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En agosto nos vemos, la novela póstuma de Gabo

En agosto nos vemos, la novela póstuma de Gabo

Era inevitable esta expectación. En la pantalla del ordenador nos reuníamos a este lado y al otro del Atlántico casi un centenar de periodistas, convocados a la rueda de prensa más singular y esperada del año: la presentación de la obra póstuma de Gabriel García Márquez. Abría este encuentro el director del Instituto Cervantes, el poeta Luís García Montero, que recordaba el nombre verdadero de Gabo: Gabriel José de la Concordia, y aludiendo a la metáfora del apellido establecía el papel de unión feliz en la obra literaria del autor entre realidad y sentimientos. En el centro de la pantalla, sobre el fondo verde gaugueniano de la portada de la novela, el escenario del Cervantes de Madrid acogía a la directora general de Alfaguara y responsable de esta edición, Pilar Reyes, acompañada de uno de los hijos del escritor, Gonzalo. Al otro lado de la pantalla, pero a miles de kilómetros de distancia, el hijo mayor de García Márquez, Rodrigo, completaba el equipo visible que ha dado luz a esta última novela del Nobel: “Además del valor literario, este libro posee un valor añadido que es el intento de un escritor, sobre la enfermedad, el olvido impuesto y la vejez, de escribir; escribir sobre viento y marea”, afirmaba.

Tomaba entonces la palabra el hijo del novelista: “No está totalmente terminado por Gabo ni tan pulido como sus más grandes libros, pero definitivamente tiene muchas de sus características: prosa preciosa, el conocimiento del ser humano, el poder de descripción, la creación de un personaje. Y además nos gustaba mucho que fuera este personaje femenino, una historia tan feminista”.

"La pérdida de memoria que sufrió en sus últimos tiempos García Márquez no le permitía encajar todas las piezas y correcciones"

La historia de esta novela comienza, explica su hijo, un 18 de marzo de 1999 cuando se supo que García Márquez trabajaba en un nuevo libro que al principio se había planteado como cinco relatos autónomos con una misma protagonista: Ana Magdalena Bach. En el desarrollo y buen fin de esta historia tuvo mucho que ver, como en otras novelas del escritor, la agente literaria y amiga de la familia, Carmen Balcells, que informó al editor de García Márquez, Cristóbal Pera, de que éste tenía una novela inédita a la que no encontraba el final y le pidió que le animara a terminarla. Según relata el propio Pera en el prefacio de la novela, la pérdida de memoria que sufrió en sus últimos tiempos García Márquez no le permitía encajar todas las piezas y correcciones y la revisión del texto fue la mejor forma de ocupar sus días haciendo lo que más le gustaba.

EFE/ J P Gandul.

Gonzalo y Rodrigo, los hijos del novelista, plantearon que quizá la falta de facultades que el escritor padecía le impidieron darse cuenta de lo correcto, lo hermoso y lo valioso de este libro. Por eso, y a pesar de que Gabo dijo: “este libro no sirve, hay que destruirlo”, sus hijos, leyéndolo una vez más años después de su muerte, descubrieron en esta historia lo más sobresaliente de la obra de su padre; su capacidad de invención y su poesía pero, sobre todo, algo insólito en toda la obra del escritor colombiano: la mujer como verdadera, única protagonista de la historia. Una mujer madura que reencuentra, analiza o explora la sexualidad y el deseo cuando, en el viaje que realiza cada mes de agosto a la isla donde está enterrada su madre, descubre cómo puede convertirse en una persona distinta una noche al año.

"Una novela dentro de otra, girando en la narrativa de una espiral de realidad mágica: la de un escritor que escribe y publica desde el otro lado del tiempo"

La editora asegura, ante algunas de las preguntas de los periodistas, que en la novela que sale ahora publicada “no se ha hecho un trabajo de edición hasta el punto de tener que agregar frases”, ya que, aunque la historia podía estar “si acaso un poco dispersa, se hallaba completa”. Insiste en que Cristóbal Pera ha realizado “un trabajo de arqueología; de recolectar y ordenar fragmentos”. Él mismo ha dicho que su trabajo se ha limitado a la corroboración de datos; “el tipo de trabajo que hace cualquier editor con cualquier escritor” y que, gracias a esta publicación, la obra de Gabriel García Márquez está completa, de principio a fin, en la vida y en la muerte. Como si se tratase de una novela dentro de otra, girando en la narrativa de una espiral de realidad mágica: la de un escritor que escribe y publica desde el otro lado del tiempo. “Finalmente, los lectores decidirán si nosotros, los hijos, se equivocaron o no”, concluyen, y así, con esa responsabilidad para los que allí escuchábamos y los que hemos leído o leeremos En agosto nos vemos, se cierra la rueda de prensa.

Desde el miércoles 6 de marzo, esta historia emocionante, tropical y póstuma está a disposición de quien quiera reencontrarse con las palabras del Nobel.

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Mario Raimundo Caimacán
Mario Raimundo Caimacán
20 ddís hace

Quiera Dios que no sea otra decepción como su última novela en vida, «Memorias de mis putas tristes» que compré en Costromo recién salida a la venta (2004), a un precio alto en esa época, y me decepcionó. Creo que dicha novelita intrascendente, como otras que escribió en los últimos tiempos el famoso escritor, solo fue escrita para cumplir con las exigencias contractuales con sus editores. La escribió como una obligación burocrática y sin ninguna inspiración. «Cien Años de Soledad», la gran obra maestra de la novela en español del siglo XX, casi le secó la imaginación, porque después de «El Otoño del Patriarca» (inspirada en el Dictador Juan Vicente Gómez, quien tiranizó a su país casi tanto tiempo como Franco a España) lo demás es una lluvia de hastío.
Vargas Llosa siempre escribió buenas novelas, algunas extraordinarias, aunque ninguna logró la genialidad de «Cien Años de Soledad» y así es el mundo: Cervantes escribió dos novelas que cambiaron la literatura: El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha (1605) y El Ingenioso Caballero Don Quijote de la Mancha (1615), James Joyce escribió «Ulises» (1922) y García Márquez escribió «Cien Años de Soledad» (1967), y el resto de su obra, quizás con excepción de «El Otoño del Patriarca», seguramente será olvidada y solo los especialistas la conocerán en el futuro.
Casi olvido decir que la novelita «Memorias de mis putas tristes» de García Márquez y publicada en 2004 (su última novela) pretende ser un homenaje a la novela corta «La casa de las bellas durmientes» (1968) del escritor japonés y Premio Nobel de Literatura de 1968, Yasunari Kawabata (1899-1972), obra traducida al español en 1978. Cuando García Márquez escribió su novelita «homenaje» ya la obra original del escritor japonés no sólo tenía casi tres décadas traducida a nuestro idioma, también contaba con tres adaptaciones al cine y una adaptación al teatro. Quizá ésto determinó que García Márquez incorporara en el texto de su «novelita homenaje» una clara referencia a «La Casa de las Bellas Durmientes» (1961), quizás para que no lo acusaran de plagio, en todo caso su «homenaje» fracasó y sí intentó causar escándalo como el sobrevalorado Vladimir Nabokov con «su Lolita» también fracasó. Casualmente desde 2004, año de publicación de «Memorias de mis putas tristes», la reescritura garciamarquiana de «La Casa de las Bellas Durmientes» (1961) del Nobel japonés Yasanury Kawabata (suicida en 1972) muchos tienen la convicción que Vladimir Nabokov plagió «Lolita» del cuento «Lolita» publicado en 1916, durante la Primera Guerra Mundial (en la su colección de cuentos «La Maldita Gioconda»), por el escritor alemán Heinz Von Eschwege, fallecido en 1952, tres años antes de la publicación de «su Lolita» por el deslenguado Nabokov, quien escribió pestes y disparates contra El Quijote y Miguel de Cervantes porque nunca entendió la genial novela que le abrió las puertas a todos los novelistas del mundo moderno desde el siglo XVII. Quizás Nabokov atacó inconscientemente (!Sabrá Freud!) todo lo español porque el autor original de «Lolita», el alemán Heinz Von Eschwege, ambientó su cuento en España y de allí el nombre «Lolita», que suena tan falso, engañoso y fuera de lugar en el mundo anglosajón del plagiario Vladimir Nabokov, quien desarrolló una oda en prosa a los pedófilos. El camino entre «los homenajes» y el plagio es un terreno empantanado.
Finalmente, “Memorias de mis putas tristes” pretendió escandalizar y ya antes García Márquez lo intentó, al estilo “Nabokov y Lolita” con su novela de 1994 “Del Amor y Otros Demonios” (una variación de “Lolita”), con una niña heroína de 12 años que desató la pasión pedófila de un cura en Cartagena de Indias, Colombia, en la época colonial.
Así pues García Márquez es un ejemplo del genio literario que pierde su inspiración pero ni las editoriales ni sus herederos dejan de exprimirle el jugo y buscar las pesetas (anacronismo mío, ahora euros y dólares), aunque el propio García Márquez consideró su texto no digno de ser publicado. Con permiso del genial Francisco de Quevedo, Poeta Predilecto de Costromo: !Poderoso Caballero es Don Dinero!