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Vivir sin prisa: el regalo de las demoras

Vivir sin prisa: el regalo de las demoras

A finales de abril de 2023 se terminó de imprimir el libro de poesía Las demoras (colección «La Veleta», Editorial Comares), de José Alcaraz. Esta obra cumple un doble hito que repercute en la trayectoria del autor: por un lado, el año 2023 coincide con el cuarenta aniversario del escritor; por otro, la fecha de publicación implica el transcurso de más de una década con obras editadas. Anteriormente, Alcaraz ha puesto en manos de los lectores La tabla del uno (2012), Edición anotada de la tristeza (2013, Premio de Poesía Joven RNE), Un sí a nada (2015), Vino para los náufragos (2018, XI Premio de Poesía Antonio Gala) y El mar en las cenizas (2019, accésit del Premio Adonáis). Los dos acontecimientos recién expuestos aparejan una incómoda certeza biológica y una fantástica realidad literaria: José Alcaraz ha dejado de ser un poeta joven y se consolida, por tanto, como poeta «a secas» —para más aclaraciones, léase «Poeta joven», de Ángel González—.

El libro que ahora nos ocupa reafirma el proyecto creador latente en los manuscritos anteriores, pero extiende la identidad del sujeto y la conciencia sobre la función —limitada— de la lírica hacia nuevos espacios habitables. En los agradecimientos constatamos la continuidad de una visión sosegada de la existencia y de una vocación íntima y distante frente a lo grandilocuente: «Si Juan Ramón Jiménez tenía entre sus lemas el de “Mucho y perfecto”, el mío hasta hoy podría ser “Poco y lo mejor que supe”». Estas palabras nada tienen que ver con una rectificación del maestro de Moguer, sino que funcionan como ejercicio de modestia, como demarcación de un espacio para la serenidad y como resumen del contenido del libro. Las demoras reivindica que la vida y el mundo de la poesía conforman procesos de tránsito, contingencia y permanente reconstrucción. No existe una esencia inmutable ni un ser compacto, sino que el sujeto se actualiza en cada momento en que interactúa con la realidad: «Ser como se está», reza un verso del poema «Breviario».

"Construye, pues, un espacio gobernado por un tiempo propio: demorarse supone una dedicación plena hacia las cosas, pero también cierto temperamento indómito con respecto a los plazos y a las exigencias vitales"

Esta es la idea que impregna las páginas de todo el libro y que, para mayor significación estructural, se desarrolla en la composición que actúa como pórtico: «Bosquejo». Alcaraz invita a sus lectores a que se olviden de la prisa, del «resultadismo» —término que aún no recoge el diccionario por ser tan hodierno…— y de la vanidad; e, igualmente, nos lleva a tomar conciencia de que el hacer justifica lo hecho, y no a la inversa. Nótese la ambivalencia del «bosquejo» como desempeño vital y literario. El poema dice así:

Hay algo preferible en los bosquejos.

Su ligereza, ser provisionales,
la escasa vanidad.

Ramaje de líneas,
el blanco pasando entre los trazos.

Cosas a medio hacer, pero absolutas
como la vida en ellas.

Cosas desvaneciéndose
por no ser enteras de este mundo.

Hasta aquí no hemos mencionado el significado del título. Los títulos suelen comportarse como claves isotópicas de las obras —en román paladino, como síntesis de la interrelación entre el contenido y la estructura—. Por tanto, estos rótulos globales, en sus mejores casos, dialogan con los poemas que presentan. De ahí que los títulos exijan una lectura crítica atenta. En primera instancia, la palabra demora remite a su significado más cotidiano (‘tardanza, dilación’). Construye, pues, un espacio gobernado por un tiempo propio: demorarse supone una dedicación plena hacia las cosas, pero también cierto temperamento indómito con respecto a los plazos y a las exigencias vitales. Ahora bien, el término demora posee otras implicaciones semánticas. Nos referimos a la cuarta acepción del diccionario —una de esas acepciones que solo consultamos los críticos para dar con hallazgos casuales—, que alude, en marinería, al rumbo en que se halla un objeto con relación a otro ya dado. Desde esta óptica, el libro adelanta, también, la posición del sujeto como observador de su entorno y como viajero hacia lo desconocido y, además, entronca con la estela marítima de obras anteriores (Vino para los náufragos o El mar en las cenizas), del título de la colección («La Veleta») y de la geografía física que lo ha visto crecer (la ciudad de Cartagena).

"Bajo una cosmovisión en apariencia eudemonista, se percibe un carácter irredento con el que el sujeto se distancia de los convencionalismos sociales, de las apariencias y del ritmo eléctrico de la contemporaneidad"

En Las demoras Alcaraz trata de inmortalizar las ráfagas de emoción que subyacen en las acciones más cotidianas. A pesar de su mirada escéptica hacia la creación y hacia la figura del poeta, a las que define respectivamente como «soledad tonta» y como «bufón grave», confía en la utilidad personal de la escritura: «quiero hacer mi vida para dejarla aquí / constantemente». A lo largo de las páginas de la obra, se acumulan momentos rutinarios que generan, casi a partes iguales, tanta fascinación como conciencia del prosaísmo de la realidad. De ahí el uso de quiebros irónicos que dotan de mayor frescura a la obra: escribir un borrador, deambular entre sábanas tendidas, tomar el sol, ir a la playa, acariciar el pelo de la persona querida, estirarse en la cama hasta ocupar todo el espacio, acudir a la peluquería, trabajar en la imprenta, escuchar grabaciones de poetas, reflexionar sobre la tarea creativa, padecer insomnio, abrir las ventanas en julio, impartir clases en el instituto, cambiar los pañales a su hijo, visitar a sus padres… Todas estas acciones configuran el entramado de Las demoras. Como se aprecia, el libro está marcado por el signo de la realidad; ahora bien, tampoco debe confundirse el DNI con el ISBN, sobre todo cuando sabemos que la comunicación artística selecciona, proyecta y reelabora la materia vital: «Para deciros “Estoy aquí, no me dejéis solo”, / escribo poemas como señales de humo. / Pero uno tras otro, lejos de mi deseo, / me ocultan más y más en la humareda».

"A todos nos llega un día en que, transcurridas infancia, adolescencia y juventud, nos encontramos en un mundo adulto rodeado de niños, adolescentes o jóvenes que nos recuerdan lo que fuimos"

El lector de estas páginas se quedará con la sensación de que, bajo una cosmovisión en apariencia eudemonista, se percibe un carácter irredento con el que el sujeto se distancia de los convencionalismos sociales, de las apariencias y del ritmo eléctrico de la contemporaneidad. En el poema «La voz de Whitman» Alcaraz recurre a la figura del bardo norteamericano, cantor de la épica de la gran nación, para deslizar sutilmente las coordenadas de la lírica propia. Los versos «Dice “Amor”, dice “Ley” y “Libertad” / y “Tierra”, canta, nombra sin pudor» se refieren literalmente a la grabación de Whitman que se está escuchando; no obstante, una lectura profunda de Las demoras demuestra que el amor, las leyes de la existencia, la libertad y el estado del mundo constituyen las coordenadas temáticas del libro. No la grandilocuencia, sino el espacio propio habitable —«Una historia muy pequeña», como dicta el rótulo de un poema— es lo que determina la lírica de Alcaraz, cuyo texto concluye diciendo «Tomo notas, copio, / apunto atento desde mi país».

Cada poeta toma sus decisiones artísticas y testimonia sus principios ético-estéticos; en Las demoras la plenitud y el contento se alcanzan en las pequeñas grandes ocasiones. Véase «En casa de mis padres»:

Tengo aún muchos libros en casa de mis padres.
Traigo a la mía alguno siempre que los visito.
No hubo nunca prisa, sé bien que están cuidados
y cerca. Cuando quiero llevarme un ejemplar,
les pregunto si están leyéndolo; eso es todo.
Qué afortunado soy en cada despedida,
con un libro en las manos y un beso de mi madre.

Este tipo de composiciones no excluyen otras que rompen las expectativas del lector y que sugieren que el mundo está mal hecho. En «Ventanas de julio» leemos lo siguiente:

Esta noche de julio y de ventanas abiertas
llega hasta aquí el olor de los jazmines,
y todo es sosiego.
Pero viene también
el camión de la basura uniendo a esa fragancia
su hedor y su ruido,
y todo es armonía.

Finalmente, otro gran tema del libro es el de la continuidad de la infancia. Un juicio apresurado nos conduciría a señalar que la obra versa sobre la pérdida de la niñez, cuando la realidad es que, en el contexto poemático, el que la ha perdido es el poeta, pero muchos de los «personajes» la mantienen y la disfrutan. En efecto, el libro atiende a unas circunstancias muy particulares a lo largo de las edades del hombre: a todos nos llega un día en que, transcurridas infancia, adolescencia y juventud, nos encontramos en un mundo adulto rodeado de niños, adolescentes o jóvenes que nos recuerdan lo que fuimos. En Alcaraz el adulto no deja de sentirse niño en ciertas ocasiones: «Si transcurres como un niño / jugando entre sábanas tendidas, / ensimismado, inobservable, / inadvertido por los mayores / aunque seas uno de ellos, / ten este poco de soledad tonta / para sentirte acompañado».

"La reflexión ya no se centra en las condiciones del propio sujeto, sino que el vínculo afectivo lo impulsa a cuidar del otro, a celebrar la niñez y a protegerla"

Además, el sujeto poemático se ve envuelto en diferentes situaciones en las que contrasta su figura con la de los niños. Así sucede en «Peluquería de caballeros»: el protagonista poemático acude a la peluquería de siempre, a la que lo llevaba su madre desde pequeño, y que, casualmente, se ubica enfrente del que fue su colegio. La ironía de situación se construye a través de la contemplación de la vida infantil en el espejo de la peluquería y en el encuentro con los amigos, ya no en el colegio, sino en el mismo lugar de corte y afeitado para «caballeros». La tensión poemática se construye sobre el prosaísmo y la voluntad narrativa; y, sin embargo, el poema goza de una gran carga simbólica, pues la peluquería adquiere el rango del río heraclitiano. El constante —no eterno— retorno al lugar implica que uno entra y sale de él siendo y no siendo el mismo, así como también mutan las generaciones de estudiantes en el colegio, pero la niñez no se ausenta jamás: «No me gustan las peluquerías. O tal vez sí: / demasiado tiempo retornando a ellas, / demasiado tiempo contemplando en sus butacas, / por encima de todo, el renacer».

"En Las demoras los lectores darán con un autor experimentado que logra perfeccionar y depurar muchos de los procedimientos que han consolidado su trayectoria lírica"

Igualmente, en «Mi regalo» y en «Casi un poema a mi hijo» también contemplamos al protagonista poemático inserto en un mundo infantil. Ahora bien, estos dos poemas remiten a un entorno afectivo que no detectamos en «Peluquería de caballeros». El primero está dedicado a sus sobrinas, Ana y Bea. El poeta se desliga de una concepción materialista del mundo y encumbra los momentos compartidos como los regalos verdaderos. En este caso, la reflexión ya no se centra en las condiciones del propio sujeto, sino que el vínculo afectivo lo impulsa a cuidar del otro, a celebrar la niñez y a protegerla. No se trata de vivir el momento, sino que lo importante, siguiendo la recomendación del autor, es que ellas lo sientan antes de que se escape y de que comiencen a aburrirles los políticos, su país y los días hábiles: «mi regalo / no es ningún regalo / sino el trascurso / en que se abre un regalo, / la vida cuando sabes / que estás abriendo la vida». El segundo texto mencionado, «Casi un poema a mi hijo», constituye un impulso y su propia rectificación. El lector hallará un poema anticlimático —¡un «casi» poema!— y desenfadado donde se anota el haz y el envés de la paternidad («Quisiera escribir un poema a mi hijo, / pero estoy cansado»), una suerte de vergüenza torera ante la canalización del sentimiento («Qué tontería para mí / caer en los clichés, mientras no sea / delante de mi hijo») y la confección de lo real mediante el distanciamiento con la retórica («Un día entenderá este amor / que filtro por debajo, / y no sublimando mis palabras»).

En síntesis, en Las demoras los lectores darán con un autor experimentado que logra perfeccionar y depurar muchos de los procedimientos que han consolidado su trayectoria lírica. Y, por supuesto, en el libro no faltan los recursos novedosos con los que rompe las expectativas de lectura, reconfigura lo real y cuestiona los cimientos de la contemporaneidad. Desde el poema más narrativo hasta el aforismo más punzante, Alcaraz insiste en que vivir es habitar nuevos horizontes. Contra todo pensamiento radical y frente a cualquier noción indisoluble del ser, uno de los mayores atrevimientos creativos de este libro se descubre en su posicionamiento flexible y concienciado. Somos porque estamos, y son las maneras de estar las que dan forma al mundo: ¿la prisa o la demora?, ¿el resultado o el saber hacer para obtener resultados?, ¿vivir el momento o sentirlo? Cada cual que escoja.

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Autor: José Alcaraz. Título: Las demoras. Editorial: Comares. Venta: Todostuslibros.

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Huma
Huma
3 meses hace

Buena reseña, me anima a adquirir el libro que se ve justamente como lo que estoy buscando. Algo de poesía acerca de la cotidianidad y con un estilo bastante interesante.