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Por exigencias de la trama

Por exigencias de la trama

Tendría que pensar mucho para recordar alguna novela con ambientación histórica que se cuente entre mis favoritas. Me refiero a novelas cuyo trabajo previo exige documentación, y luego esa documentación se exhibe como uno de los valores principales de la obra. En la novela aparecen personajes históricos, o sea, valga, reales, y se cuentan lances de estos personajes reales que también son históricos y se nombran muchos candelabros y carruajes. Puede llevarnos el autor a la guerra civil española, a la corte francesa del siglo XVI o al Japón Meiji.

Leía El director (Random House), de Daniel Kehlmann, sin saber de qué iba. E iba bien. Pero de pronto me enteré de que levantaba el retrato del director de cine alemán G. W. Pabst, lo que no me pareció mala idea. Sin embargo, en otra posta de lectura (cuando dejo de leer, me pongo a mirar el libro desde fuera: por ejemplo, buscando reseñas; o, como es el caso, mirando sus páginas finales), llegué a la nota aclaratoria que casi todas estas novelas “ambientadas” ofrecen a sus lectores. En estas adendas, los novelistas documentados suelen citar muchos libros y dar las gracias a muchos académicos, aparte de a sus hijos. También es común que apelen a nuestra piedad si algún dato está mal puesto, y que apelen a esa misma piedad si algún dato está mal puesto “por exigencias de la trama”.

Kelhmann, en fin, dice esto al final de El director: “Aunque esta novela está basada en gran medida en la biografía de G. W. Pabst y su familia, no deja de ser una obra de ficción y, por ejemplo, el director no tuvo ningún hijo llamado Jakob”. A partir de este momento, me fue imposible retomar la lectura.

"Es decir, quiero contar algo real, que considero muy interesante, pero en algún punto no es tan interesante y tranquilamente me lo invento"

Pensé entonces en esta treta o excusa tan común: investigo un periodo o una vida real durante meses, lo sé todo sobre el asunto, pero luego me invento cosas porque así me lo exige el conflicto dramático. Es decir, quiero contar algo real, que considero muy interesante, pero en algún punto no es tan interesante y tranquilamente me lo invento. Fíjense lo interesante que debía de ser la vida del director de cine G. W. Pabst que Kehlmann ha necesitado inventarle un hijo, nada menos.

Por no hablar del intrigante “por ejemplo”, que da a entender que el autor se ha inventado más cosas todavía sobre la vida real del personaje histórico real llamado Georg Wilhelm Pabst (1885-1967).

Recuerdo de pronto otras novelas donde estas licencias son comentadas por el autor, y siempre al final del libro (aunque, ahora que lo pienso, puede que algunos las hagan, más apropiadamente, al comienzo del libro). Y no acabo de entenderlas. Asumo que quizá deba llover en una escena, y que quizá ese día en Berlín, Madrid o Tokio, en 1934 o en 1678 no llovía, y que tampoco tenemos que ponernos así si no llovía, pero cambiar el orden de acontecimientos fijados a fuego en el mural de la Historia, sólo porque quedan más bonitos en tu novela, me parece insensato. Es como un tímido intento de ucronía. No era verdad, pero me ha dado a mí la gana.

Cambiar de colegio o universidad a un personaje histórico, decir que viajó donde no viajó, tontear con su orientación sexual, hacerle coincidir con otro personaje histórico que nunca conoció. Estas “licencias” son bastante comunes en novelas con un trabajo de documentación previo.

"Darle a un señor que no tuvo un hijo llamado Jakob un hijo llamado Jakob no es una licencia, es un estropicio"

Pienso que, si te lo vas a inventar, no hace falta que te documentes. Y pienso sobre todo que uno puede tomar la vida espléndidamente dramática de una figura verdadera y, simplemente, robar episodios llamativos y armar en paralelo un clon disimulado. La historia de un director de cine que acaba colaborando con el nazismo. Es interesante. Luego dices que la vida de Pabst te sirvió de inspiración. Todos contentos.

Porque darle a un señor que no tuvo un hijo llamado Jakob un hijo llamado Jakob no es una licencia, es un estropicio. Si Pabst hubiera querido tener un hijo llamado Jakob, lo hubiera tenido. Me parece tan relevante la paternidad que no puedo sino desconfiar de la labor literaria y documental de Kehlmann. Es capaz de hacer una novela con Franco y decir que tenía, Franco, mucho futuro como jugador de baloncesto.

Luego me bajé de e-biblio su novela más conocida, La medición del mundo, que la editorial nos vende como “la más vendida en Alemania desde El perfume”. No sabemos qué habrá pasado en Alemania desde El perfume (otra novela documentada) para que La medida del mundo sea su segundo best seller histórico, pero seguramente ha sido algo malo. Va de Alexander von Humboldt; y de Carl Friedrich Gauss. Ignoro si Kehlmann les inventa muchos hijos.

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John P. Herra
John P. Herra
25 ddís hace

Estoy de acuerdo. O haces ficción o haces historia y hay licencias, y licencias. Nadie va a censurar que conviertas una ciudad islámica en la capital gay mundial del siglo XVI en tu producto artístico, pero no pretendas dar una lección de historia o moral. Si tu obsesión son los toros, puedes tomarte la licencia de caracterizar a Shakespeare como un hombre que se puso a escribir porque no logró ser torero en Inglaterra, pero no pretendas ponerte solemne, porque todo el mundo entenderá que es un producto sobre tu obsesión, no sobre Shakespeare.

Maria Perales
Maria Perales
25 ddís hace

Lógica aplastante, la de Olmos. Y pienso que novelas como la que comenta contribuyen a la desinformación generalizada en la que nos encontramos