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3 poemas de Trizas, de Carlos Zanón

3 poemas de Trizas, de Carlos Zanón

En este libro se explora el amor, la pérdida y la memoria mediante poemas crudos y melancólicos, de una delicada intensidad. El poeta se embarca en una travesía emocional a través de recuerdos de ayer y soledades de hoy. Un libro feroz y desgarrador, pero auténtico.

En Zenda reproducimos tres poemas de Trizas (Espasa), de Carlos Zanón.

***

Adrián pide un cigarro

Te duele la tripa y no importa.

Sangras, la ropa húmeda en el colgador

y abajo, en la calle, alguien se llama Adrián,

está borracho y pide un cigarro.

¿Va a fumar un cigarrillo, soldado Adrián,

va usted a hacerlo…? ¿Está seguro de ello?

El pijama meado aún no está seco

y tu cama apesta a paja y caballo, a polvo sin por qué

y ahora te duele la tripa de tanto beber

y sangras por el culo y Adrián, en la calle, canturrea

y supones que en los labios, mordido,

ya tiene un cigarrillo

aunque no podrías asegurarlo, príncipe Hamlet,

ni evitar estas ganas de ponerte a atravesar

a amigos detrás de cortinas

ni de volver a enloquecer a mujeres y madres,

llenar los reinos de asesinos y fantasmas,

porque ya es madrugada y tu padre muerto

más que justicia pide paz

pero tú, mientras estés vivo no se la darás

y Adrián tropieza y cae y te duele el ano

y soñaste con un amor que bailara como Salomé

alrededor de tu tumba y te sigue doliendo la tripa

y tu hijo que andará borracho pidiendo un cigarrillo

te ha dejado escrito que también te quiere

pero no es verdad y, si lo es,

qué importa eso detrás de una cortina.

***

Día de inventario

Es día de cierre: me quedo dentro.

El cartel en el escaparate:

Tarde de inventario.

Los cuchillos en la cocina,

los besos en las buenas noches.

Me encierro dentro hasta que las aguas

se separen de los cielos.

Mañana de inventario para olvidar todo,

contabilizar los extravíos, robos y mentiras

y recordar la certeza de que los fantasmas existen.

Lo que no existen son los vivos,

cuerpos entregados que se acuestan con sus amos,

violadas, adulados, compradas, abollados.

Es día de cierre porque todo se me queda dentro.

El mundo inhóspito, los vivos crueles:

sus cánticos, sus mataderos,

luz de gas como piedra de moler,

el recordar la certeza de que las amantes

sólo vienen si se las invoca

aunque no se recuerde ya las palabras ni las maneras,

porque después de ti, las iglesias suenan todas huecas

son sólo tablas, madera de crucificar santos.

Es cierre, día de inventario.

Almas en pena, pérdidas de tiempo.

Hoy sí, hoy me quedo dentro.

Un cajón con tornillos, en otro los hilos,

las llaves melladas duermen junto a las navajas.

Noche cerrada fuera.

Me encierro dentro.

Caja de marionetas rota,

mazurcas y gusanos.

Qué inmortalidad triste la mía:

nunca nadie

para ganar una guerra.

***

Señales de humo

Ya no quemas neumáticos en la carretera,

ni haces arder basura en la playa.

Al parecer acabó la temporada.

Me enterrarás junto a los otros niños en el jardín,

entre muñecas sin cabeza y grumos de ternura,

notas y dibujos, fotos y heridas.

Nunca te abandonaré.

Seré un tatuaje en tus venas

hasta que hagas de mí una señal de humo

que yo pueda ver desde lejos.

—————————————

Autor: Carlos Zanón. Título: Trizas. Editorial: Espasa. Venta: Todos tus libros.

BIO

Carlos Zanón (Barcelona, 1966) es autor de los libros de poemas El sabor de tu boca borracha (1989, Mención Especial Premio Anthropos), Ilusiones y sueños de 10000 maletas (1996), En el parque de los osos (2001), Algunas maneras de olvidar a Gengis Khan (2004), Tictac tictac (2010), la antología Yo vivía aquí (1989-2012) (2012), Rock’n’roll (2014) y Banco de sangre (Espasa, 2017). En el ámbito de la narración es autor de las novelas Nadie ama a un hombre bueno (2008), Tarde, mal y nunca (2009, Premio Brigada 21 a la Mejor Primera Novela), No llames a casa (2012, Premio Valencia Negra), Yo fui Johnny Thunders (2014, Premio Dashiell Hammett de la Semana Negra de Gijón, Pata Negra y Novelpol), Taxi (2017).

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Roberto López
Roberto López
19 ddís hace

En realidad una serie de poemas más bien trágicos y con un clima denso en su estructura. Igual vale aunque no sean agradables.

Abel
Abel
14 ddís hace

Paco Camarasa dejó “Sangre en los estantes” antes de morir, otro abril sin mejillones, en la Barcelona negra de 2018. Carvalho, el detective charnego y acrata, de seguir vivo, rondaría los setenta y muchos. Un jubilado achacoso cocinando pescado hervido, no es lo que quiere la editorial Planeta. Tuvieron una idea, “Carvalho: Problemas de identidad”. La novela que publicó Carlos Zanón por encargo estaba contada en primera persona, el narrador era Pepe Carvalho. Una noche de lluvia y Tom Waits, a las dos de la mañana, a punto de quedarse sofrito en el sofá bebiendo una película con Heineken, llamaron a su puerta. No había abierto el portal, el volumen de la televisión no estaba alto. Esperaba una cara conocida, un vecino. Tenía enfrente a un repartidor de comida con un chubasquero rojo y una caja de cartón. No había pedido nada.

—Bona noche. Aquí tiene. Adiós.

—No, no. Se ha equivocado.

—No, no. Zanón, aquí. Adiós.

—¿Qué es esto?

—Esto para Zanón, tú Zanón. Zanón nunca abre buzón. Adiós.

No pidió dinero y salió corriendo. Carlos Zanón olfateó con la puerta en la mano. Olía a tortilla de patatas. Al abrir la caja no se sorprendió, tortilla de patatas, jugosa y recién hecha. Ser famoso, lo famoso que puede llegar a ser un escritor de novela negra, tiene estás cosas. Un programa de radio nocturno, un cibergilipollas, un humorista o cualquier cretino, le había elegido para pasar el rato. En la cocina tiró la caja a la basura. El timbre otra vez, el repartidor.

—Come.

—Oiga…

—Come tortilla. Hace Biscuter. Bona noche.

Hace Biscuter, dice, no te jode. Los de la editorial. En la caja, debajo de la tortilla, un móvil y un mensaje escrito con letra infantil: mira en el buzón. Puso hielo en un vaso y añadió un chorro abundante de algo fuerte. En la película una monja con llagas se convertía en murciélago, las paredes sangraban y una niña rubia daba cabezazos al suelo en un desván, al lado de una oveja. Se puso la bata y las zapatillas, cogió las llaves y siguió las instrucciones absurdas. Encontró un paquete con una etiqueta; “Carvalho: problemas de identidad”. Doscientos folios escritos a mano. Leyó de un tirón, tres cuartos de botella, intentando reconocer el estilo, poner nombre al autor. La habitación empezó salirse de su eje, el sofá le llamó por su nombre, la luz del día le cerró los ojos, los párpados pesaban dieciséis toneladas. Sonó una melodía ridícula, el Huawei.

—¿Carlos Zanón?

—…Puede. ¿Quién es?

—¿Le ha gustado?

—Mucho. Pero la prefiero sin cebolla.

—Pensé que siendo usted poeta, le gustaría. La cebolla es escarcha…la cebolla es escarcha…La cebolla es escarcha.

—Cerrada y pobre. La cebolla es escarcha, cerrada y pobre. ¿Le importaría decirme quién es?

—Da igual. Quiero la mitad de los beneficios, sin contrato, en efectivo, un solo pago. Le avisaré del cuándo y dónde.

—Necesito dormir. Llame en otro momento.

Carlos Zanón puso la cabeza en el cojín, encontró una patria mullida y el universo se lo tragó.

Carlos Zanón observa la puerta tomando una cerveza sentado en el Oz Blues Bar, un local de música en directo entre el restaurante pakistaní Punjab y un bazar de todo a euro, en el carrer Nou. Es temprano, poca gente. Un grupito alterna las visitas al lavabo. Canta Ray Charles por la mañana, en el calor de la noche. El escritor sigue sin tener claro qué pinta allí, la voz del teléfono le ha dado indicaciones. El tío que se dirige a su mesa, después de mirar a través del cristal, tiene pinta de guiri. Es francés. Le ha dado tres besos y ha pedido pastís. Se presenta como Patrick Duluc, su castellano suena a varios veranos en Alicante y asegura ser un negociador.

—¿En nombre de quien negocia usted?

—Del señor Plegamans, naturellement. Un caballero exceptionnel gran amigo mío y un chef mágico.

—¿Plegamans?…¿Biscuter?

—Don Josep Plegamans Betriú, un catalán universel. Antes conocido como Biscuter, en effet.

Duluc puede ser un actor, un chiflado, un fan de Carvalho, miembro de una secta catara, un mafioso marsellés o un cocinero con ocho estrellas Michelín. Ha recibido un texto, luego puede ser escritor. Los escritores pueden convertirse en todos esos personajes a la vez.

—¿La novela es suya?

—Oh, no, no, no, bien sur que no. El autor es el famoso exdetective Carvalho. Monsieur Plegamans es su agente littéraire. Yo soy un delegado. ¿Le ha gustado la obra?

—Mucho. Tiene ritmo, es creíble, cumple con el género sin tópicos y mantiene el interés hasta el final. Es el trabajo de un profesional, no parece una primera novela. Mire, Duluc o como sea su nombre, no creo nada de lo que dice.

—La verdad, cher ami, está sobrevalorada. Lo que digo va plus loin de la verdad, hablo de un milagro. Pepe Carvalho es un excelente narrateur y se ha dado cuenta de algo douloureux para él, ha estado muchos años trompé. Los libros sí ayudan a vivir, surtout al escritor. Contar parte de sa vida ha sido fácil para él, la contó muchas veces al Escritor. Es una histoire antigua, c’est clair, pero lista para publicar. No le negaré quelque chose, también es una venganza personnel del señor Carvalho contra Vázquez Montalbán.

A Zanón le da pereza entrar en una charla sobre verdades, milagros y venganzas. Prefiere acercarse a la barra. Pide más cerveza y otra palomita para Duluc. La anterior se la ha bebido de dos tragos, dividiendo el vaso en mitades exactas. En el aire B.B. King se queda a vivir en una nota. Al volver con las consumiciones Duluc le invita a fumar en la calle. El francés enciende un cigarrillo perfectamente liado y un olor picante a polen bueno hace volverse a los transeúntes.

—La novela negra, la série noire, la inventamos nous los franceses al terminar la deuxième guerre mundial. Literatura de quiosco, Black Mask, autores norteamericanos, cultura populaire. También la expresión film noir es francesa. El western representaba la tradición, la épique del nacimiento de una nación, John Wayne, les republicaines. La novela urbana était social, nocturna y crítica, Bogart, les demócrates. El cinema, una invención francesa, al llegar a Hollywood, descubrió a los americains la izquierda y la derecha, otro invento francés.

—Estamos en Barcelona, señor Duluc, en lo que fue el barrio chino, esto no es un café de París. Si intenta colar esa parrafada a cualquiera de por aquí le apuñalan, le quitan los porros y le tiran a un contenedor. ¿Qué quiere?

—La mitad de tout. Ya se lo dijo el señor Plegamans por telefón.

— Si me presenta a Biscuter y a Carvalho le doy lo que quiera.

Un hombre con sombrero de ala ancha, abrigo azul, corbata amarilla, gafas y bigote canoso se acerca. Abre los brazos como forma de saludo y arruga la nariz.

—¡Coño, Carlos¡ ¿Qué haces aquí?

—Andreu…me alegro de verte. Ya ves, tomando algo con este amigo. Os presento, Andreu, Duluc. Duluc, este es Andreu Martín, un escritor.