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4 poemas de Braulio Ortiz Poole

Foto: Belén Vargas.

Braulio Ortiz Poole es un periodista cultural y poeta nacido en Sevilla en 1974. Escribe para el Diario de Sevilla y los periódicos del Grupo Joly. Su debut literario, Francis Bacon se hace un río salvaje, ganó el Premio Andalucía Joven de Narrativa, y a esa publicación siguieron obras como la novela La fórmula Miralbes (Caballo de Troya, 2016) o los libros de poesía Defensa del pirómano (E.H. Ediciones, 2007), Hombre sin descendencia (Fundacion Jose Manuel Lara, 2011), Cuarentena (La Bella Varsovia, 2015) o Gente que busca su bandera (Maclein y Parker, 2020).

***

No importa si olvidaste la maleta

No importa si perdiste el equipaje.

Si tu pecho ha renunciado al frío,
si sabes
que un árbol derribado será leña,
que un hombre que ha caído puede erguirse,
si has aprendido eso, que hay vida

más allá de la vida,

más allá incluso del árbol y del hombre,
no importa
el rostro hostil que tenga cada tarde.

No importan los rastrojos o la espina
que hacen de un espejo una amenaza.
Rebelde e imprevisto,
como una flor que brota en una celda
o un agua que circula bajo tierra,
así te incorporas tú frente a las cosas.

No importan los rechazos.
Tantas veces
entregaron tu nombre a la deshonra
o te arrojaron un verbo que era azote
que aprendiste a esquivar
la piedra de la adúltera.

No estás solo.
Toda ciudad no es sino un enjambre
de gente que ha agachado la cabeza.

Este horizonte más que tierra sólida

será tierra caliza,

pero no importa
si sabes
que tú mismo has cruzado los puentes que temblaban
y has logrado avanzar en lo precario.

No permitas que el ruido te confunda,
aunque persistan los cantos de sirena.
Tú hallaste en el silencio
aquello que era hermoso.
Una abadía
que rinde culto a un dios sin ornamento,
que sabe que vendrá el amanecer.

Si está la vida,
no importan los fracasos.

Algunas noches,
en el calor feliz de la amistad,
o cuando duermes al lado del cuerpo de quien amas,
una rara alegría te asalta como un rayo
y te dices: No importa.

***

Canadá

Seguidor de la ley y de la patria,
quiero saber de ti,

por qué empuñas el hacha.

No me eres un extraño.
Yo he nacido en la tierra de los inquisidores
y también he temido al árbol que se tuerce.

¿De qué abono brotan tus ramas tan erguidas?
¿Qué te hizo invulnerable a los tornados?

Todo tiene un origen:

antes que una prisión,

en el mismo paisaje habría una pradera,
el captor y el recluso serían niños.

Alguna vez, la espada fue cartón,
seguidor de la ley y de la patria,
alguna vez sería Navidad,
alguna vez, ¿recuerdas?,
habrían llevado un tiovivo al vecindario.

Hombre de Dios y niño,
¿cuándo empezó la caza?

En esa luz de invierno, en tu inocencia,
¿cómo creció la noche y se hizo bosque?
¿por qué el piano eligió la gravedad?
¿cuándo el trébol amargo del verdugo?

Si pudieses mostrar tu corazón,
¿sería fruta o betún lo que enseñaras?
¿el calor de una lámpara de aceite?

Quiero saber de ti,

por qué tus sueños a veces tienen dientes.

Tú que surcas las aguas de lo recto,
¿alguna vez tuviste el mar en contra?

¿hubo alguna deriva?

Al fin de la jornada,
seguidor de la ley y de la patria,
cuando partes el pan como hizo Jesucristo,
¿piensas en Canadá?
¿en el cubierto que falta en otra mesa?
¿miras con compasión al perseguido?

O tal vez, con fervor
-una zarza que arde, pero no se consume-,
una frase te viene a la memoria:
Reprendo y disciplino a todos los que amo.

***

Una mujer que muestra su verdad

Frances E. Farmer (Seattle, 1913 – Indianápolis, 1970)

Este corazón que llevas siempre a cuestas
y del que no entiendes
su amor tan combustible:
permítele que invoque a sus deidades,
permítele de nuevo el sacrilegio.

Aunque vendrá el rechazo si eres libre,
si en la vida y su fiesta de disfraces

no te pones la máscara.

Alguien te advertirá seguramente:
una mujer que muestra su verdad
ha de ser destruida.

Los hombres de bien señalan con espanto
tu belleza blasfema.
Pero no quieres ser de la mentira
y escupes tu metralla.
Si has de nacer de nuevo,
escoge esta piel sensible al mundo,
este incendio constante:
niega a Dios,
niega a Hollywood,
camina con el fuego.

Ya domarán los bastardos a la fiera,
pero antes,
como se limpia el barro
quien viene de la lluvia,
deja atrás la prudencia.

Sólo vive quien arde.

***

Gente que busca su bandera

Los que dudan, los que huyen,
los amantes furtivos,
los que dejan atrás alguna idea,

los disidentes,
los hombres calumniados,
los que escuchan la voz de su conciencia,
los individuos marcados por su raza,

quienes desafían el orden de algún modo,

los que cruzan una línea incómoda,
los serenos en el campo de batalla,
los templados que no avivan las hogueras,

los que no son de aquí,
los extranjeros, también los desterrados,

los cobardes, los místicos,
los ateos, los que habitan los márgenes,
las mujeres que derriban una cerca,

los hombres demasiado humanos,
los frágiles, los locos,

los nombres vinculados a un escándalo,
los muchachos tomados por la fiebre,
los viejos que aún defienden la palabra,

los apátridas,
aquellos que buscan su bandera,
los que abren un camino diferente.

Escribe sus historias,
di sus nombres.
Aunque los señalen,
también ellos
están haciendo patria.

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