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Víctor del Árbol: “Mi ambición está en dar con el sentido que tiene llamarse hombre”

Víctor del Árbol: “Mi ambición está en dar con el sentido que tiene llamarse hombre”

Hay una parte de la historia de Víctor del Árbol (el joven seminarista, el antiguo mosso d’esquadra) que por ser contada y repetida puede acabar por ocultar la verdad de una búsqueda, la de un escritor que acepta que, en la vida y en la literatura, tanto da, se cometen errores, pero que no se perdonaría no volver a la carga. Barcelonés de 1968, Del Árbol habla con Zenda a través de WhatsApp, del 16 de diciembre al 3 de enero, en una conversación con ratos en directo y largos espacios en diferido, en un diálogo que se mezcla con la vida, la muerte de alguien próximo, las navidades, un nuevo año. Hace 12 meses que ganó el Premio Nadal con La víspera de casi todo (Destino), un reconocimiento que asegura le permitió sosegarse, dotarse de paciencia y estimularse.

Creador de un mundo literario en el que la culpa, el pasado y la responsabilidad de cada uno con sus actos ocupan una parte central, Del Árbol abrió con esta novela nuevos caminos dentro de ese universo híbrido en el que el género negro ha jugado su parte. “Efectivamente, el género no está en la anécdota sino en el punto de vista narrativo y en la temática y me apetece explorar mis posibilidades sin renunciar a mi voz”, asegura al inicio del intercambio.

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¿Qué permanece del Víctor del Árbol persona y del escritor desde que recibiera en 2006 el Premio Tiflos por El peso de los muertos hasta ahora con el Nadal?

Uff. Esta te la contesto mañana. Necesita reflexión.

20 horas después escribe esto:

"Del Árbol habla con Zenda a través de WhatsApp, en una conversación con ratos en directo y largos espacios en diferido."

Me cuesta disociar al hombre del escritor. Ambos se retroalimentan como si hubiera un pacto, un difícil equilibrium. El escritor me ha enseñado más del hombre y el hombre ha mejorado en estos años al escritor. Curiosamente, con los años al encontrar un camino firme me vuelvo menos vanidoso, al comprender que solo soy un aprendiz que busca algo que todavía estoy lejos de alcanzar. Ahora me importa el significado de cada palabra y no su sonido ni su impacto.

Si empezamos por el principio de todo, tenemos que hablar de la literatura rusa. ¿Qué sería de la obra de Víctor del Árbol sin esa influencia?

Las primeras lecturas educan el gusto. En el caso de un escritor marcan la forma de escribir. Seguramente por puro instinto me identifiqué muy pronto con la hondura psicológica de los personajes de Dostoyevski, las tramas dramáticas de Tolstoi o el lenguaje melancólico en los cuentos de Chejov. Me gusta esa cosmogonía que aspira a la grandeza del alma humana. Historia, individuo, destino y tragedia… todo eso está en la literatura rusa.

¿Y no se corre el riesgo de pecar de exceso de ambición al apuntar tan alto?

"Ahora soy menos vanidoso. Me importa el significado de cada palabra y no su sonido."

La ambición de la que hablamos es la que inspira la razón última de la literatura. Un tratado narrado a lo largo de miles de años sobre la condición humana. Mi ambición está en hacerme preguntas que necesitan respuesta, en dar con el sentido que para mí tiene el llamarse HOMBRE (en mayúsculas en el mensaje). Yo no elegí esa inquietud permanente, pero la tengo. No aspiro a la gloria ni a la fama. Sólo aspiro a comprender, y en el camino me equivoco, acierto y vuelvo a la carga. Algún día daré con las palabras exactas.

Metidos en honduras y percibiendo que el autor de La tristeza del samurái se siente cómodo en la respuesta de largo aliento, en el formato reflexivo, atacamos su vertiente filosófica. Amante de la novela rusa, cuya ambición y hondura impregnan sus novelas, Del Árbol no se considera un escritor de la moral:

La moral es una categorización del bien y del mal según los usos y las ideologías de cada tiempo. Pero el humanismo es una fuente recurrente de preguntas sobre el devenir del hombre y su verdadera naturaleza. El fruto del humanismo es la trascendencia, no la moral. Así que los escolásticos no están tan lejos de Kant o Schopenhauer. No, JC, no me considero un escritor de la moral, aunque entiendo adónde apuntas, sino un humanista bañado en las aguas del realismo.

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Hay una serie de preguntas para rematar, para terminar de perfilar el retrato:

Tres escritores imprescindibles: Cervantes, Dostoyevski y Camus.

Tres puntos de inflexión que le llevaron a ser escritor:

  1. En mi niñez, cuando mi madre me llevaba a la biblioteca del barrio.

  2. Ganar el premio Tiflos y una charla con uno de los jurados, Luis Mateo Díez.

  3. La muerte de Aurelia, la madre de mi compañera Lola.

Queda una duda por resolver. ¿Por qué, al contrario que muchos otros escritores, ha elegido la vía discreta en su actividad pública?

Elijo el perfil más discreto porque me aleja del ruido y me permite entregarme por entero a mi vocación escritora, me da más tiempo de introspección y me da una perspectiva más allá de lo inmediato.

C’est fait!”. Escribe antes de volver a sus quehaceres, a su devoción, a su búsqueda.

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