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Recordar para seguir bailando

Recordar para seguir bailando

Narrar una historia de amor y, al mismo tiempo, retratar una época histórica tan convulsa como los meses previos al golpe de Estado y al estallido de la Guerra Civil requiere una habilidad narrativa y una sensibilidad tan notables como las que demuestra Sebas Martín en su última novela gráfica, Que el fin del mundo nos encuentre bailando, una historia que consigue atraparnos desde sus primeras páginas y que se suma con éxito al aún incipiente repertorio de títulos que, desde la ficción, nos ayudan a reconstruir y preservar la memoria histórica LGTBI+.

El punto de partida argumental es el encuentro de Tomás, un joven meritorio de un taller textil del Poblenou, y Basilio, un aspirante a boxeador profesional algo mayor que él y que, además de ganarse la vida con diversos trabajos, conoce mucho mejor que Tomás tanto la noche barcelonesa como los vericuetos de la lucha política y sindical. Ambos deberán afrontar su historia de amor y deseo en medio de un contexto donde no solo no son aceptados socialmente, sino que carecen hasta del léxico para nombrarse y reconocerse.

"Algo hay de unamuniano en ese amor como pedagogía que surca gran parte de las viñetas de esta historia, en la que tanto Basilio como Tomás aprenden a quererse en tres direcciones"

Quizá ese sea, precisamente, uno de los grandes aciertos de Sebas Martín a la hora de construir a sus personajes. Pues no solo denuncia la homofobia exterior, demostrando hasta qué punto ese discurso de odio es y ha sido siempre transversal, sino que la novela ahonda en la dificultad de Tomás y Basilio para entenderse a sí mismos, ya que carecen de referentes y modelos en los que mirarse. Tan sólo la poesía de Lorca, Cernuda o Wilde le brinda a Tomás espejos en los que descubrirse, del mismo modo que lo hacen los momentos compartidos con Basilio, su particular Virgilio en los círculos nocturnos que hoy definiríamos como queer.

Algo hay de unamuniano en ese amor como pedagogía que surca gran parte de las viñetas de esta historia, en la que tanto Basilio como Tomás aprenden a quererse en tres direcciones: el amor a sí mismos y a su identidad —frente a todos los prejuicios con los que han crecido y que les impiden verse con la dignidad que pretenden robarles—, el amor al otro y a su intimidad —venciendo los miedos y recelos que, por falta de bagaje emocional, les plantea su relación— y, por último, el amor a sus propias ideas, al tomar conciencia de la necesidad de implicarse en un momento en que el fascismo estaba a punto de acabar con su realidad.

"En los años en que transcurre esta novela aún no había tenido lugar la reforma del 54 de la Ley de Vagos y Maleantes, con la que el franquismo pasaría a considerar delito la homosexualidad"

Sensual y emotivo, este cómic de Sebas Martín nos presenta con la misma desnudez tanto las dudas y los silencios de sus personajes como sus encuentros sexuales, gracias a un erotismo que, además de resultar excitante y estético, también tiene algo de reivindicativo, pues nos ofrece a quienes lo leemos hoy una mirada abierta desde la que asomarnos al sexo de quienes tuvieron que vivirlo entre las sombras y la oscuridad, siempre en medio de la sordidez a la que alude Tomás en más de una ocasión, inventando la belleza en espacios alternativos que, finalmente, se convertían en guetos necesarios donde ser sin miedo, lejos de las palizas a las que, con la excusa del escándalo público, eran sometidos por la policía.

En los años en que transcurre esta novela aún no había tenido lugar la reforma del 54 de la Ley de Vagos y Maleantes, con la que el franquismo pasaría a considerar delito la homosexualidad, castigándola con el exilio y el encierro en campos de concentración como el de Tefía, pero su autor nos deja claro cómo en esos años 30 tampoco era sencillo vivir abiertamente las identidades y orientaciones no heteronormativas, pese a que el colectivo LBGTBI+, que entonces ni siquiera contaba con la ayuda de esas siglas para designarse, siempre haya buscado modos de oponerse a la represión para seguir siendo.

"Quizá esas imágenes entre lo íntimo y lo onírico, en la que los personajes lorquianos cobran vida en la mente y el cuarto de Tomás, sean también la explicación de la importancia de libros como este"

Esa resiliencia es otra de las grandes protagonistas de esta novela, tal y como nos anuncia su título: Que el fin del mundo nos encuentre bailando encierra toda una declaración de intenciones que nos remite al orgullo, a la lucha desde la alegría y el inconformismo, a quienes pusieron el cuerpo generación tras generación para que la música no dejara de sonar por mucho que otros intentaran enmudecerla. Y en estas páginas esa música suena —y resuena—a través de la emoción de una historia de amor muy bien contada, del mismo modo que lo hace en todos y cada uno de los espacios que, como La Criolla, constituyen el marco de este viaje a la Barcelona de 1935, que acaba convirtiéndose en un viaje al país que pudo ser y que no permitieron que fuera.

Historia e intrahistoria se dan la mano en una novela gráfica que ofrece páginas tan evocadoras como las que retratan la emoción de Tomás intuyéndose a sí mismo al leer el Romancero gitano de Lorca, inundado por la sensualidad de sus versos. Y quizá esas imágenes entre lo íntimo y lo onírico, en la que los personajes lorquianos cobran vida en la mente y el cuarto de Tomás, sean también la explicación de la importancia de libros como este, que nos ayudan a conocer mejor nuestro pasado y a asumir las luchas pendientes desde el respeto a las luchas pasadas. Para que, por mucho que enseñe sus fauces el fascismo bajo cualquiera de sus disfraces, la vida siempre nos encuentre beligerantes, comprometidos y, por supuesto, bailando.

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Autor: Sebas Martín. Título: Que el fin del mundo nos encuentre bailando. Editorial: La Cúpula. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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