Françoise Sagan tenía dieciocho años cuando, en 1954, publicó una novela que no solo habría de convertirse en un éxito de ventas, sino también en una obra de culto que todavía hoy sirve para explicar las tensiones generacionales y los dilemas existenciales de la juventud.
En Zenda adelantamos las primeras páginas de Buenos días, tristeza (Tusquets), de Françoise Sagan.
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Capítulo primero
A ese sentimiento desconocido cuyo tedio, cuya dulzura me obsesionan, dudo en darle el nombre, el hermoso y grave nombre, de tristeza. Es un sentimiento tan total, tan egoísta, que casi me pro duce vergüenza, cuando la tristeza siempre me ha parecido honrosa. No la conocía, tan solo conocía el tedio, el pesar, con menor frecuencia el remordimiento. Hoy, algo me envuelve como una seda, inquietante y dulce, separándome de los demás.
Los primeros días fueron espléndidos. Pasábamos horas en la playa, achicharrados bajo el sol, bronceándonos poco a poco y adquiriendo un color sano y dorado, salvo Elsa, cuya piel se ponía roja y acababa pelándose entre dolores tremendos. Mi padre se dedicaba a complicados ejercicios con las piernas para eliminar un amago de barriga in compatible con su condición de don juan. Tan pronto amanecía, me iba al agua, un agua fresca y límpida en la que me sumergía, en la que me agotaba haciendo mil movimientos para purificar me de las sombras y el polvo de París. Me tumbaba después en la arena, cogía un puñado, lo dejaba escurrir entre los dedos y la arena caía en una lluvia amarillenta y suave. Pensaba que se escapaba como el tiempo, que eso era una idea fácil y que resultaba grato tener ideas fáciles. Era verano.
El sexto día, vi a Cyril por primera vez. Iba costeando con una pequeña embarcación de vela y zozobró delante de nuestra cala. Lo ayudé a recuperar sus cosas y, entre risas, me enteré de que se llamaba Cyril, era estudiante de Derecho y pasaba las vacaciones con su madre en una casa cercana. Tenía un rostro latino, muy moreno, muy abierto, con algo equilibrado, protector, que me gustó. Con todo, yo huía de esos estudiantes universitarios, brutales, preocupados por sí mismos, sobre todo por su juventud, en la que encontraban tema para un drama o pretexto para su hastío. Prefería con mucho a los amigos de mi padre, cuarentones que me hablaban con cortesía y cariño, que me trataban con la dulzura de padres y amantes. Pero Cyril me gustó. Era alto y a ratos guapo, de una belleza que inspiraba confianza. Sin compartir con mi padre esa aversión por la fealdad que nos llevaba con frecuencia a alternar con gente estúpida, yo experimentaba frente a las personas desprovistas de todo encanto físico una especie de apuro, de vacío; esa resignación de algunos a no agradar se me antojaba una tara des honrosa. Porque ¿qué buscábamos, sino agradar? Todavía no sé hoy si ese afán de conquista no oculta un exceso de vitalidad, un deseo de dominio o la necesidad furtiva, inconfesada, de sentir se seguro de uno mismo, amparado.
Cyril, al despedirse, se ofreció a enseñarme a navegar a vela.
Regresé a cenar, sin poder apartarlo de mi pensamiento, y no participé, o muy poco, en la conversación; apenas reparé en lo nervioso que estaba mi padre. Después de cenar, nos tumbamos en unas hamacas, en la terraza, como todas las no ches. El cielo estaba cuajado de estrellas. Yo las miraba, esperando vagamente que se desprendieran y comenzasen a surcar el cielo en su caída. Pero solo estábamos a principios de julio y no se movían. En la grava de la terraza cantaban las cigarras. Debían de ser miles, y estar ebrias de calor y de luna para lanzar ese estridente grito durante noches enteras. Me habían explicado que se limitaban a frotar los élitros, pero prefería creer en aquel canto gutural, instintivo, como el de los gatos en celo. Se estaba bien. Tan solo unos granitos de arena entre la piel y la camisa me impedían sucumbir a las suaves acometidas del sueño. Fue entonces cuando mi padre carraspeó y se incorporó en la hamaca.
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Autor: Françoise Sagan. Título: Buenos días, tristeza. Traducción: Javier Albiñana. Editorial: Tusquets. Venta: Todos tus libros


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