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Roland Barthes: ¿El amor que arde es capaz de durar?

Roland Barthes: ¿El amor que arde es capaz de durar?

Después de muchos años descatalogado, la editorial Siglo XXI ha reeditado un libro que desde hacía tiempo era demandado por los lectores: Fragmentos de un discurso amoroso, de Roland Barthes. Por su aspecto, la obra parece un diccionario de sentimientos amorosos, donde se presentan definiciones o figuras acompañadas de diversas acepciones o pequeños dramas. Por su contenido, la obra es un soliloquio sobre las paradojas que tensan el amor.

Entre la presencia y la ausencia, el placer y el sufrimiento, la certeza y la duda, el sentimiento amoroso se nutre de ambivalencias, y Barthes adapta la escritura a este vaivén. Por ello la obra es fragmentaria y se erige como discurso, cuya etimología significa “correr de un lado para otro”. Por este motivo, el libro no puede ser un tratado lineal ni un ensayo que desemboque en un propósito, porque el amor no alcanza un final, más bien se interrumpe o se intenta destruir cuando se hace insoportable.

"El amor es un pliegue de la existencia, porque amar no tiene una utilidad ni propósito, no sirve para nada, pero, paradójicamente, hace que todas las cosas sirvan"

La persona enamorada se somete al capricho de las circunstancias, fluctúa, y para asirse analiza el cuerpo del otro: qué significa un gesto o una palabra; pero también el propio pensamiento, vertiginosamente rumiante, que se aferra al lenguaje (una alucinación verbal) para encontrar cierto sosiego ante la espera y la incertidumbre. Paradójicamente, encuentra lo contrario, el pliegue del lenguaje, es decir, el cuestionamiento de los significados que van más allá de la mera intención comunicativa. Aparece entonces el goce, el juego, pero también las obsesiones y el exceso de sentido.

En este retrato personal del amor se cruzan lecturas de Platón, Werther, Nietzsche, Freud y Proust, entre otros; mezcladas con opiniones de amigos (anónimos o citados con iniciales). Por ejemplo, un conocido de Barthes afirma que el amor lo había protegido de la mundanidad, de la fiebre de promoción, poder o ambición, convirtiéndolo en un desecho, algo de lo que se regocijaba. Imagen antagónica del personaje de Jep Gambardella en La gran belleza. El amor es un pliegue de la existencia, porque amar no tiene una utilidad ni propósito, no sirve para nada, pero, paradójicamente, hace que todas las cosas sirvan, es decir, encuentren momentáneamente su epifanía, entre la euforia y el desgarro.

"La locura del amor revela algo estructural, que es a su vez la impotencia de la filosofía: la imposibilidad de someter el mundo bajo nuestro régimen desiderativo"

Pareciera que Barthes no ha ido demasiado lejos de Platón: la idea del amor (siempre rico en deseos y pobre en resultados) engendra múltiples copias, como el poder, la riqueza y la fama (estrategias para ser amado), pero también busca versos, canciones o narraciones que sean capaces de contener ese universo paradójico. Más allá de estos sucedáneos, el discurso amoroso no parece agotarse: ninguna copia tiene la fuerza del sentimiento original.

La locura del amor revela algo estructural, que es a su vez la impotencia de la filosofía: la imposibilidad de someter el mundo bajo nuestro régimen desiderativo. La persona enamorada quisiera habitar la mente y el cuerpo del otro, someterlo a su propio dictado; pero si eso ocurriera, el deseo se extinguiría, porque el ser amado es reconocido como átopos: inclasificable, de una originalidad incesantemente imprevisible.

¿Es mejor durar o arder?, se cuestiona Barthes. El amor se agita en una contradicción excitante y dolorosa, busca durar, pero en el fondo solo quiere arder. Si el abrazo es el sueño de unión total con el ser amado, el lenguaje aparece tan pronto como desparece el contacto físico. Así, la carta de amor, según Barthes, es una figura dialéctica a la vez vacía (codificada) y expresiva (cargada de ganas de significar el deseo).

"La persona que ama vive desollada, es decir, extremadamente sensible e irritable a los roces más ligeros. El regalo y la dedicatoria son escudos de uno mismo y jaulas para el otro"

El lenguaje con el que expresamos el amor dura, pero en el abrazo ardemos. Ambos parecen irreconciliables; sin embargo, se necesitan, pues el lenguaje es una piel que necesita frotarse con otra para mantener una conversación. Cuando hablan, el tema favorito de los amantes es su propio sentimiento: ese momento en el que se describe la perfecta comunión con el ser amado. Al comienzo, el amor es un idilio, porque aparece la inesperada adecuación entre una persona (otredad) y la propia demanda (mismidad). Lo que el amor denomina “perfección” en filosofía se llama “verdad”, y ambas están condenadas a arder, tan pronto la copia se revela como impostora del ideal, tan pronto nuestro deseo declara: “No es suficiente”.

Otra de las ambivalencias o paradojas que tensan el texto está referida al regalo y a la dedicatoria. Lejos de ser una donación, Barthes las cataloga como formas de dominación en la que se busca un objeto y unas palabras que encierren el deseo del otro, lo contengan y lo superen, de modo que el sujeto amado quede atrapado. Los regalos y las dedicatorias contienen la enajenación del amor y disimulan su propia vulnerabilidad. La lógica del enamorado responde a lo siguiente: “Te daré más de lo que me das, así podré dominarte y dejaré de ser esclavo”. La persona que ama vive desollada, es decir, extremadamente sensible e irritable a los roces más ligeros. El regalo y la dedicatoria son escudos de uno mismo y jaulas para el otro.

"Paradójicamente, lo que dura del amor es su signo, nunca su significado unívoco, y he aquí donde Barthes encuentra el motivo de la angustia y de la excitación del sentimiento amoroso"

Cuando amamos, queremos comprender lo que nos ocurre, acaso para dominarlo y no sentirnos zarandeados; pero del amor solo atrapamos los destellos, hallazgos de expresión, dispersos en proyecciones, imágenes y ficciones. Barthes recurre a un proverbio chino para mencionar de nuevo esta paradoja: “el lugar más sombrío está siempre bajo la lámpara”. Así se siente la persona enamorada, que quiere comprender el delirio que habita; pero el entendimiento escinde la imagen, disecciona el yo, que es el órgano soberbio de nuestra ignorancia.

Barthes nos confiesa algo: le gustaría renunciar a la comprensión que destruye la energía del amor. Para respetarla habría que decorarla, como hacen los artistas. Paradójicamente, lo que dura del amor es su signo, nunca su significado unívoco, y he aquí donde Barthes encuentra el motivo de la angustia y de la excitación del sentimiento amoroso: su destino es trágico, nadie sale vencedor ni vencido, porque el amor nunca dice “basta” y cualquier esfuerzo por conservar la pasión estará destinado a la decepción.

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Autor: Roland Barthes. Título: Fragmentos de un discurso amoroso. Editorial: Siglo XXI. Venta: Todos tus libros.

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AMLM
AMLM
2 meses hace

Magistral reflexión del profesor Sergio Antoranz sobre el difícil texto de Barthes. Poetas y filósofos siguen disputando acerca de la experiencia del amor, sin embargo el fluir del amor solamente puede ser vivido, de ahí que Barthes elija los márgenes de la irracional para comunicarnos la experiencia amorosa. El profesor de Estetica nos invita con cordialidad e inteligencia a la lectura de un texto que intenta presentarnos una cartografía de la vivencia más fuerte del ser humano. Enhorabuena Sergio!!!