Un ruido de fondo singular acompaña la labor del columnista. Como la opinión no puede ser monotemática, el columnista escribe sobre cosas muy variadas. Al cabo, da igual sobre qué escriba, pues siempre habrá alguien que opine que está escribiendo sobre lo que no conoce. Es difícil hacer entender que precisamente el columnismo sólo tiene gracia si uno escribe sobre lo que no conoce.
Pero, como digo, esto da un poco igual. Tras 20 años viviendo en Usera, escribí sobre el barrio y alguien opinó que no sabía nada de Usera. Tras 25 años escribiendo y publicando libros, y unos 30 leyendo sin parar, regularmente alguien se despacha con la idea de que no sé nada de literatura. Si buscara bien, seguro que encontraría a alguien que me dijera que no sé nada de mí mismo. Esto probablemente sería más verdad que lo anterior.
Entonces el otro día escribí sobre Jeanne Dielman, una película. Dije que era una mierda, con palabras más piadosas. Dije que era una mierda porque me parece una mierda. Ahora mismo está considerada “la mejor película de la historia”.
El crítico Carlos F. Heredero escribió un tuit llamándome “indocumentado”. Ignasi Guardans, que fue director del Instituto de Cinematografía (sea esto lo que sea), fue algo más respetuoso: “inculto” y “analfabeto”, estableció. También es verdad que yo consideraba en mi artículo “almas echadas a perder” y “corruptos” a todos aquellos que recomendaran esta película, validaran su excelencia y engañaran a la gente diciéndole que esto es lo mejor que ha hecho el cine nunca.
Es curioso el asunto de que alguien pueda señalar a otro como ignorante. Nos lleva a preguntarnos, acotando el enigma, qué es saber de cine, por ejemplo.
Hola, @carlosfheredero . En efecto, cualquiera pueda escribir sobre cine, lo has entendido finalmente.
Me extraña con todo tu desazón por algo tan natural como que una película no me guste, dado que, tras 10 años en Twitter, y 10.000 tuits, nunca habías nombrado a su directora. pic.twitter.com/v2DsrTB8oo
— Alberto Olmos (@alb_olmos) March 3, 2023
En mis años universitarios, donde empecé a ver cine intensamente, sucedía algo peculiar. Los cinéfilos de nuevo cuño, al hablar sobre películas, parecíamos derrotarnos de inmediato si, simplemente, nombrábamos un director que otro no conocía o habíamos visto una película de un director por todos conocido que los demás no habían visto. Con eso bastaba para “saber de cine más” que otro.
Esto, con los años, fue volviéndose ridículo, como es lógico. A estas alturas, todos hemos visto una cantidad apabullante de películas, y no hace falta ver todos las mismas y no es posible verlas todas y muchas veces nadie se acuerda de si vio o no la primera película de Billy Wilder.
Así, saber de cine no puede ser una noción enciclopédica, de sacar cromos y ver quién tiene más, quién ha visto más películas. Hay gente que puede haber visto más películas que tú y no tiene nada interesante que decir sobre ellas, salvo “yo la he visto y tú no”. ¿Y?
Jeanne Dielman ha sido el gran “yo la he visto y tú no” de la Historia del Cine, pues fue elegida como la mejor película jamás realizada por mil y pico expertos al llamado de una revista cultural parece que prestigiosa. Una de las grandes ridiculeces de esta noticia, de ese ranking, es devolvernos a los 18 años, cuando alguien se daba aires sólo porque había visto Los ojos de la momia (1918), la peor película de Ernst Lubitsch, y tú no. Nos acongojaba. Pero, como digo, pasados los años, te dabas cuenta de que si nadie ha visto Los ojos de la momia se debe justamente a que es la peor película de Ernst Lubitsch y no hace falta verla para adorar a Lubitsch y tener cosas que decir sobre su cine.
En este sentido, es llamativo cómo mucha gente no había visto Jeanne Dielman y ahora le parece imprescindible. Es un caso único, pues si algo caracteriza la cinefilia es la propagación constante de la película que hay que ver, sea de estreno o muy antigua, y Jeanne Dielman ha necesitado 50 años para que los cinéfilos la recomienden, cosa que no ha sucedido con Masacre: ven y mira (1985, Elem Klímov) o tantas otras películas esquinadas, alejadas del gran público, pero realmente perseguidas por cualquier aficionado medio al séptimo arte. Lo que más nos gusta a los aficionados es descubrir una película a otro aficionado y que otro aficionado nos la descubra.
Pero, no, amigos, nadie se había fijado en Jeanne Dielman, de Chantal Akerman, en 50 años en los que hasta Leni Riefenstahl (por no hablar de Agnès Varda o Ida Lupino, si acaso hay que pensar en proscripción machista) seguía siendo recomendada y revisitada. De hecho, en la famosa historia del cine de Mark Cousins, donde se incide especialmente en la aportación de las mujeres a las películas, sólo se la cita (capítulo 3) para decir que los posicionamientos bajos de la cámara de Yasuniro Ozu (Cuentos de Tokio, 1953) fueron copiados por Chantal Akerman y, once capítulos después, para decir que los planos fijos de Akerman en Jeanne Dielman tomados de Ozu fueron copiados a su vez por Gus van Sant en Last days. (Cuentos de Tokio, 8,2 en IMDB; Jeanne Dielman, 7,6; Last days, 5,4: como vemos, la cosa solo ha hecho que mejorar.)
El caso es que me vi la película con ganas de que me gustara, porque la otra opción es directamente de idiota: ponerse a ver algo para que no te guste. Lo sorprendente fue que la película no me gustó nada, por mucho que ponía de mi parte. Había visto películas aburridas mejores y películas quietas mejores y películas de mujeres solas infinitamente mejores (La mujer zurda, 1978, de Peter Handke, que también es aburridísima y quietísima). Y entonces me pareció que debía escribir un artículo donde dijera que Jeanne Dielman no me había gustado.
“Indocumentado”, “inculto”, “analfabeto”, ya les digo.
Esta ridiculez se ve también mucho en literatura: hay quien cree que existen libros que no pueden disgustar a nadie salvo que sea un ignorante. Debo de haber puesto mil veces el ejemplo de la aversión de Nabokov por la obra de Faulkner, o de Tolstoi por Shakespeare (!!). Al contrario de lo que se piensa, siempre hay alguien muy inteligente al que no le gusta algo muy bueno, y es fundamental que eso suceda, porque a veces eso tan bueno no es para nada bueno.
Fernando Trueba en su Diccionario de cine mostraba su manía a Fellinis y Antonionis, con el argumento nada desquiciado de que no soportaba esas autorías mayestáticas, Fellini 8 ½, Fellini Satyricon, ni las películas graves y lentísimas que producían. Últimamente Quentin Tarantino nos ha dado la alegría de afirmar que François Truffaut era “un amateur torpe” (algo que este que aquí escribe sospechaba todo el tiempo, fuera de Los cuatrocientos golpes). También recuerdo a Fernando León de Aranoa reconocer en un chat en El Mundo que no sabía quién era Kim Ki Duk, director asiático entonces muy de moda.
¿Puede decirse que Fernando Trueba, director de 29 películas, no sabe nada de cine porque no le gusta la maravillosa 8 ½? ¿Puede decirse que Tarantino no sabe de cine? ¿Y León de Aranoa? Seguramente ninguno de ellos ha visto Jeanne Dielman, por cierto.
Paul Schrader sí la ha visto, al menos en lo alto de la lista que comentamos. Y ha dicho: “La aparición de Jeanne Dielman en el número 1 socava la credibilidad de la encuesta de S&S. Da la sensación de estar fuera de lugar, como si alguien hubiera manipulado la balanza. Y creo que lo ha hecho.” Paul Schrader escribió Taxi driver (Martin Scorsese, 1976), así que de cine debe de saber muy poco.
Si nos parece irrisorio considerar que alguien no sabe de cine porque no ha visto esta o aquella película, siendo que ha visto ya miles y miles de películas, también debe parecérnoslo (irrisorio ese juicio, digo) si encuentra aburrido, detestable o estúpido determinado clásico o filme canónico. Recuerdo ahora a Méndez-Leite despidiendo a Kubrick en un periódico diciendo que Lolita (anoto de memoria, quizá era La naranja mecánica) le parecía antigua, casposa y primitiva.
Así las cosas, debemos intuir que no es el hecho de desconocer una película lo que le hace a uno acreedor del calificativo de ignorante, ni considerar una mierda Jeanne Dielman lo que le hace a uno merecer los “indocumentado, inculto, analfabeto” ut supra; es quién seas tú, que no has visto o no has disfrutado de tal película.
Si esa persona no es del mundo del cine, o si osa escribir sobre cine sin ser el hijo de un crítico de cine (cuyas páginas en el mismo diario que escribía el padre heredará), esa persona sólo puede opinar vaguedades, sumarse a la unanimidad y aplaudir lo ya aplaudido. Es cuando esa persona dice: “Esto es una puta mierda” cuando todo el tinglado empieza temblar, y la gente se pone muy nerviosa. Y entonces no sabes nada de cine.
Quizá saber de cine sea la capacidad de decir algo interesante sobre cine. Pienso por ejemplo que Tarantino es la persona que ahora mismo sabe más de cine del mundo, porque todo lo que dice sobre las películas es de una perspicacia e interés descomunales.
Siguiendo mi propio razonamiento, creo que mi crítica de Jeanne Dielman muestra justamente que sé un montón de cine, pues he sido capaz de decir algo sobre esa película que nadie más ha dicho y que ha resultado mucho más interesante para los lectores (y no digamos útil en aras de un empleo sano de su tiempo libre) que decenas de reseñas donde Jeanne Dielman es buena porque es buena, y porque todas las mujeres somos Chantal Akerman, y porque la vida de las mujeres de los años 70 queda ahí retratada, y, sobre todo, porque sí. Que vaya argumentos, amigos.
Lo que también ignoran los que de ignorancia me han acusado es esto: yo he dicho la verdad. La película no me ha gustado.
Y la crítica va de decir la verdad.
Porque los lectores lo notan.
Podrían haber criticado tu análisis de la película con argumentos mucho mejores que el «tú no sabes de cine» que, en efecto, es un mal argumento de autoridad. Lo más molesto de tu artículo es su tono despreciativo y su lugar discursivo (de superioridad) que, a veces, en autores como tú, nos da la sensación que se acentúa la crítica (o su visceralidad) cuando versa sobre la obra de una mujer o sobre «asuntos de mujeres». Y eso enseguida emite un tufillo desagradable.
Lo que echa un tufo de mucho cuidado es lanzar la sospecha de que alguien es misógino en el momento en que critica a una mujer o algo de mujeres. Porque lo que huele a «hoy toca poner la primera de la lista una de mujeres» es el caso de este tostón, que parece que no se acaba nunca, sobre la insulsa vida de alguien sin el mínimo interés, ni siquiera antropológico.
Creo que sabes de sobra, Alberto, que no se te ha criticado por decir que no te gusta una película, sino por las formas de desacreditar esa película.
Lo que veo aquí es un argumentario con un punto victimista y muchas ganas de confundir términos. Para empezar, columnismo con crítica. Una crítica no es una columna, ni una crítica va de «decir la verdad» (ya puestos, vaya reduccionismo el de equiparar «decir la verdad» con «decir que algo no me gusta»). Una crítica va de tratar de comprender los valores cinematográficos que ofrece una película y argumentar, a partir de ahí, una valoración. Lo único que hiciste tú fue escupir (que no argumentar) una valoración. Otra cosa es que haya poca gente que escriba crítica así. Pero eso no te exime de haber caído en lo mismo.
No es solo que en tu texto no haya un intento por comprender lo que hace ‘Jeanne Dielman’ cinematográficamente. Es que hay una negación cerril de que haga algo cinematográficamente: ‘Jeanne Dielman’ no es cine «porque sí». Que vaya argumento, amigos. Y por mucho que en este artículo lo niegues, existen muchas aproximaciones muy rigurosas a la película en las que se trata de comprender qué cuestiones de encuadre, tratamiento del tiempo, iluminación, etc. ha trabajado Akerman.
Que yo entiendo que si uno se acerca a artículos del tipo «Chantal Akerman, la directora que usó el cine como fuerza liberadora y puso nerviosos a los señoros» se te quitan todas las ganas. Pero de verdad que hay crítica de cine más allá de esos registros. Reivindiquemos esa otra crítica y no convirtamos a los defensores de Akerman en un hombre de paja: aunque nunca haya sido una corriente masiva (y la elección de ‘Jeanne Dielman’ como número 1 del listado sea un movimiento abrupto), llevamos muchos años de buenos textos y aproximaciones analíticas a los valores de la película más allá de las cuatro consignas feministas masticadas. Akerman está muy lejos de ser una directora a la que «no conocía nadie».
Obviamente, todo esto no obliga a nadie a que le guste ‘Jeanne Dielman’. Y nadie te está pidiendo que aportes un análisis formal profundo de la película. Pero no quieras hacer pasar por otra cosa una columna que no es más que una pataleta.
Hoy me ha tocado fregar los platos de la cena, hacer la cena a los niños, volver a fregar los platos, bañarlos y acostarlos. Oh, qué vida más oscura la mía… Soy una víctima… Creo que voy a llorar.
Totalmente de acuerdo.
Un bodrio insufrible. Yo también fui un joven cinéfilo que iba a la Filmoteca a ver películas de Bergman o Dreyer en versión original subtitulada. Uffff eran más entretenidas que está. Por Dios, que economía de medios, que inexpresividad, que diálogos???? Que cámara fija, creo que Lumiere era más habilidoso con la cámara. Ya pasó el tiempo del cine para intelectuales sesudos porque murieron de aburrimiento. Esta película ha resucitado para acabar con los que quedan.
Lo dicho una mierda
Hola Alberto:
Creo que el error tuyo es querer justificarte. Llevo meses leyendo la noticia y siempre he pensado que estaba manipulada por los medios, por el peso y la publicidad de determinadas plataformas de Streaming. Lo sigo pensando.
He visto miles de películas, incluso las más raras de Murnau o Lang y me gusta Trier, incluso Kim Ki Duk (la primera me dejó muy turbado), pero no he visto Jeanne Dielman. Creo que ésta y otras salen de las piedras para gloria de las plataformas de pago. Solo eso.
Quien diga que es la mejor película de la historia es que no tiene ni puñetera idea. No hace falta verla para saberlo, aunque sea buena o le encante a muchos/as. Tengo unas decenas de «mejores películas de la historia» (Lean, Ford, Renoir, Hawks, Kubrick, Truffaut -sí-, Coppola, Donen, Bergman, Tarkovski, Kurosawa, Spielberg, Berlanga, Erice, Trier, Chaplin, De Sica, Visconti, Wenders, Hitchcock, … y 50 más).
Esto es una anécdota de un nuevo modo de crear opinión y manipulación, lejos de las reflexivas revistas de cine de hace años, en las que ya nada es verdad (y nunca lo ha sido) y todo es intencionado.
Gracias.
Harry Haller
Yo sí tuve la desgracia de ver esta película. Es la nada absoluta y dura casi una vida.
Como en todas las historias que son «nada» Matan a uno para justificar que han despertado durante siete semanas a un equipo de rodaje a las seis de la mañana.
Vale. Pero no has hablado de la película.