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Los niños tontos, de Ana María Matute

Los niños tontos, de Ana María Matute

A finales de los años 50, Ana María Matute reunió veintiún cuentos que retrataban con una belleza desgarradora la infancia durante la posguerra. La propia autora advirtió de que no era un libro para niños, sino sobre niños. Destino lanza una edición conmemorativa a la que añade dos relatos hasta la fecha inéditos: “El ahogadito” y “El niño tonto”.

En Zenda reproducimos el prólogo que María Paz Ortuño ha escrito para esta edición especial de Los niños tontos (Destino), de Ana María Matute.

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Los niños tontos fue el primer libro que leí de Ana María Matute y el que me abrió un mundo literario nuevo. Hasta entonces, y como ávida lectora que era, había devorado todo lo que caía en mis manos: Verne, Louisa May Alcott, las Brontë, Walter Scott, Dickens (siempre mi preferido) y algún que otro autor más, como la condesa de Ségur (a la que la pequeña Ana María había leído también). Todos ellos estaban muertos, y yo, que no tenía más de nueve o diez años, pensaba que los autores eran gente del pasado que había escrito estupendos libros, pero que ninguno de ellos vivía —como si para ser escritor hubiera que morir—. Hasta que un verano cayó en mis manos Los niños tontos. La autora estaba viva y escribía de una manera di ferente. Cuando lo acabé, me dejó tal impresión de belleza e impotencia que no podía dejar de pensar en esos pobres niños. Aunque tengo que reconocer que algunos no los entendí (no era un libro para niños, como repetía una y otra vez Ana María). Pero lo cierto es que esos niños ton tos se quedaron para siempre en mi corazón. Y la Matute pasó a estar, en mi mundo, en lo más alto del Olimpo.

Pero en el mundo real la Matute ya estaba en lo más alto. En esa época, finales de los se senta, había escrito la mayoría de sus novelas y relatos y había recibido los más importantes premios literarios (Café Gijón, Planeta, Nadal, el de la Crítica de Narrativa, Nacional de Li teratura, Fastenrath, etc.). Era la escritora más reconocida por la crítica y por un lector siempre fiel. Esa repercusión se notó pronto también en el extranjero: sus obras empezaron a traducirse en numerosos países (veintitrés idiomas en esa época) y era invitada a los principales congresos internacionales (estuvo varias veces nominada al Premio Nobel). Todo esto yo lo descubrí mucho más tarde, entonces solo conocía Los niños tontos y buscaba ansiosa otros libros.

"Ana María fue pionera en este género, en el que la esencia del cuento se lleva a su mínima expresión"

¿Qué importancia tiene este libro en la obra de Matute? Para empezar, es un libro de «relatos», y los relatos ocupan una gran parte de su actividad creativa. El grueso de su producción, que se concentra en las décadas de 1950 y 1960, va alternando la publicación de novelas con la de cuentos, con los que entró en la lista de los mejores cuentistas de la literatura española. Siempre le gustó escribir cuentos. Su universo literario se había formado escuchando los que les contaban la tata Anastasia y la cocinera Isabel y leyendo aquellos maravillosos libros de cuentos de hadas, con sus cubiertas rojo y oro, que su padre le había regalado de pequeña y que la acompañaron siempre (Andersen, Perrault, los hermanos Grimm, Peter Pan, etc.). Con ellos se quedaba extasiada también contemplando los excelentes dibujos de Arthur Rackham, al que luego con gran maestría imitaba. Las palabras y los dibujos estuvieron siempre presentes para expresar su mundo literario. Matute no dejó nunca de escribir y de dibujar.

Ana María había compuesto cuentos desde muy pequeña (de hecho, se conservan relatos escritos e ilustrados por ella a los cinco años). Y un cuento fue también lo primero que vio publicado. Lo que siempre había anhelado, ver sus nombres en letras de imprenta, se cumplió a finales de mayo de 1947 cuando el semanario Destino incluyó entre sus páginas «El chico de al lado»; a partir de esa fecha llegaron muchos otros. Empezó a escribir con regularidad para esa revista, y posteriormente también para Garbo, relatos y artículos. La mayoría de ellos se recogieron después en forma de libro (de ahí salieron El tiempo [1957], Historias de la Artámila [1961], El arrepentido y otras narraciones [1967] y otros). Los niños tontos fue su primer libro de relatos, pero la diferencia con relación a esos otros cuentos es que lo escribió como una unidad. Un conjunto muy pensado. Y en un género inédito en aquella época. Son relatos cortos, algunos de no más de media página (lo que hoy llamaríamos microrrelatos). Fue, pues, Ana María pionera en este género, en el que la esencia del cuento se lleva a su mínima expresión. Ella definía el cuento como una naranja: redonda y llena de jugo. Y así son cada uno de sus relatos.

"La extrañeza, como hemos dicho, de la crítica ante este libro y el hecho de que los protagonistas fueran niños hizo que se consideraran cuentos infantiles"

Pero cuando aparecieron Los niños tontos, la crítica no sabía dónde clasificarlos, ¿eran cuentos, poemas en prosa, semblanzas poéticas? «Sí, tienen mucho de poemas —contaba Ana María—, pero no lo son. Cuentos tampoco; son ¡niños tontos! No se les puede llamar de otra manera. Yo decía: “Voy a escribir un niño tonto” mientras estaba esperando en el dentista, en el médico, aguardando a mi marido en un bar. De esas esperas iban surgiendo esos niños ton tos, que de tontos no tenían ni un pelo». Eran niños marginales que por su fealdad, ineptitud, miedo o diferencia no eran como los demás y se los consideraba tontos.

La extrañeza, como hemos dicho, de la crítica ante este libro y el hecho de que los protagonistas fueran niños hizo que se consideraran cuentos infantiles. Esto era algo que molestaba mucho a la autora, y en una de las ediciones ilustradas mandó poner una faja que rezaba: ¡ESTE NO ES UN LIBRO PARA NIÑOS!, para que nadie se llevara a engaño.

La edición que ahora se presenta tiene algo muy valioso: material inédito. Por primera vez des de la publicación de su última novela vamos a poder leer unos relatos nuevos de Matute, una excelente manera de conmemorar el centenario del nacimiento de la escritora, que se celebra este año 2025.

"Ana María no quiso escribir nunca más ningún niño tonto, decía que el conjunto estaba completo"

Pero ¿por qué no se incluyeron estos relatos en la primera edición?, ¿de dónde han salido? La historia comienza con la censura. Antes de la publicación, este libro, como todos en aquella época, tuvo que someterse al informe de la censura. El 1 de diciembre de 1956 se presentaron las pruebas de imprenta: los veintidós relatos que componían el conjunto. Se realizó un primer informe no muy positivo: «Poemas en prosa muy bien escritos; es lástima que en la mayoría de ellos impere el “tremendismo” aplicado a los niños. Son ver daderas pesadillas», o sea, que eran «impropios de niños» (poco había entendido la censora, porque el libro era para adultos). Uno de los relatos, «El niño que era amigo del demonio», se tachó sin más por las connotaciones que podía tener. Como cuenta Francisca Montiel (en un monográfico de la revista Ínsula), hubo un segundo informe, una semana después, más favorable, pero para evitar problemas con la censura (ya los había tenido con Luciérnagas, que no obtuvo el permiso para su publicación, y se publicó con otro nombre y totalmente mutilada) se eliminó un cuento, «El ahogadito», por «inconveniente para los niños que pueden sentir deseos de imitarle». El libro vio la luz con veintiún relatos en la editorial Arión (como primer título de la colección La Realidad y el Sueño) de Madrid ese mismo mes de diciembre de 1956. Iba ilustra do con dibujos del director de cine Miguel Lluch, que tampoco gustaron a la censura (los consideraron «de muy mal gusto»).

De esta manera, la edición actual se compone, por primera vez, de veintitrés relatos: los veintidós iniciales que se enviaron a la censura (es decir, se recupera «El ahogadito» en la posición en que Matute lo incluyó) y uno que la autora había dado a conocer en la revista Índice de las Artes y de las Letras en mayo de 1953. Toda una primicia de lo que sería tres años después el conjunto de los relatos. En Índice aparecieron tres cuentos bajo el título «Tres historias de niños tontos» («El negrito de los ojos azules», «El otro niño tonto» y «El niño que encontró un violín en el granero»); el primero y el tercero se incluyeron en todas las ediciones, pero el segundo no volvió a publicarse hasta hoy.

Ana María no quiso escribir nunca más ningún niño tonto, decía que el conjunto estaba completo. Aunque sí que desarrolló alguno de ellos en cuentos más largos, por ejemplo, «El corderito pascual» se convirtió en «El amigo» y se incluyó en El tiempo (1957).

"Tienen estos cuentos un denominador común: el mundo de la infancia no es un mundo feliz"

La mayoría de los cuentos lleva las palabras niño o niña en el título. Ninguno de los protagonistas (salvo Zum-Zum, de «El niño que encontró un violín en el granero») tiene nombre. Lo que ocurre no le pasa a un niño en particular, sino que representa toda una galería de niños y de niñas especiales, sin nombre, sin un lugar o tiempo concreto, que por una u otra causa se ven rechazados o abandonados, o se marginan a sí mismos. A veces por defectos físicos («La niña fea», «El negrito de los ojos azules», que es ciego, «El jorobadito»), por celos («El niño de los hornos»), por enfermedad («El árbol», «El mar»), por estar metidos en su propio mundo («El incendio», «La sed y el niño»). A ve ces porque se les rompen las ilusiones («El año que no llegó», «El niño del cazador»), o están discriminados por extracción social («El hijo de la lavandera», el dickensiano niño de «El escaparate de la pastelería»), por ser diferentes («El otro niño»), porque son el objetivo de la crueldad de la gente («El niño que no sabía ju gar») o porque, sin más, han perdido la infancia («La niña que no estaba en ninguna parte», «El niño al que se le murió el amigo»). Tienen estos cuentos un denominador común: el mundo de la infancia no es un mundo feliz; y son, como toda su obra, atemporales: la situación no ha cambiado demasiado, porque hoy en día se sigue marginando, acosando o rechazando al que no es como nosotros.

La infancia es lo que mejor ha sabido transmitir Matute. A través de la mirada del niño y del adolescente, náufrago entre dos mundos, nos descubre esa etapa «que dura más que la vida», porque Ana María siempre estuvo dotada para conmover y despertar los sentimientos más adormecidos. Es cierto que todos estos cuentos están llenos de lirismo, a veces juega con las sensaciones (colores, olores, cambios en la naturaleza), pero esa poesía se conjuga con la dureza. La belleza, la ternura se transforman en muerte, amargura. Desilusión. Como si para disfrutar de ese lirismo hubiera que pagar un alto precio. Ninguno de los relatos deja indiferente, se siente la emoción, la compasión, pero también la rabia ante la crueldad, la impotencia ante la injusticia o la incomprensión. Esos niños tontos son toda una galería de niños marginales, buenos, crueles, enfermos…, que por una u otra causa se ven rechazados, abandonados. Solos.

Espero que tras la lectura de este libro algún niño tonto les robe el corazón.

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Autora: Ana María Matute. Título: Los niños tontos. Editorial: Destino. Venta: Todostuslibros.

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