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Sobre el periodismo, ‘El director’ y los nuevos sueños futboleros

Sobre el periodismo, ‘El director’ y los nuevos sueños futboleros

Anda la profesión, la tribu, los chicos de la prensa, que diría el maestro Laviana, así como revueltos por el libro de David Jiménez y porque Abascal no quiere plumillas en los mítines. A los dos les diría que a la política —el periodismo es política peor aprovechada—, como al mus, hay que venir llorados de casa. Sin embargo está bien que el oficio se cabree en tromba, que se indigne y se mire las túrdigas cada cierto tiempo, pues que nos quieren como meros transcriptores de las consignas como churros de Iván Redondo —desde que se implantó pelos se come el mundo— y sus aprendices.

Ahora llega la campaña electoral oficializada, después de tantos viernes sociales y tantos Vistalegres, pero yo quiero hablar del periodismo. De lo que va quedando del periodismo. Acaso porque esto de la prensa siempre ha estado mal y conviene no hacerse mala sangre: de ahí que cada vez soporte menos a los gurús del oficio, a los que pontifican sobre qué o cómo se hace un reportaje cuando el abajofirmante está al borde del infarto. O a los que ven una errata y no entienden una metafóra ni han acabado el Bachiller.

"Leo El director con precauciones, y no entiende uno cómo un excelente reportero como fue David Jiménez se permite el lujo de sacar un catálogo de reproches contra los que fueron sus compañeros"

Pero hay quien firma su columnita semanal en «a referencia dominante», un libro sobre el Madrid sitiado y dos poemas lanzados al aire y ya tendrán sus mercedes retratados al periodista pontificador, al que aman las redes y que firma rosas como libros, capullos como rosas en El Corte Inglés y por San Jorge. Un periodista que nos viene a decir lo mala que está la cosa en Somalia a la hora del clarete. El periodista que pontifica veranea en Rota y una vez gritó «OTAN de entrada No», pero quizá eso sea lo de menos.

Por eso leo —y por mucho más— El director con precauciones, y no entiende uno cómo un excelente reportero como fue David Jiménez se permite el lujo de sacar un catálogo de reproches contra los que fueron sus compañeros. Sólo salva a Raúl del Pozo por su nervio reporteril. Lo único en lo que coincido.

Cosas veredes, ay....

La cosa es que escribo un poemario en la tasca del padre de Monedero, Casa Gala, quizá el mejor vermú de Madrid. Está abierto el periódico de Cebrián por la parte de nacional, y un jubilado comprueba el rasca de la ONCE y comparte en el movil un meme sonoro de Abascal con la voz del Risitas. Lo exótico está a la vuelta de la esquina.

El periodismo también está ahí, en esas pequeñas cosas. Acaso como hizo Foxá, que escribió las mejores crónicas sobre el cerco de Leningrado —las ha recopilado Cristóbal Villalobos en Renacimiento— desde una sauna finlandesa y mirando el busto de su criada sueca.

Otro Inspirado

Sobre el propio Foxá hablamos en la librería Troa tres zendianos: Garabito, Úbeda, Villalobos y quien esto escribe. Y hablamos, claro, de ese periodista y literato que fue Foxá —conde de lo mismo, como apunta Villalobos—. Y sobre ese novelesco rescate a unos niños republicanos que andaban como soldadillos de los soviéticos en el cerco de Leningrado y que fueron salvados por un embajador español y bon vivant, como consignó Curzio Malaparte. Quién fuera Agustin de Foxá aquí y ahora.

"En el tren leo España vertebrada, el libro que Dragó le escribe a Abascal. Dragó pregunta y se contesta"

Después de la lección de Historia, los chicos de Altamarea me regalan un excelente volumen de Pavese, Diálogos con Leuco, prologado por el gran García Gual. Y aún más tarde me los llevo a la última por Reina Victoria. Y bebemos y no nos sube nada. Creo que está Martín Aragón con su Jacinto Barriga, un Edipo madrileño.

Antes, días antes, me han mandado a Ciudad Real a un mítin de Vox. En el tren leo España vertebrada, el libro que Dragó le escribe a Abascal. Dragó pregunta y se contesta, Abascal da un matiz y uno, yo mismo, al que ya pocas cosas le alegran, celebra a este Dragó entrevistador y felizmente poseedor de la verdad absoluta. Hace bien.

El barrio

Estos días de primavera paseo por el barrio. Vivo ya fuera del altillo maldito de la Calle de Fuencarral. Paseo mis días felices por Argüelles. Después de cenar cotejamos el apéndice fotográfico de la reedición que hace Destino de Las armas y las letras, de Trapiello. Hemos cenado donde Jimmy, bajo una bandera del Kababayan filipino y con unas albóndigas en salsa de coco. En media manzana vivieron Neruda y Baroja, cada uno con sus cosas. Cruzando Princesa, a otras horas, uno ve a Álvaro Pombo con un gorrito de lana.

Carmena no les pone placa, o las deja al albur de los pájaros cagones, a los escritores consagrados y sí a esos raperos —que hoy sacan poemarios— a los que les pinta sus ripios en los pasos de cebra. Carmena atenta contra el gusto y el decoro.

Humor negro y aforismos

Me cuentan que el poeta Camilo de Ory puede acabar en la cárcel por una serie de aforismos que sacó cuando el rescate del pequeño Julen. Eran apotegmas más negros que los huevillos de un grillo (nótese la rima involuntaria), pero siempre será mejor un poeta que la Santa Inquisición de las redes sociales. Otro aforista y periodista, con quien Ory compartió periódico, José María de Loma, me envía su libro de aforismos. Es bueno. Es de los columnistas líricos, otro de esos «inspirados» de las redacciones a los que David Jiménez —el «directorcito» que dice Madueño, el torero de Zenda— pone de chupa de dómine.

"Una reseña mía sale en la faja de un best seller, pero las guapas dependientas de El Corte Inglés, ay, no me ponen cara"

Sigo empeñado con el dietarismo, con mi dietario «a lo Pla y a lo ya» (sic). Pedro Mairal saca un recopilatorio de artículos en Libros del Asteroide. Marcos Ordóñez hace lo propio en Anagrama y yo dejo plantado a mi editor por un reportaje que me encaloman a última hora.

Una reseña mía sale en la faja de un best seller, pero las guapas dependientas de El Corte Inglés, ay, no me ponen cara. Me dijo una vez Garci que la gloria era salir en los crucigramas y yo, ay, salgo en una faja y en el culo de un libro. Tanteo un librito de cuentos a partir de esos sueños tan vívidos que me provoca la mirtazapina. En el último soñé con todo lujo de detalles que debutaba con el Sporting y que le tiraba un cañito a Guardiola. Debo soñar más y dormir menos.

A ratos transcribo la entrevista de José Pablo García, que ha puesto en cómic Soldados de Salamina, el único libro que creo que cabrea a Montero Glez: «Cercas es un escritor cobarde». Recuerdo cuando me lo dijo. En La Barrosa, Cádiz, cenando corvina.

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