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Un enano en mi club

Aparece de Pascuas a Ramos, siempre le veo encaramado en un taburete. Como hoy, junto a una mujer también sentada, cuya altura no podría precisar. No sé, no puedo acordarme, si es la misma de otras veces en este local o en otro que está muy cerca, al doblar la segunda esquina a la izquierda.

Este hombre bebe whisky con coca cola y ella, la de hoy, creo que ginebra y tónica, con una «pajilla dentro». Van a lo suyo. Quiero decir que no miran a nadie, hablan y hablan de lo que sea sin estar pendientes de los que juegan al billar o si la camarera… Da igual, se besuquean sin ningún remilgo (en realidad ya han pasado las once de la noche), de taburete a taburete, e imagino que sin pensar a quien le moleste. Que no deben de ser demasiados porque cerca, y de pie, otros hacen algo parecido.

"Ese enano que me obsesiona no sé si conduce (¿los enanos pueden conducir?), si tiene muchas o pocas erecciones, si llega a comer un churrasco o cómo será de alta su cama"

El enano de quien hablo algunos dicen que es actor. No lo sé, pues (con perdón) casi todos, o todos, se parecen. Debe de vivir por la zona, porque no es ni la primera ni la segunda vez que le veo, aunque cierto es que no podría asegurar si con la misma o con otra, pues mi mirada (sin querer) se dirige hacia esa complexión… extraña.

«Mi» enano no tiene reparos en besar, acariciar e incluso «sobar» a su amiga. «Mi» enano es hoy mi fantasía sexual, con esas pequeñas manos hacia dentro, esos labios dobles y una cabeza desproporcionada a una chica de pechos enormes. Me los imagino en la Orquesta Mondragón. «Y con todos ustedes, el enano fálico”, podría decir Javier Gurruchaga en una gira en Teruel o Sigüenza, en un pabellón de deportes a medio llenar pero rugiendo canciones como Ponte la peluca ya.

Ese hombre diminuto fuma, pero me di cuenta tarde, porque aunque siempre que le veo intento estar a su lado, por si cazo algún comentario que me dé pistas de su vida, se me escapa como una lamprea. Este hombre… «bajito», que tampoco tengo claro que sea actor, no sé si tiene manos o manazas; quiero decir que no sé si sus dedos son rugosos, suaves o tan sensibles como los míos, que cuando acaricio…

"No sé si “mi“ enano se reiría o me denunciaría, o se quedaría tan ancho (o tan corto) bebiéndose su “jariguay“, harto de chistes, bromas o ingenios de palabras"

Quién puede saber si ha concertado una canción de Bowie o los Talking Heads para cuando llegue y luego decir a esa mujer de su taburete de enfrente que conoce la letra, que habla de la noche cuando no es aún noche o si deambula por el espacio exterior pidiendo ayuda a Houston.

Ese enano que me obsesiona no sé si conduce (¿los enanos pueden conducir?), si tiene muchas o pocas erecciones, si llega a comer un churrasco o cómo será de alta su cama.

Hace muchos años, demasiados quizá, había una canción, creo que de esas de carretera, que venía a decir: “Me casé con un enano solamente por reír. / Le puse la cama alta y no podía subir”, o algo parecido.

No sé si «mi» enano se reiría o me denunciaría, o se quedaría tan ancho (o tan corto) bebiéndose su «jariguay», harto de chistes, bromas o ingenios de palabras. Tampoco sé su nombre, a qué partido vota (¿quién reivindica los derechos o ayudas a los enanos?). Tampoco sé si viven tanto como «nosotros», si tienen una consideración especial en la Seguridad Social o si se jubilan antes.

"Si “mi“ enano me conociera hablaríamos del circo y de Picasso, que es lo que siempre se me ocurre cuando le veo, allí arriba, en su taburete"

¿Sabrá «mi» enano que hubo un poeta de apellido Quasimodo que logró el Premio Nobel? Puede que si se lo dijera me lanzara a mi cabeza el cenicero de cristal que nos prestan en el pub los lunes y los martes. También cabe que me dijera que dónde publica y me invitara a una cerveza o que, por qué no, imitara a Michael Jackson y su baile junto al billar. No descarto que me denunciara por una especie de acoso tipificado en el Código Penal que desconozco.

Si «mi» enano me conociera hablaríamos del circo y de Picasso, que es lo que siempre se me ocurre cuando le veo, allí arriba, en su taburete (de igual altura que el mío), afanado en conquistar a esa chica de pechos de ambrosía.
La chica de esta noche tenía una bolsa de plástico verde y menuda que entregó a una camarera y que supuso que tenía dentro setas, ahora que están de temporada; pero como luego ella, la camarera, la trajo con hielos sospeché que igual pensaba seguir la noche (con el enano o sin él) hasta que amaneciera.

Nunca se sabe, ni con los enanos ni con los «normales». Nunca se sabe si seríamos amigos de farra o de asistencia social. Sólo sé que esta noche soñaré que soy un enano, que intentaré subir a una cama con peldaños, la casa será de muñecas y la música estará «bajita». ¿Se molestará, le hará gracia, me denunciará?

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