Eva Illouz, socióloga y ensayista, profesora de la Escuela de Estudios Avanzados en Ciencias Sociales (EHEESS) de Paris, después de sufrir la reacción de gran parte de ciertos miembros (como ella) de izquierda, se pregunta en un libro, El 8 de octubre: Genealogía de un odio virtuoso (Katz): “¿Cómo explicar su extraña alegría o indiferencia ante la noticia del pogromo? La emoción de las universidades, los intelectuales y los artistas del mundo fue monótona y sorprendentemente uniforme”.
Hay que recordar que según la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IHRA, por sus siglas en inglés), que reúne a gobiernos y expertos a fin de reforzar, impulsar y promover la educación, la memoria y la investigación en todo el mundo sobre el Holocausto, así como de mantener los compromisos de la Declaración de Estocolmo de 2000 (España ha firmado la declaración), señala como antisemitismo entre otros puntos, denegar a los judíos su derecho a la autodeterminación, por ejemplo, alegando que la existencia de un Estado de Israel es un empeño racista; establecer comparaciones entre la política actual de Israel y la de los nazis; y considerar a los judíos responsables de las actuaciones del Estado de Israel. Una declaración ignorada por muchos ciudadanos, o simplemente que prefieren ignorar.
Uno de los libros que señalo es el de Alejandro Baer. En Antisemitismo: El eterno retorno de la cuestión judía se remonta al cristianismo y a su afán de sustitución, a la acusación de la muerte del judío Jesús, por ejemplo, hasta llegar a la Inquisición española. Diferentes momentos para ofrecer claves para discernir cómo se formulan hoy las formas contemporáneas del antisemitismo. Por su parte Henrique Ziberman, en El enigma de Israel, repasa la historia de Israel, el acuerdo de partición de la ONU, las sucesivas guerras de los países vecinos en contra de Israel, los intentos de acuerdo (sin generar ninguno de ellos espacios de diálogo), hasta llegar al 7 de octubre. Un ensayo claro y nada complaciente donde uno puede disentir en algunos aspectos pero reparte por igual responsabilidades. Ambos libros quieren analizar la actualidad.
Además señalan el problema en concreto de España, país para ellos de referencia. Incluso llega a escribir Henrique que si solo tuviera la información de los medios españoles quizá “yo también sería fanático antiisraelí”. Lo cierto es que el esfuerzo de estos libros quiere dar respuesta a la pregunta que se hace Eva Illous. La sudanesa Nesrine Malik, al ser interrogada por qué no suscita su país las mismas reacciones ante el sufrimiento y la matanza, cree que Gaza ha recibido más atención porque “Gaza es un asunto interno para los occidentales”. También parece que el antijudaísmo es un fluido interno occidental que surge ante cualquier quiebra de la corteza del bien. Que ha colonizado otras culturas. Este antiisraelismo lo sufren incluso árabes israelíes que viven en nuestro país, y así me lo comentó un profesor universitario árabe israelí en Madrid.
Lo cierto es que nada explica la ausencia de reflexión y de sentido común en la búsqueda de soluciones justas. Las manifestaciones, los insultos a judíos en la calle, las pintadas, las cruces gamadas, no ayudan a los gazatíes, simplemente expresan odio al otro. El odio virtuoso sólo nos lleva a alentar a los perpetradores, para apagar la luz en una playa australiana en la que han asesinado a más de 16 personas.


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