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Raúl Quinto: “La ficción inducida se ha comido a la realidad”

Raúl Quinto: “La ficción inducida se ha comido a la realidad”

Puede que todo empezara en Rusia, que ocurriera en 2015 y que el primer suicidio fuera el de Rina Palenkova. Este virus se extendió rápidamente por todo el mundo. Hubo más adolescentes muertos. ¿En qué consistía el “Juego de la ballena”? En completar cincuenta pruebas. Las primeras eran fáciles —hacerse un tatuaje, acercarse al borde de un precipicio—, luego todo se complicaba, hasta llegar al final: el abismo. Se escribieron muchos artículos sobre el tema. Hasta se encontró a un culpable y lo metieron en la cárcel. Pero ¿qué era verdad y qué era mentira? ¿Los jóvenes que se suicidaban en Rusia lo hacían por este desafío viral o sólo eran decenas de fallecidos de la larga lista de muchachos y muchachas que acaban con su vida en ese país? Y lo más importante, ¿por qué una ballena azul? Muchas preguntas, demasiadas respuestas, todas parecen falsas, ninguna se muestra como verdadera del todo. Raúl Quinto, después de triunfar con su visión de la novela histórica con Martinete del rey sombra, nos descubre en su nuevo libro lo peor de nosotros mismo: la imagen reflejada en el espejo que nos negamos a aceptar como nuestra. La ballena azul (Jekyll & Jyll) es una novela de terror en la que lo que da más miedo es lo sencillo que resulta manipularnos. Este libro cuenta una historia, con aroma a Thomas Ligotti, que transcurre por una senda tortuosa, a cuyos lados descubrimos entre el fango, según apunta Marina Enriquez, “una exhibición de atrocidades”, las del mundo digital que hemos creado.

Hablamos con Raúl Quinto del miedo que da mirarnos al espejo, acerca de la Ilustración oscura y sobre Ricky Martin, la mermelada y el perrito.

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La ballena azul podría haber tenido como subtítulo “Cómo deshumanizar a una persona en 50 pasos”. 

—El mecanismo del juego, que es de donde parte el libro, es un mecanismo de desconexión. Son las mismas técnicas que usan en las sectas para acabar con la voluntad individual: interrumpir el sueño, instalar teorías que suplantan a la realidad, incitar a la desconexión de los demás… También operan de esta forma algunos mecanismos de manipulación masiva en la actualidad.

—La idea de Dios está muy presente en la novela. Un dios que manipula y retuerce la existencia del hombre. Leo en su libro: “Que Dios no existe, pero te vigila”.

"En la paranoia está siempre la idea de un Dios omnisciente que te está vigilando"

—Ese es el tema. La idea de Dios ordena y da sentido al mundo. Un Dios que te juzga. Esto da una sensación de control. La fe funciona como el mecanismo último para muchas personas porque es lo que le da sentido a las cosas. Pero el caso es que Dios no existe (Reímos). Pero sí que hay una especie de vigilancia. Ese es el concepto: Dios no existe, pero te vigila. Una contradicción. Una paradoja en la que se basa la novela: como elementos contrarios funcionan juntos, produciendo una desconexión de la realidad. También se habla del capitalismo y de la vigilancia. Tenemos una doble vida con las redes sociales —que en ocasiones es más importante que la propia existencia— que está sometida a instrumentos que nos fiscalizan y que trafican con lo que compartimos. Además, está en el libro la idea del pensamiento paranoico, conspiranoico. En la paranoia está siempre la idea de un Dios omnisciente que te está vigilando. Todos esos mensajes los incluyo —de una forma poética, con repeticiones de ideas— para fomentar esa sensación de terror.

—Ese proceso de aprendizaje y adiestramiento que vemos en los capítulos de La ballena azul recuerda a otros fenómenos de captación actuales como los de la machosfera, MAGA o el terrorismo islámico. Es fácil entrar ahí, pero muy difícil salir.

—Es terrorífico comprobar todas las herramientas que hay para la captación y adiestramiento. Aprovechan el desamparo de muchas personas. Esa idea de que Dios no existe, de que el mundo nos ha abandonado de alguna manera. A esa persona que necesita rellenar los huecos los captadores le ofrecen un mundo diseñado a su medida, basado en sus prejuicios, sus propios miedos y sus anhelos. Poco a poco van sustituyendo la realidad objetiva por la realidad construida. Con esas herramientas deforman la realidad. Esa secuencia de la pregunta es muy adecuada porque este método sirve para orientar el voto de las personas o convertirlas en terroristas. Esta persuasión sectaria es perversa y terrorífica. Estamos actualmente en una discusión sobre lo que es real; no sobre la interpretación de los hechos, sino sobre si esto es verdad o mentira. Millones de personas están abrazando algo que es completamente falso porque para ellos es lo real. La ficción inducida se ha comido a la realidad. Esto me provoca pánico.

—Leo en su libro: “Un meme también es un virus”. ¿Por qué la viralización de la información, cierta o no, dañina o inofensiva, es asumida como un éxito?

"Esta forma de manipulación y polarización ya ha ocurrido antes. Hablo en el libro de los libelos de sangre"

—Está, por una parte, un meme, que es algo desideologizado, simpático, pero, por otro, hay informaciones que fijan prejuicios e incentivan el odio y que también se viralizan a través de mensajes —sencillos y fáciles de replicar— en grupos de WhatsApp y Telegram. Son exitosos porque cumplen su función: llevar a la gente a un determinado pensamiento y que construya su realidad en torno a él. Faltan mecanismos de control sobre las noticias falsas de esa bulosfera, que se propagan con total impunidad. Al final, una noticia falsa tiene millones de visitas y el desmentido apenas tiene repercusión. No es algo nuevo. Esta forma de manipulación y polarización ya ha ocurrido antes. Hablo en el libro de los libelos de sangre —alegatos antisemitas para acusar injustamente a los judíos de haber cometido crímenes contra niños—. El problema es que las redes sociales han multiplicado exponencialmente la canalización de toda esa manipulación.

—En la época de la ballena azul hubo otros memes y juegos peligrosos, como Momo. ¿Qué te atrajo de la ballena azul para escribir sobre él?

—Me atraían varias cosas. El juego estaba muy definido, muy estructurado en diferentes pruebas. También era interesante para mí que el reto se repitiera a partir del número treinta: había que ver diferentes contenidos audiovisuales. Eso me permitía dar rienda suelta para introducir mis relatos. Y luego estaba ese factor de desconexión de la realidad del propio juego. Eso conecta muy bien con lo que comentábamos de cómo la gente está siendo abducida actualmente por una realidad alternativa. La gente acaba produciendo su propio dolor, y eso lleva a una autodestrucción. Cuando uno se mete en el Daesh, a través de esa manipulación, el final no es bonito. Este juego me permitía hacer una advertencia sobre la realidad que estamos viviendo. Por último, hay otra cuestión. Estuve hace poco en Túnez, y una chica me aseguraba que en su país había muertos con el juego de la ballena azul. Eso no es verdad. A partir de una base real, todo lo relacionado con este juego se mezcla con teorías conspiraonoicas, leyendas de internet y creepypastas.

—Ricky Martin, el perrito y la mermelada. 

—Seguro que conoces a alguien que afirma que vio ese programa.

—Una persona me dejó de hablar porque le dije que era mentira.

—(Risas) Todo el mundo tenía un conocido que aseguraba haberlo visto.

—O toda esa gente que decía haber estado en el concierto de The Beatles de 1965 y no había ido a Las Ventas.

—Una mentira se acaba convirtiendo en verdad. Hay un concepto que toco en el libro, que es el de hiperstición: la creencia en la ficción hace que esta se vuelva real.

—Dice Mariana Enriquez de su libro: “Es un compendio de la mitología oscura de internet”. La ballena azul es una novela, pero también tiene una parte de ensayo en la que repasa todo lo malo que ha ocurrido hasta ahora en el mundo digital o relacionado con él.

—Entiendo la narrativa de una forma híbrida: no hay una trama como tal, hay un personaje central que es el narrador, que, supuestamente, le habla al lector, y utilizo muchos instrumentos poéticos para llegar a los sitios. Hay dentro algunos ensayos a los que podemos llamar esquivos, mestizos o bastardos. Como en los ritos satánicos, meto todos los ingredientes en una marmita. (Risas)

—Exigimos a los niños que digan siempre la verdad, que la mentira es inaceptable. En pocas generaciones, ni ellos ni nosotros podremos asegurar qué es verdad y qué es mentira.

"La verdad ya no es un valor en alza. No es necesario decir la verdad para lograr el bien. De hecho, ni siquiera obtener el bien es importante"

—La verdad ya no es un valor en alza. No es necesario decir la verdad para lograr el bien. De hecho, ni siquiera obtener el bien es importante; ahora estamos en otro mundo. Conceptos como el que hemos hablado de hiperstición vienen de los filósofos de lo que se conoce como la Ilustración oscura. Estos pensadores son los referentes del trumpismo y de toda esa revolución reaccionaria. Todos los valores e ideales —la lógica, la razón, la importancia de la ciencia…— que asentó la Ilustración se transforman con la Ilustración oscura en una corriente de pensamiento acientífico: antivacunas, conspiracionistas de Covid… Lo único importante es imponer tu verdad y da igual si para conseguirlo tienes que arrasar medio mundo. La verdad se ha convertido en algo opinable.

—El ritmo es frenético: frases cortas y punzantes, capítulos breves… El trabajo de reescritura tuvo que ser titánico.

—Le doy mucha importancia al ritmo y a la música interna del texto. Esos dos aspectos son fundamentales, porque yo vengo de la poesía. Eso también influye en las emociones que quieres generar. El libro tiene un ritmo que te lleva hacia al abismo. Para mí es igual de importante lo que voy a decir y cómo lo voy a decir.

—¿Cuánto ha investigado sobre el suicidio?

—El libro de Wataru Tsurumi El completo manual del suicidio no lo puedes comprar en España, pero yo lo conseguí traducido. Ese capítulo al que te refieres de mi novela fue la parte más complicada de escribir. Yo parto de la idea de que los lectores son inteligentes y saben leer, pero también sé que es un tema muy delicado, al que da miedo enfrentarse. En cierta manera, el libro es una reflexión sobre la inutilidad de la autodestrucción y el suicidio. De hecho, el capítulo sobre el suicidio no anima a la gente a cometerlo, sino que la persuade. El suicidio no es algo bonito; no es nada heroico.

—Cuenta que un rasgo común de casi todos los métodos de suicidio es la incontinencia de los esfínteres. Ha roto usted muchos mitos románticos en torno al suicidio. No podré pensar en el final de Romeo y Julieta de la misma forma…

—Claro. (Risas) Es que algo muy asqueroso. Ese momento glamuroso del suicidio es falso. En realidad, se trata de una situación muy fea y muy sucia.

—Ha hablado antes del abismo. El juego de la ballena es por encima de cualquier otra consideración un viaje a la locura.

"Hay que asumir que somos de la misma especie que gente como Josef Fritzl, el hombre que encerró a su hija durante veinte años y abusó de ella sexualmente"

—En este libro propongo muchos acercamientos al terror: el miedo a la enfermedad, el miedo al propio cuerpo, el miedo a no saber distinguir entre verdad y mentira… Y también el miedo a ser la especie que somos. Yo me centro en la parte oscura del ser humano. Pero es que es una parte que existe y lo hace de forma genética. Hay que asumir que somos de la misma especie que gente como Josef Fritzl, el hombre que encerró a su hija durante veinte años, abusó de ella sexualmente y con la que tuvo siete hijos. No todos somos como él, pero nosotros somos también eso. Y al horror hay que mirarlo de frente porque está en el espejo.

—Hay una frase que se repite en uno de los capítulos: el cuerpo es una trampa.

—Es una frase que tiene que ver con esos miedos de los que hablaba: a la vejez, a la enfermedad, a dejar de ser atractivo, al dolor… El cuerpo se degrada de forma natural, pero vivimos aterrorizados por esa idea. Ahí es cuando el cuerpo se convierte en una trampa. El narrador le propone al jugador que controle el miedo al dolor. Y que lo haga siendo el dueño de su propio dolor, con las automutilaciones.

—Terminamos. ¿Le han quedado fuerzas para seguir escribiendo después de este juego?

—(Risas) Sí. El próximo año saldrá la recopilación de toda mi poesía. Esto me hace mucha ilusión porque es casi como un proyecto de vida. Y también hay más proyectos; soy una mente demasiado inquieta.

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