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Una china en el zapato

Tras escribir una precuela de la serie el inspector Ricardo Méndez, personaje creado por su padre, Francisco González Ledesma, la periodista y escritora Victoria González Torralba se ha lanzado a escribir una novela que es realmente suya, Buenos tiempos. Pero hacerlo no fue nada fácil.

En este making of, Victoria González Torralba cuenta las dificultades para encontrar la voz del narrador de Buenos tiempos (Siruela).

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La libertad es una china en el zapato. A lo largo de mi carrera periodística me he tenido que ceñir a muchas normas: las que imponía la realidad, el medio de comunicación, los jefes de redacción, los libros de estilo, la maquetación, las pulsaciones predeterminadas y también las directrices de los anunciantes, que tienen muy aprendido aquello de quien paga manda.

El escritor es, o debe ser, un espíritu libre. Puede contar lo que quiera, como quiera, con el lenguaje que considere pertinente y la extensión que le parezca oportuna.

"Con Buenos tiempos, la novela que acabo de publicar, todo fue diferente desde el principio. Al fin iba a ser completamente libre. Suena fenomenal, pero no"

Mi primera experiencia como novelista, sin embargo, no fue así. Me inicié en este mundo escribiendo una precuela del inspector Méndez, el personaje creado por Francisco González Ledesma. Esta circunstancia me obligó a respetar la idiosincrasia de un carácter muy definido y el estilo de un escritor perfectamente identificable. Es decir, aunque más flexibles, volvía a trabajar con normas.

Con Buenos tiempos, la novela que acabo de publicar, todo fue diferente desde el principio. Al fin iba a ser completamente libre. Suena fenomenal, pero no. Desde las primeras páginas descubrí que la libertad creativa puede convertirse en un tormento. Inicialmente, la afrontas con ilusión. Tu imaginación volará entre las nubes y llenará su cesto con las flores que le lancen las musas. Poco a poco vas vislumbrando entre esas nubes un cartel luminoso que te recuerda que, si bien tienes mil posibilidades de elección, también tienes mil posibilidades de equivocarte, de errar en el camino.

Tras tomar conciencia de esta inapelable realidad, empecé a preguntarme, ¿este es realmente mi estilo?, ¿la voz que quiero tener?, ¿la mejor forma de desarrollar la historia? No deberían ser preguntas difíciles de responder para un escritor si no fuera por la voz. La maldita voz.

La voz es ese ente que habita en la cabeza del escritor y empieza a machacarlo con un bullying de manual.

"Durante el proceso de escritura de Buenos tiempos aprendí otra cosa, tal vez la más importante: cómo neutralizar esa voz desquiciante"

Esa es otra de las cosas que descubrí escribiendo Buenos tiempos: que dentro de mí habitaba un tirano, voluble y maleducado, cuyo único propósito consistía en boicotearme todo el tiempo. Le puso tanto empeño que, a menudo, consiguió que me sintiera como ese ciempiés que camina alegremente hasta que alguien le pregunta qué pie mueve primero.

La voz no solo era déspota, también era arbitraria, con lo que su efecto resultaba todavía más exasperante. En ocasiones, al acabar la jornada, me susurraba: “felicidades, no ha estado mal”. Al día siguiente, releyendo las mismas líneas que había elogiado, me espetaba: “no creerás que hablaba en serio, ¿no?”.

Afortunadamente, durante el proceso de escritura de Buenos tiempos aprendí otra cosa, tal vez la más importante: cómo neutralizar esa voz desquiciante.

"Contra todo pronóstico, llegué satisfecha al punto y final. El tirano arrugó la nariz y me lanzó una de sus miradas altaneras tan desagradables"

Puede que, como escritora, el tirano poseyera la autoridad para recriminarme no llegar a ser lo buena que desearía ser, o para señalarme las imperfecciones pasando por alto los aciertos, pero como lectora no me podía cuestionar. El lector es soberano. Siempre tiene razón.

Con este sencillo truco dejé de obsesionarme en la novela ideal que todo escritor sueña escribir y me centré en la novela que, como lectora, me gustaría disfrutar. La voz no desapareció, pero perdió autoridad.

A partir de ahí el texto empezó a fluir. Me relajé y dejé que me envolviera la risa de Juan Sil, el primer personaje que me abordó e impulsó la novela, que me guiara la fuerza de Laura, la joven protagonista que funciona como motor de la trama, que me sedujera la sonrisa de Álex Lobo o me intimidara la mirada del Hombre de los perros. De la mano de todos ellos me abandoné al placer de la aventura, recorrí caminos imprevistos y escuché los susurros del pasado. Contra todo pronóstico, llegué satisfecha al punto y final. El tirano arrugó la nariz y me lanzó una de sus miradas altaneras tan desagradables. No me importó. Yo sonreía satisfecha.

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Autora: Victoria González Torralba. Título: Buenos tiempos. Editorial: Siruela. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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