Nunca he estado y no sé realmente qué comen allí o cuál es la composición del aire que respiran. Lo que sé de ellos lo he aprendido gracias a sus libros. Y sospecho que la literatura que de allí procede es la más inagotable y la que borbotea más impetuosa. Con Luciana de Luca se repite el hechizo con que no hace tanto me aturdieron Lorena Salazar Masso y Mariana Enriquez o Rulfo unos años antes, por citar algunos que me conectan con la fatalidad y la zozobra que esta autora propone. Todos ellos hacen brotar de la tierra una raíz que se te enrosca en el tobillo y te hunde en las profundidades de la experiencia lectora.
La heroína sin nombre de esta novela, una mujer contrahecha y gigantesca de mandíbula lovecraftiana, nos aboca desde el principio a un desenlace incierto pero trágico que se va urdiendo entre los juncos del río. Hija de un padre quijotesco e inútil y una madre omnisciente y tiránica, su fuerza indestructible radica en su capacidad para atravesar con su mirada el cielo, el corazón de los animales y el alma de los habitantes del pueblo, que la desprecian hasta el punto de que ni siquiera se detienen a insultarla. En un relato que avanza como una llama sobre un camino de pólvora aparecen dos mormones con sus biblias bajo el brazo y ponen patas arriba la vida agostada del pueblo. Un arrebato de brutal atracción carnal acelerará una violenta catarsis que se nos promete con la inevitabilidad del Antiguo Testamento que predican los rubios misioneros.
Lo que flota en medio del sofoco, cuando a través del polvo que nunca se asienta entrevemos la amenaza latente, es un crudo y precioso retrato de la soledad. Sin melodramas, a la autora le bastan las piedras y las ramas que encuentra a mano para armar la novela. Con esas armas De Luca va erigiendo un personaje literario descomunal, una anacoreta bendecida con una lucidez a la que ni su madre, ni su aspecto torcido, ni sus vecinos podrán privar de su emancipación definitiva. Este libro nos habla de los peligros de atreverse a experimentar un amor libérrimo y contracultural y también de la cara que adopta el miedo cuando no sabemos a qué tenerle miedo. Todos nos parecemos a los lugareños del pueblo, todos somos gentes alienadas incapaces de enfrentarnos a aquello que no sabemos definir y por tanto escapa a nuestro control. Bajo el pretexto de la ignorancia, la fealdad o el Dios nuevo que el americano usa como aldabón, subyace el terror a una clase de amor tan puro que no logramos asir. Le tenemos casi el mismo miedo a que nos quieran como a que nos repudien, quizás más a que otros nos muestren con su ejemplo nuestra inutilidad para amar. La resolución de esta batalla cultural será servida por Luca con su habitual pulso y las bíblicas maneras con las que se prodiga en esta novela.
Mientras el mundo coquetea con la aniquilación global, cuando las bombas arrasan franjas y los drones sobrevuelan la destrucción como ángeles exterminadores, merece la pena darle una oportunidad a una alternativa anticapitalista al fin de la civilización. Una pizca de la actitud de Bartleby, un cierre de piernas en el último momento y un puente de plata a la maleza que llegará para tragarnos y quizás irse a la mierda sea un acto un poco más agradable para la humanidad.
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Autora: Luciana de Luca. Título: El amor es un monstruo de Dios. Editorial: Barrett. Venta: Todos tus libros.


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