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5 poemas de Belleza y verdad, de John Keats

5 poemas de Belleza y verdad, de John Keats

En tan solo cuatro años, John Keats buscó la belleza tal vez como ningún otro poeta lo había hecho hasta entonces. Hoy, cuando leemos sus poemas, detectamos una melancolía de lo inalcanzable, un lirismo sin desgaste, una sabiduría intuitiva que nos atrapa como pocos textos lo hacen.

En Zenda reproducimos cinco poemas de Belleza y verdad, de John Keats (Pre-Textos).

*** 

SOBRE LA HISTORIA DE RÍMINI

QUIEN ama contemplar atentamente la ascensión de la aurora
–los ojos entornados, la mejilla encendida–
que coja este relato ameno y busque siempre
que pueda valles por donde discurran pequeños arroyuelos.
Quien ama demorarse en la visión del más claro y brillante
astro del cielo –el Héspero–, que le lea en voz baja
a la noche estos versos, y al manso resplandor de las estrellas,
o a la luna, si ésta inició una vez más su cacería.
Quien estos gustos tiene y se inclina a menudo
a buscar las razones del llanto o de la risa
encontrará al instante un lugar de su agrado
–para el alma un refugio–, y se encaminará
a las sendas del bosque en que los pinos dejan caer sus piñas
y el petirrojo salta y desprendidas hojas se marchitan.

***

AL GATO DE LA SEÑORA REYNOLDS

HAS pasado ya, gato, el climaterio;
en tantos años, ¿cuántos ratones, cuántas ratas
destruiste? ¿Cuántos bocados tú robaste? Mírame
con esas verdes, luminosas, lánguidas hendiduras, y aguza
esas orejas aterciopeladas –mas te ruego no claves
en mí tus escondidas uñas–, y lanza al aire
tu ligero maullido, y cuéntame tus duelos
con peces y ratones y ratas y polluelos fragilísimos.
No bajes la mirada, ni lamas esas delicadas patas.
A pesar de tu asma jadeante, a pesar
de que el extremo de tu cola está pelado, aunque los puños
de bastantes criadas ya te dieron bastante,
tienes aún tan suave tu pelaje como cuando saltabas
en tus tiempos las tapias con cristales de botellas.

***

‘AZUL ES EL CIELO DE LA VIDA’

En respuesta a un soneto que termina así:

Los ojos negros son más deseados
que los que imitan mal las flores del jacinto.

J. H. Reynolds

AZUL es en el cielo la vida: azul el reino
de Cintia, azul la inmensa mansión que habita el sol,
azul el campamento del Héspero y azul su comitiva,
y el alma de las nubes, ya sean grises, ocres o doradas.
Azul es en el agua la vida. Los océanos
y todas sus corrientes vasallas. Que los lagos, infinitos,
pueden rabiar, echar espuma y agitarse, pero no
pueden calmarse sin recuperar su azul originario.
El azul es pariente cercano de ese verde de los bosques
y se empareja siempre con el verde de la flores más bellas
–nomeolvides, campánula y violeta, esa reina
del secreto–. Qué fuerza tan extraña
tienes cuando eres una mera sombra. Pero qué enorme cuando
dos ojos te dan cuerpo y allí por suerte vives.

***

‘OH, TÚ QUE HAS SOPORTADO SOBRE TU ROSTRO EL VIENTO DEL INVIERNO’.

OH, tú que has soportado sobre tu rostro el viento del invierno,
que has visto con tus ojos nubes de nieve en niebla suspendidas
y las oscuras copas de los olmos entre estrellas heladas,
la primavera para ti será un tiempo de cosecha.
Oh, tú que como único libro has tenido el de la sola luz
de la suprema oscuridad, con la que alimentabas
cada noche tu alma, cuando el día se iba,
la primavera para ti será un triple amanecer.
No ansíes más saberes. Yo no tengo ninguno,
y brota natural mi canción al calor del entusiasmo.
No ansíes más saberes. Yo no tengo ninguno,
y la tarde me escucha a pesar de ello. Aquel que se entristece
al pensar en su propia ociosidad, no puede estar ocioso
y está despierto quien se cree dormido.

***

A JAMES RICE

¡OH, si pudiese ser una semana un siglo! ¡Sentiríamos
despedidas y cálidos reencuentros semana tras semana!
Entonces cada año mil serían,
siempre con un rubor de eterna bienvenida en nuestros rostros.
Así una larga vida en un no largo tiempo viviríamos
y se aniquilaría el tiempo mismo,
y así un viaje de un día, en medio de la niebla del olvido,
para hacernos felices, se alargaría, se dilataría.
¡Oh llegar de la India, cada lunes, al alba!
¡Desembarcar los martes volviendo del Levante!
¡Ceñir en un instante multitudes de dichas
y mantener las almas en un eterno gozo!
La mañana de hoy y la tarde de ayer, amigo, me enseñaron
a abrigar tan felices pensamientos.

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Autor: John Keats. Título: Belleza y verdad. Traducción: Lorenzo Oliván. Editorial: Pre-Textos. Venta: Todos tus libros.

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Rafael
2 meses hace

Hermosos versos. Una gran poeta Keats.

Francisco
Francisco
1 mes hace

Magnífica traducción la de Lorenzo Oliván.