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5 poemas de Santiago Vizcaíno

Santiago Vizcaíno es un poeta, narrador, editor y gestor cultural nacido en Quito, Ecuador, en 1982. Recibió en 2008 el Premio Nacional de Literatura del Ministerio de Cultura del Ecuador en poesía y ensayo. En 2011 recibió el Premio Pichincha de Poesía. Ha participado en encuentros de literatura y ferias del libro en una docena de países. En 2018 fue ganador de la convocatoria del Sistema Nacional de Fondos Concursables del Ministerio de Cultura por su novela Taco bajo, publicada por La Caída en 2019. Dirige el Centro de Publicaciones de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y en 2020 y 2021 fue curador de la Feria Internacional del  Libro de Quito. Fue jurado del Premio Casa de las Américas, Cuba, 2022.

***

Torpe gacela la palabra muerte

A mi padre

Es espantoso tu silencio.
mar o viento alocados por la música desnuda.
si hubieras dicho: tomare la noche / será polvo.
pero el mensaje decía: papa ha muerto, papa ha muerto.
fue el dolor violento del corte,
el rayo incrustado en el cráneo,
la pólvora cruel que explota en la memoria.
no dijiste: iré a palpar el aire, a jugar con el margen.
tu territorio ya no es mío / tu cuerpo es lava.
tengo ahora el frio de la sombra,
tengo ahora el temblor del día.
si hubieras dicho: tiéndeme la mano,
la mía estará sepulta.
sin embargo, te escucho,
tu risa es un avispero en el pecho.
dos cosas me significan:
la paz de tu rostro nunca imaginado
y el brillo de la estela de tu paso.
torpe gacela la palabra muerte.
turbia mirada la del abismo inesperado.
si hubieras dicho: me voy a poblar la arena, a regar el
llanto.
¡tirita, imposible,
dios, tirita!,
no separes la voz padre de la voz hijo.
dadme tu espantoso silencio para hacerlo añicos.

***

Hay cenizas

A Néstor Perlongher

Hay cenizas que vuelan en el trópico.
Hay cenizas que se deshacen con un simple
aleteo.
Hay cenizas que se disipan en el abismo como
el aliento.
Hay cenizas que se pierden en el torbellino de
un exceso de frío.
Hay cenizas que se tocan entre dos cuerpos que
se amaron.
Hay cenizas que caben en el hoyo de tu mano.
Hay cenizas que tienes que olvidar
y enterrar en la nieve
como el cadáver de un venado.
Hay cenizas bajo tu cuerpo.
Sobre todo, hay cenizas.
En la noche, hay cenizas.
En la devastación, hay cenizas.
En el tronco carbonizado del almendro,
hay cenizas.
Donde busques,
como una forma de reconciliación,
hay cenizas.
Es una fórmula concurrida la repetición
como es una fórmula la metáfora
cada vez que dices: hay cenizas.
Es porque hay cenizas.
Cuando todo lo palpable se haga soplo,
entonces habrá cenizas.
Y si escribes algo que merme la posibilidad de
la angustia,
no habrá luna que te alumbre.
Habrá solo pasado,
porque todo aquello que significó
será ceniza.

***

Bosque de algarrobos

Las nubes se han ido.
Entonces veo cómo la tórtola
se hunde en el aire
y su pecho se ve blanco
a través de la mañana diáfana.
Detrás,
la montaña seca
se divide y asciende.
Cientos de algarrobos se mecen suavemente
en una danza desértica.
Ayer,
ha llovido al fin:
lágrimas sobre el cascajo inerte.
Solo queda el petricor,
el caracol que se despierta.
¡Oh, negra posibilidad de la nostalgia!
No busques criaturas entre la niebla.
No busques más sombras entre la arena.
Si algo parece mirarte a través
de la copa de un árbol,
no es como tú.
Ni siquiera tu angustia que flota en este lago
de arena.

***

[castigo]

No, mamá, grité, y el agua se me introducía por
la nariz
y no escuchaba sino el silencio moribundo de la
ondas
sobrevolando lo inútil.
no, mamá, grité, y el cuerpo se helaba como una
lengua cortada,
como una mano crispada, como el
rictus del silencio,
como la cola de un perro, como una
lagartija con miedo.
no, mamá, grité, y el pelo se ensanchaba sobre
el agua y se esparcía
a través de la superficie,
y entonces tu mano empujaba hasta el fondo
y entonces todo se nublaba.
no, mamá, devuélveme el aire, la torpeza, el
juego,
la posibilidad del llanto,
la virtud de la inocencia.
no, mamá, el tanque no, el agua no,
soy un niño de tres años,
piensa, estamos solos,
soy un pez que sangra por la nariz,
soy un malcriado títere,
soy un trozo de carne viva,
soy el tragaluz de tu desdicha.
aquí yazgo, mamá, esto no es un epitafio,
la luz bajo el agua no es una señal,
mis pies desnudos resbalan hasta la quietud,
no sé nadar,
no sé llorar sin respirar,
no sé pedir perdón
porque no tengo culpa
de haber nacido.

***

Ausencia

A José Fernando

No espero. Nunca espero pero espero: Tu cuerpo
menudo y tibio. Tu sonrisa como un faro. Tu mano
que me toma como a un asidero. Tu manera de
decirme padre. Tu piel tan blanca como espuma.
Ya no tengo rabia ni se forma un agujero adentro,
muy adentro, como apretando el músculo del
llanto. Ya solo recuerdos de juegos y risas que se
tornan nubes, sombras de lejanos besos. Cuando
vuelva a verte, habrás crecido como hierba nueva,
como tronco duro y sólido, como tallo, como raíz
de árbol. No se puede justificar la ausencia. Pero es
posible que el silencio que nos une, que grita como
un venado solitario, que llena mi casa de dolor,
haga de nosotros dos ramas que se entrelazan.
Recuerdas cuando me preguntabas por qué los
libros, papá, por qué tantos libros en casa como
cuadros para mirar. Yo te decía que los libros eran
maneras de escapar, maneras de no estar solo. No
sé si lo entendiste. Tenías apenas 7 años. Solo me
miraste con esa extrañeza tuya que decía que todo
tu futuro estaría poblado de mar. Siempre lo supe.
Supe que quería un hijo del mar, que el mar te iba
a transformar en un hombre. Ojalá entiendas, hijo
mío, que el mar es también un deseo de todos lo
hombres. Y ojalá algún día te pueda enseñar lo
que el mar significa, lo que cada sirena guarda y es
insoportable. Verás el mar todos los días, eso me
reconforta. Un hombre no se puede cansar del mar.
Las ciudades son horribles y convierten a las gentes
en miserables zombies. Pero tú tendrás el mar todos
los días. Yo seguiré extrañándote. Pensaré que cada
día, cuando salgas del colegio, mirarás el mar y
pensarás en tu padre, lleno de libros y angustias.
Menos solo, cada día menos solo, cada noche,
menos solo, pero pensando en ti, en tu cuerpo
menudo creciendo y haciéndose fuerte, muy fuerte,
como el silencio de las sirenas.

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Cándida Rodriguez
Cándida Rodriguez
1 año hace

[castigo], anuló mi agrado, pero conservo la admiración y el respeto. Gracias