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8 cuentos de autores británicos que tienes que leer

8 cuentos de autores británicos que tienes que leer

Life Along River 6, de Mopasang Valath.

Ante la inmensa cantidad de cuentos que, afortunadamente, pueblan nuestras librerías, a menudo resulta complicado realizar una selección y priorizar unos sobre otros.

Hoy, en Zenda, seleccionamos ocho cuentos de autores británicos cuya fuerza narrativa, impacto y calidad prosística se sostienen hoy tan vigorosas como en el día de su concepción. Dickens, Woolf, Chesterton, Hardy… sólo queda disfrutar.

El cuentista, un cuento de Saki

Hector Hugh Munro fue un implacable crítico de la sociedad victoriana, a la que sacó los colores desde libros escritos con seudónimo.

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Era una tarde calurosa y el vagón del tren también estaba caliente; la siguiente parada, Templecombe, estaba casi a una hora de distancia. Los ocupantes del vagón eran una niña pequeña, otra niña aún más pequeña y un niño también pequeño. Una tía, que pertenecía a los niños, ocupaba un asiento de la esquina; el otro asiento de la esquina, del lado opuesto, estaba ocupado por un hombre soltero que era un extraño ante aquella fiesta, pero las niñas pequeñas y el niño pequeño ocupaban, enfáticamente, el compartimiento. Tanto la tía como los niños conversaban de manera limitada pero persistente, recordando las atenciones de una mosca que se niega a ser rechazada. La mayoría de los comentarios de la tía empezaban por «No», y casi todos los de los niños por «¿Por qué?». El hombre soltero no decía nada en voz alta.

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7B, Coney Court, un cuento de Arthur Machen

Un autor que dedicó la parte más inspirada de su obra a levantar el velo para atisbar el misterio que hay en todas las cosas y poder apreciar su hechizo, con independencia del riesgo.

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Hace muchos  años, el poeta  y dramaturgo Stephen Phillips, ya fallecido, se vio envuelto en un problema bien extraño. Acababa de mudarse de su casa en algún  punto de la costa meridional, creo que en Littlehampton o por ahí cerca, y corrió  el rumor de que lo había hecho porque estaba encantada. Los rumores llegaron hasta Fleet Street, y no sé qué periódico mandó a un  reportero a entrevistar al poeta.  Stephen Phillips le contó al periodista sus experiencias en su antigua residencia y estas eran,  en efecto, de lo más extraordinarias. He olvidado  los detalles  y no puedo recordar qué clase de ruidos  o voces o apariciones habían inquietado al antiguo inquilino, pero  no cabía duda  de que la casa estaba encantada, y muy malamente.

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Dylan Thomas.

El mapa del amor, un cuento de Dylan Thomas

El mapa del amor es un cuento que despliega sobre un minúsculo tapete la más pura esencia del viaje romántico; la crisálida de los afectos que nos atraviesan en la inocencia de la juventud.

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—Aquí viven —dijo Sam Rib— las bestias de dos espaldas.

Señaló su mapa del Amor, cuadrátula de mares, islas y continentes extraños con una selva oscura en cada extremo. La isla de las dos espaldas, en la línea del ecuador, se encogía a su tacto como piel afectada de lupus y el mar de sangre que la rodeaba encontraba un nuevo movimiento en sus aguas. El semen, cuando subía la marea, rompía contra las bullentes costas; los granos de arena se multiplicaban; las estaciones se sucedían; el verano, con ardor paterno, daba paso al otoño y a los primeros aguijones del invierno, dejando que la isla conformase en sus recodos los cuatro vientos contrarios.

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Los tres instrumentos de la muerte, un cuento de G.K. Chesterton

El padre Brown es informado, para su sorpresa, del asesinato del amable Sir Aaron Armstrong. Las sospechas se ciernen en torno a las tres personas que vivían con él: su criado, su secretario y su hija. El propio sacerdote, junto al cuerpo policial, se ve envuelto en un razonamiento lógico que lo llevará al hallazgo de la verdad. Delicado, afilado y fascinante, G.K. Chesterton se exhibe con naturalidad en Los tres instrumentos de la muerte.

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Tanto por profesión como por convicción, el padre Brown sabía, mejor que casi todos nosotros, que la muerte dignifica al hombre. Con todo, tuvo un sobresalto cuando, al amanecer, vinieron a decirle que Sir Aaron Armstrong había sido asesinado. Había algo de incongruente y absurdo en la idea de que una figura tan agradable y popular tuviera la menor relación con la violencia secreta del asesinato. Porque Sir Aaron Armstrong era agradable hasta el punto de ser cómico, y popular hasta ser casi legendario.

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La historia de un hombre supersticioso, un cuento de Thomas Hardy

Dentro de un vagón, un hombre comienza a contar la historia de la muerte de William. Su relato protagoniza este fantasmagórico cuento de Thomas Hardy.

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—Hubo algo muy extraño acerca de la muerte de William, ¡muy extraño de veras! —suspiró con melancolía un hombre en la parte de atrás del vagón. Era el padre del granjero, quien hasta ahora había guardado silencio.

—¿Y qué pudo haber sido? —preguntó el señor Lackland.

 

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El velo negro, un cuento de Charles Dickens

Un joven cirujano recibe, una noche invernal, la visita en su domicilio de una mujer ataviada con un traje negro, culminado con un tupido velo. La misteriosa visitante le pide que, al día siguiente, acuda al rescate de un hombre desconocido, abocado a la perdición. Esa noche, ante la perspectiva del día futuro, el cirujano se sumerge en un mar de dudas. Charles Dickens construye una atmósfera tenebrosa en El velo negro.

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Una velada de invierno, quizá a finales de otoño de 1800, o tal vez uno o dos años después de aquella fecha, un joven cirujano se hallaba en su despacho, escuchando el murmullo del viento que agitaba la lluvia contra la ventana, silbando sordamente en la chimenea. La noche era húmeda y fría; y como él había caminado durante todo el día por el barro y el agua, ahora descansaba confortablemente, en bata, medio dormido, y pensando en mil cosas. Primero en cómo el viento soplaba y de qué manera la lluvia le azotaría el rostro si no estuviese instalado en su casa.

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El cuarteto de cuerdas, un cuento de Virginia Woolf

La música invade el territorio de las palabras. Malabarista como pocas,Virginia Woolf construye un baile sísmico que al mismo tiempo es un lugar en el que reina la paz. Los violines crujen en el espacio que la autora genera en su literatura, como una brisa ancestral que acaricia los rostros de los niños.

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Bueno, aquí estamos, y si lanzas una ojeada a la estancia, advertirás que el ferrocarril subterráneo y los tranvías y los autobuses, y no pocos automóviles privados, e, incluso me atrevería a decir, landos con caballos bayos, han estado trabajando para esta reunión, trazando líneas de un extremo de Londres al otro. Sin embargo, comienzo a albergar dudas…

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Un asunto de otro tiempo, un cuento de John Galsworthy

Asaltado por los recuerdos al encontrarse en un jardín ubicado frente a la casa en que sus tíos solían vivir, un paisajista accede a los planos sensoriales de su pasado: el olor de la verde hierba, el sabor del éxito adolescente. El primer beso y el primer engaño. Una retahíla de asuntos de otro tiempo relatados con exquisita ironía por John Galsworthy.

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Cuando en el verano de 1921 Hubert Marsland, el paisajista, regresaba de pasar el día haciendo bosquejos junto al río, tuvo que detener su coche de dos plazas a unas diez millas de Londres para una pequeña reparación; y, mientras lo arreglaban, se alejó del taller para echar un vistazo a la casa donde solía pasar sus vacaciones cuando era niño. Después de franquear una verja y de dejar a su izquierda una gravera, llegó en seguida ante la casa, que se alzaba en medio del jardín. ¡Cuánto había cambiado!

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