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Elogio de la curiosidad, de Mario Bunge

Elogio de la curiosidad, de Mario Bunge

Este libro recoge los artículos periodísticos que el filósofo Mario Bunge publicó a lo largo de la década de 1990. Además de sus temas habituales, el autor se adentra en los relatos de viajes y en la actualidad política.

En Zenda ofrecemos un artículo, “El macaneo”, presente en Elogio de la curiosidad (Laetoli), de Mario Bunge.

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El macaneo

En el Cono Sur, macana es sinónimo de disparate, dislate, tontería o contratiempo. Quien piensa o dice macanas es llamado macane ador.

Sin duda, todos corremos el riesgo de macanear. Pero hay macanas chicas y macanas grandes, inofensivas y nocivas. Y hay macaneadores ocasionales y sistemáticos, macaneadores simpáticos y macaneadores tenebrosos. Los profesionales, que son los únicos realmente peligrosos, trabajan en la industria de la macana y viven de ella.

Los periódicos de la India están repletos de anuncios de macaneadores profesionales, en particular astrólogos. Estos, no contentos con construir horóscopos, suelen ofrecer consejos sobre matrimonio, finanzas, trabajo y otras menudencias. Para inspirar confianza algunos de ellos exhiben sus títulos de licenciados en comercio.

Todos los pueblos en vías de desarrollo, como suele decirse eufemísticamente, son hospitalarios al macaneo. Esto se debe al bajo nivel cultural y, en particular, a la enseñanza que favorece la memorización y desalienta el pensamiento crítico.

Pero sería errado (sería una macana) creer que el Tercer Mundo es el máximo fabricante de macanas. Sólo es el máximo consumidor de macanas fabricadas en los países avanzados. Recuérdese que la cartomancia, la parapsicología, el psicoanálisis, la homeopatía, el existencialismo, la hermenéutica, el monetarismo y el posmodernismo fueron inventados en el Viejo Mundo, no en el nuevo.

Que exista la industria de la macana no es sorprendente: no es sino una variedad de la picaresca. Lo que sorprende y alarma es que esta industria crezca en lugar de decaer a medida que avanzan la ciencia y la técnica.

Aunque este parece ser un fenómeno mundial, es particular mente visible en países como Francia, EE UU, Rusia y la Argentina, que otrora se enorgullecían de su racionalismo y cientificismo.

Un buen indicador de la industria del macaneo es la lista de conferencias públicas que se imparten en una ciudad. Hace medio siglo el público de Buenos Aires asistía a conferencias serias y tenía pocas ocasiones de escuchar a macaneadores profesionales en público. La lista de conferencias científicas, técnicas o humanísticas que se ofrecían diariamente al público asombra por su número y seriedad. Más aún, se publicaban regularmente dos revistas con textos de conferencias: Conferencias (que publicó mis primeras conferenciasen 1939) y Cursos y conferencias, órgano este del Colegio Libre de Estudios Superiores, donde enseñaban los mejores especialistas.

En aquellos tiempos, la mayoría de los macaneadores profesionales se reunían en sociedades cerradas o atendían individualmente en su gabinete cobrando la consulta. Hoy día se exponen al público para ablandar las mentes y promover el negocio.

Tengo a la vista la lista de conferencias públicas anunciadas en el prestigioso periódico porteño La Nación un día de un invierno reciente. Son 29, de las cuales por lo menos 21 son, a juzgar por los títulos, macaneo puro. He aquí algunos de los títulos más llamativos: “El aura humana: ¿existe?, ¿se puede ver con técnicas de control mental?, ¿se fotografía?”, “Poltergeist”, “Relaciones con el infinito”, “Enfermedades pulmonares: tratamiento naturista”, “Bio sinergia: la ciencia de la transformación”, “¿Cuál es el misterio de la tecnología dianética?”, “Psicología-astrología holística como guías para el conocimiento de sí mismo”, “Logosofía, cómo forjar una conducta superior”, “El éxito personal a través de Júpiter y Saturno” y “La ayuda integral del yoga en el camino de la evolución”.

¿Es de extrañar que en un momento dado el hombre más poderoso del gobierno argentino fuese un delincuente apodado “El Brujo”, autor de una docena de libros sobre astrología?

¡Qué decadencia cultural! Casi todas las conferencias públicas que se impartían hace medio siglo versaban sobre física o genética, literatura o historia, problemas políticos o económicos, ingeniería o administración de empresas. Y no había negocio detrás de ellas: se impartían con deseos de enseñar o, en el peor de los casos, por vanidad, nunca para enganchar.

¿A qué se debe el florecimiento actual de la industria del macaneo? Supongo que a una conjunción de circunstancias: la de cadencia de las iglesias tradicionales, los cambios drásticos en los sistemas de valores y códigos de conducta, la incertidumbre causada por los avances técnicos y por las depresiones económicas cada vez más frecuentes, y el temor a la ciencia, que es vista a menudo como la principal causa de los problemas globales que nos aquejan.

Hasta aquí hemos tocado solamente el macaneo popular. Hay otro, quizá más peligroso: es el macaneo que se cocina en las universidades. El ejemplo más reciente de este macaneo es el movimiento llamado posmoderno. Este es un movimiento heterogéneo, que abarca tanto a la arquitectura como a las humanidades.

La arquitectura posmoderna es una reacción contra el modernismo gélido de la Bauhaus, ejemplificado por los grandes edificios de oficinas con paredes de vidrio y diseños parecidos. Independientemente de que esta reacción nos guste, el adjetivo “posmoderno” tiene sentido en arquitectura, y en este campo no es indicador de macaneo sino, acaso, de nostalgia.

El posmodernismo que se practica en las facultades de letras, en particular entre los críticos literarios y los aficionados a los estudios sociales, es otra cosa. Nadie sabe a ciencia cierta en qué consiste. Lo único claro es que se caracteriza por el llamado pensamiento débil, que se precia de ser precrítico y anticientífico. O sea, es irracional. Por lo tanto, es premoderno.

El “desconstruccionismo” es un exponente típico del posmodernismo literario. Es una construcción del crítico literario y sedicente filósofo Jacques Derrida. Este, a su vez, se inspiró en el existencialista Heidegger, famoso por su oscuridad, su odio a la razón y su militancia nazi.

Los desconstruccionistas creen que todo cuanto existe es un texto, y se ocupan de analizar textos a su manera. Según ellos, vivir es leer e interpretar textos. Cuesta trabajo imaginarlos haciendo algo útil, tal como componer una máquina, vender un libro, preparar un cocido, limpiar a un niño, barrer la acera, enseñar a sumar o hacer reír.

Estos profesores de oscuridad sostienen que, puesto que nada existe fuera de algún texto, la verdad objetiva no existe y no hay que intentar representar el mundo. Más aún, sospechan de toda teoría, no porque sepan que nuestras teorías acerca del mundo son imperfectas, sino porque creen que toda teoría es ilusoria y represiva. Así como los macarthystas veían comunistas debajo de cada cama, los desconstructivistas ven “el poder” detrás de cada idea, aunque sea matemática. Lo ven pero no prueban que esté allí.

No me pida el lector que explique en qué consiste desconstruir un texto porque no he logrado comprender lo que escriben Derrida y sus amigos. Carezco de competencia en la materia: mi doctorado es en ciencias fisicomatemáticas, no en malabarismo verbal. Además, el médico me ha ordenado evitar tóxicos y narcóticos de todo tipo.

Pero al menos sé que el desconstruccionismo no ayuda a comprender el mundo ni, aún menos, a arreglarlo. En efecto, para comprender o cambiar el mundo hay que enfrentarlo y estudiarlo en serio, en lugar de limitarse a leer o a escribir textos incomprensibles para pasar por profundo.

Lo que vale para el desconstruccionismo también vale para los demás sectores de la industria del macaneo: ninguno de ellos ayuda a vivir (salvo a los macaneadores profesionales). Corrección: el macaneo del humorista o del artista es inocente y puede ayudar a vivir. En el mundo de la macana hay de todo.

Puesto que el macaneo es universal y está en pleno florecimiento, habría que estudiarlo seriamente. Propongo que los estudiosos de la culturan den la macaneología, o ciencia de la macana, y nuestras universidades implanten la carrera correspondiente. Yo sería de los primeros en anotarme para poder agregar a mi nombre el prefijo “Lic. Mac”.

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Autor: Mario Bunge. Título: Elogio de la curiosidad. Editorial: Laetoli. Venta: Todos tus libros

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