La brainrot italiana es un fenómeno viral compuesto por memes delirantes que combinan humor absurdo, personajes imposibles creados con inteligencia artificial y una estética surrealista llena de efectos inesperados. Surgido principalmente en TikTok e Instagram, este movimiento ha conquistado rápidamente a miles de usuarios gracias a su ingeniosa mezcla de imaginación desbordada, juego creativo y ese particular sinsentido que atrapa la atención al instante. Pero no es nada nuevo.
A este respecto, Gianni Rodari, célebre pedagogo y escritor italiano, defendía a ultranza el valor educativo de la imaginación infantil y proponía herramientas para fomentarla en su libro Gramática de la fantasía (1973). Creía que la creatividad debía cultivarse igual que la lógica: “al igual que se instruye a las personas en una lógica, debe crearse también una fantasía” que permita a los niños desarrollar originalidad y pensar fuera de “las cuatro paredes de la racionalidad”. Sus técnicas para inventar historias estimulaban a romper esquemas, jugar con palabras y situaciones imposibles, muy en línea con lo que vemos en el brainrot italiano. De hecho, podríamos decir que estos memes aplican, quizás sin saberlo, varias lecciones de Rodari para producir su magia narrativa disparatada, así como las experiencias recogidas en las escuelas de Reggio Emilia o los ejercicios de estilo de Queneau que tanto utilizamos para que maestros y profesores se vuelvan creativos:
- El binomio fantástico: Una de las herramientas estrella de Rodari es tomar dos palabras sin relación y unirlas para generar una idea nueva. “Una palabra reacciona solamente cuando encuentra una segunda que la provoca y la saca de la monotonía”, decía Rodari. Los personajes del brainrot parecen surgir de binomios imposibles: tiburón + zapas, cocodrilo + bombardero, ballerina + café… ¡Tal cual! Al forzar la unión de elementos inconexos, se dispara la imaginación hacia territorios cómicos e insospechados, igual que en los ejercicios de Rodari.
- ¿Qué pasaría si…?: Otra técnica rodariana es plantear hipótesis fantasiosas del estilo “¿qué pasaría si… los elefantes volaran?”. El brainrot es prácticamente un catálogo visual de “¿qué pasaría si un X hiciera Y?”: ¿Qué pasaría si un tiburón hablara italiano y saltara como un ninja? ¿Y si una vaca se convirtiera en planeta? (Ahí tenemos a Vaca Saturnita). Este juego de what if alimenta tanto la risa como la creatividad, invitando al público a seguir inventando situaciones.
- Juegos de palabras y sonidos: Rodari alentaba a deformar palabras o inventar términos (como “trivaca” para una vaca de tres cabezas) para obtener ideas nuevas. En el brainrot abundan nombres cacofónicos o paródicos (Chimpanzini Bananini, Prr Prr Patapim…) y trabalenguas sin sentido recitados con solemnidad cómica. Estos recursos recuerdan a las rimas infantiles o los cuentos de “errores” que Rodari usaba para demostrar el poder creativo del lenguaje maltratado. Lo que en la voz de un niño podría ser un balbuceo gracioso, aquí lo articula una IA con acento italiano, potenciando el efecto humorístico.
Son algunas, hay muchas claro. Pero específicamente, la brainrot italiana encarna esa confianza en la creatividad infantil que proclamaba Rodari, en el sentido de recuperar la capacidad de jugar colectivamente a “hacer como que” o “aprovechar los errores”. Así como un grupo de niños puede inventar en el recreo un mundo de súper héroes disparatados, los jóvenes en TikTok inventan y rolean estos personajes absurdos. La ausencia de vergüenza al imaginar tonterías es clave: Rodari sostenía que la fantasía se opone a la lógica y debe tener su espacio seguro para florecer, es necesaria.
Resulta verdaderamente alentador que las nuevas generaciones participen con entusiasmo en este divertido ejercicio del absurdo, como si Breton, Dalí y Buñuel hubiesen decidido reunirse a tomar unas cañas acompañados por el ritmo alegre de un tambor africano. Si los surrealistas apreciaban el azar y el accidente como motores creativos, en este caso son precisamente los errores técnicos —esos bugs digitales— los que se convierten en la chispa que impulsa la imaginación colectiva. Un ejemplo simpático: la voz sintética italiana a veces pronuncia mal o mezcla palabras incoherentes, generando frases sin sentido ni traducción, y eso, lejos de arruinar la narración, la hace más hilarante, muy en línea con el gusto surrealista por lo irracional
Entre los personajes más emblemáticos de esta tendencia se encuentran criaturas dignas de un sueño febril:
- Tralalero Tralalá – Un tiburón antropomorfizado con zapatillas Nike. Es el icono fundador del fenómeno y aparece corriendo y saltando al ritmo de una voz automatizada italiana.
- Bombardiro Crocodilo – Un híbrido entre cocodrilo y bombardero militar, con cabeza de reptil y cuerpo de avión de guerra. Suele representarse enfrentándose al tiburón Tralalá en combates épicos.
- Ballerina Cappuccina – Una bailarina de ballet con una taza de cappuccino por cabeza, completa con tutú y zapatillas de punta. Su mera existencia combina lo cotidiano con lo clásico para acentuar el absurdo.
- Tung Tung Tung Sahur – Un muñeco antropomórfico de madera que porta un bate de béisbol, inspirado en onomatopeyas indonesias. Aunque nació en TikTok Indonesia, ha sido adoptado por la mitología del brainrot italiano debido a su aura surreal. Ya les he dicho a mis hijos que cuando les despierto por las mañanas, como poco se hagan los ninjas y me digan las sagradas paroles: ¡Tung tung tung sahur!
Cada uno de estos personajes desafía toda lógica o coherencia, presentándose con habilidades extravagantes y apariencia imposible. Como señala la prensa, el brainrot italiano se distingue de otras modas virales precisamente por la creación de personajes completamente absurdos y fantasiosos que rompen cualquier esquema racional. Y no aparecen de forma aislada: interactúan entre sí en historias colectivas improvisadas, protagonizando batallas épicas al estilo de una saga de anime. Lo que empezó con un tiburón solitario pronto evolucionó a un universo compartido de criaturas enfrentadas. La cuestión es tal que ahora estos personajes que van ganado popularidad especialmente en las escuelas de secundaria y en sociolectos juveniles ahora se enfrentan entre ellos. Se ha creado un mundo semántico apoyado por imágenes surrealistas y dadaístas.
La clave del éxito de estos videos, además de su creatividad, está en el formato y la plataforma. Suelen ser clips cortos y repetitivos, perfectamente diseñados para la atención efímera de TikTok. En la era del scroll infinito, estas píldoras de surrealismo pop resultan altamente consumibles y virales. El público joven, particularmente la Generación Z, encuentra en ellos un entretenimiento inmediato, participativo y post-irónico que rompe con las narrativas tradicionales. El propio término brainrot (podredumbre cerebral) viene a reconocer la ridiculez consciente del contenido, a la vez que etiqueta con sorna ese placer culpable de saturarse con tonterías online. Y es aquí donde conviene dar un paso atrás y analizar sus raíces culturales: ¿en qué medida este delirio colectivo es heredero del surrealismo artístico del siglo XX y de la imaginación infantil de toda la vida?
Desde esta perspectiva, el brainrot italiano podría verse casi como un taller masivo de creatividad infantil pero potenciado por tecnología. Es la “gramática de la fantasía” aplicada fuera del aula, en las redes sociales, donde cada usuario se convierte en cuentacuentos por un rato, aportando su propio giro a un juego narrativo colectivo. La diferencia, por supuesto, es que aquí los “niños” son millones de internautas y las herramientas van más allá del papel y lápiz: hay potentes modelos de IA generando imágenes y voces al servicio del juego imaginativo.


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