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5 poemas de ‘La vida que hubo en Marte’, de José Manuel García Gil

5 poemas de ‘La vida que hubo en Marte’, de José Manuel García Gil

La dialéctica entre la memoria íntima y un presente que se antoja, todavía, el reino de lo posible articula La vida que hubo en Marte, el nuevo poemario del gaditano José Manuel García Gil. Una poesía de lo cotidiano que no renuncia al asombro, hecha de lecturas y fetiches, fotografías borrosas y deseos pospuestos, pero sobre todo en una voz de plena madurez que se empeña en seguir nombrando el mundo como un modo de salvarse en medio de la tormenta. 

Zenda adelanta cinco poemas del libro.

***

MI VIEJA CHAPA

«El fantasma crece bajo
la mano de quien escribe».

Kafka

Tenía mi vieja chapa
la indeclinable facultad de tomar
sin salirse nunca la primera curva.
Desde ahí, bien colocada, era
todo más fácil para lograr
destacarse de sus perseguidores
y enfilar la última recta
con una considerable ventaja.
Había encontrado en esa habilidad
una manera de ganar a todas mis derrotas:
en el fútbol, en las canicas, en el amor primero,
segundo, tercero y cuarto.
Claro que todo eso era en el principio
cuando teníamos calle y tiempo
para robarle a la vida. Ahora
mi vieja chapa descansa el sueño gris
de las cosas muertas y todas
aquellas victorias infantiles son hoy
ilegibles bajo el grueso cristal
de esta única e inevitable derrota.

***

REENCARNACIÓN

En una mosca de la fruta

o en una hormiga. Creo

que en sus cuerpos minúsculos

hallaré mejor cobijo a mi espíritu

una vez abandonado este cuerpo.

Reencarnarme en otro hombre

o en otra mujer, en un animal

complejo, requiere un aprendizaje,

duradero y costoso,

para el que ya no estaré disponible.

En cambio,

en tan insignificante organismo,

volver me permitiría incordiar

la mano estancada de los poetas,

distraer el sueño de amantes,

de enfermos y lunáticos, crear

confusión en el pentagrama

y en la tipografía, entorpecer

besos, posar mis patas en arrugas

y cicatrices, observar muy de cerca

cómo cambia cada año

la cara de mis hijos.

Alguien cercano a mí

debe haber pensado lo mismo

y junto a mi nariz revolotea

o avanza por el borde del lavabo

mientras me afeito.

Lo aplasto con furia y regresa al rato

reencarnado en esa misma especie.

Para molestar o para decirme

que me espera, que volveremos

a encontrarnos en esa otra vida

de la transmigración

grotescos, vulgares y diminutos.

***

AMO CON LOCURA

Amo con locura
la tierra plana,
el capítulo 156 de Rayuela,
la segunda parte de Casablanca,
la tercera del ingenioso hidalgo
don Quijote de la Mancha.
Amo con locura
la danza de los siete velos
de Tangerine Dream,
la trompeta de Keith Jarrett,
a Johnny Cash y su ukelele.
Amo con locura
las gafas de Polifemo,
la sesión de fotos titulada
un día en la vida
de Jerome David Salinger,
la primera versión de El maestro
y Margarita, el final feliz
de Madame Bovary,
de Palmeras Salvajes,
de Crimen y castigo.
Amo con locura,
no lo he mencionado,
las palabras que usan las medusas
para cortejar a las bolsas de plástico,
la sota de corazones
en un repóquer de ases,
la eternidad, la mujer invisible,
el gato en el agua,
las golondrinas en invierno.

***

HUELLAS

He sido

la niebla de un ciego en la cuarta cruzada,

frente a la mezquita gótica de Arap, en Estambul,

el puño de aquella espada de doble filo sobre el cuello

ligero de Ana Bolena

el 19 de mayo de 1536.

He sido

prisionero en el fondo de un pozo de la abadía de Telema

en la margen sur del Loira, el infierno en Rávena,

una guitarra azul en Hartford, manzana de ajenjo

en el Edén del Harar y la Abisinia, Holofernes decapitado

a manos de una vengadora Judith

en la pintura del Caravaggio.

He sido

cautivo en el castillo de Zenda, libre en Balvanera,

gran eunuco en Teherán, un indio desheredado

en la cuenca del Amazonas, un animal que solo existió

durante tres semanas en el siglo XVI y antes,

mucho antes, Sargón de Akad para servirles, náufrago

en la isla de Thule en los mares del Norte,

testigo del asalto a la Rochela

de los Tres Mosqueteros.

He sido

un dandi en el palacio del fétido minotauro,

el príncipe Valiente huyendo con la daga entre los dientes

de una mazmorra en la fortaleza de Ulfrún, el capitán Nemo

arrancándole a un pulpo sus tres corazones

sobre la cubierta del Nautilus.

He sido

surfista en una ola de Hokusai, hereje en Occitania

y, al tiempo, uno de los arduos alumnos

de la Orden del Amanecer Dorado,

y mucho después superviviente del vuelo 815 de Oceanic Airlines,

pasajero en sueño criogénico del carguero

USCSS Nostromo de Thedus a la Tierra.

Soy el fruto

de una ráfaga de viento procedente de pasar mil páginas a la vez,

las piezas solitarias de un dibujo

que existía ya antes de empezar con esto.

De un dibujo

que en mi memoria va

irremediablemente descomponiéndose.

***

EN RESUMIDAS CUENTAS

«Brillo por mi ausencia».

Juan Vicente Piqueras

A mi edad ya no hay donde dejar razón,

ni consejo,

ni esperanza,

en esta selvática consigna donde los años

se amontonan hasta confundirse,

unos con otros, hostiles y mareantes.

No más actos de fe entre el día y la noche,

nada de palmadas pensativas.

Me asistirán más sueños que ideas

ahora que, según se dice, me concierne

el don de la sabiduría.

Mas me aparto de las admoniciones y de sus grados,

de las lentas maquinarias de la experiencia y dejo

a la sombra pautas frágiles, lecciones

de regresiva credibilidad en el casillero.

Hablo ya desde las cosas, entiéndase.

La fuente de las palabras se secó

y al espejo empiezo a no caerle simpático.

—————————————

Autor: José Manuel García Gil. Título: La vida que hubo en Marte. Editorial: Renacimiento. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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