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Tierra bajo las uñas

Tierra bajo las uñas

Si alguien se propusiese un día escribir la Gran Novela de la España Vaciada este libro debería servirle de guía. Porque El hueco de las estrellas, de Joe Wilkins, lo tiene todo o casi todo para despertar ahí la inspiración: unos paisajes duros, a menudo hostiles, para quienes deben vivir de ellos, pero de insólita, inesperada belleza para quienes se les acercan con el único propósito de admirarlos; unos personajes que se debaten entre el deseo de permanecer como siempre y la certeza de que su tierra les expulsa; y una trama animada por el impulso de revertir lo que por todos lados parece perdido para siempre.

"Muestra Wilkins en definitiva el avance de lo salvaje y la retirada de la civilización en el entorno de Yellowstone y cómo en esa transición surgen los monstruos y cuál es su naturaleza"

Por tener, esta novela tiene hasta institutos que, como sucede ya en España, luchan por retener al alumno díscolo —a pesar de que eso solo les traerá más problemas— con el único objeto de que no les cierren, y lobos, sí lobos, que regresan después de cincuenta años de ausencia, como sucede ya en muchas de nuestras zonas de montaña. Muestra Wilkins, en definitiva, el avance de lo salvaje y la retirada de la civilización en el entorno de Yellowstone y cómo en esa transición surgen los monstruos y cuál es su naturaleza. Porque aquí no son los de Las uvas de la ira, el abandono y la peregrinación, sino algo mucho más trumpiano —aunque en las fechas en que está ambientada la acción, ojo al dato, sea un Obama recién vencedor quien esté sentado en el Despacho Oval—, como el America First y su corolario, el supremacismo blanco.

Joe Wilkins antes que novelista ha sido poeta, y eso se nota en el ritmo con el que todo esto está construido, como con una cadencia cargada de inexorable musicalidad, una que apenas se nota pero a través de la cual el lector avanza como mecido, arrullado a la par por un léxico escogido para crear la imagen más evocadora en cada momento, una que encierre a la vez belleza y desolación, esperanza y desconcierto. Porque he aquí que no serían pocos los retos estilísticos que planteara esa Gran Novela de la España Vaciada, entre ellos los de encontrar una prosa que, como la de Wilkins aquí, logre erigir la atmósfera apropiada para un universo más ajeno aún para el ciudadano medio justamente porque ya creía haberlo dejado atrás.

Para entrenar esa prosa resultan útiles libros como el que firmó en 1903 Mary Austin y que ahora recupera Volcano Libros. Porque tenemos una vez más aquí, en este La tierra de la lluvia escasa,  hasta qué punto puede el ojo humano captar lo poco que se mueve en el desierto del Mojave y después el intelecto ponerlo en negro sobre blanco de manera que los lectores seamos trasladados a unas atmósferas en realidad plenas de acción aunque lo que propicie la acción sea eso, la atmósfera, que opera en este caso alterando nuestra concepción habitual del espacio y del tiempo, especialmente de este último en esta época de aceleración creciente; una que, en todo caso, nos retiene como tormenta de nieve y en la que, como apunta la autora, lo único que podemos hacer es, paradójicamente, seguir caminando. Son prosas éstas que nos educan para ser buscadores de filones, tal y como Austin titula uno de sus textos más emocionantes, entendiendo por tal el tipo de hombre que no conoce el mal tiempo, “siendo todos los lugares igualmente felices, siempre y cuando estuviesen al aire libre.” Nos forjan, en este caso, como buscadores de filones literarios, capaces de encontrar vida en cualquier sitio, “por seco que sea el aire y ruin el suelo.”

"Blanca es la luz que lo baña todo, blancos son los rastros de agua y hasta blanco es el color allí donde es imposible determinarlo"

Asegura Terry Tempest Williams en el prólogo que la palabra clave de estas escenas es “blanco”. Y ciertamente lo es. Porque blanca es la luz que lo baña todo, blancos son los rastros de agua y hasta blanco es el color allí donde es imposible determinarlo. Y todo ese blanco solo es posible aprehenderlo desde una sensibilidad muy acerada, tan entregada a lo que observa como para advertir una infinidad de matices que solo creíamos posible en las tierras árticas. “Aléjense”, nos dice Austin, “aquellos que estén obsesionados con su propia importancia en el orden del universo y no tengan nada por lo que esforzarse, aléjense de los valles pardos y de las colinas curvas de los días tranquilos, de la amable calma terrenal.”

De una naturaleza bien diferente es el otro texto que traemos a esta reseña, Confesiones de un ecologista en rehabilitación, de Paul Kingsnorth, en el que el autor se cuestiona sobre cuáles deben ser los derroteros del movimiento ecologista en la actualidad, una vez éste se ha entregado del todo, según denuncia, al llamado “desarrollo sostenible”. Kingsnorth nos relata sus inicios como activista global en defensa de todas las causas medioambientales y cómo estas, según dice, se han alejado de su objeto primigenio, la naturaleza, para centrarse en el hombre y en cómo puede sobrevivir éste en un entorno inevitablemente degradado. Observa Kingsnorth en el ecologista hegemónico habitual una preocupación principal por el hombre y por cómo va a sobrevivir en el inminente apocalipsis.

"Kingsnorth sublima en todo momento lo que de emocional hay en lo salvaje, más allá de su utilidad inmediata"

Si se salva la naturaleza ahora es solo, advierte, porque de una manera u otra es útil al hombre y de ahí, reprocha, el descabellado interés por recuperar por la vía de la reconstrucción genética animales prehistóricos. Le parece a Kingsnorth justamente esto un buen ejemplo de hasta qué punto el movimiento ha perdido la conexión emocional con lo que, en un origen, era su objeto de interés. Y aquí este texto conecta con los dos anteriores que ya hemos reseñado, porque Kingsnorth sublima en todo momento lo que de emocional hay en lo salvaje, más allá de su utilidad inmediata. Después nos cuenta cuál ha sido su opción: “cambiar el activismo por la acción”, mudarse de su Inglaterra urbana natal a la rural Irlanda de la costa oeste para cultivar su propio huerto y entregarse así a la escritura de naturaleza: “Voy a recorrer la finca de un lado a otro, una vez al día, durante un año entero, y voy a escribir todo lo que vea. Creo que al final de ese año podré entender mejor la tierra”. Decide emular así a sus poetas de referencia, Wendell Berry y Gary Snyder, y se pregunta si no debería ser ese, después de todo, el destino del movimiento ecologista.

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Autor: Joe Wilkins. Título: El hueco de las estrellas. Editorial: Errata Naturae. Venta: Amazon

Autor: Mary Austin. Título: La tierra de la lluvia escasa. Editorial: Volcano Libros. Venta: Amazon

Autor: Paul Kingsnorth. Título: Confesiones de un ecologista en rehabilitación. Editorial: Errata Naturae. Venta: Amazon

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