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Tragedia del buen rector

Tragedia del buen rector

No hay mucha gente que conozca hoy a Leopoldo Alas Argüelles (Oviedo, 1883-1937). Por una parte, fue tan imponente la figura de su padre —el escritor Leopoldo Alas Clarín, considerado por muchos el autor de la mejor novela española del siglo XIX, nos referimos por supuesto a La Regenta— que difícilmente podía esperarse que la posteridad colocara a vástago y progenitor a un mismo nivel. Por otra, porque las circunstancias de su muerte —que fue en realidad un asesinato—, las causas que la auspiciaron y el modo en que la dictadura franquista trató de disimular aquel oprobio hicieron que durante muchas décadas su recuerdo fuese pasto del olvido. Sólo los avisados tenían noticia fidedigna de su paso por el mundo y de la intensa labor intelectual que llevó a cabo mientras estuvo entre los vivos, pero en el imaginario popular no existía el menor rescoldo de un legado que resulta tan apasionante como el propio personaje que lo inspiró. A Leopoldo Alas Argüelles se lo comieron las sombras, y aunque su nombre emergía de cuando en cuando en su ciudad natal, casi siempre con ocasión de alguna efeméride vinculada a su fusilamiento, esta evocación se diluía inevitablemente en cuanto los calendarios pasaban una nueva hoja y la actualidad exigía ocuparse de cuestiones más urgentes.

"El escritor Pedro de Silva publicó en 2014 la tragedia El Rector (Losada), un texto teatral en el que se recreaban los últimos compases de la biografía de Alas Argüelles"

Por fortuna, la cuestión se ha ido resolviendo en estos últimos años. El escritor Pedro de Silva publicó en 2014 la tragedia El Rector (Losada), un texto teatral en el que se recreaban los últimos compases de la biografía de Alas Argüelles sin escamotear las razones que condujeron a él ni hurtar, mediante la técnica del flashback —tan bien usado, por otra parte, por Clarín en su obra cumbre—, episodios anteriores que resultaban necesarios para ofrecer al espectador un retrato fidedigno del pensamiento que había motivado sus andanzas. La obra fue representada por vez primera sobre los escenarios la pasada primavera y lo hizo en el mejor marco posible, el Teatro Campoamor de Oviedo. Unos meses antes, a finales de 2017, había llegado a las librerías el volumen Obra periodística de Leopoldo Alas Argüelles (1883-1937), un monumental compendio que reúne los textos que el aludido publicó en prensa y cuya edición coordinó Joaquín Ocampo Suárez-Valdés en colaboración con Sergio Collantes y Francisco Galera Carrillo. El libro, publicado por Ediciones Trea —junto con la Universidad de Oviedo, el ayuntamiento de la capital asturiana y la Fundación Valdés-Salas—, acaba de obtener el premio a la mejor coedición en los XXI Premios Nacionales de Edición Universitaria y es un empeño digno de elogio porque supone el redescubrimiento de una de las figuras intelectuales más valiosas de cuantas anduvieron por la Asturias y la España que atravesaban la primera mitad del pasado siglo.

Edificio histórico de la Universidad de Oviedo

Leopoldo García-Alas y García-Argüelles fue el primer hijo de Leopoldo García-Alas y Ureña, que ya entonces había hecho célebre su seudónimo de Clarín, y Onofre García-Argüelles. Ingresó en la Facultad de Derecho de la Universidad de Oviedo, entonces un referente en España gracias al Grupo de Oviedo, un núcleo intelectual encabezado por Rafael Altamira, Adolfo Álvarez-Buylla, Adolfo Posada y Aniceto Sela y del que formaban parte Félix Aramburu, Rogelio Jove o Fermín Canella. Sabemos que el joven Alas Argüelles ya mostraba simpatías por la causa republicana. En cierto modo, lo había mamado en casa: su padre fue concejal republicano en el consistorio ovetense, y él mismo participó entre 1903 y 1904 en varios actos políticos, entre ellos un mitin que la Unión Republicana dio en la localidad de Pola de Lena.

"Aquél resultó ser un tiempo agitado para Alas Argüelles. Fue elegido diputado en las Cortes Constituyentes por Asturias, como miembro de la coalición republicano-socialista"

Alas Argüelles se trasladó a Madrid para realizar los cursos de doctorado de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Central. Allí aceptó una oferta de Melquiades Álvarez para trabajar como pasante en su despacho y comenzó a frecuentar los salones del Ateneo Científico, Literario y Artístico. También por esas fechas empezó a hacerse su firma habitual en los periódicos. Poco a poco se introdujo en la Secretaría de la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, y obtuvo una beca para preparar su tesis con una estancia en Alemania que disfrutó hasta que el estallido de la I Guerra Mundial, en 1914, le obligó a regresar a Madrid. No mucho tiempo después, logró el doctorado por la Universidad Central con una tesis titulada Las fuentes del Derecho y el Código Civil alemán, que obtuvo un premio extraordinario y vio la luz en la Revista General de Legislación y Jurisprudencia.

Placa en homenaje a Leopoldo Alas Argüelles, en los jardines del Archivo Histórico de Asturias

Paralelamente, se iban afianzando sus inquietudes republicanas. Cuando en febrero de 1926, y tras dos años de prohibición, se celebró el aniversario de la proclamación de la I República, apareció públicamente acompañando a la plana mayor de la intelectualidad republicana nacional para dejar plena constancia de su orientación política. Unos años antes, en 1920, se había convertido en decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Oviedo. Tendrían que pasar unos años más para que alcanzase el Rectorado de esa misma institución. Fue en 1931, con la llegada de la II República. Aquél resultó ser un tiempo agitado para Alas Argüelles. Fue elegido diputado en las Cortes Constituyentes por Asturias, como miembro de la coalición republicano-socialista, y desempeñó al mismo tiempo el cargo de vocal en el Consejo de Instrucción Pública. Además, el ministro de Justicia, Álvaro de Albornoz, lo nombró subsecretario.

"El proceso fue un bochorno. Pasaron a declarar varios testigos cuya ideología se orientaba a la derecha y que no habían dudado en exhibir su afinidad con los sublevados"

Todos esos cargos le obligaron a alejarse de Oviedo, adonde regresó en 1933 para reintegrarse a la vida universitaria. Allí vivió la revolución de 1934 y allí estaba cuando el 18 de julio de 1936 un grupo de militares se sublevó en Marruecos y la capital asturiana decidió secundarles. Leopoldo Alas Argüelles fue una de las primeras víctimas que el bando nacional se cobró en la región. Lo detuvieron en su domicilio de la calle Altamirano el 29 de julio. Le acompañaban allí su mujer, María Cristina, y su hija pequeña, Maripaz. La primogénita se encontraba en la localidad de Mieres con sus abuelos maternos. El comisario de Investigación y Vigilancia dirigió una carta al comandante militar en la que le informaba de que el rector era «uno de los elementos más destacados de la extrema izquierda republicana», y añadía que había participado en «multitud de actos extremistas». En el proceso de instrucción Alas Argüelles reconoció lo que todo el mundo sabía: que había pertenecido al Partido Radical Socialista y a Izquierda Republicana y llegado a ser diputado en Cortes y subsecretario en un Ministerio; pero también indicó que tras abandonar este último cargo se había dedicado exclusivamente a sus labores universitarias, y que jamás había atacado a ninguna institución fundamental del Estado, entre las que mencionó al Ejército, por entender que su deber consistía en «fortalecer en lugar de menguar su prestigio».

El proceso fue un bochorno. Pasaron a declarar varios testigos cuya ideología se orientaba a la derecha y que no habían dudado en exhibir su afinidad con los sublevados. Sin embargo, sus testimonios dejaban claro que Leopoldo Alas Argüelles podía ser cualquier cosa menos un peligro público. «Siempre se ha comportado con exquisita corrección, dedicándose única y exclusivamente a su labor de enseñanza», testificó el catedrático de Derecho Administrativo Sabino Álvarez Gendín, a quien precisamente nombrarían rector de la Universidad tras la muerte de Alas. El magistral de la catedral, Benjamín Ortiz, había sido alumno del detenido en la Universidad y admitió que jamás había encontrado en sus clases «extremismos de carácter político ni social»; como añadido, se remontó a 1934 para aclarar que «a raíz del movimiento de octubre, al abrirse las clases en la Escuela Normal, tuvo frases de reprobación para un movimiento que había tenido manifestaciones como el incendio de la Universidad y la destrucción de la Cámara Santa». El resto de los testigos no hicieron otra cosa que ratificar ese perfil conciliador y en absoluto guerrillero de Leopoldo Alas Argüelles, pero su suerte ya estaba echada. El 21 de enero se celebró un Consejo de Guerra en el que se le acusó de todo lo imaginable: asistir a mítines republicanos, oponerse a la reconstrucción de la capilla de la Universidad, apoyar la enseñanza laica… No había defensa posible, mucho menos teniendo en cuenta que el concepto de justicia estaba inevitablemente sometido a la arbitrariedad de los vencedores. Su detención y su proceso habían supuesto una conmoción inmensa. La prensa internacional inició una campaña exigiendo su liberación y hasta Oviedo llegaron peticiones desde distintas universidades europeas y americanas solicitando su indulto. Nada de ello ablandó a los verdugos, que tampoco tenían la menor intención de recapacitar. Los supuestos pecados de Leopoldo Alas Argüelles merecían un castigo ejemplar y lo tuvieron. Al rector lo fusilaron en uno de los patios de la antigua cárcel de Oviedo. Las mujeres que cumplían condena en un pabellón contiguo aseguraron que sus últimas palabras fueron: «¡Viva la República! ¡Viva la libertad!».

"La publicación de La Regenta, en 1884 y 1885, no había sentado nada bien en Oviedo. Los estamentos más sagrados de la ciudad se vieron retratados con una crueldad y una lucidez tales que nunca digirieron bien el contenido de aquellas páginas"

Pese a que sea ocioso buscar alguna dosis de razón en medio de sinrazones tan acusadas como ésta, cuando se habla de la decisión que precipitó el final de Leopoldo Alas Argüelles nunca deja de surgir una pregunta: ¿A qué tanta inquina? Era un republicano, sí, pero no era un tipo beligerante: tenía amigos de todas las ideologías, siempre evitó los mítines en las aulas, buscaba sobre todas las cosas el diálogo y el acuerdo y procuró ser, ante todo, un buen docente. La mejor prueba es que no hubo ni un solo estudiante que testificase en su contra y que ni siquiera el catedrático Gendín se atrevió a hacerlo, cuando tal cosa sólo podía constituir un mérito ante los ojos de las nuevas autoridades emergentes. Quizá para hallar la respuesta haya que remontarse a los orígenes, tanto a los de su propia vida como a los de este mismo texto; es decir, a su padre. La publicación de La Regenta, en 1884 y 1885, no había sentado nada bien en Oviedo. Los estamentos más sagrados de la ciudad se vieron retratados con una crueldad y una lucidez tales que nunca digirieron bien el contenido de aquellas páginas en las que se criticaba con saña la hipocresía de una sociedad que sólo ejercía la virtud de puertas para afuera. El escándalo fue tan grande que hasta el obispo de Oviedo escribió una pastoral contra la novela, a la que respondió el propio Clarín con la ironía y la facilidad de palabra que eran características en él. Pese a que las altas esferas ovetenses sostuvieron una y otra vez que la ciudad real no tenía nada que ver con la Vetusta clariniana, el rencor quedó agazapado. Son los defensores de esta teoría quienes aseguran que, cuando llegó el momento, los herederos de las clases nobles de la capital asturiana hicieron con Leopoldo Alas Argüelles lo que sus antecesores no habían podido hacer con su padre. El asesinato del rector instauró así un silencio que, por fortuna, se ha venido resquebrajando sin prisa, pero sin pausa. En 2012, el Ayuntamiento de Oviedo lo nombró hijo predilecto a título póstumo. Recientemente se ha instalado una placa en el Archivo Histórico de Asturias —que ocupa el edificio de la cárcel en que lo fusilaron— en la que se recuerda el oprobio de su muerte. Cuando se cumplieron los setenta años del asesinato, la casa donde enseñó, y a la que tanto quiso, cumplió con una rectificación que se hizo esperar más de lo conveniente. En el edificio histórico de la calle de San Francisco luce desde entonces una inscripción con el siguiente texto: «En homenaje a D. Leopoldo Alas García-Argüelles, víctima de la intolerancia, en desagravio a la ignominia de su destitución y muerte, con un emocionado recuerdo y reconocimiento como rector magnífico de la Universidad de Oviedo».  

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