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5 cuentos de terror para este miércoles

Un pequeño chasquido en la noche. El terror se consolidó como género literario a partir del uso que el romanticismo le proporcionó como reverso de los deseos. Desde entonces, grandes escritores de la literatura universal han optado por él como herramienta para acceder a verdades ocultas.

Hoy, en Zenda, seleccionamos cinco cuentos representativos de la tradición del género fantástico y de terror.

Una historia de fantasmas, un cuento de Mark Twain

William Faulkner dijo de Mark Twain que no era sino el padre de la literatura norteamericana. Imaginativo, fantasioso y lúdico, Twain desarrolló una carrera literaria fundamentada en la ilusión: siempre franqueando el límite entre lo humorístico y lo infantil, consiguió trascender mucho más allá del género. Sus aclamadas novelas Las aventuras de Tom Sawyer Las aventuras de Huckleberry Finn están incrustadas de lleno en el imaginario cultural estadounidense y, por extensión, occidental; y conforman la cúspide de una obra en la que, cómo no, también podemos encontrar cuentos tan divertidos y atmosféricos como Una historia de fantasmas.

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Alquilé una gran habitación lejos de Broadway, en un edificio grande y viejo cuyos pisos superiores habían estado vacíos por años… hasta que yo llegué. El lugar había sido ganado hacía tiempo por el polvo y las telarañas, por la soledad y el silencio. La primera noche que subí a mis aposentos me pareció estar a tientas entre tumbas e invadiendo la privacidad de los muertos. Por primera vez en mi vida me dio un pavor supersticioso; y como si una invisible tela de araña hubiera rozado mi rostro con su textura, me estremecí como alguien que se encuentra con un fantasma.

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La lotería, un cuento de Shirley Jackson

La lotería sigue siendo, casi sesenta años después de su publicación original en The New Yorker, un desasosegante chispazo de terror en medio de lo plenamente ordinario. En él, Jackson despliega toda su habilidad para generar una incomodidad creciente en el lector, que poco a poco, a medida que avanza su lectura, irá dándose cuenta de forma inconsciente de que en ese rito aparentemente inocente habita la más terrible oscuridad del alma humana.

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La mañana del 27 de junio amaneció clara y soleada con el calor lozano de un día de pleno estío; las plantas mostraban profusión de flores y la hierba tenía un verdor intenso. La gente del pueblo empezó a congregarse en la plaza, entre la oficina de correos y el banco, alrededor de las diez; en algunos pueblos había tanta gente que la lotería duraba dos días y tenía que iniciarse el día 26, pero en aquel pueblecito, donde apenas había trescientas personas, todo el asunto ocupaba apenas un par de horas, de modo que podía iniciarse a las diez de la mañana y dar tiempo todavía a que los vecinos volvieran a sus casas a comer.

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El corazón delator, un cuento de Edgar Allan Poe

El corazón delator, de Edgar Allan Poe, también conocido como El corazón revelador, es uno de los cuentos más representativos de la narrativa gótica. Un relato original que se abre a múltiples interpretaciones.

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¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco, entonces? Escuchen… y observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia.

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El color que cayó del cielo, un cuento de H.P. Lovecraft

Nadie como este autor se movió con tanta soltura en el género fantástico. Fue el precursor de todo un modelo de escritura de páginas llenas de extraños y amenazantes seres de otros planetas.

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Al Oeste de Arkham las colinas se yerguen selváticas, y hay valles con profundos bosques en los cuales no ha resonado nunca el ruido de un hacha. Hay angostas y oscuras cañadas donde los árboles se inclinan fantásticamente, y donde discurren estrechos arroyuelos que nunca han captado el reflejo de la luz del sol. En las laderas menos agrestes hay casas de labor, antiguas y rocosas, con edificaciones cubiertas de musgo, rumiando eternamente en los misterios de la Nueva Inglaterra; pero todas ellas están ahora vacías, con las amplias chimeneas desmoronándose y las paredes pandeándose debajo de los techos a la holandesa.

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7B, Coney Court, un cuento de Arthur Machen

Un autor que dedicó la parte más inspirada de su obra a levantar el velo para atisbar el misterio que hay en todas las cosas y poder apreciar su hechizo, con independencia del riesgo.

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Hace muchos años, el poeta y dramaturgo Stephen Phillips, ya fallecido, se vio envuelto en un problema bien extraño. Acababa de mudarse de su casa en algún punto de la costa meridional, creo que en Littlehampton o por ahí cerca, y corrió el rumor de que lo había hecho porque estaba encantada. Los rumores llegaron hasta Fleet Street, y no sé qué periódico mandó a un reportero a entrevistar al poeta. Stephen Phillips le contó al periodista sus experiencias en su antigua residencia y estas eran, en efecto, de lo más extraordinarias. He olvidado los detalles y no puedo recordar qué clase de ruidos o voces o apariciones habían inquietado al antiguo inquilino, pero no cabía duda de que la casa estaba encantada, y muy malamente. El periódico publicó una «historia» sensacionalista… Y el propietario de la casa demandó a todos los implicados, a los que exigió una suma considerable a título de daños y perjuicios. Ni a Phillips ni a la gente del diario se les había ocurrido que se pudiera difamar a un inmueble, pero el propietario del mismo señaló que decir de una casa que estaba encantada la volvía imposible de alquilar y que, como consecuencia de las afirmaciones vertidas en la entrevista, la vivienda que en tiempos ocupó el poeta llevaba los últimos dieciocho meses vacía y a su costa. Se me ha ido de la memoria cómo concluyó el asunto, aunque creo que alguien –o el poeta o el diario– tuvo que apoquinar, y me imagino que sería el periódico. Sin embargo, tomo el hecho como advertencia y declaro de antemano que todos los nombres y lugares de la historia que sigue son ficticios. No existen unas Casas de la Justicia como Curzon’s Inn; no existe ninguna plaza llamada Coney Court, aunque South Square, en Gray’s Inn, una vez llevó ese nombre. En consecuencia: no procederá demanda alguna.

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