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Uruguay, tesoro oculto

Uruguay, tesoro oculto

Uruguay quizá sea el tesoro oculto de América del Sur, ese destino con el que uno se cruza de refilón en algunas revistas y catálogos pero que no llega a considerarse una verdadera posibilidad cuando se piensa en cruzar el Atlántico. Un país que no se pondera tanto como sus vecinos. Un regalo para quienes se animan a dejarse seducir por sus múltiples encantos.    

Uruguay, cuna de grandes escritores, es más conocido en el mundo por su literatura que por su belleza, sus sierras o sus fantásticas playas. Mario Benedetti, Juan Carlos Onetti o el recientemente desaparecido Eduardo Galeano han contribuido con sus obras a situar Uruguay en la cumbre, dándole al país esa pátina de epicentro literario que comenzara a forjarse con el apogeo de la grandiosa generación del 900: Horacio Quiroga, Florencio Sánchez, Julio Herrera y Reissig, Delmira Agustini o José Enrique Rodó, nacidos todos ellos entre 1868 y 1886, contribuyeron a desarrollar una literatura propia de tendencia renovadora enmarcada en el Modernismo que ayudó, además, a fijar la identidad nacional uruguaya del siglo XX.

Onetti: La literatura es mentir bien la verdad.

País de marcados contrastes entre las zonas costeras y las tierras del interior, cuenta con alicientes más que suficientes como para recorrerlo sin prisas, por ejemplo, en coche: asados de tira que nada tienen que envidiar a los de sus países vecinos, buenos vinos, hospitalidad, unas estancias maravillosas en las que pasar algunas noches, el contacto fascinante con gauchos verdaderos…

Colonia del Sacramento

La ciudad de Colonia del Sacramento es uno de los lugares más bellos de la República Oriental del Uruguay. Ubicada en el extremo suroeste del país, a orillas del Río de la Plata, se encuentra a sólo 40 Km. de Buenos Aires y a 177 Km. de Montevideo. Fue la primera población de la llamada «Banda Oriental», que era como se denominaba esta región por su posición respecto al río Uruguay. Su Barrio Antiguo fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 1995, disparándose desde entonces su popularidad como destino turístico.  

"Merece la pena subir sus escaleras y contemplar una puesta de sol desde lo alto, con Buenos Aires al fondo y el maravilloso Río de la Plata a escasos metros."

Pintoresca, encantadora, mágica… Son algunos de los adjetivos que se suelen dedicar a esta pequeña población situada a una hora de travesía en ferry de la capital argentina. Perderse por las angostas calles del barrio histórico, vagar sin rumbo por ellas y dejarse embrujar por las viejas edificaciones y ese aire de misterio que lo envuelve todo en Colonia es desde luego la mejor manera de disfrutar esta bellísima ciudad. Cruzar la vieja Puerta de la Ciudadela, que comprende además el foso, el puente levadizo y parte de la antigua muralla; continuar por la mágica Calle de los Suspiros, que conserva su empedrado original, un lugar en donde el tiempo parece haberse detenido hace varios siglos; caminar hasta el antiguo Bastión de San Miguel y tratar de imaginar la ciudad fortificada; o acercarse hasta el viejo Faro, destinado a guiar los barcos en la oscuridad de la noche, alumbrando la bahía, y que está situado junto a las seculares ruinas del Convento de San Francisco. Merece la pena subir sus escaleras y contemplar una puesta de sol desde lo alto, con Buenos Aires al fondo y el maravilloso Río de la Plata a escasos metros.

Benedetti: La infancia es un privilegio de la vejez. No sé por qué la recuerdo actualmente con más claridad que nunca.

Colonia posee además un magnífico Puerto de Yates, el cual es visitado semana a semana por cientos de veleros, un lugar ideal para disfrutar los espléndidos atardeceres de la bahía. Antiguo Puerto Viejo de la ciudad, junto a él están los restos del Bastión del Carmen, convertidos en teatro y galerías comerciales. Muy cerca de aquí se sitúa la zona de las playas, muy agradables y tranquilas, destacando especialmente la de Ferrando, un emplazamiento único para observar las estrellas en la oscuridad de la noche y asistir al alba a maravillosos amaneceres. 

Las tierras del interior

En las tierras del norte se encuentra Tacuarembó, una localidad de obligada visita para quienes tengan interés en conocer en profundidad la filosofía de vida de los famosos gauchos, que fueron en su origen los habitantes de las Sierras del Este de la Banda Oriental, esa franja de tierra que no pertenecía ni a España ni a Portugal.

"No podría entenderse la vida de un gaucho sin su caballo, del mismo modo que no podemos imaginarnos un viaje por Uruguay sin conocer las tierras del interior o remontar el río del mismo nombre que lo separa de la Argentina."

La experiencia resulta más enriquecedora, si cabe, si el viaje coincide con su Fiesta de la Patria Gaucha, que suele celebrarse a primeros de marzo, y durante la cual acuden gauchos venidos de todo el país e incluso de países limítrofes para compartir experiencias y disfrutar de su música y sus tradiciones en armonía con la naturaleza y los caballos.

No podría entenderse la vida de un gaucho sin su caballo, del mismo modo que no podemos imaginarnos un viaje por Uruguay sin conocer las tierras del interior o remontar el río del mismo nombre que lo separa de la Argentina, y a orillas del cual, en la región de Salto, se encuentran los complejos de aguas termales más importantes del país, como las Termas de Daymán, las de Salto Grande o las de Arapey.

Galeano: Yo creo que fuimos nacidos hijos de los días, porque cada día tiene una historia y nosotros somos las historias que vivimos…

Artigas, junto a la frontera con Brasil, Paysandú, Durazno o Minas, cuyas montañosas sierras esconden cascadas como el Salto del Penitente y paisajes únicos como el Cerro Arequita, una formación volcánica de 230 metros de altura, o la Quebrada de los Cuervos, una garganta de piedra que alberga 87 especies de árboles, son algunos de los lugares que sorprenden al viajero casi tanto como la lúdica e hiperbólica poesía de Julio Herrera y Roisig, siempre atento, en aquel lejano fin de siglo decimonónico, a lo que las vanguardias proponían como ruptura con lo anterior. 

Montevideo, Punta del Este y la costa atlántica

La capital uruguaya es una ciudad agradable, que cuenta con algunos parques reseñables, buenas zonas comerciales y un ambiente acogedor y relajado que causan una buena impresión en el visitante. Pero sobre todo cuenta con su famosa costanera, de 30 kilómetros de longitud y conocida como la Rambla de Montevideo, en torno a la cual se articula la vida de los lugareños, que pueden relajarse en las playas, pasear o hacer deporte.

En Montevideo nacieron Juan Carlos Onetti y Eduardo Galeano, y frente a esa costanera se iniciaron en la literatura a través del periodismo, tal como le ocurriese también a Benedetti.

"Caminar entre ocho y diez kilómetros entre altas dunas de la más fina arena o tomar un tractor o un carro tirado por caballos son las opciones disponibles para llegar al Cabo o a Punta del Diablo."

A través de la Costa de Oro uruguaya, conocida así por la sucesión de magníficas playas y balnearios que la jalonan, se llega a Punta del Este, posiblemente el enclave turístico más conocido del país, y que es un magnífico punto de partida para recorrer la costa atlántica.

Faro José Ignacio, Cabo Polonio o Punta del Diablo son tres lugares que deberían ser parada obligatoria por su encanto, su particular estilo de vida y su ambiente relajado y algo hippie.

Benedetti: Hay pocas cosas tan ensordecedoras como el silencio.

Las poblaciones permanentes de cada uno de estos tres extraordinarios rincones no superan los 300 habitantes durante el invierno, y los accesos para llegar hasta ellos resultan, cuando menos, originales: caminar entre ocho y diez kilómetros entre altas dunas de la más fina arena o tomar un tractor o un carro tirado por caballos son las opciones disponibles para llegar al Cabo o a Punta del Diablo.

Pero merece la pena. Por los leones marinos que abundan en las Islas de Torres y que pueden verse desde el faro del Cabo Polonio, por las tortugas verdes que abundan en las playas de Punta del Diablo o por las agradables terrazas en las que puede uno almorzar o tomarse una copa en Faro José Ignacio a pie de playa. Y sobre todo porque en estos rincones escondidos no existen las prisas ni el reloj, se vive con la luz del día y se saborean cada amanecer y cada puesta de sol.

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