Alfonso X el Sabio apreciaba mucho que sus vasallos privados los acompañaran en sus batallas por mar. Ahí empezó a germinar la idea de que para las luchas navales —mucho más costosas, por la logística y el uso de transportes caros, como los barcos— era mejor que un reino estuviera acompañado por los que conocían el mar. Jaime I de Aragón también compró esa idea. Y en el siglo XVIII, la marina comenzó a premiar a los corsarios y a incorporarlos a sus filas, como en el caso de Antonio Barceló y Pont de la Terra, que acabó de teniente general de la Real Armada Española. Vera Moya Sordo ha dedicado unos cuantos años a conseguir información sobre esos cazadores de fortuna que surcaron los mares en busca de tesoros y de naufragios y abordaron buques comerciales para conseguir suculentos botines de guerra. Todo ese minucioso trabajo lo ha volcado en un libro, Reyes del corso: Historia de los corsarios españoles (Desperta Ferro), convertido en una amena y exhaustiva Wikipedia del corso. Ningún bucanero que se precie de ello puede perderse esta obra.
*****
—Arrancamos. Conteste a la gran pregunta: diferencia entre piratas y corsarios.
—Empiezo con los piratas, que son más antiguos que los corsarios. Los piratae ya aparecen en la antigüedad en el Mediterráneo; los menciona Tucídides en Historia de la guerra del Peloponeso y se refiere a ellos como grupos de bandidos armados. Estos piratas están activos desde la época del legendario rey Minos, que en algún momento quiso acabar con todos estos grupos de asaltantes y creó para ello una gran flota. Todas estas historias son muy mitológicas, pero podemos decir que existen los bandidos de mar desde muy antiguo. Con el nacimiento de las ciudades griegas, con las poleis, queda más claro que van a comenzar a ser utilizados como mercenarios. Aunque el corsario todavía no aparece con su nombre, tal y como lo conocemos en la Edad moderna, ya podemos identificar esa actividad —usada por un rey o un señor— entendida como un derecho de guerra. La diferencia entre el pirata y el corsario es que este último pasa a ser un empleado del Estado, de una monarquía o de un señor. Es decir, tiene un permiso oficial para hacer lo mismo que hace un pirata: asalta barcos —para quedarse con su cargamento— y también ciudades. Esta diferenciación queda muy clara a partir del siglo XIV: el pirata es el que realiza un asalto —calificado de vil e ilegal— y corsario es el que hace el curso —una palabra que viene del latín—, un patrón que arma un barco o una flota al servicio de un rey o de un señor. Para resumir: el pirata es un asaltante que va por su cuenta, a su libre albedrío, y está cometiendo algo ilegal; y el corsario también va a la caza de barcos y de su cargamento, pero con un permiso.
—Seguimos con la terminología. ¿Y los filibusteros?
—El filibustero es un tipo de pirata que surge en el siglo XVI en el Caribe. Su origen es muy misterioso. La denominación de filibustero viene del neerlandés, del vocablo vrijbuiter, que significa “libre botín”. Así se empieza a llamar a determinados grupos de piratas neerlandeses asentados en las Antillas menores. Este término lo adoptan luego los franceses como flibustier. El filibustero está localizado en el Caribe en una época muy concreta, el siglo XVI.
—Yo de pequeño quería ser un bucanero.
—Los bucaneros aparecen más tarde. Este término es del siglo XVII. Los bucaneros estuvieron en la isla de La Española. Eran grupos asentados en ese lugar desde el siglo anterior, que se dedicaban a la caza y eran conocidos por ahumar reses salvajes en los bucans, unos asadores que ya usaban los indígenas caribeños. No está muy claro si son ellos mismos los que comienzan a llamarse bucaneros, cuando empiezan a dedicarse a la piratería, o es así como les llaman en otros puertos cuando veían llegar al asalto a esos cazadores de reses de La Española.
—¿Somos conscientes en España del gran número de corsarios utilizados por los diferentes reyes?
—No. (Ríe) No somos conscientes de su importancia. Cuando hablamos de piratas y corsarios, nos referimos a los ingleses y franceses que siempre nos han saqueado. Nos sorprende saber que también los había españoles. La mayor parte de los españoles no sabe que en su país hubo corsarios. Hay una especie de estigma. Muchos oficiales de la Armada —capitanes y comandantes de flotillas—, sobre todo de los siglos XVIII y XIX, habían sido corsarios y también comerciantes y transportistas. Ellos no eran nobles, y de ahí viene ese…
—Desprestigio.
—Sí. Porque suponía una especie de propaganda negativa de la Armada. Y eso ha llegado hasta nuestros días como algo que no debió pasar. Un capitán de marina escribió en algún momento que los españoles teníamos honor y por eso no hacíamos el corso.
—Demóstenes afirmaba que la piratería era la forma más originaria de guerra. Porque era la manera más directa de financiarse a través del botín. Si miramos a las noticias, sigue habiendo muchos estados que cuadran sus presupuestos de esa manera.
—Sí. Eso es algo que podemos ver clarísimo. (Ríe) De hecho, se puede pensar que vuelva a aparecer el corso. Al navegar por Internet, encontré el blog de un capitán que le propone a Donald Trump que vuelva el corso. Al principio me lo tomé a broma, pero estamos viendo un resurgir de nuevos colonialismos, de procesos que parecían estar fuera de la historia.
—Aunque no estaban en el mar, me vienen a la cabeza los contratistas de Blackwater en Irak.
—Exacto. Mercenarios.
—Después de los griegos, los piratas tuvieron peor prensa. Los romanos los incluyeron en el grupo de los bárbaros.
—Ese proceso empezó con las poleis griegas. Es ahí cuando surge la necesidad de diferenciar entre la actividad de asalto y la de los que trabajan a sueldo de las ciudades. Ese concepto es reforzado con los romanos. Y sabemos que fue así porque los romanos se dedicaron a escribir leyes. Con esas legislaciones lo que nos queda claro es que estos piratas pululan por todas las partes del Mediterráneo, y que todos los pueblos lo ejercen y lo combinan con el comercio ilícito y la esclavitud. La toma de barcos tenía mucho que ver con el tráfico de seres humanos, que era un gran negocio en aquella época. Esto es algo que a los romanos les empieza a molestar por su afán imperialista de querer dominar todo ese Mare Nostrum.
—Volvamos al aspecto financiero de la piratería. El gobernador de Mallorca llegó a afirmar en el siglo XIV que los corsarios eran trascendentales en su sistema económico.
—Cuando pensamos en corsarios, normalmente creemos que es una profesión muy definida, que desde el principio se dedicaron al corso. En realidad vamos a ver cómo comerciantes, transportistas y contrabandistas comienzan a dedicarse al corso y lo combinan con sus actividades. Son negocios que se van a adaptar a las circunstancias y a las guerras en las que hay permisos para hacer el corso. En tiempos de paz, cuando ya no hay esos permisos, vuelven al comercio y al contrabando. Y se van organizando como grupos y familias. Es algo que vemos luego también en el Caribe. En las islas, estos corsarios son importantes en las rutas de suministros, tanto en tiempos de paz como durante las guerras. Son proveedores de los productos de lujo, pero, sobre todo, de los básicos.
—Los corsarios tuvieron su protagonismo en guerras como la de los Cien Años.
—Sí. El caso de Pero Niño es el más conocido. A través de su historia podemos ver cómo era el corso, tanto para los ingleses como para los franceses. En esa época la caballería era muy importante. Muchos de esos caballeros eran oficiales que pusieron la financiación para organizar esas flotillas del corso. En ese tiempo Pero Niño persigue infieles en el Mediterráneo y también practica otro corso, muy tradicional, en el Canal de la Mancha. El corso es parte de cualquier guerra.
—También en la de Sucesión Española.
—El corso francés. Es algo que me sorprendió y que descubrí cuando me invitaron a un congreso para hablar de los corsarios franceses. Hay muchos trabajos, muy importantes, sobre la importancia del corso en Francia, desde el periodo de Luis XIV. El corso formó parte del desarrollo del estado francés. Cuando Francia se constituyó como una potencia naval, llegó un momento en que los gastos de guerra eran tan elevados que Luis XIV tenía sus más de setenta barcos anclados. Entonces surge la Guerra de Sucesión por el trono español, y le prestó sus buques a su nieto Felipe V, que es uno de los aspirantes a la corona. El problema es que el monarca francés no tiene oficiales para dejarle, pero sí corsarios, a los que convierte en almirantes de la Marina. Sobre todo, van a realizar tareas de escolta de los barcos que llegaban de América con tesoros, que eran fundamentales para pagar la guerra.
—Entre la gran cantidad de personajes fascinantes que pasan por su libro, me quedo con el mencionado Pero Niño. ¿Cuál es su preferido?
—A mí me gusta mucho Miguel Enríquez porque es mulato. Imagínate en la época de la Guerra de Sucesión ser mulato y pobre. Enríquez era nieto de una esclava. Y de ahí llegó a convertirse prácticamente en gobernador de Puerto Rico; manejaba los préstamos, las flotas, la fortaleza… Él era el que pagaba los sueldos a los soldados. Miguel Enríquez llegó a tener más de treinta barcos al mismo tiempo; hacía el corso y a la vez controlaba el transporte y el comercio. Enríquez se carteaba directamente con el rey. Este corsario tenía permiso real para saltarse cualquier ley de las autoridades locales, podía hacer lo que quisiera. Es un personaje que me gustaría investigar más para saber cómo fue posible que llegara a tener tanto poder. También quiero saber cómo se veía él a sí mismo; se quejaba de que le trataban como a un negro de Angola. Miguel Enríquez era pillo, inteligente y escribía muy bien.
—En el mundo del corso tan importante era hacerlo como contarlo. ¿Qué importancia tuvieron las crónicas y cuál es su fiabilidad?
—Volvemos con Pero Niño. Nadie tuvo una crónica semejante a la que tuvo él. Cuando llega hasta nuestros días una crónica de este tipo es una maravilla, porque es una gran narrativa de aventuras. En el caso de Niño es una literatura medieval, escrita al estilo de la época, con exageraciones, enfocada a resaltar su valentía. Esto hay que tenerlo en cuenta para buscar otros documentos y hacer una comparativa. En mi caso, no niego la virtud de este tipo de crónicas, aunque los corsarios pagaran por ellas. A veces también las escribían ellos mismos. Era como su currículo: cuentan todo lo que han hecho por el rey, las grandes batallas en las que han participado…
—Un LinkedIn de corsarios.
—Eso es. (Risas) A mí me gustan mucho esas hojas de servicio en las que se presentan para que les suban de rango. Me encontré varias de ellas en el Archivo de Simancas.
—Terminamos. ¿Qué queda de los corsarios en nuestra sociedad? ¿Cuál ha sido su huella?
—Queda el mito que los confunde con los piratas. Cualquier español conoce los términos, pero no sabe quién fue Íñigo de Artieta. Incluso mucha gente aficionada a la historia de la marina conoce a los almirantes sin saber que fueron corsarios. Hay todavía hay un enorme desconocimiento sobre ellos. Su gran huella es un modelo en el cual convergen los intereses públicos y privados.






Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: