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Isidora Rufete en el diván del psiquiatra

Isidora Rufete en el diván del psiquiatra

Isidora Rufete tenía alrededor de treinta años cuando acudió a consulta. Vivía en Madrid, aunque su domicilio verdadero parecía encontrarse en otro lugar, una realidad paralela que habitaba desde la infancia, alimentada por figuras determinantes en su vida. Huérfana de madre desde niña y con un padre esquizofrénico, Isidora creció bajo la tutela de un tío canónigo y una tía conocida como Encarnación “la Sanguijuelera”. Según el manuscrito galdosiano, tenía los ojos azules y era bellísima, aunque, a juzgar por sus zapatos, claramente había venido a menos y pasaba hambre.

La novela La desheredada, de Benito Pérez Galdós, comienza en el capítulo primero con la voz viva del subconsciente de Tomás Rufete, padre de Isidora, recluido en el psiquiátrico de Leganés, plasmada mediante un soliloquio mental. El cuadro clínico de Tomás destaca por ideas delirantes de grandeza y megalomanía, convencido firmemente de ser una destacada figura política, y con un pensamiento perseverante sobre esta cuestión. El lector desconoce qué sucede exactamente, solo lee ideas de perjuicio y daño, autorreferencia y, en ocasiones, exaltación del ánimo con fragmentación del pensamiento, verborrea y notable agitación psicomotriz. Este inicio, innovador en su tiempo, desconcierta al lector. Isidorilla visita a su padre, quien no responde a los diversos tratamientos aplicados y se halla en un deterioro progresivo.

"Rara vez una novela se convierte en un caso clínico real, y aún más raro es cuando su autor lleva más de un siglo descansando plácidamente en el camposanto"

En ese entorno dividido entre dos mundos irreconciliables —uno miserable e inculto y otro aristocrático e inalcanzable— Isidora desarrolló una personalidad singular marcada por profundas contradicciones. Desde pequeña, su tío, el clérigo, le había inducido delirios de grandeza, sembrando en ella la idea persistente y patológica de pertenecer a una clase social superior. Estas ideas encontraron terreno fértil en su personalidad histriónica, caracterizada por una excesiva necesidad de atención, teatralidad emocional y una fantasía desbordante, reforzada además por su afición a los folletines sobre la alta sociedad.

Su vida cotidiana estaba marcada por cambios bruscos de ánimo: períodos de exaltación con actividad frenética, gastos compulsivos y teatralidad extrema, alternados con episodios profundos de abatimiento. La novela relata este terrible mapa emocional cuyo desenlace no revelaremos aquí. En sus relaciones interpersonales muestra una peculiar mezcla de apoyo desmedido y manipulación constante, orientada siempre a mantener la atención sobre sí misma.

Rara vez una novela se convierte en un caso clínico real, y aún más raro es cuando su autor lleva más de un siglo descansando plácidamente en el camposanto. Sin embargo, así ocurrió aquella tarde luminosa en Lanzarote, cuando crucé el umbral del despacho del doctor Julio Santiago Obeso, jefe de psiquiatría del hospital insular, con una paciente llamada Isidora Rufete, nacida no del vientre de una mujer, sino del talento prodigioso y visionario de Benito Pérez Galdós en su novela La desheredada.

“¿Edad?”, preguntó el doctor, casi distraído.

Dudé apenas un instante antes de responder: “Aproximadamente treinta años”.

Así comenzó una historia clínica que reveló, capa a capa, la extraordinaria lucidez con que Galdós anticipó lo que hoy denominamos trastornos mentales. Como en una conversación entre colegas, el doctor Santiago asentía suavemente mientras enumeraba rasgos clínicos magistralmente plasmados en la novela.

“¿Diagnóstico?”, pregunté al final, fascinada y asombrada por el diálogo entre medicina y literatura.

"Nuestra propuesta de tratar personajes galdosianos como pacientes reales suscitó desde el rechazo sutil hasta la abierta hostilidad"

“Trastorno psicótico compartido, conocido antes como folie à deux, combinado con trastorno histriónico de la personalidad”, dictaminó Julio Santiago con la naturalidad de quien tiene ante sí no una ficción literaria, sino una paciente real. Recomendó un tratamiento predominantemente psicoterapéutico, combinado con medicación específica para mitigar los síntomas agudos y ansiosos. El doctor Santiago se había leído la novela y durante algunas sesiones actuamos como psiquiatras de la extraordinaria y complicada protagonista galdosiana. Yo, por mi parte, había trabajado el manuscrito y conocía muchos entresijos que Galdós nunca llegó a publicar.

Lo que podría haber quedado como un mero juego académico se convirtió en algo más profundo cuando Julio y yo decidimos llevar esta “consulta” al ámbito público, en forma de conferencia. Ahí chocamos frontalmente contra el rígido muro de la academia tradicional. Nuestra propuesta de tratar personajes galdosianos como pacientes reales suscitó desde el rechazo sutil hasta la abierta hostilidad, poniendo al descubierto el miedo ancestral al pensamiento original, la resistencia al cambio y la incomprensión hacia quienes se apartan del guion establecido.

En aquel congreso, hace ya más de veinte años, la universidad se escandalizó, argumentando que mezclar ciencia médica con ficción literaria era, cuanto menos, una frivolidad. Fue entonces cuando inauguré mi particular club de enemigos, bajo el paraguas socarrón de don Benito. Sin embargo, nuestra conferencia, lejos de frívola, demostró cómo Galdós había capturado fielmente trastornos hoy plenamente reconocibles en los manuales psiquiátricos modernos (DSM), mostrando además cómo la literatura puede enriquecer profundamente la comprensión de la salud mental. Personajes como Isidora permiten comprender realidades clínicas con una riqueza que supera en muchos casos la descripción fría y técnica de los tratados académicos.

"Isidora, personaje y símbolo, se convirtió en el faro que dio nombre a nuestra revista de estudios galdosianos, que, con notable esfuerzo, vio la luz poco después de aquella insólita consulta"

A pesar de las resistencias, perseveramos. Isidora, personaje y símbolo, se convirtió en el faro que dio nombre a nuestra revista de estudios galdosianos, que, con notable esfuerzo, vio la luz poco después de aquella insólita consulta. Este otoño presentamos el número 41, muy a pesar de muchos, recordando siempre la lección del venerado Negrín: “Resistir es vencer”.

El propio Julio Santiago, admirado por la precisión diagnóstica de Galdós, destacó cómo el autor canario reflejó anticipadamente métodos de tratamiento y las condiciones precarias de las instituciones psiquiátricas del siglo XIX, cuyos efectos nocivos hoy están plenamente documentados. Este realismo galdosiano sirvió además para cuestionar métodos institucionales que empeoraban la condición de los pacientes, estableciendo una conexión directa con la reforma moderna en la asistencia psiquiátrica.

Así fue como literatura y psiquiatría dialogaron, derribaron prejuicios y nos recordaron algo esencial: que la verdadera lucidez no teme explorar la oscuridad de la mente humana, aunque quien la habite sea un personaje salido de la genial pluma de Benito Pérez Galdós. El escritor canario, visionario y profundamente humano, sigue enseñándonos a mirar más allá, a cuestionar las rigideces del conocimiento establecido y a entender mejor la condición humana a través de personajes que trascienden las páginas para sentarse, vivas y reales, frente a un psiquiatra del siglo XXI.

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Oscar Virel
Oscar Virel
3 meses hace

¡Originalísimo artículo!

Mario Raimundo Caimacán
Mario Raimundo Caimacán
3 meses hace

Felicitaciones por la valentía de atreverse a experimentar y continuar la tradición de diagnosticar y/o tratar como casos clínicos a personajes literarios (por tanto, imaginarios) o a personajes históricos (por tanto, ya fallecidos) como lo hizo a principios del siglo XX Sigmund Freud quien publicó en 1910 “Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci”, y en 1914 “El Moisés de Miguel Ángel”, una escultura. Existen varios estudios psicológicos sobre Don Quijote, Madame Bovary, Hamlet, Otelo, Calibán, Sancho Panza, Lazarillo de Tormes, Dorian Grey, el Doctor Fausto, Aquiles, Helena de Troya, Menelao, Tristán, Héctor, Odiseo/Ulises, Penélope, Circe, Calipso, Telémaco y otros personajes literarios populares. Y casi olvido recordar que novela “La Desheredada” del brillante escritor español Benito Pérez Galdós, fue publicada en 1881 y contiene varios ejemplos de monólogo interior, técnica narrativa creada por Homero en La Ilíada y La Odisea (poesías épicas, narrativas), que se extendió al teatro, a la narrativa en prosa y después a la radio, el cine y a la televisión. Reitero, novela publicada en 1881, siete años antes de la publicación en 1888 de la novela “Han cortado los laureles” del francés Edouard Dujardin, a quien erradamente le atribuyó Víctor Larbaud, otro francés admirador de James Joyce, “la invención” del monólogo interior, que está presente en Tirante El Blanco de Joanot Martorell, en El Lazarillo de Tormes y en El Quijote de Cervantes.

Rosa Amor del Olmo
3 meses hace

Hola Mario. Muchas gracias por su generoso y documentado comentario. Coincido plenamente en que el ejercicio de “psicoanalizar” a personajes literarios o históricos —aunque no puedan ya sentarse en el diván— es, además de un juego intelectual, una forma de seguir dialogando con ellos y de descubrir nuevas capas de sentido en sus palabras y actos.
En el caso de La desheredada, Galdós ofrece un material clínico y narrativo de enorme riqueza, y su Isidora, como usted bien señala, permite explorar no solo el monólogo interior sino también los límites difusos entre delirio y construcción de identidad. Me ha gustado especialmente que recuerde la tradición, desde Homero hasta Cervantes, y que ponga en su lugar el debate sobre la autoría del monólogo interior: es una precisión necesaria para no caer en simplificaciones históricas.
Recibo con gratitud sus aportes, que enriquecen y amplían el sentido de mi trabajo, y espero que sigamos encontrándonos en este diálogo entre literatura y psique, donde los personajes, aunque de papel, nos siguen hablando con una fuerza tan viva como la de cualquier ser real.
En aquella iniciativa solo tuve fé en mi idea que sabía era moderna y no tanto en lo que pensaran mis “colegas”. También me reforcé yo como filologa y pensadora. La cuestión se arrastró profesionalmente casi hasta hoy y bueno…“D’aquellas polvaredas son estos lodos.”
Gracias de nuevo..

Mario Raimundo Caimacán
Mario Raimundo Caimacán
3 meses hace
Responder a  Rosa Amor del Olmo

Admirada Rosa Amor: Por fortuna para todos, eres no solo una mujer inteligentísima, brillante, también eres tenaz y tus “colegas” (carentes de amplitud intelectual e imaginación) no lograron que desistieras. Quizás ignoran que los nexos entre la Literatura y las Neurociencias se remontan en Occidente hasta el mismo Homero, raíz de la Literatura Occidental, quien en La Odisea cantó dos episodios relevantes en la materia:

1) La Aventura de los Lotófagos, al probar parte de los compañeros de Odiseo/Ulises el loto que le dieron los Lotófagos, una potentísima droga, cuyos efectos (la pérdida de la memoria, la anulación de la voluntad, la mentira de vivir sumergidos en un falso, artificial y nefasto paraíso y la adicción) amenazaron con aniquilarlos como personas, y determinó en Odiseo/Ulises la decisión radical de desintoxicarlos para romper con la narco-adicción y salvarlos de la aniquilación psíquica, porque los trató como enfermos y no como transgresores o delincuentes. Homero se mostró muy moderno y Odiseo/Ulises no abandonó a sus hombres víctimas de la adicción a las drogas, entendió que solos, por iniciativa propia, ellos no podrían superar su narco-adicción, que necesitaban la ayuda externa y los ayudó y los salvó.

2) La reunión entre Telémaco y sus acompañantes con los Reyes de Esparta, Menelao y Helena, cuando buscaban noticias de su padre ausente y todos sufrieron un episodio depresivo, con llantos y lágrimas, al pensar en los muertos y ausentes por la Guerra de Troya, y Helena, la mujer más bella del mundo y causa de dicha guerra, les dió a beber a todos, mezclado con el vino, una potente droga anti-depresiva, que inmediatamente surtió sus efectos, como lo explicó en detalle Homero. Éste fue un típico ejemplo del uso terapéutico de las drogas.

Y en los dos casos precitados es evidente que la alteración de la actividad cerebral, de las funciones neurológicas, por causa de sustancias químicas obtenidas de plantas, drogas naturales, son vínculos entre la Literatura y las Neurociencias.

Estos dos ejemplos homéricos los comenté en un capítulo que titulé “Homero, Creador del Monólogo Interior y Precursor de la Modernidad Literaria” que incorporé en dos de mis ensayos: “Cervantes, su Propuesta de Novela Psicológica, Influencias del Quijote en El Ulises de James Joyce y Otras Notas” y “Volver de Carlos Gardel, El Tango de Ulises y Otros Ecos de Homero en la Canción Popular Hispanoamericana”, (publicados en 2023 en Amazon).
Finalmente creo pertinente decir que explorar el mundo, explorar la vida, recorrer nuevos caminos, no limitarse, navegar en la realidad y en la imaginación, es la mayor libertad del intelecto y del espíritu humano. !Bienaventurados quienes se arriesgan porque habrán vivido!

Atentamente,
B S.M.

Mario Raimundo Caimacán

Rosa Amor
Rosa Amor
3 meses hace

Gracias, Mario, por su lectura generosa y por esta reflexión tan rica que enlaza la literatura con las neurociencias desde la raíz misma de nuestra tradición occidental. Los ejemplos homéricos que comparte son de una vigencia asombrosa y revelan cómo, desde los albores de la narración, la palabra ha sabido adentrarse en territorios que hoy llamaríamos científicos. Me honra que haya querido traer aquí sus estudios y ensayos, y coincido con usted: la verdadera libertad del intelecto y del espíritu nace de atreverse a explorar sin miedo, en la realidad y en la imaginación.

Mario Raimundo Caimacán
Mario Raimundo Caimacán
3 meses hace
Responder a  Rosa Amor del Olmo

Hola, admirada Rosa Amor.

Casi olvido decirte que escribí un cuento en la tradición literaria que comentamos, lo titulé “Blancanieves va al psicoanalista” y forma parte de “12 Relatos Fantásticos”, que publiqué en 2023.

Gracias por toda tu generosidad.

A ROSA AMOR DEL OLMO

Espero que en tu vida,

desde ahora y por siempre,

abunden la dicha y la felicidad,

Que cambien los pesares

Por las alegrías.

Que te envidien menos

Y te conozcan más.

Que tu alma magnífica

viva menos soledades

Y más personas descubran

Tu belleza y tu bondad.

Mario Raimundo Caimacán
(Santa María de Mataztlán, Costromo, 14 de agosto de 2025)

Mario Raimundo Caimacán
Mario Raimundo Caimacán
3 meses hace

Formo parte de quienes revisan sus escritos y los pulen hasta que se acabe el mundo:

Hola, admirada Rosa Amor.

Casi olvido decirte que escribí un cuento en la tradición literaria que comentamos, lo titulé “Blancanieves va al psicoanalista” y forma parte de “12 Relatos Fantásticos”, que publiqué en 2023.

Gracias por toda tu generosidad.

A ROSA AMOR DEL OLMO

Espero que en tu vida,

desde ahora y por siempre,

Abunden la dicha

Y la felicidad,

Que cambien los pesares

Por las alegrías.

Que te envidien menos

Y te conozcan más.

Que tu alma magnífica

viva menos soledades

Y más personas descubran

Tu inteligencia,

Tu belleza

Y tu bondad.

Mario Raimundo Caimacán

(Santa María de Mataztlán, Costromo, 14 de agosto de 2025)

Mario Raimundo Caimacán
Mario Raimundo Caimacán
3 meses hace

Ésta es la versión “revisada y corregida”:

A ROSA AMOR DEL OLMO

Espero que en tu vida,

desde ahora y por siempre,

Abunden la dicha

Y la felicidad,

Que cambien los pesares

Por las alegrías.

Que te comprendan mejor

Y te conozcan más.

Que tu alma magnífica

viva menos soledades

Y más personas descubran

Tu inteligencia,

Tu belleza

Y tu bondad.

Mario Raimundo Caimacán

(Santa María de Mataztlán, Costromo, 14-15 de agosto de 2025)