo, ofrecida como breves pinceladas que, todas juntas, pintaban un cuadro.

"Aunque lo pueda parecer, la novela no es exactamente la vida de mi padre, ni siquiera la de mi familia. Eso no significa que lo que se cuenta en ella no sea verdad"

Cuando mi padre murió yo ya había escrito dos novelas, y las dos tenían como escenario el desierto. La primera, Tarim: El desierto de las mentiras, narraba una historia cuyo trasfondo era el desierto de Taklamakan, en la China uyghur. La segunda, Bârân, se desarrolla en el desierto de Afganistán, donde trabajé como intérprete en el hospital de campaña Role 2 de Herāt. La primera cumplía su humilde papel de primera novela, la segunda, sin embargo, quedó finalista en el Premio Azorín 2017 y Premio Nadal 2018.

Quedaba pintar el cuadro de mi padre, y ese cuadro fue En el nombre de Padre.

Aunque lo pueda parecer, la novela no es exactamente la vida de mi padre, ni siquiera la de mi familia. Eso no significa que lo que se cuenta en ella no sea verdad. Je suis le mensonge qui dit toujours la vérité, decía Jean Cocteau. Soy la mentira que dice siempre la verdad, cita que abre la magnífica novela La vida perra de Juanita Narboni, de Ángel Vázquez. De modo que lo primero que hice antes de empezar a escribir fue contemplar una a una las fotografías del álbum de mi padre. Y aquí disecciono el verbo “contemplar”: cum, compañía, acción conjunta, templum, lugar donde los augures observaban el vuelo de las aves. Esas fotografías con aviones de la República, la policía nómada de las mías de camellos, las jaimas de los saharauis, la fortaleza de Casamar, ya no eran impresiones en la retina de un niño, eran escenas reales, escenas que cobraban vida para contar una historia. Me faltaba Tánger, el escenario donde transcurre la primera parte de la novela.

"En el nombre de Padre no es una historia de guerra, es la historia de unos hombres alejados de su tierra que se ven obligados a escoger un bando"

Adoro Tánger, adoro su historia entera, sus glorias y flaquezas, sus pequeños paisajes, la diversidad de sus gentes. Tánger fue el siguiente paso. No hay nada como el contacto real con los mimbres de una historia, y por esa razón saqué un billete para cruzar el Estrecho. Visité el Zoco Chico, el teatro Cervantes, la Kasbah, el Hotel Continental, el Café Fuentes, visité cada uno de esos lugares que ahora se prodigan en tantas novelas contemporáneas, lugares que Juanita Narboni recorría con sus zapatos de tacón y sus medias de seda mientras pensaba para sus adentros que su vida se hundía como se hundía Tánger.

Tenía todo lo que necesitaba para empezar, solo me faltaba decidirme qué tipo de novela quería escribir. Y mi intención no era escribir una novela bélica. De modo que me centré justamente en lo que mi padre, con sus silencios, sus olvidos y sus narraciones a vuelapluma me hubiera querido decir. En el nombre de Padre no es una historia de guerra, es la historia de unos hombres alejados de su tierra que se ven obligados a escoger un bando, sabiendo que la equivocación, en un desierto de mar y arena, los aboca irremediablemente a la muerte, y es la historia de alguien que, al mismo tiempo, libra su propia guerra contra las imposiciones del padre.

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Autor: Luis Salvago. Título: En el nombre de Padre. Editorial: La Huerta Grande (colección Hespérides). Venta: Todostuslibros y Amazon

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